La risa, la máscara, el disfraz, el artefacto
y el desfile de Carnaval *
José Joaquín Rodríguez Lara
Algunas de las muchas funciones que tienen los carnavales me resultan particularmente interesantes.
Miguel Ángel Rodríguez de la Calle, concejal
de Ferias y Fiestas del Ayuntamiento de Badajoz,
con el cartel que anuncia el Carnaval pacense del año 2014.
(Imagen publicada por Digital Extremadura)
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La primera de ellas es la subversión, término que el diccionario define como acción y efecto de "trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral". El carnaval se inventó para volver del revés al mundo, como se vuelve del revés un calcetín, para trastocar la realidad y burlarse de ella, adentrándose en la urdimbre y en los misterios del paño social. Esa es la razón por la que, aprovechando el carnaval, las señoras se visten de chachas; los plebeyos, de reyes; las ingenuas, de pícaras; las pícaras, de diablas; los adultos, de niños; 'Los Niños', de murgueros en año sabático; los descreídos, de obispos; los varones, de hembras; los apocados, de héroes; los animales, de personas; las personas, de animales y los responsables de la Federación de Asociaciones Locales del Carnaval Pacense (FALCAP), de cerradores de comercios.
Otra función muy importante del carnaval es el derroche de la alegría. Si no hay alegría no hay carnaval. Y no se trata simplemente de procurar ser feliz durante unos días, que también, sino de hacer felices a los demás. Lo difícil, a veces, es evitar que la propia alegría cause tristeza ajena, pero que se le va a hacer.
Igualmente me atrae la creación de mundos ficticios, de personajes imposibles, que conlleva todo carnaval; tanto si se trata de un carnaval abierto, como es el de Badajoz, como de un carnaval tradicional, perfectamente pautado, como el Peropalo, de Villanueva de la Vera. El carnaval es el bar de 'La Guerra de las Galaxias' en la feliz hora de la hora feliz: hay de todo.
Por último, en este breve listado de las funciones benéficas del carnaval, debo incluir el carácter de amalgamador social que tiene la cita carnavalera, una fiesta que involucra a toda la población, pues si estás en una ciudad que celebra los carnavales -y Badajoz los celebra por todo lo alto-, o disfrutas del carnaval o no puedes librarte de él.
El carnaval también se caracteriza por la crítica, pero en mi opinión es su faceta menos importante, porque en una democracia no es necesario disfrazarse para criticar al poder. Además, la crítica del carnaval no sobrevive al entierro de la sardina, es una simple chanza, no se toma en serio y pocas veces corrige las anomalías que caricaturiza. Eso sí, el personal se ríe mucho y se olvida durante un rato del perjuicio que le causan los protagonistas de la crítica.
Para la realización de sus benéficas funciones, el carnaval, la gente carnavalera, se sirve de elementos que presentan diversos grados de complejidad. Estos son algunos de ellos:
La risa.-
Anatomía de la risa.
(Imagen publicada por http://www.k2internacional.com/blog)
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La risa es la moneda oficial del carnaval, la regla con la que se mide el éxito de la fiesta, la bandera que ondea en el mástil del estado de ánimo. Sin risa, sin alegría, no hay carnaval. La risa es un antifaz sin gomas; es una declaración de intenciones sin palabras; es una máscara fonética. La risa es sana, pero también puede ser falsa, sardónica, nerviosa, bobalicona, cruel... En un carnaval nudista, la risa sería la única pieza del disfraz.
La máscara.-
Máscara del carnaval veneciano.
(Imagen publicada por www.catai.es)
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La máscara es un contrasentido, ya que nos oculta el rostro, pero nos descubre las intenciones. La máscara es más que la cara; es una prótesis del ánimo; es una faz ortopédica. La máscara es un rictus disecado, una expresión momificada. La máscara es el burladero de la burla; detrás de ella se esconden quienes quieren participar de la fiesta, pero tienen miedo a dar la cara y sólo dan la careta. Aunque sea barata, la máscara suele tener mucho más valor que quien se esconde tras ella.
