La UME (Unidad Militar de Emergencias) le ha prestado y le seguirá prestando a Extremadura un servicio impagable.
Gracias a esta unidad militar, un problema que parecía irresoluble y en el que, con el apoyo de la Unión Europea, se habían gastado muchos millones de euros, la erradicación del camalote que inundaba un tramo kilométrico del río Guadiana, parece estar resuelto. En todo mal pueden producirse recaídas, pero el Guadiana tiene ya otro semblante. No hay más que verlo.
Extremadura debe estar agradecida a la Unidad Militar de Emergencias que ha realizado un trabajo “espectacular”, según afirma la ministra de Defensa. Ese trabajo espectacular debería ser reconocido por la ciudadanía, que tanto se ha quejado por la invasión del camalote; reconocido también por las asociaciones ciudadanas, así como por las diferentes tribus políticas y, por supuesto, por las instituciones. Reconocido oficialmente. Porque de bien nacidos es ser agradecidos.
Se ha argumentado y se continuará argumentando, como ya ocurrió en el pleno del Ayuntamiento de Badajoz, que no hay que felicitar ni dedicar honores a quien cumple con su obligación haciendo bien su trabajo, pues entonces habría que erigirle monumentos a casi todo el mundo.
El argumento no puede ser más miserable, cegato e injusto. Por esa estúpida premisa no habría que celebrar los cumpleaños, ni aplaudir a toreros, actrices, deportistas y demás artistas, pues cuando hacen bien su trabajo se limitan a cumplir con su obligación.
Aplicando esa norma habría que borrar de las calles el nombre de médicos, escritores, dirigentes vecinales, vírgenes, santos, mártires y, por supuesto, de los políticos. Y no sólo de los políticos franquistas que, con tanto ahínco, persigue el presidente de la Diputación de Badajoz, sino también de los demócratas que –concedámosles el beneficio de la duda- se limitan a cumplir con su obligación haciendo bien su trabajo.
Hace 30 años, en 1989, cuando Juan Carlos Rodríguez Ibarra presidía la Junta, se le concedió la medalla de Extremadura, el máximo galardón regional, a Monserrat Caballé. La gran soprano española había cantado en el Teatro Romano de Mérida y, cumpliendo con su obligación, había hecho muy bien su trabajo, pero tuvo la mala pata de que tropezó y estuvo a punto de descalabrarse. Para calmarla no bastó con pagarle lo acordado; además se le concedió la medalla de Extremadura. Muy pocas personas que hayan actuado sobre la arena del principal escenario extremeño tienen esa distinción. Y ha habido actuaciones espectaculares. Tan espectaculares como el trabajo realizado por la UME en el drama, casi tragedia, del camalote.
Los méritos acumulados por la Unidad Militar de Emergencias no residen en que haya cumplido con su obligación, que lo ha hecho, sino en que ha realizado un trabajo extraordinario, en que ha puesto solución a un problema que se había enquistado y en que puede decirse que le ha devuelto el río a la población y, a partir de ahora, el Guadiana es un poco más de todos y, especialmente, un poco más de la UME.
Así que, por si de algo sirve, desde aquí muestro mi agradecimiento personal a la Unidad Militar de Emergencias, desde el militar de menor rango, cuyo nombre no menciono porque lo desconozco, hasta el teniente general Miguel Alcañiz Comas, su general jefe. A través de este artículo ofrezco mi apoyo para que Extremadura reconozca con un gesto lo suficientemente importante, sólido y duradero el trabajo realizado por la UME, que le ha ganado la batalla, aunque sólo sea la primera, al camalote.
La guerra sigue dentro y fuera del río y tiene que ganarla Extremadura entera. Especialmente la Confederación Hidrográfica del Guadiana, responsable de la gestión de la cuenca, aunque a su presidente, Samuel Moraleda, no parezca preocuparle que el camalote invada el cauce del río.
(Centésimo sexto artículo publicado en extremadura7dias.com,
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