miércoles, 31 de octubre de 2012

- Para los programas radiofónicos de información deportiva
los hombres tenemos 'nuestras partes'; las mujeres, no.
Ellas son punto y aparte.

(Publicada en Facebook el 31 de octubre del 2012)

viernes, 26 de octubre de 2012

La limosna pone freno a la justicia 
porque la Justicia no pone freno a la limosna. 
(Publicada en Twitter el viernes 26 de octubre del 2012, por la tarde, y en Facebook, el lunes 29, por la noche)

jueves, 11 de octubre de 2012


Publicidad engañosa

José Joaquín Rodríguez Lara

"¡¡¡Niñaaaa, las bragas. Las bragaaasss, niñaaaaa, las braaaaagas!!!". Ante semejante aviso, uno se siente en la obligación de aguzar la vista y buscar entre la multitud. Pero nada, no hay rastro ni de la niña que camina en ropa interior ni de alguna muchacha a la que le haya estallado el elástico y arrastre por el suelo tan delicada prenda. Ni siquiera se ve a alguna moza que exhiba más telilla del tanga de la que la extinción del pudor aconseja. "¡¡¡Niñaaaaa!!!" Vuelve a gritar el centinela de la lencería, pero por más que mira uno sólo ve señoras de cierta edad, orondas en su mayoría, que arrastran el carrito de la compra como si estuviesen uncidas a él por las correas del destino. "¡¡¡Las bragas, niiiñaaa!!!". 

Definitivamente, como alguien publique un diccionario 'Del Mercadillo al Lenguaje Normal y del Lenguaje Normal al Mercadillo', se forra.

martes, 9 de octubre de 2012

Voces de color

José Joaquín Rodríguez Lara


Con siete años era un niño prodigio, con dieciséis, un joven virtuoso, a los dieciocho, una gran promesa y a los diecinueve, cuarto y mitad de músico. La guillotina del taller de encuadernación en el que trabajaba a deshoras, con la esperanza de poder costearse unas lecciones de perfeccionamiento en Milán, le hizo rodajas la mano diestra mientras tamborileaba distraídamente el bolero de Ravel sobre un rimero de folios. Fue terrible. Pasó directamente de interpretar a los clásicos a empeñarse en plagiarlos. Durante varios años se hundió en la composición de piezas difíciles de valorar. Nadie las quería. 
Finalmente estrenó su ‘Opus número 13, serenata para una mano’. La izquierda. El concierto tuvo lugar en la famosa Sala Mercantil, de Badajoz, y fue todo un éxito. El público, embebido en las copas y absorto en las conversaciones a pie de barra, ni siquiera cayó en la cuenta de que al pianista de aquel viernes le faltaba una mano. Esa noche conoció a Olga. Se presentó ella misma. “Me llamo Marifé”, dijo la joven, “y estudio segundo de piano”. Olga, de nombre artístico Marifé, le dio con creces lo que él necesitaba: una mano diestra para cabalgar el teclado, y otra, ‘La Sorda’, para pasar las hojas de la partitura. Fue una etapa de fecunda colaboración entre ambos artistas. Él empezó a componer nocturnos, marchas y adagios para dos manos dispares, y ella se quedó embarazada. Varias veces.
Lo dejaron cuando el saxofonista de color Never White, natural de La Martinica y bastardo de un predicador protestante, a pesar de apellidarse blanco, reclamó la paternidad de las tres estrellas que Olga había alumbrado entre marchas, nocturnos y serenatas precedidas de arrebatados adagios. Sin duda, Olga había sido pervertida por Marifé, la artista ambidiestra a la que el pianista manco le permitía cualquier cosa con tal de que le dejase tocar en paz.
Desoyendo las airadas protestas de su progenitor, Never estaba empeñado en montar un cuarteto de voces negras, o al menos mulatas, como él, en la capilla que el padre White regentaba en la quinta de Santo Antonio, ferigresía de Los Reguengos, esquina a Monsaraz. Para escarnio del pío arrepentimiento paterno, el rastro de tan familiares pecados había guiado a Never hasta el resignado corazón de Portugal. El saxofonista mulato tenía olfato de pistero africano y nunca perdía un rastro de sangre. Sobre todo si la sangre era propia.