jueves, 31 de diciembre de 2015

viernes, 25 de diciembre de 2015

martes, 22 de diciembre de 2015

sábado, 12 de diciembre de 2015

La carne de supermercado y los asesinatos domésticos


José Joaquín Rodríguez Lara


Una de las peculiaridades de la sociedad española es tratar a los animales como si fueran personas y a las personas como si fuesen animales. Es una peculiaridad obscena e indeseable, en mi opinión, y creo que está, además, en pleno proceso de crecimiento.


El ser humano se forjó a sí mismo en la fragua de la caza. Los simios bajaron del árbol para consumir carroña. De ahí pasaron, seguramente, a abatir a animales que no podían huir, por estar heridos o haber caído en alguna trampa natural. El tercer paso, la persecución y captura del animal sano, la instalación de trampas homínidas y la preparación de emboscadas para conseguir comida era poco menos que inevitable.


El consumo de proteínas de origen animal fue uno de los factores que convirtieron al mono fitófago en ser humano. La paleoantropología vincula la encefalización, el aumento de la masa cerebral, una de las diferencias más significativas entre las personas y los grandes simios, con el consumo de carne. Un consumo que se mantuvo y se regularizó con el paso de la caza a la ganadería.


Tanto el cazador como el ganadero suelen respetar a los animales que matan. Saben perfectamente el porqué y el cómo lo hacen y son conscientes de que es su mano la que le arranca la vida al animal. El dolor de sus víctimas no les resulta ajeno. La gran mayoría de las veces conocen la vida y milagros del animal con cuya carne se alimentan. No afilan su cuchillo en el odio.


De los pueblos cazadores y recolectores se pasó a las comunidades ganaderas y agrícolas, y de ellas, a la sociedad que come carne anónima. Carne sin sangre, sin piel, sin plumas, sin calor, sin sentimientos, sin historia, sin trayectoria. Carne de máquina, carne molida, sin forma ni apariencia animal. Carne sin tasa, carne sin miedo, carne sin vida.


Las autoridades sanitarias obligan a reflejar en las etiquetas la procedencia de esa carne, pero más que hablarnos del animal que fue, los datos de trazabilidad del producto nos informan sobre su entorno, no sobre su esencia.


¿Quién se detiene a imaginar que ese filete, esa hamburguesa, ese paté o esa pechuga un día tuvieron vida? Ni siquiera quienes tuvimos la suerte de pasar la niñez en el mundo rural y vimos crecer a los pollitos hasta convertirse en gallos caemos en la cuenta de que el muslo que nos estamos comiendo, aunque sea de factoría avícola, tuvo vida y plumas y también rasgaría el alba con su kirikikí. Quienes vimos a la abuela salir de la cocina y dirigirse al gallinero con un cuchillo y un plato, o al abuelo descabellar al chivito, o al padre abrir un manantial de sangre en la papada del cerdo, o a la madre desnucar al conejo con un solo y certero golpe propinado con el canto de la mano, o al tío volver del monte con un manojo de palomas torcaces sabemos que la carne no crece en los supermercados, que no nace primorosamente embalada en bandejas envueltas en plástico. Pero a pesar de haber visto correr la sangre de los animales, consumimos su carne como si fuese un producto sintético, artificial, ajeno a la vida, de laboratorio.


Y si quien creció entre animales y los vio pasar de la vida a la muerte se desentiende de ese instante definitivo, ¿qué habrían de hacer quienes nunca vieron despedazar un cerdo o un cordero o un pavo? Para muchas de esas personas, la carne no es un producto animal, porque los animales no tienen forma de chuleta ni de brocheta ni de albóndiga ni de chorizo. Los animales son seres encantadores. Sobre todo cuando todavía son pequeños. ¿Quién va a disfrutar comiéndose un adorable cordero o un lechón o un pollo? La carne es un producto de las carnicerías y de los supermercados y los animales viven en el campo, salen en la televisión y son otra cosa muy distinta. Los animales y la carne son realidades opuestas y si coexisten lo hacen en mundos separados.

 

Lo rural y lo urbano también son mundos ajenos, dimensiones paralelas, galaxias que se alimentan y se devoran. El mundo rural alimenta al urbanita y el agujero negro de las ciudades se ha empeñado en erradicar la esencia del campo. Es un proceso urbano de civilización que destruye la cultura rural.


Seguramente es esa disociación de la realidad la que incita a tratar a los animales, desde el perro al toro bravo y desde el cerdo a la gallina, con más consideración y reverencias que a muchas personas. Y a las personas, en inevitable compensación, se las trata peor que a los propios animales.


El ser humano ha pasado de matar para comer a comer para matar. Pero no para matar animales, pobrecitos. Para matar personas. Unas veces con arma blanca, otras a golpes, casi siempre a traición y en la mayoría de las ocasiones con el efectivo método de darles la espalda. Ningún partido político incluye en su programa electoral medidas para llevar a la playa a aquellas personas que carecen de medios para ir por su cuenta. Pero eso sí, el Partido Animalista pretende que en las playas españolas haya zonas reservadas para perros.


Es una anécdota sin mayor trascendencia, pero también es un indicio del enorme interés que hay en una parte de la sociedad española actual por afianzar los derechos fundamentales de los animales, aunque ese objetivo conlleve un retroceso en los derechos civiles de las personas.


Y todo ello en una España en la que el desprecio a la vida encuentra su máxima y más nauseabunda manifestación en la violencia machista, doméstica o de pareja. Habría que investigar, con toda la seriedad que esta trágica plaga exige, si existe alguna relación entre la violencia de género y el desprecio, en general, a la vida humana en favor de la vida animal. Es necesario determinar si vivimos en un mundo que desprecia el sufrimiento y la muerte de las personas porque ha dejado de ver el dolor y el sacrificio de los animales con cuya carne nos alimentamos. Conviene comprobar si, en contra de lo que se supone, la falta de exposición a la violencia ritual -procedente de la caza, del sacrificio doméstico de animales, de las corridas de toros, etcétera- acrecienta la agresividad y el desprecio hacia la vida humana. Hay que esculcar los perfiles psicológicos de los criminales domésticos y comprobar si, llegado el caso, antes que respetar la vida de una persona preferirían salvar la de un tierno animal.


Sacrificio tradicional de un camélido en una comunidad rural boliviana.

 


miércoles, 9 de diciembre de 2015


El gallito y el puerco

José Joaquín Rodríguez Lara


- ¡Qué poco te queda señor Marrano!
- Me queda bastante más que a usted, don Presumido.
- ¿De veras? Yo ya te veo el lomo bien cubierto de tierra...
- Y yo a vuecencia le imagino sin plumas ni kirikikí.
- Claro, porque no me ves. Como sólo miras para el suelo...
- No miro al suelo, medito.
- ¿Meditas? ¡No me digas!
- Le digo a usted, don pollito Presumido, que yo seguiré en boca de todos al menos un año, aunque sea colgado de los maderos del doblao, y de su pechuga se habrán olvidado todas las bocas antes incluso que de los Reyes Magos.


Se celebró la Nochebuena, hubo comida de Navidad, pasaron las fiestas y se confirmó que, llegado el momento, poco importa el porte, el brillo de la voz o el fulgor de la librea, pues el tiempo es un juez inexorable que pone a cada cual en su sitio.


jueves, 3 de diciembre de 2015

- Las cunetas españolas siguen estando llenas de derrotados.
La mayoría de ellos ni siquiera han muerto aún.
 Sólo han sido expulsados del camino a golpes.


jueves, 26 de noviembre de 2015


Mi derecho es tu derecho

José Joaquín Rodríguez Lara


Quiero poder ejercer por mí mismo mi derecho constitucional al sufragio pasivo. Quiero que no se me arrebate mi derecho constitucional a ser elegible. Quiero que no se me impida ser candidato al Senado por Badajoz.

Es un derecho que tengo, porque me lo otorga la Constitución de 1978, aunque la Junta Electoral Provincial de Badajoz no me lo reconozca.

Pero no es un derecho que sea exclusivamente mío. Es un derecho de todos los españoles. Porque mi derecho es tu derecho. Y si me hurtan o me cercenan mí derecho personal e intransferible al sufragio pasivo, también te lo estarán hurtando o cercenando a ti.

Para defender tú derecho y mí derecho he acudido a los tribunales. He presentado un recurso contencioso-administrativo y espero el fallo judicial. Creo que será rápido, pero no sé si será definitivo. 

