sábado, 20 de enero de 1996

El mastín español, señor de las cañadas reales, lleva siglos montando guardia junto a los rebaños de ovejas. 

Los restos arqueológicos más antiguos descubiertos hasta ahora sobre la domesticación de los animales colocan al perro en el segundo puesto del escalafón ganadero. Las pruebas del radiocarbono, utilizadas para determinar la antigüedad de vestigios del pasado, remontan la existencia del primer perro del que se tiene noticias hasta el año 8.400 antes de Cristo. Vivió en Norteamérica.



El perro, 10.400 años en casa




José Joaquín Rodríguez Lara



Otros restos más modernos certifican la presencia del perro en hábitats humanos en el 7.500 antes de Jesucristo, en las islas británicas, y 500 años después, en el Oriente Próximo. En cualquier caso, puede decirse que el hombre tiene perro desde hace unos 10.400 años, como mínimo.

La oveja, que parece haber sido el primer animal domesticado, sólo supera al perro en 100 años de presencia en los poblados humanos, según unos restos descubiertos en Irak que son considerados, hasta ahora, las pruebas más antiguas de la domesticación del ovino.

El perro ya llevaba 900 años en casa cuando llegó la cabra, domesticada en Irán en el 7.500 antes de Cristo. Y el cerdo adquirió la condición de doméstico 1.400 años después que el perro. Unos 500 años más tarde entró el buey en el corral, y sólo han pasado unos 5.000 años desde que el burro se deja poner la jáquima y el caballo admite pasajeros. La gallina, tan doméstica ella, paga su comida con huevos desde hace unos 4.000 años.

La domesticación del gato es prácticamente de ayer, pues los restos arqueológicos más antiguos que atestiguan la presencia del minino junto al hogar sólo se remontan a unos 3.600 años. Se cree que el gato fue domesticado por los egipcios; al menos, ya estaba en las viviendas del valle del Nilo hacia el año 1.600 antes de Cristo.

Estos datos están en los libros y uno, que no tiene la posibilidad de seguirle la pista -hueso por hueso- a la invención de la ganadería, los acepta como ciertos mientras que la aprueba del radiocarbono, o cualquier otro sistema científico, no demuestre lo contrario.

Jade de los Cañuelos, una téckel estandar de pelo duro
perfectamente adaptada a la vida en un piso.
La ciencia señala, por lo tanto, que el perro, considerado el mejor amigo del hombre es, además, el segundo más antiguo entre los de cuatro patas. Mucho más que el gato, por ejemplo. Debe sospecharse, incluso, que la diferencia observable entre el perro -atento siempre al estado de ánimo de las personas- y el gato que hace de la indiferencia bandera- en la relación que mantienen con su dueño está basada no sólo en sólidas y ancestrales razones etológicas, sino en el pequeño matiz de que el gato traspaso el umbral 6.800 años más tarde que el perro y todavía le queda mucho que domesticar.

El perro es el resultado de 10.400 años de domesticación y selección. Prácticamente puede decirse -y cada día más- que ha sido fabricado a lo largo de milenios. Y se ha adaptado de tal modo al hombre que, aunque no lo necesita para vivir, deja de ser el perro fiel para convertirse en alimaña en cuanto se le abandona en la Naturaleza de la que procedían sus antepasados.

El primer hombre que cazó al primer aprendiz de perro doméstico tal vez se lo llevó al poblado con la intención de comérselo y luego, por alguna razón, no lo hizo. Es posible que cogiera una cría y decidiera engordarla antes de echarla al puchero, sin darse cuenta de que no se puede meter en casa un cachorro -ni siquiera de lobo o de chacal sin correr el grave riesgo de encariñarse de él sin remedio.

Ejemplares de la raza perro desnudo del Perú.

Perro vestido. Es un terrier utilizado como modelo en un
catálogo de prendas para la población canina más
'humanizada'. Concretamente este ejemplar posa con una
prenda de tipo pluma.
Quizás aquel hombre del Neolítico se comió a una perra parida y luego no hizo lo mismo con sus cachorros. Aunque no hay pruebas en contra de que, en lugar de para comérselos, los capturase debido a que admiraba las habilidades cinegéticas del cánido para organizarse en jaurías, capaces de acorralar y abatir herbívoros de gran peso, y quería aprovechar en beneficio propio esas enormes cualidades predadoras. Incluso es posible que el hombre no domésticase al perro, sino que fuera el perro el que domesticó al hombre, acostumbrándole a admitir su presencia en el poblado, al que se acercaría impulsado por el hambre para robar algún hueso o un trozo de piel.

