Transacciones
José Joaquín Rodríguez Lara
Durante la transición hubo muchas transacciones. Transacciones políticas, necesarias para que España pudiese pasar de la dictadura a la democracia.
Sin embargo, por aquellos años no se hablaba de transacciones; lo que hacía furor era el consenso. La palabra de moda. Pero el consenso es el fruto mondo y lirondo de la transacción; para que haya consenso hay que transaccionar, hay que negociar, es necesario salir de las trincheras ideológicas, de las partidarias o de las puramente interesadas y ceder hasta hallar un punto de equilibrio que no disguste a nadie o que moleste lo menos posible a todos.
Ya casi no hay casos de consenso en la política española, pues la transacción exige generosidad y altura de miras y hace tiempo que la cebada dejó de estar para pitas. No obstante, en ocasiones hay conatos de transacción y hasta brotes de consenso, aunque la mayoría de las veces no pasan de alianzas circunstanciales contra alguien.
Así ocurrió durante la primera jornada del pleno en el que se debate el proyecto de Presupuestos extremeños para el año 2014. La sesión resultó anodina, tediosa y hay periodistas que se preguntaban en voz alta: ¿pero qué titular le pongo yo a esto?
Aparentemente no había noticia a la vista y, sin embargo, en el hemiciclo se estaba produciendo algo bastante inusual: de espaldas a la tribuna de oradores, los grupos políticos, sobre todo los de la oposición, estaban transaccionando, negociando, llegando a acuerdos con la intención de dejar su impronta en la ley, en el caso de los desheredados, o como estrategia para mejorarla o no permitir que se la desfiguren, en los dominios del Partido Popular.
Las votaciones para aprobar la ley, que pondrán broche al pleno, y la posterior ejecución del Presupuesto, a lo largo del año 2014, mostrarán los frutos de la transacción que burbujeaba en el hemiciclo, si no se queda en simples esbozos de pompas removiéndose inquietas en el hondón de una olla puesta al fuego con agua. Poca cosa. Nadie espera que estas transacciones sean el atisbo de una transición generosa hacia una política más humana y más ciudadana.
Ya digo que la cebada no está para pitas, así que en medio de la algarabía parlamentaria alguien volverá a reclamar consenso con la misma urgencia y desesperanza que se pide lógica en mitad del caos, o se exige calma ante una estampida que resulta inevitable. ¿Transacciones? Con el rodillo de Ibarra estas cosas no pasaban. Salvo por razones de fuerza mayor. ¿Verdad, Juan Ignacio Barrero?
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