jueves, 23 de abril de 2020


El juego del escondite


José Joaquin Rodríguez Lara


Al prisionero del famoso romance anónimo, "una avecilla" le "cantaba al albor" para decirle "cuando es de día y cuando las noches son". A quienes padecemos el asedio mortal del coronavirus, las estadísticas sobre las personas infectadas, sobre las fallecidas y sobre las dadas de alta nos cantan cada mañana el paso de los días. 


El sol nos sale por el televisol (sic). Nuestro amanecer son estúpidas ruedas de prensa. Nuestros crepúsculos, dolorosas ausencias. El río del último adiós arrastra en sus crecidas aguas el nombre de pesares conocidos, de penas vecinas, de aflicciones amigas y hasta de tragedias familiares. 


No hicimos nada ilegal, no somos culpables, pero nos han condenado al confinamiento. Nuestro hogar es nuestra mazmorra. Pero no estamos encerrados en nuestras casas: estamos escondidos. Y si salimos a la calle, salimos disfrazados, embozados como ladrones que fuésemos a robar un sorbo de aire libre, un pañuelo de viento limpiándonos la frente, una cucharada de pasos, un trago de libertad...


Seguimos en pie, los que en pie todavía seguimos, porque hasta en sueños vivimos jugando al escondite con el virus, con la muerte que se agazapa en el lugar menos pensado.


Ahora más que nunca, vivir es eso, jugar al escondite con la muerte.


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