Pero habitualmente no ocurre así. Los manifestantes piden el cierre de una discoteca, reclaman seguridad en las calles, un colegio, un empleo, un tractor amarillo, que se marchen las prostitutas, precios agrarios dignos o un homenaje por haber roto la bicicleta de todos con su mala gestión y nada cambia, salvo, quizás, las papeleras y otras piezas del mobiliario urbano.
Salir en manifestación de repulsa en contra de los mequetrefes que han matado a una burra en Torreorgaz no le devolverá la vida al animal y, lo que es más importante, no limpiará la imagen de un pueblo extremeño incluido ya para siempre en la lista de las localidades distinguidas por su crueldad ilegal con los animales. La clave de este caso no es la repulsa social, sino la ilegalidad. A partir de ahora, además de naturaleza, gastronomía y pueblos con encanto, en la campañas de turismo rural podremos incluir la eficiencia de nuestros mataburros y podaperros. En esto nadie nos gana.
Semejante vergüenza no se borrará con manifestaciones aunque las encabece el mismísimo presidente de la Junta. Al contrario. Si él o alguien de su Gabinete, se coloca al frente de la manifestación por lo de Torreorgaz estará reconociendo la impotencia de la Junta para luchar contra la estupidez de una docena de desalmados con identidad; un ejército formidable, bien se ve.
Cuando se tienen en las manos los resortes del Diario Oficial de Extremadura, de la Guardia Civil, de la Fiscalía, de la Alcaldía de Torreorgaz, del PSOE y de la inmensa mayoría de los ciudadanos no hay que manifestarse: hay que aplicar la ley y hacerlo hasta sus últimas consecuencias. Investíguese, sanciónese y después, si les apetece, que se manifiesten los autores de la salvajada, que no tienen ni la razón ni el poder ni nada más que mierda en el corazón y serrín en la mollera.
Que se manifiesten ellos y quienes les defiendan o disculpen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario