La corona de los 6.000
José Joaquín Rodríguez Lara
El Badajoz Caja Rural ya es campeón de la LEB. Ha ganado la liga regular, que es como ser campeón de la nada, ya que aquí lo único que vale es ganar la liga buena, la del ascenso, y esa está aún al alcance de doce equipos.
Resulta desalentador que al Círculo, que se ha llevado de calle la competición liguera, no le sirva -o al menos le valga para muy poco- todo lo mucho y bueno que ha hecho hasta ahora y tenga que pelearse por el ascenso con rivales a los que tiene muy por debajo en la clasificación. Pero así es la LEB. El último de los clasificados para la fase eliminatoria, el antepenúltimo de la fase regular que ahora expira, no sólo puede conseguir el ascenso, sino hasta proclamarse auténtico campeón de la liga. No sería la primera vez. Se repetiría esa imagen tan familiar del ciclista que, después de ir por delante toda la etapa, es cazado a pocos metros de la meta. O la del torero que se juega la vida en una faena formidable y pierde los trofeos por fallar con la espada.
En el camino hacia el ascenso a la ACB, o a cualquier otra división, no debería existir más obstáculo que la competición liguera. La llamada fase regular que, por sí misma, suele ser bastante dura. Las liguillas de final de curso, como las del fútbol, y las eliminatorias, como las del baloncesto, constituyen salvavidas para los menos aplicados y un sistema que penaliza -aunque sólo sea con un esfuerzo extra- precisamente a quienes han hecho bien los deberes desde el principio.
Lo realizado por el Círculo hasta ahora tiene un mérito enorme. Es casi un milagro. Pero en esta tarta pesa más la guinda que el bizcocho. A este equipo, que surgió de las cenizas del baloncesto pacense hace muy pocos meses, le queda por delante todo un mundo. Los circulistas deberán apretar los dientes y echar el resto porque, pase lo que pase, el título honorífico que han conseguido es humo de pajas. Si el equipo asciende a la ACB, pocos se acordarán de este campeonato regular, y si no asciende, muchos querrán olvidarlo para no echar más sal en la herida de la desilusión.
Sólo hay un trofeo que nadie le podrá quitar ya al Badajoz: su afición. Ese Círculo campeón, que no está en la pista, sino en las gradas, esa corona de 6.000 aficionados que rodea al equipo en cada partido, se la ha ganado el Badajoz a pulso y no tiene precio.
En las rondas eliminatorias, el Círculo de los que no juegan va a ser tan decisivo como el de los jugadores. No meterá canastas, pero puede llevar a su equipo en volandas a la victoria. Y, además, no fallará. Eso también está asegurado.