Respetar la fe
José Joaquín Rodríguez Lara
Millones de personas está convencidas de que dios -su dios- creó a los seres humanos. Es una cuestión de fe. Ninguna prueba irrefutable avala esa suposición. La ciencia, es decir, el pensamiento racional, no ha podido demostrarlo hasta ahora -tampoco lo contrario- y estoy convencido de que nunca podrá demostrar ni una cosa ni la otra.
Por el contrario, hay más que sospechas de que fueron los seres humanos quienes crearon a dios -a cada uno de los dioses respectivos- colocándole en el punto central de un sistema de creencias al que llamamos religión.
La religión, todas y cualquiera de ellas, es una estrategia de los seres humanos para paliar su fragilidad, para diluir sus miedos, para pautar su comportamiento y, en definitiva, para encontrarle un sentido a sus vidas. La religión, la fe, es una de las ruedas que mueven el mundo. Y no es ni la más egoísta, ni la menos útil, ni tampoco la más perniciosa.
Así que la religión, todas, y sus oficiantes y fieles, mientras no infrinjan las leyes civiles, que deben estar siempre por encima de las religiosas, merecen el mayor de los respetos en cualquier situación.
Quienes se enfrentan a las creencias y a los actos religiosos de forma obscena, ofensiva, violenta o irracional, no son personas ateas, agnósticas, descreídas o demoniacas; son seres fanáticos que luchan contra una religión que abominan para imponer la suya que, aunque carezca de templos, de estatuas y de ropajes es otro proyecto de religión. La mayoría de las veces más perniciosa y abominable que la que pretenden abolir.
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