La Venus del catamarán
José Joaquín Rodríguez Lara
Como si se tratase de una escena mitológica, Greta Thunberg (Suecia, 3 de enero del año 2003) llega a Iberia a bordo de un barco. Es la Venus del catamarán, la diosa del momento.
Si tuviésemos a mano un Sandro Botticelli (Florencia, 1445 - 1510), Greta, enmarcada en un mar de hermosos cabellos rubios, llegaría a tierra no a bordo de un velero policasco, sino sobre una gran concha marina, impulsada por el hálito del mismísimo Céfiro. Pero no hay pinceles como los de Botticelli en el horizonte de nuestros días. Sólo cámaras, muchas cámaras. Así que a pesar de protagonizar 'El Nacimiento de Greta', el gran éxito del momento, nuestra Venus del catamarán seguramente nunca tendrá un hueco rectangular en la Galería Uffizi, en Florencia. Eso sí, disfrutará de sus minutos de gloria en mil y un informativos.
Es lo que, en justicia, le corresponde a un icono fabricado ex profeso para conmover, para que el mundo cambie y todo lo que ya da dinero siga en las manos de quienes ocupan el poder.
Greta, la Venus del catamarán, no es la líder de la juventud actual, la generación más consumista y derrochadora -en ropa, calzado, nuevas tecnologías, alcohol, juguetes...- que ha conocido el mundo; Greta no dirige la lucha contra la basura; no guía al mundo hacia el paraíso terrenal... Pero sí es un icono, un símbolo, de usar y tirar, como casi todo en nuestros días, un personaje de consumo rápido.
El mundo está necesitado de heroínas como Greta, una chica tocada por la leve sombra del desvarío que enmarca cualquier atisbo de santidad o de capacidad profética. Y los medios de información, cada vez más hábiles en la fabricación de verdades, no es que necesiten heroínas es que tienen autentico mono de ellas; sufren el síndrome de abstinencia.
Así que miel sobre hojuelas. Se necesitan venus del catamarán, muchas venus del catamarán. ¡Bienvenidas al plató de la actualidad!
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