martes, 30 de septiembre de 2014

Impuestos impuestos


José Joaquín Rodríguez Lara



El movimiento pendular de los sistemas, que diría mi admirado don Hilario, profesor irrepetible, nos lleva de la izquierda a la derecha y de la derecha a la izquierda con algunas paradas en el centro.


Miguel Boyer, a la derecha, sabía de economía.
 Felipe González, a la izquierda, sabía que el ministro
 sabía y le dejó hacer, a pesar de Alfonso Guerra,
 que no sale en la imagen porque estaba
 en el Gobierno "de oyente", según dijo.
 (Fotografía publicada por www.bolsamania.com)

Ahora nos encontramos en un ciclo gobernado por la derecha y es natural que así sea. Aún chapoteamos en la crisis, hay que administrarse y la derecha es mucho mejor administradora de los recursos públicos que la izquierda. Es una verdad ampliamente refrendada. Miguel Boyer, que acaba de fallecer, fue el mejor titular de Economía de todos y cada uno de los gabinetes socialistas que han gobernado este país desde el año 1982, y uno de los mejores ministros españoles del ramo, porque estaba más cerca de la praxis liberal que de la ortodoxia socialista.


Carmen Calvo, que fue ministra de Cultura.
 Sí, sí, de Cultura.
 (Fotografía publicada por diputaneando.blogspot.com)

La izquierda española suele pensar que "el dinero público no es de nadie", según afirmó el año 2004 la ministra socialista de Cultura Carmen Calvo. La izquierda supone que "en dos tardes" se puede aprender suficiente economía para intervenir en un debate sobre los presupuestos generales del Estado, como Jordi Sevilla, economista y ministro de Administraciones Públicas en el primer gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero le dijo, a micrófono abierto, al propio ZP. "Lo que tú necesitas saber para esto son dos tardes", aseguró Sevilla sumando su petulancia a la ignorancia de Zapatero. Cierto y verdad es que son dos casos concretos, pero qué casos, oiga. Y qué cosas.


Jordi Sevilla, experto en economía a la izquierda,
 
y José Luis Rodríguez Zapatero, lego en la materia,
 en un pupitre del Senado.
 (Imagen publicada por 
www.elmundo.es)

Inmediatamente se vio que José Luis Rodríguez Zapatero había aprovechado las dos tardes de iniciación a la economía en la academia de Jordi Sevilla y por eso despreció el peligro de la crisis y repartió considerables cantidades de dinero entre amigos (artistas, países, colectivos exóticos...) y enemigos (piratas de agua, secuestradores de secano...).


Algunos de los efectos de aquellas clases los estamos pagando todavía: los ciudadanos de a pie (a mí y a otras muchas personas nos echaron del trabajo con la reforma laboral de Zapatero/Rubalcaba), los políticos no socialistas (que se encontraron las arcas vacías al llegar al poder), y hasta los gobernantes del PSOE que perdieron las elecciones en gran medida por culpa de un ZP al que dos tardes de instrucción con la economía al hombro le convencieron de que ya había hecho la mili.


La derecha o ha estudiado economía algo más de dos tardes o la ha estudiado con más provecho, pero lo cierto es que suele administrar mejor. Recorta, claro. Es que antes de la crisis, la construcción llenaba los bolsillos de banqueros, promotores, constructores, albañiles, vendedores de cortinas, concejales corruptos y hasta dueños de pisos para estudiantes. Pero eso se acabó. Llegaron las vacas flacas y nos apretaron el cinturón hasta casi cortarnos el resuello. Y sin casi.


José Antonio Monago, a la izquierda, presidente del Gobierno
 de Extremadura, con Íñigo de la Serna,
 presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias,
 anima a los alcaldes extremeños a que bajen sus impuestos.
 (Fotografía publicada por laaldabanoticias.blogspot.com)

En los últimos tiempos parece que empiezan a aflojarnos un poco el cinto. Ya hasta se habla de bajar los impuestos. El popular José Antonio Monago, presidente del Gobierno extremeño, no sólo asegura que lo hará en la administración autonómica, sino que hasta invita a los alcaldes de los ayuntamientos extremeños a que también reduzcan su presión fiscal.


