lunes, 18 de febrero de 2019

El periodismo y la literatura



José Joaquín Rodríguez Lara


Claas Relotius era la estrella del periodismo alemán. Trabaja en la prestigiosa revista semanal Der Spiegel, ha recibido premios importantísimos por su labor periodística y, hasta diciembre del año 2018, sus historias eran sinónimo de éxito rotundo.

Eran, pero ya no lo son, porque a Claas Relotius se le ha ido la mano con la fantasía y le ha echado demasiada creación a sus reportajes. Tanta que ha hecho pasar por verdad lo que sólo era pura ficción, burdo engaño, mentiras y más mentiras.


De eso ha vivido Claas Relotius, de la mentira, hasta que otro periodista, en este caso sin estrella, Juan Moreno, hijo de un emigrante español, un jornalero de la información, sin empleo estable, le ha desenmascarado poniendo a la vista sus falsedades y convulsionando a Der Spiegel, al periodismo alemán y a buena parte de su clientela.

La historia de este cuentista alemán metido a estrella del periodismo me ha traído a la memoria la vieja creencia de que el periodismo y la literatura son mundos antagónicos, que no se puede ser a la vez buen literato y buen periodista y que la ficción y la realidad se repelen como el agua y el aceite.

Nunca he creído que la literatura y el periodismo sean universos irreconciliables. Ni siquiera me parecen siameses unidos por la espalda. Todo lo más, dos ramas del mismo árbol por las que corre la misma savia, la comunicación, y en las que madura el mismo fruto: la vida.

¿Acaso no hay en la noticia, el más preciado y básico de los géneros periodísticos, tanta urgencia, tanto ímpetu y tantos latidos como en la estrofa de un poema?

¿Y qué otra cosa son algunos poemas, especialmente los épicos, como 'El Cantar del mío Cid', que una noticia extendida; es decir, lo que en periodismo se denomina una información?

Para mí, la novela, el cuento y los libros de viajes son a la literatura lo que el reportaje es al periodismo. Pura tensión narrativa, con cimas y valles, con paisajes, con personajes. Hay relatos de viajes que son reportajes maravillosos. Son tantos y tan diversos los que han visto la luz desde el origen de la escritura hasta hoy mismo, que resulta imposible hacer una relación justa y mínimamente representativa de este apartado de la producción literaria. Y hay otras obras, como 'A sangre fría', de Truman Capote, en las que resulta difícil decidir sin son una novela o un reportaje.

La crónica periodística, ya sea política, la social, la deportiva... le debe mucho a la crónica histórica, a los anales. ¿Y qué fueron los cronistas de Indias sino reporteros, narradores de lo que vieron y les tocó vivir?

La entrevista, como género, no como herramienta para obtener información, es el arte dramático del periodismo. Como en el teatro, en la entrevista hay un escenario, con su decorado, que forma parte del mensaje, y hay puesta en escena y personajes -quien pregunta y quien responde- que mantienen un diálogo a veces hasta ensayado.

¿Y no es el artículo de opinión, la clásica columna, un microensayo en el que se exponen datos, se argumenta y se defiende una tesis?

El teatro y el ensayo son, posiblemente, los géneros literarios más difíciles, pues para triunfar con ellos no basta con la imaginación y la fluidez expresiva, con el buen estilo. Hay que dominar el escenario, el tiempo, los mutis... No basta con saber argumentar, es necesario saber. Ese es el argumento del ensayo, el conocimiento. Lo mismo pasa con la entrevista, resulta imprescindible saber conducirla, con templanza, con dureza, con palabras y con silencios hasta conseguir que la persona entrevistada se entregue. El objetivo final de quien firma artículos, como de quien escribe ensayos no es informar, sino convencer, lo que resulta mucho más difícil que escribir poemas, hacer poesía es otra cosa, o redactar noticias.

Así que no creo que la literatura y el periodismo estén separados por un abismo insondable. Ha habido grandes creadores que han sido, a la vez, periodistas y escritores. Ahí están las obras de Mariano José de Larra, de Ernest Hemingway, de Gabriel García Márquez, de Ryszard Kapuscinski y de tantas y tantas figuras de la comunicación que han sabido conjugar con éxito lo real y lo ficticio.

¿Y por qué no está entre ellos el periodista alemán Claas Relotius que ha llenado de literatura sus reportajes? Pues porque la estrella de la revista Der Spiegel se ha construido un prestigio de ficción, usando sin vergüenza la única faceta de la literatura a la que tiene alergia el periodismo: el embuste, la más asquerosa de las mentiras.

Para justificar lo que ha hecho, Claas Relotius asegura que lo hizo porque tenía miedo a fallar, a dejar de ser una estrella. Pero lo cierto y verdad es que, con su pretensión de continuar siendo una estrella, a sabiendas de que era una estrella falsa, se ha estrellado.

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