En Badajoz no madruga ni el Código de la Circulación
José Joaquín Rodríguez Lara
Tal vez por su pasado árabe, en Badajoz la noche dura más. A Ibn Marwan, el fundador de la ciudad, seguramente le gustaban las candelas y esa afición por las lamparillas continúa impresa en los genes pacenses.
Badajoz suele despertarse tarde. En realidad, Badajoz carece de motivos para madrugar. Casi no tiene industria y el campo le cae muy a trasmano, más allá de los pueblos. Así que la capital pacense, tan comercial y de servicios, abre los ojos cuando el comercio descorre las persianas.
Es entonces cuando termina la noche en la ciudad, como mínimo un par de horas después de que amanezca.
Que en Badajoz la noche dura más lo demuestran hasta las farolas de la avenida de José María Alcaraz y Alenda, que no es el callejón del gato, aunque lo parezca, sino una de las principales calles de la ciudad; tan principal que hasta tiene nombre de obispo. ¿Cuántas noches lleva a oscuras Alcaraz y Alenda? ¿Cinco, seis, ocho, diez? Ya he perdido la cuenta.
En las horas previas a que Badajoz despierte, los escasos peatones que caminan por esta avenida de Valdepasillas van de portal en portal, buscando la luz de un aplique que alumbre sus pasos como “los perdíos / en metá de la montaña”, que dice Luis Chamizo en sus versos, buscan “las majás” iluminadas por los relámpagos durante las noches de tormenta.
En Badajoz no madruga ni el Código de la Circulación, a pesar de que debe estar de guardia permanentemente. Antes de que abra el comercio, el taxista que sube por la calle Díaz Brito, asoma los morros, el suyo y el del taxi, y a pesar de que una señal lo prohíbe expresamente, gira a la izquierda, por la avenida de Villanueva, para llegar a la parada, cien metros más allá, en General Manuel Saavedra Palmeiro.
Y en esa misma avenida, entre El Corte Inglés y el restaurante Galaxia, hay quien profana la doble raya continua y realiza un espectacular giro de 180 grados con una perfección que para sí quisieran los ganadores del rali de la Vendimia. ¿Ha dejado en casa la cartera y vuelve a por ella? ¿Se le ha olvidado el dónut? Nada de eso. Se le ha olvidado el Código de la Circulación.
Lo mismo le pasa al repartidor de papel impreso que atraviesa los pasos de peatones a lomos de su moto, y sobre ella recorre las aceras para realizar sus deposiciones de tinta en portales y buzones. Va cargado de recomendaciones sobre el peligro que conlleva no respetar las normas de tráfico, pero no les hace caso.
Por no hablar de quien accede a la estación de autobuses, en la barriada de María Auxiliadora, por dirección prohibida, a través de la calle Isabel Gallardo Gómez, y de quien circula por una calle peatonal, Felipe Checa, en pleno centro de la ciudad tecleando su descaro sobre las baldosas del pavimento.
La normativa municipal pacense sobre la circulación en patinete y otros microvehículos de uso individual tambien está dormida. Pero lo suyo es algo especial: duerme el sueño de los justos. Está muerta.
¿Y por qué ocurre todo esto? Porque en Badajoz la noche dura más y la Policía Local no da abasto a denunciar tantos delitos contra la seguridad vial de personas que entran por una puerta del juzgado, si entran, y salen por otra. Y, por encima de cualquier otra causa, ocurre porque en Badajoz no hay una alcaldesa como Manuela Carmena, emperatriz de Madrid, que cual pavo real despliega el abanico de sus ocelos situando una cámara en cada punto estratégico del laberinto urbano capitalino.
Carmena no es policía, pero gracias a sus cámaras, sí es el terror de quienes conducen. Asusta hasta muy lejos de Madrid.
(Centésimo séptimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 20 de marzo del año 2019.)
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