La medida es buena para la gran mayoría de los ciudadanos, que recibirán los mismos servicios esenciales por menos dinero, pero también supone un torpedo lanzado contra la línea de flotación de la izquierda, contra su secular mala forma de administrar. A cualquiera le gusta pagar menos impuestos, sobre todo en un país en el que "el dinero público no es de nadie", la exministra Calvo lo asegura, y en el que, en teoría, se puede aprender teoría económica en dos tardes, magíster díxit don Jordi Sevilla, entrenador de ZP.


Las cosas son así. Si el dueño de una tienda baja los precios, el tendero de enfrente se sentirá obligado a responder para no perder a su clientela. Lo más seguro es que también baje su tarifa, aunque tuviese la intención de subirla para mejorar la decoración de su establecimiento. Será una bajada de 'impuestos', impuesta por el vecino, por las circunstancias. Si no los baja, le será más difícil ganar. Y si los baja y luego los sube enfadará al contribuyente.


Pero lo peor no es eso, sino que, sea lo que sea, ocurra poco antes de unas elecciones que, en el caso de que se produzca un nuevo movimiento pendular del sistema, obligará a la izquierda a gobernar al modo de la izquierda con impuestos que sólo sabe administrar la derecha. Con un ministro como Boyer, hasta sería posible, pero con Jordi Sevilla y sus clases de preparación al parto, ¡qué sé yo que le diga!


FRASES HECHAS.-

Lo que se dice: Estamos a muerte con el míster.

Lo que significa: El entrenador está en las últimas.


viernes, 26 de septiembre de 2014

La broma del Infanta saldría cara


José Joaquín Rodríguez Lara


En España (Unión Europea) existe la condena judicial, la pena de telediario y la justicia del parlamentario. De la última acaba de verse un ejemplo en la Comisión de Salud y de Política Sociosanitaria del Parlamento de Extremadura (Unión Europea), que ha enjuiciado si la tasa de honorabilidad de la infanta Cristina de Borbón y Grecia, hija de los reyes Juan Carlos I y Sofía, es suficiente para darle nombre al principal hospital de Extremadura (que por ahora sigue estando en la Unión Europea).


El diputado de Izquierda Unida-Verdes por Cáceres (Unión Europea), Víctor Casco, que no es más republicano porque no entrena, se ha empeñado en que el mencionado centro hospitalario deje de llamarse 'Infanta Cristina'. Argumenta su señoría que las sospechas existentes sobre la conducta de la infanta Cristina la hacen indigna de dar nombre al hospital clínico de Badajoz, ciudad situada todavía en territorio de la Unión Europea.


A su señoría se le ha metido en los cascos que 'El Infanta', como se conoce popularmente en Badajoz a este hospital, deje de ser 'Infanta Cristina', aunque para ello tenga que saltarse a pie juntillas la presunción de inocencia y el principio de que nadie es culpable hasta que una sentencia judicial firme lo establezca. Curiosamente, obvia la presunción de inocencia de la infanta Cristina un político aforado; es decir, protegido por un fuero jurídico propio.


En este caso, el republicano Víctor Casco no sólo ejerce como acusación partidaria, sino que, de antemano y sin esperar ni siquiera a ver si la infanta es juzgada por los tribunales, la declara culpable y la condena. No le impone una pena judicial, pues no es juez, aunque actúe como fiscal; tampoco le impone la pena de salir en el telediario, pues no es periodista, aunque viva pegado a una cámara -legislativa-, pero sí la somete a su justicia, a la justicia del parlamentario. El Partido Popular y PREX-CREX, que no es la marca de un pegamento, sino las siglas de una coalición de partidos regionalistas, han votado en contra de la iniciativa 'antiinfantaCristina' con diversos argumentos, y el PSOE, que va a lo suyo, las elecciones de mayo del 2015, se ha abstenido.


Fachada principal del hospital 'Infanta Cristina', en Badajoz.
 (Imagen publicada por lainformacion.com)

Por consiguiente, que diría González Márquez, don Felipe, la iniciativa de Izquierda Unida-Verdes ha sido rechazada en el debate de la comisión. Pero este rechazo no arredra a la acusación republicana. Su señoría Víctor Casco asegura que, con el tiempo, 'El Infanta' dejará de llamarse 'Infanta Cristina', entre otras cosas porque la infanta Cristina no ha hecho nada por la sanidad extremeña.


