Ahítas de tu voz, las olas; ebria de tu piel, la arena; cegado de tu luz, el sol; huérfana de ti, la ausencia. Por el río de los vientos, ¿llegarán al mar mis letras? Allí donde la sal se hace cielo, donde el horizonte se desnuda en enaguas
de encaje,
en espumas de blonda, allí donde la eternidad se reinicia a cada instante, donde se muele el tiempo en el afilado reloj de las mareas, puñales del paisaje, allí, palabras
desveladas, barquitas de papel, palomas sin remite, trompetas sin alas, allí mi voz persigue tu huella como perro perdido que buscase su casa. Pero ¡qué lejos el mar y qué larga la senda!
Tus letras recorrerán una larga senda para llegar, finalmente y sin lugar a dudas, a tierra, mar y aire. Me encanta este poema.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Maribel. La tierra firme también tiene náufragos.
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