viernes, 23 de diciembre de 1994



La X

José Joaquín Rodríguez Lara


LA X no es una amenaza, ni un enigma ni tampoco un misterio, es un pudridero. La muerte sin cara: dos tibias cruzadas y una calavera ausente.


La X es la verdad exigible de oficio, exonerable en beneficio y exhumable por servicio. Las aspas de un ventilador apuntándote a la conciencia. Una cruz de san Andrés que espera la carne culpable de su exarca.


La X es la cabeza de una serpiente enfrentada a la serpiente de mil cabezas. Lo desconocido, pero no lo indiferente. La duda indudable. El secreto exudado. La exhalación del eximio.


La X es la huella extraviada del execrado. La sombra exacta del exégeta. La exégesis exultante del exorcista.


La X es el andamiaje del pelele que da traspiés intentando mantener la verticalidad.


La X nos exacerba, nos exaspera, nos excandece, nos excava, nos excede, nos excoria, nos excreta, nos exilia de la razón, nos explota en los ojos, nos expolia de la justicia, nos exprime, nos expropia de la verdad y nos extorsiona, porque no puede sernos exótica ni extraña ni -quizás- extravagante.


La X trae las exequias de la dignidad y no exime, aunque excarcele, ni extermina, aunque extirpe.


La X es el engaño permanente. Una letra tan vil, indigna y cobarde que, teniendo nombre, no aparece en él.


La equis es el demonio del abecedario.





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