La Justicia tiene la última palabra y yo tengo ánimo y aliento suficiente para no rendirme en la reclamación de algo que considero imprescindible en una democracia como la española.

Pretendo ser senador para defender este derecho y otros derechos ciudadanos desde el punto de vista de la ciudadanía. Como persona física, no como militante de un partido. Desde las ideas, no desde las ideologías, que son ideas cortadas todas por el mismo rasero y todas orientadas en la misma dirección. Las ideas se pueden adaptar a las necesidades de cada momento, las ideologías, difícilmente.

No tengo nada en contra de los partidos políticos, ni de las agrupaciones de electores ni, tampoco, de cualquier otro tipo de organización política legal. Todas ellas me parecen esenciales para un buen funcionamiento de la democracia. 

Pero la política es algo demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de los partidos políticos y de los políticos de partido. La política nos atañe a todos y nadie debe permitirse el error de desentenderse de ella. Quien se desentiende de la política se perjudica a sí mismo y perjudica al conjunto de la sociedad.

Cuando una persona honrada se niega a 'entrar en política' le está abriendo la puerta de las instituciones políticas a quienes hacen de la política un negocio; es decir, a los políticos sinvergüenzas.


- Nada sé de ti, salvo lo que de ti anhelo.


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los pollos del realismo extremeño


José Joaquín Rodríguez Lara


Ahora que la organización 'Igualdad Animal' ha difundiendo un vídeo sobre el daño que se les causa, en las incubadoras industriales, a muchos pollitos destinados a la producción de carne, me he acordado de lo que se le hace a los pollitos que no pueden ser destinados a la producción de huevos.


A los cárnicos se les causan, involuntariamente, lesiones que los inhabilitan para el engorde, por lo que son sacrificados.


A los pollitos que no pueden poner huevos, porque son machos y los machos no aovan, se les sacrifica directamente, aunque no estén lesionados.


No sé usted, pero yo veo un claro indicio de 
Animal Desigualdad en este comportamiento muy desalmado, muy industrial y muy poco ganadero.


Al ver los pollitos también me he acordado de mi abuela María que, cuando vivía en el chozo -en la finca La Cocosa, entre Valverde de Leganés y Badajoz (Unión Europea)- hacía de incubadora. La gallinería y los huevos eran un recurso muy valorado en aquellos años del estraperlo. Durante la posguerra, los huevos eran una moneda con la que podían conseguirse otros bienes tan necesarios como escasos, desde aceite hasta ropa o penicilina.


En torno al chozo no resultaba difícil criar gallinas y hasta pavos. Sólo había que defenderlos de los milanos, para lo que se usaban gallinas de Guinea, que son unas hembras de mucho carácter, y ponerlos a salvo de las zorras, procurando que antes de caer la noche toda la volatería estuviese convenientemente refugiada en lo alto de alguna encina cercana a la choza.


Pero no era suficiente. Entonces no se desperdiciaba un huevo ni se despreciaba un pollito, aunque estuviese cojo o fuese macho. Y en el chozo no había incubadoras eléctricas ni nada que se le pareciese.


A veces, una gallina que había estado engorando sus huevos abandonaba el nidal tan pronto como salían del cascarón los primeros pollos. Pero como la nidada estaba compuesta por huevos puestos con días de diferencia, en ocasiones la clueca dejaba abandonados en el nidal huevos que todavía no habían eclosionado. Pollitos que morirían dentro de su ataúd de cascarones incluso antes de haber nacido.


Y ahí es cuando mi abuela salía al rescate de los infortunados. Envolvía los huevos, todavía sin abrir, en un trapo calentito, se los introducía en el seno y allí los terminaba de engorar con sudores de pecho. De sus dos pechos. En esta loable tarea de incubadora con sayas participó en más de una ocasión mi propia madre, que lo cuenta con arrobo y verdadera nostalgia.


- Sentíamos que el pollito picoteaba el cascarón y al poco tiempo salía. Y cuando ya estaba seco lo echábamos con la madre y los hermanos, para que empezase a comer lo que la gallina encontraba escarbando.


En historias como esta debió de inspirarse Rafael Sánchez Ferlosio, vinculado desde su juventud a la Extremadura rural, cuando escribió su deliciosa obra 'Industrias y andanzas de Alfanhui', libro publicado en el año 1951. Si no la conoce, se está perdiendo usted una joya.


El libro y su autor. La obra es un encanto. Su autor siempre fue algo arisco.
La foto se ha bajado de donde se bajan estas cosas, lógicamente.
Sin permiso, pero también sin ánimo de lucro.

A uno de los personajes del librito, la abuela Ramona, le daban fiebres cada primavera y la temperatura le subía tanto que los muchachos le llevaban los huevos que encontraban en el campo para que se los engorase.


Llegado su tiempo, de unos huevos salían pardales, de otros herreritos o tórtolas, de este un lagarto y de aquel una bicha... Había de todo, pero la abuela no admitía reclamaciones.


Por este y otros asuntos maravillosos se encuadra a 'Alfanhui' en el realismo mágico de la literatura, pero visto lo que mi abuela María y mi madre, Isabel, hacían con los huevos abandonados en el nidal por las impacientes gallinas cluecas, tal vez no habría que marcar las páginas de 'Industrias y andanzas de Alfanhui' con la etiqueta del realismo mágico, sino con la del realismo extremeño. A secas.


- El diálogo suele ser una eficiente vacuna para evitar el conflicto
 y una terapia insuficiente para curar la crisis.


martes, 24 de noviembre de 2015

¡Marchando una de contraseñas!


José Joaquín Rodríguez Lara


Acudo a las oficinas del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), en Badajoz, a solicitar dos certificados que necesito con urgencia para un asunto administrativo. Con rapidez y amabilidad me atiende una funcionaria, a pesar de no haber pedido cita previamente.


Pero no me da los certificados que le solicito. Me facilita dos claves y dos contraseñas para que yo mismo saque los certificados con el ordenador y los pase a papel con mi impresora.


Me siento como si hubiese ido a comer a mi propio restaurante, pues a fin de cuentas el SEPE y toda la maquinaria administrativa también son algo mío, y al pedir dos de los platos del menú del día, la camarera, a la que defenderé siempre, se niega a servírmelos y, en vez de comida, me entrega las recetas respectivas para que yo mismo me haga la comida en mi casa.


¿Y por qué se comporta así esta profesional de la administración, si me conoce desde hace años y ha demostrado una y otra vez estar dispuesta a ayudarme en todos aquellos trámites que estén en su mano?


Me da las recetas en vez de la comida porque el maitre que dirige la cadena del SEPE le ha dicho que no me entregue certificados, que yo mismo me los guise por mi cuenta fuera de mi restaurante.


Esta es la Administración que pagamos entre todos, un mastodonte que atiende más y mejor a los vendedores de programas informáticos que a las personas que, con sus impuestos, pagamos esos caros programas.


Personas que, tal vez, no tienen ordenador o no saben utilizarlo o no consiguen leer los números, pequeños y en blanco y las diminutas letras en amarillo, sobre fondo azul, de una tarjeta informativa, la de CITA PREVIA, en la que todos los datos importantes están impresos para que nadie que tenga más de 50 años pueda leerlos con facilidad.


Señoras y señores del SEPE, madamases de España en general, funcionarios todos..., ¡salgan a la calle!, ¡hablen con la gente!, ¡piensen en atender las necesidades de quienes pagamos sus sueldos!, no de quien les contrató, porque se puede servir mal a alguien durante algún tiempo, pero no es posible servir mal a todos durante todo el tiempo.


domingo, 15 de noviembre de 2015

- El mundo se está quedando sin fronteras
entre edades,
 entre estaciones,
 entre lo estético y lo patético,
 entre el terrorismo y la guerra...


- El llanto endurece el corazón,
pero ablanda la ira.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

- Las papilas gustativas no están en la boca,
se encuentran en el cerebro,
allí donde habita la memoria

martes, 10 de noviembre de 2015

- Lucifer viven un matrimonio muy ardiente.
Luci pone la llama y Fer, el herrero, aviva el fuego.
Lo suyo es la forja de pasiones.


lunes, 2 de noviembre de 2015

jueves, 29 de octubre de 2015

'Edipo', una tragedia contada con humor y muchísimo arte


José Joaquín Rodríguez Lara


Esto sí es divertido, esto sí es un espectáculo, esto sí es arte, esto sí es teatro. 'Edipo'. El 'Edipo' de Sófocles. El mito clásico de toda la vida. El 'Edipo' de tantas y tantas y tantas representaciones, pero representado de un modo diferente, genial.

