Páginas
▼
viernes, 26 de febrero de 2016
sábado, 20 de febrero de 2016
Extremeños sin tierra
José Joaquín Rodríguez Lara
Los extremeños no somos de tierra adentro. Somos de tierra afuera. Los extremeños nacemos en una tierra que, o no es nuestra o nos expulsa de su seno, cual útero estremecido por los latigazos del poder. Político, económico, religioso, social, cultural, periodístico...
Extremadura no es la tierra de los extremeños. Es el cortijo de otra gente a la que los extremeños recibimos siempre con los brazos abiertos, aunque su llegada acarree salidas. Los extremeños nacemos emigrantes. Aquí las torres siempre son albarranas y los cortijos son o terminan siendo inevitablemete ajenos. Extremadura es muy madrastra con los suyos.
A veces me cuesta creer que Extremadura sea madre e, incluso, dudo mucho que Extremadura sea tierra. Es muy posible que los extremeños vengamos al mundo sobre un mar de polvo, de rumiado olvido, de molida resignación.
Incluso puede ser que Extremadura sólo sea un galeón que hace una eternidad encalló en los riñones de España, y del que un ejército de hormigas provenientes de lejanos agujeros se han ido llevando los mástiles, el aparejo, los castillos, la fe, las cubiertas, la esperanza y todo lo que había en las bodegas, en una cadena interminable de latrocinios.
Es probable que llamemos Extremadura a lo que sólo son los restos de un naufragio. De un pecio que explicaría la vocación transoceánica de gentes como Hernando de Soto, Hernán Cortes, Francisco Pizarro, Inés Suárez, Vasco Núñez de Balboa, Pedro de Valdivia, Francisco de Orellana y tantos otros hitos de la historia. Porque quinientos años después del descubrimiento y de la conquista de América, de las apolilladas cuadernas del galeón extremeño, de las escuálidas costillas de esto que llamamos Extremadura, continúa saliendo gente con tanta vocación marinera que se echa a la mar sin necesidad de haber visto ni siquiera una playa.
Personas como el desaparecido y eminente historiador, profesor, investigador y escritor Fernando Serrano Mangas, que fue una autoridad mundial en la navegación indiana y cuyo nombre ondea ya en la proa del colegio público de Salvaleón, oteando los cielos del Oeste, las nieblas del Atlántico, para indicarnos que, tanto para la gloria como para la mera supervivencia, los extremeños siempre tendremos marea alta en el Océano.
viernes, 19 de febrero de 2016
Paisaje español con familia
José Joaquín Rodríguez Lara
España es un documental. De la 2. Naturaleza en estado puro. Salvaje. Así que si usted ve una aleta triangular, con pinta de velero, navegando el suelo patrio y dejando tras de sí una estela de caca y na, no lo dude, debajo de España hay un tiburón. Negro. Un depredador despiadado. Experto en la mordida. Ducho en quedarse con la parte del león. Un águila en los negocios con marchamo oficial. Un lince al acecho de todas las oportunidades para-particulares. Un bicho tan maestro del camuflaje que lo mismo disimula un maletín, de cuero, cerrado, con dos candados, sumergiéndolo entre 604 billetes de cien euros, 233 billetes de 200 euros y 1.630 billetes de 500 euros (eche usted la cuenta que a mí me da asco), que asa una vaca con billetes de curso legal para parecer un piel roja haciendo señales de humo desde el Monte Robado de la corrupción. Porque la corrupción española no es cosa de riscos. Es una verdadera cordillera. Suiza. Sobre la niebla que oculta las vértebras del latrocinio hispano, asoman, con nombres, apellidos y hasta siglas, los picos de la desvergüenza. Y entre desvergüenza y sinvergüenza, conectando las cumbres, desde la Penibética hasta la Selva Negra, están los collados, también llamados cuñados, parientes políticos y familiares en general. A la hora de la comida, llegado el momento de saquear las arcas públicas, la familia es imprescindible. Sin saqueo no hay familia. Ni aquí ni en Sicilia. La familia que roba unida permanece unida. O sea, en familia. En Sicilia y aquí. Salvo que la Justicia y las autoridades penitenciarias la dispersen.
miércoles, 10 de febrero de 2016
El negocio del cine
José Joaquín Rodríguez Lara
Lo peor que tiene el arte no es que te mueras de frío, sino que hasta puedes morirte de hambre a nada que dejes de comer. Por eso la producción artística, que es el más espiritual de los oficios -incluido el oficio religioso-, necesita su miajina de negocio para mantenerse en pie.
Lo saben hasta los músicos callejeros, que tocan la bandurria -o lo que toque- por las esquinas. Por eso mismo lo hacen siempre al lado de una gorra, de un platillo, de la funda del instrumento o de lo que sea. El caso es no tocar en balde, aunque se toque de balde.
Esto lo conocen muy bien todos los artistas. Y aquel que lo ignora, o lo aprende pronto y bien o bien y pronto deja de ser artista.
Lo sabe todo el mundo, pero nadie lo conoce mejor que la gente del cine, el mundo del séptimo arte. En el cine hay mucho arte, pero hay muchísimo más negocio. En realidad, el cine no es un arte, sino una ensalada de artes aderezada con todos los aliños propios de la actividad empresarial. ¿Y qué le da sabor a la ensalada, la lechuga o el vinagre? El negocio.
El cine es teatro -un arte-, y fotografía -mirarte-, y música -escucharte-, y literatura -inventarte-, y maquillaje -pintarte-, y efectos especiales -asombrarte-, y decorados -engañarte-, y peluquería...
![]() |
Antonio Resines, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y Dani Rovira, presentador de la 30 Gala de los Premios Goya. (Fotografía publicada por www.lavanguardia.com) |