Y por qué no iba a admirar el perro a aquel hombre semidesnudo que, actuando colectivamente y valiéndose de trampas, palos y piedras, era capaz de cazar grandes y vigorosos animales a los que él, simple cánido sin civilizar, sólo podía dar muerte cuando los encontraba viejos, enfermos o disminuidos en sus fuerzas por cualquier otro motivo?

La forma en que el perro y el hombre unieron su destino por lazos de amistad y respeto es muy difícil de determinar con precisión, pero está claro que es uno de los romances más duraderos de la temporada. Tiene ya 10.400 años, por lo menos, y parece que, a pesar de los pesares, aún se mantendrá durante algunos más.

En 10.400 años de vida en común, han pasado muchas cosas. Es posible, incluso, que esa relación se rompiese en algún momento y en algún lugar concreto y posteriormente se reanudase, con la misma o más fuerza, en otro poblado sin relación alguna con el primero. Como se sospecha que ocurrió con la invención de la agricultura, de la rueda y de la escritura, la domesticación del perro, y de otros animales, quizás no haya sido monopolizada por una tribu concreta, desde la que se extendió al resto de las comunidades humanas, sino que bien pudo haber sido realizada en lugares diferentes y en momentos distintos; incluso partiendo de especies igualmente diversas, lo que habría propiciado la gran variedad de razas caninas existentes en la actualidad.

En cualquier caso, parece probado que el perro ha sido esculpido a la medida de las necesidades del hombre desde el primer momento. Así han surgido los grandes mastines, para la defensa del ganado, los veloces lebreles para la caza de gacelas y liebres, los versátiles podencos, poseedores de buena vista, finos vientos, gran oído y pies ligeros, los valientes perros de madriguera, los sabuesos, incansables en el rastro, los caniches, que han pasado de buenos cazadores a vedettes de salón, los perros de pastor, capaces de conducir el rebaño
mejor que su dueño...

Actualmente hay unas 400 razas caninas -la cifra cambia según el organismo que la ofrezca, pues no todas las variedades están oficialmente reconocidas- y la supervivencia de la mayoría de ellas no sólo está asegurada, sino que muchas se encuentran en expansión.

Cuando concluye el siglo XX, el perro está presente en la caza, en el sector agrario, en el espectáculo, entre los policías y los agentes de protección civil y hasta en la carta de algunos restaurantes.

Al perro se le utiliza como vigilante, para detectar droga y explosivos, para ayudar a los invidentes y -en algunos hospitales de EE.UU.- como acompañante de enfermos y ancianos necesitados de cariño.

Pero sobre todo, el perro está junto al hombre. Con el que ha estado siempre; desde la cueva hasta el poblado de tiendas; desde la primera ciudad fortificada hasta el castillo medieval; desde las villas romanas sobre las que se ocupó Columela, que aconsejaba tener mastines grandes y negros, hasta el más minúsculo apartamento en el más alto de los rascacielos.

Aunque la ciudad no se haga a la medida del perro, el perro se ha hecho a la sombra del ciudadano, con el que lleva 10.400 años de relación simbiótica. Actualmente, el perro es algo más que un compañero: es la base de un boyante sector económico del que viven los fabricantes de pienso y de adminículos caninos -collares, correas, champúes, golosinas, juguetes... ; muchos veterinarios, las publicaciones especializadas, los criadores profesionales, los fabricantes de vacunas y de otros fármacos, las tiendas de animales y, por supuesto, los ladrones de perros, profesionales del delito contra los que no se lucha eficazmente. La cinofilia mueve miles de millones de pesetas cada año.

El perro es una parte de la historia y de la cultura del hombre. Algunos de los países más desarrollados -Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos- lo saben muy bien y dedican mucho esfuerzo y dinero a potenciar y exportar sus razas autóctonas y otras a las que, literalmente, han hecho suyas. España también lo intenta. Aunque la verdad es que aquí 10.400 años no dan para mucho.