Sólo tres intérpretes sobre el escenario del teatro López de Ayala, de Badajoz. Jorge Cruz, Nadia Santos y Tiago Viegas. Ni un solo decorado; la escena completamente vacía. El reparto, vestido de calle, como si los actuantes hubiesen bajado a comprar el pan. Y el público, riendo, hipnotizado durante sesenta minutos justos. 

Una función de teatro puede durar algo menos, pero no necesita extenderse mucho más para satisfacer. Lo importante no es que sea larga, lo importante es que cumpla su función.

¿Qué tiene este 'Edipo' que la Companhia do Chapitô, de Lisboa, ha traido al 38 Festival de Teatro de Badajoz?

Tiene arte, mucho arte. Tiene imaginación, mucha imaginación. Tiene inteligencia, mucha inteligencia. Y tiene dominio del medio. Mucho dominio. Y el medio, ya se sabe, es el mensaje. No es lo mismo representar una obra de teatro, con palabras, con gestos, con acciones, con ocupación del espacio escénico, como hace esta compañía portuguesa, que recitarle, por no decir leerle, un texto teatral, por muy bueno que pueda parecer, a los amigos sentados en la primera fila de butacas. El teatro, o es un espectáculo o no es teatro.

En la undécima entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, tres intérpretes, sólo tres, han encarnado a los numerosos personajes del culebrón clásico -que en modo alguno es un clásico culebrón-, y lo han hecho con una calidad formidable. Con humor, con eficacia y sin necesidad de tergiversar las líneas maestras del mito universal.

No es imprescindible conocer la epopeya edípica para disfrutar de esta propuesta de la Companhia do Chapitô. Pero si la conoces, si sabes algo, aunque sea poco, de Yocasta, del rey Layo, del ciego Tiresias y de la Esfinge de Tebas, entonces el gozo se multiplica.

Este 'Edipo' portugués, dialogado en castellano, es sin duda una de las mejores ofertas, y son muchas y diversas, incluidas en la programación del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Y sus intérpretes, Jorge Cruz (Layo, Creonte, el pastor de Corinto..., entre otros muchos personajes), Nadia Santos (Yocasta, Tiresias, la Esfinge, una oveja...) y Tiago Viegas (Edipo, el de los pies hinchados, el asesino de su padre, el marido de su madre, el padre de sus hermanos, el viudo de su progenitora, el cuñado de su tío, el vencedor de la Esfinge, el animal que primero anda a cuatro patas, luego a dos y por último a tres, el ciego, en fin, el desgraciado Edipo) van a permanecer durante algún tiempo en la memoria de quienes les hemos visto sobre las tablas del teatro López de Ayala. 

Porque su trabajo consigue que te rías de Edipo y de su tragedia sin perderle el respeto que el mito y Sófocles merecen.

La oveja, la montaña y Edipo. (Imagen bajada de www.youtube.com)


miércoles, 28 de octubre de 2015

'Algo en el aire' que resulta infumable


José Joaquín Rodríguez Lara



El mundo del teatro está lleno de héroes. La gran mayoría de ellos existe gracias al escenario. Muchos son héroes de ficción, simples personajes. Otros son héroes de carne y hueso, simples personas.

Pero, en ocasiones, los héroes no están sobre las tablas, sino en las butacas. Son héroes anónimos, simple público.

Durante la representación de 'Algo en el aire', décima entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, había mucha heroicidad entre el respetable; personas que han pagado su entrada, que han ocupado su localidad, que han visto la función de cabo a rabo y que hasta han aplaudido al final. No como otras, que se han marchado a mitad de la representación, comportándose como simples héroes impacientes.

Ciertamente tiene mérito tanto quien se levanta como quien aguanta. 'Algo en el aire', de David Harrower, representada por José Vicente Moirón y Pilar Massa, es una obra difícil de digerir. No es entretenida, no es divertida, no es conmovedora, no emociona... Carece de acción. Casi no es teatro. Más que una obra dramática parece un ejercicio académico de virtuosismo profesional.

José Vicente Moirón es actualmente uno de los mejores actores extremeños. Es expresivo, tiene voz y con 'Algo en el aire' demuestra que puede interpretar simultáneamente a varios personajes recurriendo simplemente a pequeños cambios en la entonación. No obstante, su indudable calidad interpretativa no puede convertir en una fiesta a un espectáculo tan falto de empatía como es 'Algo en el aire'.

En la función sólo hay dos intérpretes: José Vicente Moirón, que encarna a Athol, y Pilar Massa, que le pone voz a Norma. Athol y Norma permanecen durante toda la representación sobre el escenario, pero no conversan. Simplemente monologan en paralelo y de forma alternativa. Son como dos raíles de ferrocarril que ni siquiera está unidos por las traviesas. Athol y Norma son hermanos, pero llevan catorce años sin hablarse, pasa en las mejores familias, y no iban a romper con la tradición precisamente en el 38 Festival de Teatro de Badajoz.

El espectáculo me ha resultado infumable, pero hay gente a la que le ha gustado y está en su derecho de proclamarlo a los cuatro vientos y de aplaudir. El mismo derecho que tiene cualquier persona a levantarse de su butaca y marcharse del teatro sin esperar a que acabe la función.

La mayoría del público que asiste a las representaciones teatrales suele ser muy complaciente. En otros espectáculos -el fútbol, los toros, incluso la ópera- el desagrado se demuestra con silbidos, abucheos, pateos y hasta lanzando almohadillas. En el teatro no, en el teatro el público observa, escucha, calla y hasta aplaude, aunque sea sin entusiasmo.

Quedan ya muy lejos los tiempos de los 'chorizos', de sus rivales los 'polacos' y de sus sucesores los 'panduro'. El castizo universo de los reventadores teatrales hace tiempo que reventó, por falta de efectivos. Del viejo patio de butacas del teatro español ya sólo nos queda la claque -familiares, amigos, paisanos, compañeros...- y no se la ve en todas las funciones. A veces, hasta se la echa de menos.

Pilar Massa y José Vicente Moirón en 'Algo en el aire'. (Imagen bajada de hoyesarte.com)





martes, 27 de octubre de 2015


Silvia Marsó y otros seres enjaulados en 'El zoo de cristal'

José Joaquín Rodríguez Lara


Casi todo el mundo sabe que los zoológicos son cárceles de animales. Por mucho que se disimulen los barrotes y los fosos, ni siquiera puede afirmarse que los inquilinos de las jaulas vivan en una situación de libertad vigilada. Hasta las propias bestias asumen que están presas y suelen mostrarse dispuestas a aprovechar cualquier oportunidad para huir de su encierro. La huida es la primera obligación de quien se siente injustamente cautivo.


Los personajes de 'El zoo de cristal', de Tennessee Williams, también están enjaulados. Ninguno de ellos lo ignora y todos buscan, de forma casi compulsiva, un agujero en el cerramiento que les permita escapar de su lamentable situación.

Amanda, la madre sureña que una vez fue rica, intenta escapar de la pobreza impuesta por su trayectoria sentimental y agravada por la Gran Depresión que hundió a Estados Unidos a partir del año 1929. Tom, el hijo, trata de huir física y mentalmente, y además lo consigue, de su madre y de toda su familia, así como de un trabajo que le causa alienación. Laura, la hija, coja y retraída, se refugia en una colección de figuritas de cristal, su frágil zoo particular, para no exponerse a la curiosidad del público que la considera una joven rara. Y Jim, compañero de trabajo de Tom y excondiscípulo de su hermana Laura, huye de la muchacha y de la velada galante que le ha organizado la autoritaria y manipuladora Amanda en cuanto comprende que, sin darse cuenta, se está metiendo en las feroces fauces del afecto, antesala del compromiso.

'El zoo de cristal' es una de las grandes obras del teatro universal. Tennessee Williams plasmó brillantemente en este drama las calamidades de su propia familia y de unos Estados Unidos de Norteamérica abatidos por la crisis.

