Por la gamba no se desnuda nadie
José Joaquín Rodríguez Lara
Fabienne, Naomí, Tatiana, Heather y Emma han lanzado su atractiva desnudez contra la peletería. Amparadas en la leyenda 'mejor en cueros que con pieles', estas cinco espléndidas modelos ofrecen el señuelo de su famosa epidermis desde los anuncios para que los peleteros dejen en paz el pellejo de armiños, leopardos, focas, visones, zorros árticos y demás colegas de pelambre.
Las cinco merecen, sin duda, un aplauso. Hasta es posible que tengan más éxito que los ositos ecologistas, tan tiernos ellos, tan lacrimógenos sus mensajes y tan gastados sus carteles por el abuso.
El gesto de Fabienne, Naomí, Tatiana, Heather y Emma es, además, altruista. Estas chicas, que cobran millones por vestir ropa ajena o por Ilevar a la imaginación del público el poder seductor de un perfume, se han desnudado gratis, impulsadas simplemente por su deseo de salvar a los animales usados en peletería.
El cordero, la gamba, la perdiz, la gallina ponedora, la ternera, la lubina, el calamar, el venado, el faisán, la angula, el pavo, el cangrejo, la rana, el conejo.., y cientos de especies animales más quedan fuera de la campaña -tan hermosa, tan superficial, tan epidérmica-, protagonizada por Emma, Fabienne, Heather, Tatiana y Naomí. Y quedan fuera del anuncio a pesar de que, objetivamente, tan cruel es sacrificar a un animal para arrancarle la piel como darle muerte para comerle el solomillo. Sospecha uno, en su ingenuidad, que, una vez muerto, al visón le trae al fresco que se lo coman con patatas o con arroz y a la gamba le da lo mismo que la conviertan en bolso de señora o en zapato de caballero.
La actitud de estas modelos es novedosa en la forma, pero no en el fondo. La piel ajena siempre tuvo detractores. No pocos defensores de los animales canalizan injustamente sus iras contra las peleterías y los peleteros. Les pierde la insensatez, aunque conservan algo de cordura porque, felizmente, dejan al margen de sus campañas callejeras pescaderías, carnicerías y los despachos de huevo y leche. Y, por supuesto, a los establecimientos que venden hamburguesas y perritos calientes.
El pescado es sano -lo dicen hasta los médicos que fuman-, pero pocas formas de matar hay más crueles que todas y cada una de las artes de pesca; desde el azuelo a las grandes redes, pasando por el cocinero que arroja a la perola de agua hirviente langostas, bogavantes, centollos y demás mariscos aún vivitos y coleantes. Y ¿qué se puede decir de la mano que exprime limón sobre la cuna de la ostra y se la lleva a la boca todavía viva?
De la carne no se debe abusar, aunque la carne y la caza tienen bastante culpa de que el mono bajase del árbol y se convirtiera en hombre. Detrás de las hamburguesas está la sustitución de los bosques autóctonos por praderas criadoras de vacuno y tras los huevos fritos se ocultan granjas que son verdaderos campos de exterminio de gallinas en los que el principio capitalista de no alimentar a quien no se deshueva se lleva hasta sus últimas consecuencias.
Defender a los animales es, en general, digno de elogio. Incluso aunque no se entre a discriminar entre especies en peligro y plagas peligrosas. Proscribir, sin más, el uso de las pieles -que durante milenios sirvieron a la humanidad como abrigo, vivienda, calzado, barcos, cuerdas y mortaja- es bastante ridículo. Detrás de una prenda de piel hay dolor y muerte, claro. ¿Y cuántos gusanos hay que cocer vivos para hacer un pañuelo de seda? Las fibras sintéticas, no matan, no; ellas sólo contaminan.
Antes que desnudarse para que algunos no entreguen la pellica, habría que vestirse sólo con algodón, lino, lana y otras fibras naturales para que, más tarde o más temprano, no la entreguemos todos de un mismo golpe de tos.
Las bienintencionadas Naomí, Fabienne, Emma, Tatiana y Heather hacen bien, pero hacen bien poco, aunque lo hagan gratis. Claro, que menos hace el Icona y, encima, no se puede ni comparar.
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