El tiempo entre los dientes
Robé un instante;
no lo tomé prestado,
lo robé.
Corrí con él atravesado en la boca,
como huye el lobo
que acaba de cosechar un cordero.
El tiempo alzó los brazos y gritó,
los relojes señalaron
con sus alarmas mi osadía,
el día hizo un alto en su camino
y me llamó ladrón.
A ninguno escuché,
no dejé que sus amenazas
enmoheciesen la sangre de mis latidos;
busqué un lugar apartado,
al abrigo de cualquier intromisión,
y disfruté de mi botín,
de un instante robado
que era solo para mí.
Lo acaricié
y se me deshizo entre los dedos,
como una mirada tras los visillos,
pero ni el sueño de la eternidad
puede durar tanto.
(De mis poemas sin libreto)
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