El gigante y las musarañas
José Joaquín Rodríguez Lara
A un euro estaban los tres manojos de espinacas, de huerta, en el mercadillo de Badajoz este martes. No llovía sobre el antiguo ferial pacense, pero el cielo tenía goteras.
Mientras caminaba entre los tenderetes de lona, miré a las nubes, para afearle su comportamiento, y las quillas de mis ojos encallaron en la torre de Caja Badajoz. Me pareció más solitaria y más oscura que otras veces, y mucho más fea que otros días de lluvia sobre el mercadillo pacense.
El mercadillo y la torre de Caja Badajoz
en un día sin lluvia. (Imagen bajada de Internet)
Tenía foto la torre. Parecía que vigilase los puestos de verduras, de fruta, de bragas, de calcetines, de tiestos... Pero no, no los vigila; sólo los mira con envidia. La torre de Caja Badajoz es el escudo de armas de un imperio ya desaparecido, el esqueleto de un dinosaurio zarandeado por la crisis y definitivamente destrozado por el meteorito Mafo (Miguel Ángel Fernández Ordóñez), por una bola de fuego inclemente que salió del Banco de España y arrasó con todo lo que se le puso por delante, convencida de que el fin justifica los medios, como un Maquiavelo sin ideas ni gloria.
Y al lado del fósil de lo que fue la Caja de Ahorros de Badajoz sobreviven los mercaderes del mercadillo, bajo toldos que casi no les protegen de la lluvia, sobre el suelo húmedo del antiguo ferial, entre cajas de cartón y perchas de plástico.
También a ellos les afecta la crisis, ¿cómo no? Pero han tenido la suerte de sobrevivir al impacto del meteorito que acabó con la Caja. El tamaño importa, pero no garantiza la supervivencia. Cuando todo estalla, lo importante no es ser grande, poderoso y sin fisuras, sino ser pequeño y encontrar una grieta para esconderse hasta que el aire deje de arder.
Mafo acabó con algunos de los dinosaurios que reinaban sobre la tierra, pero los pequeños mamíferos, las musarañas del suelo, que vivían de lo que a los gigantes les caía de la boca, supieron esquivar el golpe y aún sobreviven. Así que, tal vez, los futuros gigantes sólo sean ahora diminutos supervivientes de la crisis y vivaqueen en el laberinto del mercadillo, contemplados con envidia por esa torre de metal, vidrio y hormigon más fea que un cielo con goteras.
en un día sin lluvia. (Imagen bajada de Internet)
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