Páginas
▼
jueves, 31 de mayo de 2018
Periodistas que pasan de lo que pasa
José Joaquín Rodríguez Lara
La herramienta básica del periodismo no es el medio, ni el estilo, ni siquiera las fuentes. Es la credibilidad. Cuando la gente del periodismo pisotea su credibilidad, pierde su condición de periodista.
Han cambiado de profesión, en ocasiones, para siempre. Podrán ser humoristas, propagandistas, dedicarse a la interpretación o vivir estupendamente a costa de las infidelidades propias o ajenas, pero no hacen periodismo.
El periodismo es otra cosa, aunque actualmente se llame periodista a cualquier persona que aparece con regularidad en uno o varios medios de información.
En mi opinión hay tres tipos de personas que viven del periodismo:
Están los periodistas que se esfuerzan en contar lo que pasa. Suelen trabajar en medios de provincia y difícilmente se enriquecen.
Están los propagandistas, que se empeñan en que pase lo que cuentan. La gran mayoría trabaja en Madrid y muchos se dedican a la información deportiva.
Y están, por último, quienes se consideran periodistas, pero pasan de lo que pasa y hasta pasan de lo que cuentan. De esta especie hay en todas partes. Y cada día más.
En este último grupo enmarco a aquellas y aquellos profesionales del periodismo que han ‘retuiteado’ o han bendecido con sus ‘me gusta’ la broma de un cacereño que ha pasado de la práctica inexistencia social o ser un ‘celebridad viral’ en Twitter.
Y todo por hacer famosa a una chica inexistente, falsa ganadora de las Olimpiadas de Física y Química 2018, de la que los medios informativos no hablan, pero no porque no exista, sino sencillamente porque no es futbolista.
Al autor de la broma no se le ha ocurrido mejor cosa que acompañar su tuit con una foto de la simpática, divertida y ocurrente actriz de origen libanés, y residente en los Estados Unidos desde los nueve años, Mia Khalifa. Una estrella del porno.
En una demostración palpable de que pasan de lo que pasa y hasta de lo que bendicen con sus ‘me gusta’ y sus ‘retuit’, esas y esos periodistas de renombre han contribuido a darle una pátina de veracidad a una mentira tan inocente como paticorta.
Como personas, han quedado en ridículo y se han hecho un flaco favor; como profesionales, han contribuido a desprestigiar un poco más el noble y difícil oficio del periodismo y, eso sí, como gente que vive de que el mundo les conozca han demostrado lo poco que conocen el mundo, pues Mia Khalifa es toda una celebridad mundial desde que ajustó sus hechuras a las exigencias del porno.
(Cuadragésimo octavo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 30 de mayo del año 2018.)
viernes, 25 de mayo de 2018
Paquito, el cantor del alba
José Joaquín Rodríguez Lara
Le llaman Paquito y es de Badajoz. Nacido y criado en la capital pacense, en ella sigue residiendo.
Se despierta antes del alba y se echa a la calle, por el centro de la ciudad, pero no es fácil verlo. Es muy rápido y escurridizo. Para hacerle una fotografía hay que sorprenderlo y no concede autógrafos. Huye de la popularidad.
A Paquito le encanta cantar. Cuando todavía faltan horas para que el sol desactive a las farolas, Paquito se enfrasca en sus melodiosos cantos, como si pretendiera ayudar a los primeros rayos de la alborada, guiándolos en su torpe caminar desde el horizonte hasta el fondo de las calles pacenses. Lo hace durante un buen rato, apostado en lo más alto de su balconada.
Así permanece, enfrascado en sus gorjeos, esperando al amanecer, hasta que los pardales (vulgo, gorriones) contaminan la paz matutina con sus tertulias vocingleras.
Poco antes de que amanezca, Paquito recorre la hierba y el mantillo de los parques y las baldosas de las aceras, se acerca a los descansaderos públicos, sin importarle que sean de piedra, de metal o de mampostería, y escudriña entre las sillas y los veladores que empiezan a ser ordenados, como si fuesen piezas de ajedrez, en torno a los bares y los quioscos pacenses.