Y ahí se equivoca el diputado cacereño. La infanta ha hecho lo que, cargos públicos tan legitimados para hacerlo como legitimado se siente el señor Casco para deshacerlo, le pidieron que hiciera. La infanta Cristina no solicitó que se le pusiera su nombre al hospital. Fueron autoridades de la época las que, en el uso de sus atribuciones, le solicitaron a la Casa Real que apadrinase el bautizo del centro hospitalario. Y la Casa Real dio su autorización para que el centro llevase el nombre de Cristina de Borbón y Grecia, pues ya había un hospital que llevaba el nombre del príncipe de Asturias (UE) y otro rotulado con el de su hermana Elena.


La  infanta Cristina no es cirujana ni tampoco enfermera o celadora y bien poco puede hacer por la sanidad extremeña, pero le presta gratuitamente su nombre al hospital de Badajoz. Esa es la aportación que le pidieron y la infanta la mantiene sin reparos. Si reclamara lo que es suyo, su nombre, y hubiese que rebautizar al centro sanitario pacense, 
a precio de mercado la broma nos costaría a los extremeños muchos miles de euros pues, como ocurrió en Parla (Unión Europea), no sólo habría que cambiar el cartel de la entrada, sino también toda la rotulación que exista en dependencias, vehículos, aparataje, sábanas, impresos, medios digitales... Vamos, que la república puede oler a coche nuevo, pero no es gratuita.


jueves, 25 de septiembre de 2014

- Sin imaginación aún no habríamos bajado del árbol ni subido a las estrellas.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Flautines de jamón con alma


Si no tiene usted alma ni tampoco un buen jamón ibérico de bellota no intente preparar este plato, pues fracasará. El ingrediente esencial de los flautines de jamón con alma, el alma de los flautines, es el pan, un buen pan de trigo, asentado y consistente.

Corte el pan a lo ancho en rebanadas de un dedo de grosor. Parta las rebanadas en bastoncillos, como si fuesen patatas para freír a gallos, es decir, a gajos.

Deseche aquellos gajos que no muestren suficiente consistencia o tengan demasiada corteza y fría ligeramente los demás en aceite de girasol bien caliente. Sáquelos del aceite y póngalos sobre papel absorbente para que escurran.

Loncha de jamón ibérico de bellota cortada para flautín.
 (Foto publicada por myspanishinspain.wordpress.com)
Corte lonchas finas de jamón ibérico de bellota en trozos de cinco a diez centímetros de largo. Una vez que los gajos de pan frito estén secos y fríos, envuelva cada uno de ellos con una o varias lonchas de jamón y coloque cada pieza en el centro de un plato grande, a ser posible redondo, formando un cono, con la boca más ancha de los flautines mirando hacia los comensales.

Rodee ese cono con lonchas de jamón más pequeñas, a modo de partituras, y el plato ya estará listo para presentarlo en la mesa.


Las migas del plato


Primero.- No se sorprenda si los comensales observan con asombro los flautines.

Segundo.- No se asombre si lo primero que se acaba de cada plato son las lonchas, las partituras que rodean a los flautines.

Tercero.- Considere vacío al plato en el que se hayan acabado las partituras y retírelo, aunque aún queden en él flautines sin tocar.

Buen provecho.


José Joaquín Rodríguez Lara

Almóndigas de liebre bien 'galgueá'


Para preparar este plato lo primero que se necesita es una liebre cogida a diente, que no es lo mismo que una libre cocida al dente, como si fuese un macarrón. Una vez que tenemos la liebre se le miran las patas de atrás para comprobar si está empiolada; es decir si, tan pronto como la tuvo en sus manos, el cazador le anudó los tendones de las extremidades posteriores para transportarla más cómodamente y si tiene el cuerpo bien estirado y rígido.

Estas tres circunstancias -que la liebre fuera empiolada en caliente, que el cuerpo del lagomorfo esté bien estirado, con las patas delanteras y las orejas caídas hacia la cabeza y que sus carnes estén rígidas en esa postura- indican que el animal fue cazado a diente, con perros, lebreles casi con total seguridad, por un galguero, que la llevó en la mano y no dentro de una buzarca o de cualquier otra mochila por tener los dedos ocupados con la escopeta.

