El teatro también cura
José Joaquín Rodríguez Lara
Pues parece que al final sí que se casan. Es lo más habitual en estos casos: ambos está locos. Pero no locos de amor, ni locos el uno por el otro. Locos a secas, locos cada uno por su lado, locos de atar.
Y no es que se crean Josefina y Napoleón, no. Están locos, pero no locos de ese modo. Digamos que están majaras, majaretas, chiflados, sin que ninguno de ellos se considere un extraterrestre ni tampoco un terrestre abducido por los alienígenas de Burgos. Están desalados, como perdiz plomeada; se les ve tocados del ala; son inestables, tanto juntos como por separado. Vamos, que son americanos y van más veces a la consulta del psiquiatra que al grifo de la cocacola. Y mire usted que cada psiquiatra es un número: la doctora Bornikoff, el doctor Martone, la madre de Teo... A cada cual más loco.
Pero al final, se casan. Y es una suerte pues, como bien dice el vulgo, para que fracasen tres parejas -Óscar, el novio, es bisexual y binovio; Teo se llama el afortunado-, digo que como bien dice el vulgo, para que fracasen tres parejas, mejor que sólo fracase una.
Andy, el camarero gay, Teo, el homosexual, Pruden, la chica, el doctor Martone y la doctora Bornikoff, psiquiatras, y Óscar, el bisexual y binovio. (Imagen publicada por |
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