Humana condición (27)
No hay astros que yerren su camino
de órbitas con tal primor trenzadas
que más parecen danzas dibujadas
por algún coreógrafo divino.
Cuando el agua baja impetuosa
como lengua que huye de sus fauces,
debe de conocer muy bien los cauces
para resultar siempre victoriosa.
Ruge el tiempo en su laberinto
sin que por ello tiemble el león
ni la gacela mude de instinto.
Si hasta el azar sigue su guión,
¿por qué el corazón es tan distinto
y colma de dudas a la razón?
Las Moiras no nos marcan el destino,
ni pone éste otra condición
sino que dudar sea nuestro sino.
(De mi poemario 'La ausencia que te nombra')
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