La obra ha sido llevada a las tablas y al cine, repetidamente, además, por destacadas figuras de la interpretación, en muchos países. Como espectáculo es un clásico. Williams descarnó tanto los sentimientos que el interés de 'El zoo' persiste, más allá de las circunstancias, aunque en la Gran Depresión que viven países como España, resulte inimaginable buscarle marido a la niña para asegurarse los garbanzos. Más que nada porque, ¿quién puede garantizar que el yerno de ahora, en vez de traer comida a la mesa, no se limite a aportar una boca más a la hora de comer? Representar esta obra es un reto profesional importante. Francisco Vidal, como director, Silvia Marsó y sus compañeros de reparto lo han afrontado con decisión. Más que en los hechos que se representan, el gran mérito de 'El zoo de cristal' está en la forma en la que el carácter de los personajes radiografía su realidad y a la sociedad de su tiempo.

'El zoo' ha llegado a Badajoz envuelto en la programación del 38 Festival de Teatro. Es su novena entrega. Las butacas del López de Ayala se han llenado para ver a Silvia Marsó, a Alejandro Aréstegui, a Pilar Gil y a Carlos García Cortazar encarnar, con no poco acierto, a unos personajes que, gracias a la genialidad del gran dramaturgo estadounidense, tienen más vida que muchas personas de carne y hueso.

A fin de cuentas, la vida es esa cosa que palpita sobre el escenario mientras el público la contempla refugiado en el confortable burladero de sus localidades.

Silvia Marsó, la madre, intenta engatusar a Jim, el joven al que le ha asignado
el puesto de futuro yerno, mientras el padre de la muchacha,
que abandonó a la familia hace años, contempla la escena desde una fotografía
que tiene mucho de aparición fantasmagórica. (Imagen bajada de www.teatrobellasartes.es)


- Mauri ha hecho mucho más por la visibilidad y por la aceptación social
de la homosexualidad, desde su ficción, que todas las romerías del orgullo gay,
que en el mundo han sido, desde su realidad


lunes, 26 de octubre de 2015

Lo increíble de la comedia 'En familia' es que resulta muy creíble


José Joaquín Rodríguez Lara


Un cuerpo es un conjunto de células y un país es un conjunto de familias. De familias tradicionales, de familias modernas, de familias ideológicas, de familias mafiosas... De todo hay en la gran viña de la familia.

En la octava jornada del 38 Festival de Teatro de Badajoz se ha estrenado la comedia 'En familia', de Eugenio Amaya que, además, dirige con mucho acierto el montaje, producido por la compañía Aran Dramática.

En esta obra se expone la parte más conocida y menos criticada de la corrupción: la desvergüenza familiar. En España hay delincuencia de alto standing, pero también abunda la delincuencia de andar por casa. Y no por su carácter doméstico y familiar es menos delincuencia y atenta menos contra los intereses de la colectividad que la delincuencia política.

Este es un país aparentemente muy religioso pero realmente es muy impío. Sólo se ve la paja en el ojo ajeno. Hay más hipocresía que buenas intenciones. Se critica a los políticos en general, por el mero hecho de dedicarse a la política, pero, fuera de los juzgados, no se suelen deslindar sus actos delictivos de los que no lo son. Tampoco se acostumbra a reflexionar sobre si las personas honradas se corrompen tras entrar en política, o entran en política porque ya son personas corruptas.

Estoy plenamente convencido de que hacer política es una obligación que nos atañe a todos, no sólo a los 'políticos', y tengo la completa seguridad de que cada vez que una persona honrada que podría dedicarse a la política no lo hace, avergonzada por la corrupción, le está abriendo las puertas de las instituciones a una persona sin vergüenza.

¿Hay corrupción en una madre que pretende amañar una oferta pública de empleo para colocar a su hijo? ¿Es corrupto un padre que vende una vivienda y exige que una parte del pago se haga en dinero negro? ¿Es decente el hijo que completa su sueldo vendiendo droga? ¿Hay que alabar a la mujer de la limpieza que hace de mula y le proporciona al muchacho la hierba que su marido cultiva en casa? ¿Es digna de aplauso la resplandeciente joven verde esmeralda que corona al chaval, engañándole con su jefe? ¿Carece de ética y de deontología el abogado que compra viviendas pagando en negro?

Si hubiese que salvar de la cárcel a alguno de estos personaje, ¿usted, a quién salvaría? Yo no tengo dudas: a la chica. Por muchas razones, pero principalmente porque no comente delito alguno.

Sin embargo, es quien más insultos recibe. En la ficción y en la realidad. Socialmente, su conducta es la más denigrada. A fin de cuentas, a la madre le mueve el amor de madre; al padre, la responsabilidad del cabeza de familia preocupado por dejarle un capitalito a sus vástagos; al hijo y a la asistenta, la necesidad, y al intermediario, el oficio. Pero a la chica... Esa es una zorra. Lo dice la asistenta, que encarna a la acusación popular.

Está muy mal visto engañar a la pareja, aunque no lo castigue el Código Penal, pero infringir la ley amañando las ofertas públicas de empleo, cobrando y pagando en negro o traficando con droga, eso no recibe la censura general porque no se le da importancia. Está tan visto que ya ni siquiera se ve mal. En España, engañar a la pareja se considera una canallada; engañar a Hacienda, es decir a la pareja y a todo el mundo, es un deporte. Con un par. Diga usted que sí.

Lo increíble de la historia que nos cuenta esta comedia de Eugenio Amaya es que resulta absolutamente creíble. Y se debe tanto al libreto como al buen hacer del reparto. He visto mucha naturalidad y mucha fuerza de convicción sobre las tablas del teatro López de Ayala. 'En familia' es una comedia para verse, en familia. La recomiendo.

María Bigeriego (la chica infiel), Quino Díez (el marido y del Atlético de Madrid),
María Luisa Borruel (la madre funcionaria), Elías González (el hijo informático
 y herbolario), Beli Cienfuegos (la asistenta y mula) y Pablo Bigeriego
(el abogado de la mafia), ponen en escena la comedia  'En familia'.
(Imagen bajada de blogarandramática)


- Vivir mata.


viernes, 23 de octubre de 2015


'Atchúusss!!!', un estornudo delicioso

José Joaquín Rodríguez Lara


Es un espectáculo delicioso, pero no es un pastelito, sino toda una bandeja de dulces, un surtido de pasteles que dejan en el paladar un regusto a buen teatro.


El secreto está en la masa, en los ingredientes. Empezamos con una base de alta calidad: Antón Chéjov. Palabras sabiamente engarzadas las suyas. Y seguimos con Malena Alterio, con su hermano Ernesto Alterio, con Enric Benavent, con la grandísima Adriana Ozores y con el muy popular Fernando Tejero. Con semejantes aditivos resulta muy difícil hacer un mal pastel.

Pero, además, 'Atchúusss!!!' es una caja  de música, una de esas delicadas y elegantes cajitas de música que fascinan, tanto por su melodía -la pone Ernesto Alterio, que durante toda la función toca el piano en directo- como por las evoluciones de las actrices y actores actuantes.

Y si todo ello no fuese suficiente, el montaje es de la compañía Pentación espectáculos, y el productor ejecutivo es nada más y nada menos que Jesús Cimarro, director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida durante los cuatro años de rescate y despegue del certamen.

Mire usted, si con tales mimbres no sale bien el cesto, es que lo está mirando un tuerto.

'Atchúusss!!!' es una comedia entretenida, divertida, interesante, elegante, muy artística, muy dulce y nada empalagosa.

Es muy larga, más de dos horas, y se hace corta. Es un 'collage', una ristra de piezas y no resulta difícil de seguir. La gente llenó el teatro López de Ayala de Badajoz y se puso en pie para aplaudir con afición. Es decir, un éxito marca Cimarro en el 38 Festival de Teatro Clásico de Badajoz, que dirige el dramaturgo Miguel Murillo.

Allá donde vaya esta obra triunfará. Y eso que, en mi modesta opinión, tiene un fallo enorme: el título. 'Atchúusss!!!' es un sonido difícil de recordar, de escribir correctamente, de reproducir... Y, encima, no habla de la obra.

'Atchúusss!!!' es una colección de relatos de Chéjov convertidos en pieza de teatro. Pero el relato titulado 'El estornudo', que debía darle título a la comedia, no forma parte de ella porque alargaba demasiado el espectáculo.

"El estornudo es una pieza muy divertida, pero nos íbamos a las dos horas y media de espectáculo y no se incluyó", afirma Malena Alterio, mujer amable y risueña, además de un gran actriz. Se quitó el relato, pero se quedó la referencia al asunto en el título. Hubiese sido preferible al revés, incluir el relato y desechar el título, pero la producción teatral, sea ejecutiva o no lo sea, suele tener este tipo de cosas.

