Por fin, una de romanos en Mérida
José Joaquín Rodríguez Lara
El estreno de 'Coriolano' ha puesto la nota de romanidad que, hasta ahora, le faltaba a la edición número 60 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Una romanidad que no suele abundar en el prestigioso certamen emeritense.
En primer lugar, porque se acostumbra a programar mucho más teatro griego que romano. Y en segundo término, porque muchas de estas representaciones se montan sobre adaptaciones que, la mayoría de las veces, tienen muy poco que ver con el original latino. Es lo que ha ocurrido este año con 'El eunuco', obra que un día fue de Terencio.
'Coriolano' es una de las últimas obras que escribió William Shakespeare, hacia el año 1600, y por lo visto en el Teatro Romano de Mérida, en la versión de Fermín Cabal, todavía merece seguir llevando la firma de El Bardo de Avon. Es la palabra de Shakespeare y mantiene su vigencia argumental. Pero en el 'Coriolano' estrenado en Mérida hay cosas muy interesantes y otras manifiestamente mejorables.
Es interesante el respeto escrupuloso que se tiene con el Teatro Romano. El decorado se reduce a un trozo de muro con parte de una inscripción que parece haber caído sobre la escena -algo que no puede resultar extraño en un monumento en ruina-, y a una ancha escalera de apariencia pétrea que comunica el púlpito con la orchestra. Es una escalera que no sólo no desentona con el mármol, sino que hasta parece haber sido construida por los romanos y, desde luego, mejora a las originales, pues es sabido que en los teatros romanos había escaleras para pasar de la escena a la orchestra; en el de Mérida habrá tres durante varios días.
La plebe de Roma protesta ante el senador Menenio. (Fotografía de Jero Morales) |
Es muy interesante volver a comprobar que en el Teatro Romano de Mérida se puede ahorrar mucho dinero en decorados, que su frente escénico vale para cualquier supuesto espacial sin necesidad de usar un instrumento que no sea la voz. Nos dicen que estamos en Roma, pues la columnata del Romano se convierte en Roma; nos encontramos en el país de los volscos, pues el frente escénico pasa a ser Corioles, ciudad de los volscos. No es necesario llenar la escena de automóviles antiguos, de neumáticos desechados, de instrumentos musicales eléctricos, ni tampoco de hexaedros bailones. ¿Por qué se considera imprescindible embaucar con caros y estrafalarios artilugios a quienes están dispuestos a dejarse engañar con palabras? Se vuelve a demostrar que el Teatro Romano de Mérida venía con decorados de serie. No necesita decoraciones extraordinarias. El Romano no es la plaza porticada de Santander ni tampoco una antigua nave industrial.
También demuestra el estreno de 'Coriolano' que en una representación puede aprovecharse toda la escena del Teatro Romano, las tres valvas del frente escénico y hasta los cuatro aditus laterales. En no pocas representaciones se ve a los actores bajando entre el público, por las escaleras de las cáveas, reservadas en principio para el acceso a las localidades y su posterior desalojo. Pero luego, para entrar y salir del escenario, sólo usan la valva regia.
Igualmente resulta interesante la apuesta, sostenida en el tiempo, que la dirección del Festival hace por el teatro extremeño. 'Coriolano' es una coproducción entre el Festival y la compañía teatral extremeña Aran Dramática. Ambas cuentan con la colaboración del Teatro López de Ayala, de Badajoz, y de la asociación cultural Emérita Antiqua, entre otras entidades.
Hay mucho extremeñismo en este montaje, que refuerza una de las líneas maestras del certamen que dirige Jesús Cimarro: abrir las puertas del Festival al mundo extremeño del teatro en todas sus facetas. Y no se trata de que ser extremeño, por nacimiento o vecindad, dé derecho a una plaza en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Pero tampoco había derecho a que, en gran parte de las etapas anteriores, el origen extremeño y, sobre todo, la radicación en Extremadura tapiase las puertas del certamen a cal y canto. Algo, y no es poco, ha cambiado en esta cuestión.
La esposa y la madre de Cayo Marcio 'Coriolano' asisten al final de su historia y al inicio de su leyenda. (Fotografía de Jero Morales) |
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