Liebre, galgo y galguero.
 (Fotografía publicada por noblegalgo.blogspot.com)
La liebre de galgos es como la merluza de pincho: mucho mejor que la abatida por un disparo. La liebre de perro se jugó la vida en un cara a cara con el lebrel y seguramente había sobrevivido a otras carreras, en las que se le asentaron las carnes y se le destiló la adrenalina, si es una liebre bien galgueada. La liebre de escopeta, en cambio, no tuvo la oportunidad de correr ni, por lo tanto, de defenderse. Cayó como un saco bajo el estruendo de la pólvora y lo más probable es que tenga todo el cuerpo molido y, especialmente las nalgas, agujereado por los perdigones de plomo.

No alcanza la calidad de la liebre de galgo, por falta de ejercicio, aunque se le acerca mucho, la que ha sido abatida con aves rapaces o con flecha, y se parece mucho a la liebre de escopeta la que perdió la vida bajo un garrotazo o fue atropellada en la carretera.

Una vez que tenemos en nuestro poder una liebre digna de semejante nombre -a las medias liebres hay que dejarlas crecer-, se la desuella, se la eviscera y se la deja colgada uno o dos días en un sitio fresco y seco.

Pasado ese tiempo se cuartea la liebre y se apartan las mazas, las paletillas y los lomos. Con el resto del animal, incluida la cabeza se puede preparar un maravilloso arroz de liebre.

Se deshuesan con pulcritud las extremidades y los lomos y se pican en trocitos muy pequeños. Si la liebre tenía un tamaño aceptable habremos conseguido aproximadamente tres cuartos de kilo de carne magra de liebre para preparar las albóndigas.

A la carne se le añaden un par de dientes de ajo picados muy finamente, una ramitas de perejil también muy bien picado, sal, pimienta molida, un poco de pan rayado y tocino de cerdo ibérico. La adición de tocino es imprescindible, pues la carne de liebre casi no tiene grasa; el tocino compensará esa carencia y nos permitirá darle forma a las almóndigas. Si compramos el tocino en la carnicería podemos pedirle al carnicero que nos lo pique en la misma máquina con la que pica la carne para almóndigas. La cantidad de tocino puede variar, pero no conviene abusar de la grasa; cinco partes de carne por una de tocino es una proporción razonable.

Cuando la carne y los demás ingredientes han sido mezclados en un cazuelo tipo bol, u otra vasija honda y de boca ancha, se le añade uno o dos huevos batidos y se vuelve a mezclar todo. El número de huevos depende de la cantidad de masa que tengamos, pues esta no debe quedar tan blanda que sea imposible hacer bolas con ella, ni tan dura que las bolas estén completamente secas.

La masa se tapa con un paño y se deja reposar en un lugar frío, seco y oscuro para que tome bien el aroma y el sabor de los aliños.

Pasadas un par de horas, utilizando cucharas, la masa se divide en porciones con las que se moldean las albóndigas, cuyo grosor no debe superar al huevo de paloma.

Cuando ya están moldeadas todas las almóndigas se espolvorean con perejil picado muy fino, se pasan por huevo y pan rayado, por este orden, y se fríen durante unos instantes en aceite de oliva virgen extra bien caliente.

Albóndigas de liebre en salsa. (Imagen publicada por www.obejo.es)
Las almóndigas de liebre bien 'galgueá' pueden consumirse simplemente fritas, pero también mezcladas con una salsa de tomate frito o con una salsa de carne, además de como ingredientes de sopas, como acompañamiento de arroz, de pasta o de otros alimentos.

La migas del plato


Primero.- A la liebre abatida de un disparo hay que buscarle y quitarle uno por uno todos los perdigones de la munición, tanto si se prepararán albóndigas con ella como si va a ser disecada.

Segundo.- Pegarle un tiro a una liebre / debía estar condenao. / A una liebre se la avasalla / con dos perros acolleraos / y si se va que se vaya, cantaba el marqués de Porrinas, de Badajoz, que como buen gitano sabía lo que era una liebre de galgo.

Tercero.- En el sitio menos esperado salta la liebre, pero las del llano son mayores y mejores que las de sierra, porque campean más y, en general, hacen más ejercicio.

Cuarto.- Para hacer almóndigas o para lo que sea, no hay mejor liebre que la que caza uno mismo.

Buen provecho.

José Joaquín Rodríguez Lara


martes, 9 de septiembre de 2014