Confiemos en que el empresario Jesús Cimarro tenga la ocasión de incluir en la programación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida a Malena Alterio, a Ernesto Alterio, a Enric Benavent, a Adriana Ozores y a Fernando Tejero. Con Chéjov y sin Chéjov, el público del certamen emeritense se lo merece. El teatro grecolatino está lleno de papeles que fueron escritos para que los encarne un grandísima actriz como Adriana Ozores, Y son imnumerables los que hay para grandes profesionales como Ernesto Alterio, Fernando Tejero, Enric Benavent y Malena Alterio.

AñMalena Alterio y Fernando tejero en una de las escenas más divertidas de 'atchúusss!!!'. (Imagen bajada de www. teatrolalatina.es)


jueves, 22 de octubre de 2015

La madre que alumbró a la telerrealidad


José Joaquín Rodríguez Lara


Juan Copete firma el texto, Paco Carrillo asume la dirección, Ana Trinidad, Esteban G. Ballesteros, Lourdes Gallardo y Paca Velardiez ponen carne a los personajes y el público aporta las risas.

La obra se titula 'Madrecita del alma querida' y, en el programa de mano de la función, es presentada como "una comedia negra (sic) sin moral, agresiva y despiadada", pero menos lobos, Caperucita. Bastantes menos lobos.

'Madrecita del alma querida' es un espectáculo divertido, entretenido y de fácil digestión. En ningún momento sobrecoge. Si hubiese que etiquetarlo con algún color, sería con el rosa; con el rosa chicle y ensalivado de la telebasura.
 
No es que 'Madrecita del alma querida' sea un espectáculo basura, no. Es que reproduce un supuesto programa basura de telerrealidad y de la madre -Mami TV- que la alumbró.
 
El 'reality' lo protagoniza una familia: madre, padre, hija y abuela. Falta Belén Estebán, pero no se puede tener todo dentro del mismo contenedor televisivo. Además, tampoco se echa en falta su ausencia, pues el trabajo del reparto es notable. Especialmente en los casos de Ana Trinidad y de Esteban G. Ballesteros.

Esta comedia, con tintes de sainete, es de la compañía Las 4 Esquinas y ha sido la cuarta entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, que tiene el mérito de ofrecer teatro durante 16 días seguidos y con un espectáculo diferente cada jornada.

Una de las escenas finales de 'Madrecita del alma querida'. (Imagen bajada de http://teatrolopezdeayala.es)


miércoles, 21 de octubre de 2015


El final feliz de los suicidios asistidos

José Joaquín Rodríguez Lara


Con cara de felicidad, y hasta esperanzado, ha salido el público asistente a la tercera entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Esta vez se ha representado 'Happy End', una comedia muy negra, que es el color de moda en lo que llevamos de festival.


El espectáculo de la compañía Vaiven Producciones dedica hora y media a promocionar el suicidio asistido. Con escaso éxito, desde luego.


A pesar de lo tétrico que puede ser el argumento, el público pacense ha reído con el humor disparatado de esta comedia y ha aplaudido con entusiasmo el buen trabajo de las tres personas que la interpretan.


Suicidarse no debe de ser fácil. Sobre todo, no debería serlo. Hacer reír con el suicidio, tampoco lo es. Xabi Donosti, Garbiñe Insausti y Ana Pimenta lo consiguen en 'Happy End', así que es lógico que el público se lo reconozca y hasta se ponga en pie para aplaudir su trabajo, que se basa en un texto de Borja Ortiz de Gondra y está dirigido por Iñaki Rikarte.


Curiosamente, la calidez de los aplausos y, consecuentemente, el agradecimiento del público aumenta a medida que las dos actrices y el actor se asoman una y otra vez a la corbata del escenario para mostrarle su respeto al respetable.


Lo mejor del argumento de 'Happy End' es su estrambote con final feliz, una pirueta casi circense que reconcilia a la desesperación con el deseo de seguir viviendo.


Aunque sea más negro que la tinta de calamar, 'Happy End' es un plato bien cocinado y muy bien servido. Si lo prueba, le gustará.


Los personajes de 'Happy End' en plena acción. (Imagen bajada de internet.)


martes, 20 de octubre de 2015


'Carne de gallina', una comedia que se agrava con los años



José Joaquín Rodríguez Lara


El 38 Festival de Teatro de Badajoz ha cubierto su segunda jornada con la representación de 'Carne de gallina, una comedia negra como el carbón'.


La obra comenzó siendo película y ha devenido en obra de teatro. Y, por el camino, ha pasado de comedia algo fantástica a tragedia muy realista.


El montaje puesto sobre las tablas del teatro López de Ayala, de Badajoz, por las compañías Teatro del Cuervo (Asturias), Arteatro (Madrid) y La Estampa Teatro (Extremadura), es un espectáculo excelente. No incita a la carcajada, porque le queda poco de comedia, si es que alguna vez realmente lo fue. Sí tiene bastante de cine. Sobre el escenario se suceden, con un ritmo vertiginoso, secuencias enhebradas unas con otras en el hilo de los fundidos en negro. Los cambios de plano son constantes. Las entradas y salidas de mobiliario, también. Se notan mucho más los mutis de los muebles que los de las personas que interpretan la obra.


Tanto movimiento no impide, sin embargo, seguir el desarrollo del argumento sin perder ni una brizna de su mensaje. Hay mucha agilidad en 'Carne de gallina' y mucha calidad en sus intérpretes.


La obra está ambientada en el declive de la minería asturiana del carbón, pero es perfectamente extrapolable a cualquier territorio en crisis socio-laboral. Los grandes rasgos de la penuria son universales.


Existen concomitancias muy perceptibles entre 'Carne de gallina', en la adaptación teatral de Javier Maqua, Maxi Rodríguez y Sergio Cayol, y 'La camisa', de Lauro Olmo, obra escrita en 1960 y estrenada en 1962. En ambos casos, los personajes se mueven sobre el escenario atrapados en la cochambre de una sociedad sin esperanzas, aferrados a ilusiones vanas. Hay muchas similitudes entre aquella España que empezaba a salir de la posguerra, como Lauro Olmo retrató en sus obras, y esta que sueña con salir de la crisis.


Y la mayor diferencia entre ambos mundos, separados por más de medio siglo, no está en los teléfonos móviles que ahora repican en los mismos bolsillos vacíos, sino en la pensión de los abuelos que está permitiendo llenar de garbanzos, o de fabes, los pucheros baldíos.


'Carne de gallina' es una tragedia de la miseria, una tragedia de gente trabajadora venida a pobre. Al contrario de lo que ocurre con las tragedias de ricos, aquí no hay brillos; ni siquiera hay oropeles. No hay oro ni plata ni tampoco púrpura. Por no haber, no hay ni sangre. Sólo sombras.


Es una tragedia a ras de suelo, muy distinta a las tragedias de gente de altura en las que la desdicha enviada por los dioses cae en picado sobre algunos de los personajes y los destroza para escarmiento de los demás. Aquí no. En 'Carne de gallina', la tragedia no es un halcón, ni siquiera es un milano u otra sanguinaria ave de rapiña. Aquí la tragedia es un gusano. No ataca a sus víctimas desde lo alto. Vive dentro de ellas. Y no de algunas, solamente, sino de todas, rumiándolas y vaciándolas de cualquier esperanza de redención.


Con tales ingredientes bien se puede hacer un panfleto demagógico ahora que, como siempre, estamos en vísperas de elecciones, pero 'Carne de gallina' no lo es. No es un panfleto. Es un aguafuerte que se agrava y revaloriza con la crisis. En esta etapa negra de la historia de España, se acaba el carbón, pero no la tizne, porque, como escribió Miguel Hernández, "la pena tizna cuando estalla". Y la pena fue siempre el estiércol que abona la típica y secular alegría española.


Escena de 'Carne de gallina'. No se puede explicar. Hay que verla. (Imagen bajada de http://teatro.ponferrada.org)


lunes, 19 de octubre de 2015


Els Joglars llena el teatro de Badajoz con un pequeño dictador


José Joaquín Rodríguez Lara


El público ha llenado completamente el teatro López de Ayala para asistir a la primera representación del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Era lunes y llovía. El López de Ayala se ha llenado de personas maduras, en su mayoría, para ver una obra que las critica con dureza.


