Por favor, un antídoto
José Joaquín Rodríguez Lara
Abdulá, turco, de 43 años, llegó a casa con una buena turca y, tras decirle a su mujer, Zeynep, turca como él, que pretendía dejarla y casarse con otra turca, se fue a la cama. Zeynep, presa de la ira, aprovechó que el vino había desmadejado a su marido, le ató a la cama, cogió un cuchillo bien afilado y le cortó el pene, pasándose de un certero tajo a la guerra santa de las Lorena Bobbitt que en el mundo han sido.
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Seta con forma de pene, otra víctima de la navaja. |
Cuentan los diarios turcos que Abdula daba gritos lastimeros, mientras la turca carnicera picaba espuelas. Atrás quedaba un turco sin pene, pero inconsolable. Los vecinos se apiadaron del infeliz y de su trocito y, por suerte para ambos, llevaron las dos mitades del mismo marido a un hospital, donde se produjo el milagro quirúrgico del reencuentro. Los cirujanos son optimistas y esperan que el pene recupere sus funciones.
Ahora sólo falta que los drogueros encuentren pronto un antídoto contra el muy contagioso -a lo que se ve- y peligrosísimo síndrome de Lorena. No es miedo; es precaución. Está en peligro la generación venidera.
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