Semejante estado de ajetreo se mantiene hasta que se hace el día y las palomas se apropian del suelo. Entonces, Paquito se marcha o se esconde. Desaparece. Seguramente no le gustan las zuritas.
Paquito, de apellidos Turdus Merula, es un fenómeno. Un fenómeno natural, pero un auténtico fenómeno. No hay muchos como él; ni en Badajoz ni en parte alguna.
Es algo extraordinario. Es un mirlo blanco. No completamente blanco, no es un mirlo merengón; ni siquiera es un mirlo blanquillo, que jugase al fútbol en el Real Zaragoza. Más que blanco, blanco, blanco, Paquito es un mirlo blanquinegro. Como si anhelase defender los colores del C. D. Badajoz, Paquito ha cambiado su elegante librea negra, que diría el añorado doctor Félix Rodríguez de la Fuente, por una casaca en la que se combinan los trazos negros con otros de color blanco. Cuando corretea parece que llevase a la espalda un código QR, ese sello informático que no necesita guía ni cartero para llevarte al destino. Paquito es un blanquinegro convencido. Verlo correr sobre el pavimento del paseo de San Francisco, de ahí le viene el nombre, es una suerte que no todo el mundo consigue disfrutar.
Ciertamente, Paquito es un mirlo singular. Si encima metiese goles, además de un prodigio, este mirlo blanco sería una bendición.
No hacen partido, hacen bulto
José Joaquín Rodríguez Lara
Bienvenidos sean quienes me imiten, porque de ellos serán mis defectos. En la política también. En la política se cae con harta frecuencia en los mismos defectos que se critican, o de los que se abomina.
Ahí están Irene Montero y Pablo Iglesias, de Podemos todavía, reencarnados en los Jarramplas -¿quién tiene la careta más dura de los tres?- de la política patria y recibiendo golpes de nabos dialécticos por la simpleza de haberse comprado un chalecito con piscina y parcela; una residencia más grande e igual de cara que el ático que se compró el ministro Luis de Guindos, al que su vivienda en el cielo de Madrid le incapacitaba para gobernar, según Pablo el del chalé.
Pablo Iglesias y su compañera Irene Montero, tan naturales ellos, han imitado a Luis de Guindos, tan artista él. Ya lo dijo Oscar Wilde: “La naturaleza imita al arte”.
Pero no son los únicos tótems de la política tribal hispana que copian. Ciudadanos, por ejemplo, que tanta leña da al Partido Popular, imita al partido de Rajoy. Pretende diferenciarse, pero lo imita. Lo imita tanto que, en ocasiones, da la impresión de que Albert Rivera, el líder de la formación naranja, se esfuerza en poner en marcha un partido político, con unas estructuras suficientes para gobernar España, sin darse cuenta de que está refundando Alianza Popular, el partido de Manuel Fraga.
De Fraga y de Francisco Piñero Lemus, exaliancista y expopulista, que casi no ha calentado el cargo de coordinador provincial de Ciudadanos en Cáceres. Parece que el señor Piñero Lemus, empresario de Villafranca de los Barros, llegó con ilusión a Ciudadanos y se ha ido, por donde llegó, pero desilusionado. No hay que apurarse. Soldado que huye vale para otra batalla, que dijo Napoleón.
Seguramente Albert Rivera no lo suponía, pero es muy difícil construir un partido nuevo, e inmaculado, acumulando militantes de segunda o tercera mano. En más de un caso, tarde o temprano, a los fichajes les sale la vena del resabio y deciden que entre el partido y ellos, ellos tienen preferencia.
Lamentablemente hay personas que llegan a la política como quien va a una fiesta: para lucirse, no para servir ni a su nuevo partido ni a la ciudadanía. En algunos casos, carecen de ideología, de disciplina, de compañerismo, de solidaridad, de humildad y de valor intrínseco.
Y muchos de esos militantes de amplio historial político no hacen partido, hacen bulto.
(Cuadragésimo séptimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 23 de mayo del año 2018.)
martes, 22 de mayo de 2018
Y menos mal que era un partido de fútbol masculino
José Joaquín Rodríguez Lara
Es una expresión que no recuerdo haber utilizado en mi vida. Me sorprendería mucho haberla empleado en público. Y me horrorizaría haberla usado en los medios de información, ya sea en prensa, radio, televisión, medios digitales, redes sociales, etcétera.