Se ha representado 'VIP' (Very Important Person) de Els Joglars. No está claro si la obra es una comedia negra o si, por el contrario, es una tragedia blanca. Lo que parece evidente es que está inspirada en la vida misma.


'VIP' trata de reflejar desde la escena, desde el universo de los actores, algo que sucede fuera del teatro, en el escenario de los espectadores. Muestra lo que ocurre con una parte importante de la población: la infantil. El mensaje de 'VIP' es muy sencillo: por incapacidad, por hastío, por dejadez, por cansancio, por indiferencia, por estupidez, por bobería y por un millón de sinrazones más, a los niños actuales se les está consintiendo todo. Ni en la escuela ni en el hogar ni tampoco en la calle se les educa como ciudadanos respetuosos, sino que se les incita a transformarse en tiranos, se les corona como reyezuelos, se les convierte en personajes insoportables.


Esto ya lo decía Sócrates cuando se quejaba de la mala educación de la que hacían gala los jóvenes de su época (siglo IV antes de Cristo), y estoy convencido de que los tiranos, reyezuelos e insoportables niños del primer cuarto del siglo XXI -es decir, muchos, aunque afortunadamente no todos, de los de ahora mismo- también lo dirán de sus hijos y de sus nietos.


Nada nuevo hay bajo el sol. Ni mucho menos sobre las tablas del López de Ayala, donde el teatro es vida y, cada carnaval, las murgas dan rienda suelta a todas sus ocurrencias.


La puesta en escena de 'VIP' y la actuación del elenco catalán es marca de la casa. Els Joglars tiene su propio sello de calidad. Por eso llenan las salas. Al público, en general, le gustó la obra. Al menos eso indicaban los comentarios que se escuchaban a la salida del patio de butacas de López. No obstante, los espectadores se rieron poco. Ignoro si porque les costaba tomarse a broma algo tan serio y que, desgraciadamente, conocen muy bien, o porque el humor de 'VIP' es demasiado grotesco, cuando no burdo, lo que choca con la trascendencia del asunto abordado.


El pequeño dictador de 'VIP' está muy lejos de alcanzar la elegancia artística de 'El gran dictador', de Chaplin, y la escenificación de la concepción, de la gestación y del nacimiento de Lucas, el niño insoportable, no llega, en la obra de Els Joglars, a los niveles de hilaridad de 'Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar', de Woody Allen, pero, lógicamente, el cine tiene capacidades que al teatro le están vedadas. Son comparaciones heterogéneas; si se aducen aquí es para significar que la falta de elegancia juega, en mi opinión, en contra del mensaje de 'VIP'.


No obstante, el público, aunque riera poco, aplaudió y comentó la obra. Hay quien criticaba cierto desequilibrio entre las diferentes partes del montaje, pero, más allá de gustos personales, cuando el teatro está lleno, cuando el público aplaude y comenta lo bueno y lo menos bueno del espectáculo que acaba de ver, puede hablarse con total propiedad de una cosa: éxito.


El nacimiento de Lucas, niño isoportable. (Imagen bajada de http://www.comedia.cat/es)


miércoles, 14 de octubre de 2015


Pasión sin límites




José Joaquín Rodríguez Lara


El color de su piel, las curvas de su carne, su inmensa soledad, su pasión sin límites... No es arena, son cuerpos y sábanas ondeando en el paisaje. Toda la imaginación y toda la sensualidad del mundo caben en una palabra: desierto.






martes, 6 de octubre de 2015


Menos mal que tenemos costados


José Joaquín Rodríguez Lara


Me encantan las palabras.


Sobre todo las palabras que, por sí mismas, explican lo que significan.


Por ejemplo, paraguas.


Clara, rotunda, sencilla, concisa...


Lo tiene todo para enamorar.


En cambio, chubasquero...


Chubasquero no es una palabra que esté totalmente conseguida.


El panadero hace pan, el sillero, sillas, ¿el chubasquero hace chubascos?


Otras palabras preciosas son acostarse y acostado.


Están llenas de significados y los explican por todas sus letras.


Porque cuando nos metemos en la cama, tarde o temprano, depende de la hora, siempre terminamos durmiendo acostados.


Debe de ser la posición más cómoda, pues también es la más común.


Descansamos acostados, de costado, recostados...


Menos mal que tenemos costados, porque dormir sobre la espalda debe de resultar verdaderamente agotador.


La cama y la novia, monólogo doméstico


José Joaquín Rodríguez Lara


Las tareas domésticas se dividen en dos grupos: las agradables y las desagradables.


Las agradables se parecen a las ranas del Amazonas: son pequeñas, son hermosas y están en serio peligro de extinción. De hecho, hay días, incluso semanas y hasta meses en los que te adentras en la selva de tu vivienda, abriéndote paso a machetazos entre el ficus y los potos, te cargas de valor y exploras el pasillo, llegas como puedes al salón y acampas en el sofá, miras en tu rededor y no consigues ver ni una sola tarea doméstica que parezca agradable.


Mirar al televisor no es una tarea doméstica. Y, mucho menos, es una tarea doméstica agradable. El televisor es un tótem, un ídolo pagano que te mantiene encerrado en la disciplina de la tribu escudriñándote con su gran ojo maléfico.


Sin embargo, a las tareas domésticas desagradables te las encuentras sin querer, en cualquier sitio y a cualquier hora. No hace falta ir a verlas. Ellas mismas salen a tu encuentro. Como indígenas selváticos. Se conocen que se aburren en la espesura y buscan tu compañía.


Lo he intentado muchas veces, pero no consigo entender el porqué las tareas domésticas desagradables se aburren. Son tantas que hasta podrían irse de romería al dormitorio o montar una verbena en la cocina o hacer telebasura, con confesionario incluido, en el cuarto de baño. Pero, no. En vez de irse de juerga, se ponen todas de acuerdo para ir a buscarte al sofá. Como si no hubiese más sitios en la casa para que den rienda suelta a sus bajos instintos. Salen de excursión para ir a buscarte a ti. Al sofá. Desde luego, hay tareas domésticas que son unas desagradables compulsivas.


A su vez, las tareas domésticas desagradables se dividen en eléctricas y en manuales. Las eléctricas suelen venir acompañadas de manual, pero son caras. Las tareas domésticas manuales carecen de manual y pueden ser de tradición oral o sobrevenidas. Tanto las tradicionales como las de nuevo cuño se subdividen en imprescindibles, obligatorias, necesarias, convenientes, aconsejables e inútiles.


Me niego rotundamente a hablar de las cinco primeras. No deseo hacerle publicidad gratuita a ninguna de ellas. No admito que el desorden se empeñe en ordenarme la vida. Que cada plato se duche por su cuenta. Yo estoy muy a gusto acampado en el sofá.


Sí hablaré de las tareas domésticas desagradables inútiles. Hay varias, pero la más tarea, la más doméstica, la más desagradable y la más inútil de todas es hacer la cama.


¿Por qué hay que hacer la cama? Si ya está hecha. Aunque sea de Ikea y entrase en el dormitorio en fascículos, una vez que descifré el mapa del tesoro y atornillé las tablas, la cama quedó hecha. Para los restos. Mira, sólo se tambalea un poco. No hay que volverla a hacer.


Hacer la cama es una tarea tan desagradable que ni siquiera dice como se llama. Porque no se trata de hacer la cama. Ese no es su verdadero nombre. Se trata de arroparla, de vestirla con su sabanita y su canesú. Sabanita a la que, a mediados del otoño, le llega la pubertad y le salen pelos. De felpa. Y canesú que, ya cerca del invierno, engorda y se convierte en un edredón nórdico relleno de huevos de ganso, pues sus plumas no pueden pesar tanto.


Hacer la cama es la tarea doméstica más desagradable, inútil y urgente que se conoce. Aún no has acabado de despertarte y ya hay que hacer la cama. Todavía no has desayunado ni te has lavado la cara ni has tirado aún de la cadena y, ¡hala!, a hacer la cama.


¿Para qué? ¿Se constipará la cama si no la tapas con la colcha? ¿Acaso espera visita la cama? ¿En el dormitorio? ¿Está enferma y vendrá a verla el carpintero? ¿Se ha liado la cama con algún catre de la vecindad? ¿Es ninfómana, la cama, y ha puesto sus ojos en la litera de tres catres siameses que vimos aquella noche en un folleto publicitario poco antes de dormir?


