El negocio del cine
José Joaquín Rodríguez Lara
Lo peor que tiene el arte no es que te mueras de frío, sino que hasta puedes morirte de hambre a nada que dejes de comer. Por eso la producción artística, que es el más espiritual de los oficios -incluido el oficio religioso-, necesita su miajina de negocio para mantenerse en pie.
Lo saben hasta los músicos callejeros, que tocan la bandurria -o lo que toque- por las esquinas. Por eso mismo lo hacen siempre al lado de una gorra, de un platillo, de la funda del instrumento o de lo que sea. El caso es no tocar en balde, aunque se toque de balde.
Esto lo conocen muy bien todos los artistas. Y aquel que lo ignora, o lo aprende pronto y bien o bien y pronto deja de ser artista.
Lo sabe todo el mundo, pero nadie lo conoce mejor que la gente del cine, el mundo del séptimo arte. En el cine hay mucho arte, pero hay muchísimo más negocio. En realidad, el cine no es un arte, sino una ensalada de artes aderezada con todos los aliños propios de la actividad empresarial. ¿Y qué le da sabor a la ensalada, la lechuga o el vinagre? El negocio.
El cine es teatro -un arte-, y fotografía -mirarte-, y música -escucharte-, y literatura -inventarte-, y maquillaje -pintarte-, y efectos especiales -asombrarte-, y decorados -engañarte-, y peluquería...
Antonio Resines, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y Dani Rovira, presentador de la 30 Gala de los Premios Goya. (Fotografía publicada por www.lavanguardia.com) |
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