Estaba convencido de que ya no se usaba. Por eso mismo me asombró oírla el domingo por la tarde, en Canal Extremadura Radio, durante el programa dedicado a contar lo que ocurre por los campos de fútbol de la región.
“A fulanito (el nombre se me borró instantáneamente) le está tocando bailar con la más fea”, dijo el compañero informante.
No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. Y aún menos a través de Canal Extremadura. Y mucho más en boca de una persona a la que, por el tono de voz, supongo joven, y por esa misma juventud, nada propensa a resucitar los viejos latiguillos machistas.
Porque esa frase, que cosifica y menosprecia a la mujer, me parece machista. Aunque no sea esa la intención y se diga sin caer en la cuenta de lo que se está diciendo, que poco o nada tiene que ver con lo que se quería decir. Es más, creo que es una frase misógina y, por supuesto, viejuna.
Ya sé que lo ‘políticamente correcto’ constituye a veces una carga muy pesada, ya que después de tantos siglos de anteponer lo masculino a lo femenino es muy difícil, cuando no imposible, encontrar expresiones neutrales, que no neutras, para referirse a todo el mundo sin dejar de lado a una parte.
Pero hay que seguir intentándolo. Y sobre todo hay que huir como de la peste de esas expresiones absolutamente superadas por la realidad y fácilmente sustituibles por otras que no menosprecien ni a las mujeres ni a los hombres ni a nadie.
Y especialmente hay que hacerlo en los medios de información y mucho más en los medios de información públicos. Porque, ¿de qué sirven las listas paritarias y los institutos de la mujer y toda la palabrería oficial si luego, al hablar de que un futbolista tiene dificultades para controlar a un contrario, se abre el cajón del olvido para airear, a través de la ventana radiofónica pública, una frase tan apolillada como esa?
Y menos mal que el partido era de fútbol masculino.
(Cuadragésimo sexto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 21 de mayo del año 2018.)
lunes, 21 de mayo de 2018
Arte, plagios y gilipolleces
José Joaquín Rodríguez Lara
Vivimos en un mundo en el que hay muchísimas más formas de definir el arte que de hacerlo.
Cada persona tiene su propia versión de lo que es o no es arte. Y no hay un artista en cada persona. Ni siquiera admitiendo como arte todo lo que se etiqueta como obra artística.
El asunto viene de lejos. Ya en el arte rupestre se observan diferencias notables entre los pintores, naturalistas, los esquemáticos... Por no mencionar el arte mueble –venus de rotundas caderas, bastones de mando, adornos corporales…- y seguramente también en el arte inmaterial, del que sólo nos ha quedado alguna flauta hecha con hueso de buitre y poco más.
A partir del siglo XX –como ya dijo Discépolo en su tango ‘Cambalache’- puede presentarse y hacerse pasar por arte cualquier cosa. Hay quién dice que el arte moderno es un cachondeo, pero no es cierto. El cachondeo es considerar arte lo que ni siquiera es moderno. El arte, o es eterno o es una falsificación. Otra cosa muy distinta es reinterpretar, con ojos nuevos, el arte hecho en el pasado.
Para mí, el arte interpreta la realidad y la transforma, ofreciendo una visión de ella que la trasciende y nos conmueve. El arte no imita a la naturaleza, le da un nuevo sentido. El arte no es didáctico, pero explica el mundo, las misteriosas relaciones entre sus pedazos. El arte te hace ver lo que tus ojos no habrían visto por sí mismos, sin la mirada del artista.
Hay quien le exige al arte dificultad; que sea difícil hacerlo. No es necesario. Lo que parece difícil para el espectador o para el oyente puede resultar facilísimo para el artista y no por eso deja de ser arte.
O todo lo contrario. Lo que aparenta ser fácil, en realidad es muy difícil. Creo que fue Pablo Ruiz Picasso quien dijo que le había costado toda una vida aprender a pintar como un niño. Con la facilidad, la ingenuidad, la desnudez y la autenticidad de un niño.
![]() |
Cabeza de toro de Pablo Picasso. |