¿Por qué hay que vestir la cama con tanta urgencia si la única visita que debería recibir es la tuya, y cuando ya casi te hayas olvidado de su apariencia, al menos quince horas después de haberte levantado?


Pues, no. La cama hay que hacerla porque una cama desecha da mala imagen. ¿Mala imagen? ¡Ya te digo! También da mala imagen un coche con el capó rayado y yo no lo repinto cada mañana. Y no es por falta de ganas.


¿Y a quién le da mala imagen una cama sin hacer, si la única persona que va a acercarse a ella en las siguientes quince horas soy yo? Y me acercaré con la firme intención de deshacerla. Tendré los ojos casi cerrados, por el sueño, y el cuerpo tan molido que ni en mitad de una borrachera le pondría yo reparos ni discutiría con una cama deshecha. Si la cama estuviese abierta, mucho mejor, pues a la hora en la que yo me suelo ir a la cama ya no me quedan fuerzas ni para abrirla.


Así que hacer la cama nada más levantarse, para que se pase el día vestida, y verse obligado a desnudarla por la noche, es una tarea muy doméstica, muy desagradable y muy inútil.


Mucho más inútil que vestir de novia a una novia que habitualmente suele vestir simplemente de mujer, aunque sea novia.


¿Para qué tanta organza, para qué tanto tul, tanto organdí, tanto tafetán? ¿A qué viene tanto velo, tanta cola, tanta lencería nupcial y tantas flores? ¿Cual es el objetivo?


¿Que a la novia más guapa del mundo se la vea como a una novia muy guapa, muy bien vestida, muy hecha un primor de novia?


¿Es eso lo que se pretende? ¿Que, quince horas después, más o menos, cuando los párpados estén a punto de echar el cierre y el cuerpo esté molido de tanto bailar 'Paquito el chocolatero' -que no es un baile, es día y medio de gimnasio-, justo entonces, cuando ya no puedes ni con tu alma, tengas que ponerte a deshacer la novia?


No, no, no. Perdón, quise decir ¿para que tengas que ponerte a desenvolver la cama...? A desenvolver la novia. Tampoco. A desnudar la cama. Eso es. A desnudar la cama.


Bueno a lo que sea que tengas que ponerte a esas horas.


Y ahora, si me disculpan... Se me ha hecho muy tarde y aún tengo tareas domésticas que eludir. Buenas noches. Que descansen. Hasta mañana.


Decididamente, lo mejor del sofá es que no hay que hacerlo.


Y no gasta edredón.


Y encima eso, sin un nórdico huevón acostado toda la noche sobre ti.





lunes, 28 de septiembre de 2015

- Dos cosas necesita la cocina por encima de cualquier otro ingrediente: imaginación y cariño.



miércoles, 23 de septiembre de 2015

- El éxito literario es una cuestión de prioridades.
Si el título de la obra precede al nombre de quien la escribió,
esa persona aún no ha triunfado.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

- España no es un país, es un conglomerado de intereses.


- De repente te das cuenta de lo muy viejo y diminuto que eres
 cuando descubres que tomaste café con personas que un día fueron tus amigas y ya sólo son estatuas en las glorietas.


martes, 8 de septiembre de 2015

- Aunque hay quien no lo cree, 

las estadísticas no mejoran la vida. 

Es la vida la que mejora o agrava las estadísticas.


lunes, 7 de septiembre de 2015

El mensaje político del Día de Extremadura


José Joaquín Rodríguez Lara


La celebración oficial del Día de Extremadura ha cambiado de formato. La tradicional ceremonia de entrega de las medallas de Extremadura y del discurso institucional del presidente del gobierno extremeño ha sido desglosada en dos.

El hemiciclo del Parlamento regional ha acogido la parte política del acto y la parte social y lúdica se mantiene en el Teatro Romano de Mérida. ¿Es mejor así? Pues qué quiere usted que le diga: para gustos, los colores. Tengo la sensación de que la primera parte del acto tiene mucho margen de mejora. La segunda aún no ha comenzado a la hora de redactar este artículo. Ya se verá.

Para empezar, colocar a tantas autoridades -parlamentarias, locales, estatales, militares...- en el hemiciclo es verdaderamente difícil. No hay escaños suficientes, a pesar de que ni a las exseñorías de Izquierda Unida ni tampoco a las de PREX-CREX, tan importantes durante la legislatura anterior, se les ha visto en la sede parlamentaria. Y estaban invitadas.

Se ha buscado una solución a la falta de asientos colocando sillas de plástico enfundadas, lo que le ha dado al Parlamento cierto aire de salón de bodas. Una impresión reforzada por los afanes de los asistentes por encontrar su localidad y, en el camino, no dejar de saludar a amistades, colegas y discrepantes. Finalmente, no sólo hubo asientos para todo el mundo, sino que hasta sobraron escaños. Las sillas tuvieron más éxito.

Llevar al Parlamento a la ciudadanía está bien, pero como todo, incluida las sedes parlamentarias, tiene un límite, seguramente sería más práctico llevarle el Parlamento a la ciudadanía. Y no sólo una vez al año.

El apartado de los discursos también ha sido desglosado. Hasta ahora subían a la tribuna el alcalde de la ciudad -Mérida nunca ha tenido alcaldesa- y el presidente del Ejecutivo regional. La Junta de Extremadura nunca ha tenido presidenta.

Ahora no. Ahora suben a la tribuna de oradores, la presidenta de la Asamblea, como anfitriona parlamentaria; el alcalde de Mérida, como anfitrión municial; la diputada de Ciudadanos, como portavoz; el portavoz de Podemos, como diputad@; el presidente del PP, como Monago; Valentín García, del PSOE-SIEX, como apaciguador oficial y Guillermo Fernández Vara, como presidente de la Junta de Extremadura.

Es indudable que se ha ganado en el número de mensajes, pero parece claro que las intervenciones se han diluido. El discurso puramente político ha perdido intensidad. Todos quieren, queremos, una Extremadura mejor y más justa, pero al decirlo cada partido por su cuenta, en su orden y a su manera, se le quita contundencia al mensaje.


Las personas asistentes al acto institucional en el hemiciclo de la Asamblea de Extremadura escuchan el himno de España.

Nadie esperaba un Día de Extremadura especialmente reivindicativo ni hostil con el poder central, o con quienes tienen la sartén de España agarrada por el mango. Aquí no hay ni vocación ni aceite para eso. De hecho, el acto ha comenzado con las notas del himno nacional, en versión abreviadísima. Pero ya que, por primera vez, toman la palabra todos los partidos presentes en el hemiciclo, cabría la posibilidad de que se hubiesen puesto de acuerdo en dos o tres cuestiones y las hubiesen defendido con una sola voz.

En lugar de esto, cada uno ha dicho lo que le ha parecido, aunque en el fondo estén de acuerdo en condenar la violencia machista, en lamentar la tragedia de los refugiados sirios, en solidarizarse con los afectados por el incendio de Sierra de Gata y en aspirar a tener una Extremadura mejor. Es decir, se han formulado deseos sin establecer objetivos precisos ni muchos menos un plan de actuaciones, calendarios u hojas de ruta. Como titular más destacado, el presidente Vara ha invitado a organizar un pacto para que Extremadura tenga ferrocarril y ha instado a reinventarse la región.

Según lo visto, el nuevo formato de celebración del Día de Extremadura desactiva las reacciones políticas inmediatas al mensaje presidencial. Como los grupos parlamentarios ya han hablado antes de que que lo haga el presidente, parece que a nadie le interesa lo que sus portavoces opinen del discurso presidencial.

Y hablando de dircursos, el/la portav@z de Podemos, Álvaro Jaén, se pasó toda la intervención utilizando el genérico en femenino: en vez de los extremeños insistía en "las extremeñas", en lugar de nosotros enfatizaba "nosotras" y así. Tenemos tan acostumbrado el oído al genérico en masculino -nosotros, los habitantes de Extremadura- que oírlo en forma femenina nos araña las membranas, también llamadas tímpanos. Pero ocurriría lo mismo si fuese al revés, si habitualmente utilizásemos el genérico en femenino, 'nosotras, el pueblo', y lo escuchásemos en masculino 'nosotros, el pueblo'.

El discurso de Jaén llamó la atención, pero menos por lo que dijo que por la forma en que lo dijo. Y dijo muchas cosas, pero a veces 'las troncas con ramas y hojas no nos dejan ver la arboleda'.


domingo, 30 de agosto de 2015

La noche de 'El Cazador'


José Joaquín Rodríguez Lara

Cincuenta y una - tres - cuatro. Ese es mi récord. No está mal, ¿verdad? Hay campeones con peor historial que el mío. Y nunca me tumbaron, ¡eh!