El disfraz.-
El disfraz nos viste por fuera y nos desnuda por dentro, es una segunda piel, tan nuestra como la primera, pero no encierra ni aísla. La máscara es una muralla defensiva, pero el disfraz es una puerta entornada, un puente hacia cualquier orilla, un balcón abierto a la fiesta. El disfraz individual nos sitúa en el contexto, nos convierte en personajes sin borrarnos como personas. El disfraz aporta matices a nuestra personalidad, pero en el disfraz con máscara, la máscara se apodera del disfraz y lo anula. Un disfraz nunca está demasiado visto; en todo caso, estará algo ajado y será conveniente procurarse uno nuevo. Hay carnavales, como el de Venecia, en el que predomina la rigidez de la máscara y por ello los disfraces son fijos un año tras otro, porque la persona importa menos que el personaje. Mas, nadie osaría decir que están muy visto el personaje de arlecchino, el de colombina o el de pierrot. Un único disfraz puede contener a varias personas -se han dado casos- y varias personas pueden desfilar con el mismo disfraz, un disfraz único, coral. A los corales marinos les pasa lo mismo: son pólipos, seres individuales que comparten un disfraz común que les sirve de vivienda y, a la vez, de esqueleto. Un inconveniente del disfraz coral, tanto si tiene varios ocupantes, como si es el uniforme de una tribu o está bajo el mar, es que exige mucha coordinación de movimientos y, a la larga, puede resultar pesado. Sobre todo, si no te gusta y sólo te has metido dentro de él por exigencias del guión.
El artefacto.-
El artefacto es el disfraz llevado al extremo; es el arrecife de una comunidad carnavalera. Los artefactos pueden ser articulados, inarticulados, con ruedas, sin ruedas, con barra libre o sin barra libre, de uso restringido o público. Los hay de muchos tipos. Básicamente, un artefacto es un disfraz que se puede aparcar. Si el artefacto no se puede aparcar y hay que llevarlo siempre encima, entonces no es un artefacto, es un complemento. Por ejemplo, el monedero; o la petaca con güisqui. Hay artefactos muy 'ponibles' y muy ligeros, como un bolso, ya sea de señora o de caballero. Y otros que son muy pesados y nunca se sabe bien donde ponerlos. Por ejemplo, a la persona que sale de carnavales con un bolso. Ya sea una señora o un caballero. Un artefacto nunca está muy visto y jamás pasa de moda, aunque no pase la ITV. En todo caso se quedan anticuadas las pegatinas, las banderolas, los farolillos y los ocupantes del artefacto. Las buenas bebidas no suelen caducar y los hierros no pierden actualidad. Los dientes, tampoco. Con los hierros y con los dientes del penúltimo concurso de murgas siempre se podrá hacer un 'corrá, opá'. Vamos, el año pasado estaba casi hecho y 'Los Espantaperros' ganaron la Liga de Campeones. Este año su 'corrá' no era de hierro y ya hemos visto que ha sido distinto. Pero bien.
El desfile.-
Las comparsas visten sus mejores galas y desfilan ante las miles de personas que llenan las calles de Badajoz. (Imagen publicada por www.elperiodicoextremadura.com) |
El desfile es la pasarela del carnaval, el acto que atrae a más artistas y a más espectadores. Es un espectáculo. Tan importante como el concurso de murgas, tan callejero como el entierro de la sardina, pero con más colorido y con muchísima más imaginación. A pesar de sus murallas, Badajoz es una ciudad abierta y eso se nota en el carnaval y, especialmente, en un desfile que atrae a muchas agrupaciones de otras localidades y a miles de visitantes. El desfile es el río multicolor del carnaval pacense, el cauce en el que confluyen todos los afanes carnestolendos. El carnaval se entrega a la ciudad y la ciudad se entrega al carnaval durante el desfile. Es una entrega por amor, un ayuntamiento sin interés, puro gozo. ¿Y hay que cerrar el comercio para gozar? Creo que no. Los comerciantes tienen derecho a abrir, porque lo dice la ley. Tratar de imponer el cierre del comercio -y digo imponer, no convencer-, desde posturas maximalistas no es defender el carnaval, es traicionarlo. Porque el carnaval es libertad y respeto y al tratar de imponer el cierre de los establecimientos, en vez de llegar a acuerdos, no se subvierte la realidad, sino que se socava la libertad y se pierde el respeto. Las aspiraciones de unos, por muy bienintencionadas que sean, no deben imponerse a las leyes de todos. No se debe adoctrinar a la fuerza, ni obligar a la fuerza a que te digan que te quieren, ni cerrar los comercios que deseen abrir, como si el carnaval, en vez de una fiesta popular libre y exitosa, fuese una manifestación sindical condenada al fracaso. Un desfile de carnaval con el comercio abierto debe atraer a más visitantes que si se cierran los establecimientos porque hay desfile. Y una mayor afluencia de visitantes es buena para el comercio, para la ciudad y, por supuesto, para el carnaval y los carnavaleros.
*Artículo escrito para la revista de Carnaval del Ayuntamiento de Badajoz del año 2014.
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