A los poetas, Señor, los parió el cielo. Pero no a todos.
Luis Álvarez Lencero nació en el filo de las garlopas y se encontró carpintero.
¡Qué hombre tan pregonero! Por no callarse las penas hizo con tripas cadenas como si fuese un herrero.
Como buen titiritero anduvo el mundo, cavó el surco sin mula y sin horizonte, le puso enaguas al monte y, cansado de dar tumbos, se echó el olvido a la espalda una mañana de enero.
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