Bueno, sólo una vez, pero esa no cuenta, porque fue en la calle.


Aunque en mi expediente federativo dice 51 victorias, 3 nulos y 4 derrotas, la verdad es que sólo perdí una pelea. Me robaron dos combates, vendí uno y me vencieron, con toda justicia, en el cuarto. Fue en México. Al 'Negro de Tijuana' le salió aquella noche la pelea de su vida. Me ganó, a los puntos. Parecía que 'El Negro' se iba a comer por los pies a todos los yanquis uno tras otro, pero luego nunca llegó a nada. Según me contaron mucho tiempo después, le rebanaron el pescuezo con una botella de tequila. Salió hasta en el periódico. El destino tiene muy mala leche.



La primera vez que me robaron en un ring fue en París, peleando por el europeo, y la segunda en Frankfurt, en un combate de semifondo. Estaba tan rabioso que me gasté la bolsa en golfas rubias como los soles. Pues ni aun así se me enfrió la sangre. Qué será la rabia, Dios mío, para que abrase tanto.


Y luego está la pelea del chanchullo. La tercera mejor bolsa de mi vida. Tú te preguntarás, ¿por qué se vende un combate? Vaya pregunta más tonta. ¿Por qué será? ¿No te lo imaginas?


No es por dinero. Los triunfos son siempre más rentables que las derrotas. Ganas y te llevan al catre aunque no quieras. Pierdes y te vas a la cama solo.


El combate lo vendes cuando, de repente, se te hace de noche delante del espejo. Una mañana, mientras te afeitas, te miras la pera, esto, mírame a la cara, esto es la pera, el mentón, te miras la pera, digo, y comprendes que, por más que entrenes y por muchos golpes que sigas encajando, ya no volverás a ser aspirante al título. El mañana ya no te llama desde el centro del cuadrilátero; el futuro ya no sostiene el saco para que lo golpees con fuerza; el porvenir ya no te mira con ojos codiciosos desde la primeras filas de ring.

 

El futuro te ha abandonado, se ha ido con tu rival, con ese muchacho que aún no tiene las cejas recosidas ni los pómulos marcados ni la sonrisa rota en una mueca de vinagre. Dicen de él que es el campeón del futuro y tú..., tú ya sólo eres pasado. Un pasado que está escrito en tu piel: cicatriz sobre cicatriz. Fundido en los recuerdos atascados en tu memoria: golpes, combates, rivales... Impreso en el cuentabatallas de tu historial: 51 - 3 - 4. No está mal, ¿eh? Hay campeones con peores números. ¿No te parece?


Así que un día, por última vez, te ofrecen la pelea de semifondo, te garantizan una buena bolsa y dicen que van a presentarte con honores de campeón. Cierto es que estuviste a punto de serlo, pero no lo fuiste y ya nunca tendrás el cinturón. Lo que sí tienes es una poca familia, algunas necesidades, bastantes deudas... Y aceptas; maldiciéndote, pero aceptas.


Para esa pelea te preparas como siempre, pero subes al ring como nunca habías subido. Quieres que todo acabe rápidamente, incluso antes de haber empezado. Ya en tu esquina, saludas levantando los puños mientras muerdes con furia la goma del protector. Muchos te aplauden, porque les gusta el boxeo y te conocen: eres 'El Cazador' y tienes dinamita en el crochet. Pero la mayoría te abuchea, porque no quieren que le aflojes las tuercas y trunques la carrera del niño bonito, del campeón del futuro que sonríe como un idiota en la otra esquina.


Él no sabe nada. No le pueden decir que el combate está amañado. Seguramente nunca llegue a saberlo. Si le dijesen lo que hay, no se esforzaría lo suficiente. Y si lo supiera y fuese un hombre de los que nos vestimos por los pies, se quitaría los guantes, se iría a su casa y no volvería a pisar el gimnasio.


¿Sabes?, es más fácil pelear para ganar que para perder. Cuando combates por la victoria, echas todo lo que tienes y hasta lo que no tienes. Metes un huevo en cada guante y te lías a hostias con el otro sin miramientos ni preocupaciones. En cambio, cuando peleas para perder... Sólo me ocurrió una vez y lo pasé tan mal que no lo volvería a hacer.


Allí, delante de ti tienes a un tipo al que debes dejar que te pegue, pero no tanto que parezcas un paquete. Tú todavía tienes un nombre, eres Young Ribera, 'El Cazador', y tienes que seguir viviendo de tu prestigio. Mientras cavilas como le dejas que te pegue sin que se note que lo estas dejando, el tipo te arrea y te acorrala, hasta que te das cuenta y arremetes contra él llevándolo contra las cuerdas. Entonces, los de su rincón se asustan. Sospechan que te niegas a perder y temen que saques la marra y le aplastes la cabeza al muchacho con un crochet. A tu preparador le entra el pánico: cree que te has vuelto loco y quieres ganar por K O. El miedo llega hasta las sillas de ring. Hay demasiado en juego para no ser una pelea por el título.


Y así un asalto tras otro, escenificando un combate de mentira con mamporros de verdad, fajándose para disimular y reducir la potencia de los golpes.


En todos los deportes hay que saber perder, pero en el boxeo, en el noble arte de las doce cuerdas, hay que saberlo muy bien. La gente paga por ver boxeo, no una obra de teatro. Esto no es la lucha libre: la gente quiere sangre de verdad, golpes de verdad y kaos de verdad.

 

Si no ofreces suficiente resistencia, el público te abronca y te pueden retener la bolsa. Si te tiras a las primeras de cambio, la gente grita ¡tongo, tongo, tongo! y también corres el riesgo de perder el dinero. Sobre todo si eres 'El Cazador' y nunca perdiste por K O. Pero a nadie le gusta poner la pera para que, de verdad, lo encierren en la habitación del sueño. El K O no es bueno; ni para la cabeza, ni para el hígado, ni tampoco para el bolsillo.


¿Cómo se hace entonces para dejarse ganar sin que se note? Hay trucos. La gente del gimnasio, los viejos preparadores que nunca salen en las noticias, se los saben todos. Yo te enseñaría alguno, pero entre que tú ya no lo necesitas y que empieza a amanecer... Ya mismo están revisándonos el equipaje otra vez. Tú no te preocupes, que yo les explico lo tuyo.


Lo mejor es perder por inferioridad, por lesión. Un K O técnico. Si se te hinchan los párpados, si echas sangre por la boca o por el oído, si se te rompe un hueso..., todo eso es bueno. Lo mejor es algo que te impida terminar el combate. Cualquier cosa vale si no se pone en duda la superioridad del niño bonito ni tus redaños. Te ganaron, pero perdiste por lesión. Mala suerte. No eres peor boxeador que tu rival. Algunos de tus seguidores hasta esperarán una revancha, pero eso no...


Ya están aquí los del uniforme. No te preocupes que yo les explico. Te dicen Boronía, ¿verdad?, pero te llamabas... ¿Paniagua, no? Bueno, no te muevas, yo me las avío.


Señor funcionario, tengo que decirle que mi compañero 'El Boronía' está presente, pero no puede levantarse esta mañana. No es que 'El Boronía' esté malo. Sólo se ha muerto. La palmó anoche, al poco tiempo de cenar. Le hice tres cuentas de protección y no dio en sí. K O irremediable. Ahí está el hombre, tieso en la lona. En su litera, se entiende.

 

No les avisé antes por no fastidiarles la noche, mayormente, y porque él me había visto pelear en el circo Price y tenía mucho interés en que le contase mi vida. Ya sabe usted, los combates del Campo del Gas, mi gira por América y todo lo demás. Pero como 'El Boronía' se me ha muerto sin avisar, o lo hacía esta noche o ya no iba a poder ser nunca más.


La pena es que mi vida es tan larga que no me dio tiempo a contársela entera al 'Boronía'. ¿Puedo seguir contándole lo que falta? Es que me queda todavía lo de Las Vegas, que es lo más interesante. La noche que Young Ribera, 'El Cazador', o sea, mi menda, puse patas arriba al 'Apache'. Y mi despedida, en Barcelona, claro. Otra noche inolvidable...


Bueno, bueno, sin empujar. Hay días que ni en su celda puede estar tranquilo uno.