domingo, 3 de mayo de 2020

El coronavirus, un remedio para la España rural


José Joaquín Rodríguez Lara


Entre las muchas interrogantes que rodean a la pandemia originada por el coronavirus covid-19, una de las más importantes es ¿qué será de la humanidad a partir de ahora?

Existe el convencimiento, casi general, de que la pandemia cambiará los comportamientos sociales, tanto públicos como privados. ¿Cuántos de esos cambios serán beneficiosos? Y, ¿a quién beneficiarán, más allá de a quienes están dando pelotazos multimillonarios actuando como tiburones intermediadores en la compra de mascarillas, test, ventiladores y demás?

Una cosa está quedando clara: quien da primero da dos veces. Eso le ha ocurrido a algún despacho español que, en una cuarentena, ha pasado de facturar unos miles de euros al año a ganar decenas de miles. Como se ve, eso de que la economía española está en hibernación no es completamente cierto.

En el sector inmobiliario también se están registrando iniciativas de negocio:  aumenta el interés por vivir lejos de los grandes núcleos de población. ¿Qué impulsa a ello? Dos visitas que han llegado para quedarse. El virus de los virus, que da mucho miedo; y el teletrabajo, que ha dejado de darlo.

Las inmobiliarias empiezan a recibir consultas sobre viviendas situadas a decenas y centenares de kilómetros de los grandes núcleos de población. Casas aisladas en el campo, chalés unifamiliares, pareados, adosados... En resumen, viviendas sin ascensor, sin metro en la puerta y sin hipermercado en la manzana, pero con mucho espacio tanto dentro como fuera.

Si estos arrepíos iniciales cuajasen en un comportamiento que frenase la despoblación de la España vaciada o, incluso, en el colmo del optimismo, si se revertiese el flujo migratorio y hubiese un retorno importante a la España rural, algunos de los problemas más importantes de este país -desempleo, masificación, contaminación, mala calidad de vida, etcétera- podrían paliarse.

Pero para que eso ocurra, la España vaciada tendría que reaccionar con diligencia. La gente no emigró a las grandes ciudades para construirlas; se fue porque en las ciudades había empleo, aunque fuese construyendo pisos de 60 metros cuadrados para encerrarse en ellos. Pasaron de la casa con corral y el campo abierto, al piso sin balcón y el metro lleno.

Ahora hay personas, familias enteras, dispuestas a vivir lejos de la ciudad; la España vaciada debería prepararse para ofrecerles alojamientos acordes con la nueva situación, redes informáticas para que puedan teletrabajar y colegios y centros sanitarios adecuados. No se trata de construir nuevas ciudades en el campo, sino de proporcionar los servicios imprescindibles para que vivir en la España rural no sea un paso atrás, sino un paso adelante, en el que se conjuguen la seguridad y el progreso.

En las crisis, en las guerras, en las catástrofes naturales... siempre hay personas, demasiadas, que se arruinan y gente que se enriquece. Los ricos siempre actúan con diligencia y ofrecen lo que los demás necesitan, sea pan, vivienda, fibra óptica, seguridad...
 
Hay personas dispuestas a cambiar de vida con tal de seguir viviendo. Es una oportunidad que si no la aprovecha el mundo rural, alguien la aprovechará, en perjuicio de la España vaciada.

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