La calle olía
a forraje fresco,
a música de campanillas
y burritas de paso trotón
camino de la cuadra.
Cada tarde el pueblo
tintineaba por las esquinas
en un concieto anochecido
de cobre y herradura,
hasta que un rugido de bielas
empañó el aire
y puso renglones de humo
sobre la calma.
(De mi libro 'La tierra al fondo',
publicado en Badajoz por la Institución Cultural Pedro de Valencia, en 1980)
No hay comentarios:
Publicar un comentario