viernes, 29 de junio de 2018

Lopetegui y el gazpacho de La Roja


José Joaquín Rodríguez Lara


Julen Lopetegui Agote, entrenador del Real Madrid, cumplirá 52 años el 28 de agosto pero, a pesar de que ya no es un mostrenco, no deja de crecer.

Su figura se agranda en esta segunda quincena de junio, como si estuviera dando el estirón propio de un mozalbete. Un estirón descomunal.

Y todo ello debido al mal juego que la selección española de fútbol está realizando en el Mundial de Rusia. España ha quedado primera en su grupo clasificatorio y se encamina por la ‘parte blanda’ del cuadro de enfrentamientos. Pues ni así. No convence. La Roja es un desastre. Y no daba esa impresión semanas antes de que comenzase el Mundial.

Parece que a La Roja se le ha pasado el tiempo de sazón. Pero se le ha pasado en muy pocas horas. Era una fruta apetitosa, roja brillante, y ahora parece un tomate pocho. El mal color de su juego pone el foco sobre diferentes personajes de su entorno.

Luis Rubiales es el primero de ellos. No es imposible que España gane el Mundial, pero es muy improbable que Rubiales se gane el respeto del mundo por haber despedido al seleccionador Lopetegui para sustituirlo por el no seleccionador –puesto que no ha seleccionado- Fernando Hierro. Ebrio de soberbia, Rubiales tomó una decisión desastrosa, tanto en lo deportivo como en lo económico, para La Roja, para la Federación y para él mismo.

Fernando Hierro también resalta en este mar de sombras. Lleva cuatro días al frente de la Selección y ya ha demostrado que es más testarudo que entrenador. En los museos hay fósiles con más agilidad que Hierro a la hora de intentar poner remedio a los problemas que brotan entre el césped.

De Gea no para; Silva no corre; Carvajal no defiende; Iniesta no tiene fuerzas para 90 minutos; Diego Costa no recibe balones y Fernando Hierro… Hierro gesticula mucho, pero, por lo visto hasta ahora, no está para el banquillo. Si acaso, para los despachos.

Más allá de su deplorable estado de forma, ¿se le ha olvidado jugar a los futbolistas españoles? Ramos, Iniesta, Piqué, Alba…, ¿han dejado de repente de ser primeras figuras mundiales? No lo creo, pero lo parece. Se han desinflado. A su lado, los jugadores de Irán (perdieron sólo por 1 – 0) y de Marruecos (se adelantaron dos veces en el marcador y terminaron empatando 2 – 2) parecen genios.

Todo ello conforma un gazpacho con demasiada miga, excesiva cantidad de agua, bastante vinagre, mucho tomate y casi nada de aceite ni de sal. Eso sí, servido en una cazuela de diseño: el VAR.

Y en esta situación no deja de agrandarse la figura de Lopetegui. Un técnico que lo mismo se estrella como entrenador del Real Madrid y dura dos teledelirios en el Bernabéu, pero al que en Rusia se le echa de menos. Julen Lopetegui no gesticulaba tanto como Hierro pero, al menos, hacía cambios.


(Quincuagésimo tercer artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 26 de junio del año 2018.)



Arrepíos y bombazos


José Joaquín Rodríguez Lara


Se equivocó el gran Zinedine Zidane. Se equivocó mucho. Nunca debería haber abandonado los mandos del avión merengue en plena maniobra de aterrizaje.


Se ha equivocado Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. Debió manejar con mucha más prudencia y precisión los ingredientes de la bomba que preparaba para que no le estallara entre las manos. Nada hay más peligroso, nada, que almacenar juntos el cebo y la carga explosiva. Sobre todo cuando el cebo o detonador es eléctrico o electrónico. Sin duda, Florentino ha suspendido el cursillo de artificiero.


También se ha equivocado Julen Lopetegui, ya exseleccionador nacional de La Roja. Como explosivo en manos de Florentino, a Lopetegui le ha faltado estabilidad, algo muy importante y apreciado en la goma 2 y otros plásticos. Lopetegui le podría haber dado a Florentino Pérez un sí condicionado a que terminase el Mundial, confiando la preparación de la próxima temporada del Real Madrid a los expertos servicios del club.


Por lo que se ve, Luis Rubiales, nitroglicerina pura, sin goma ni nada que la estabilice, no necesita ni cebo ni detonador para estallar y llevarse por delante lo que encuentre. No sólo se ha equivocado, sino que ha demostrado que, o cambia, o no sirve para el cargo. Pasando por alto si la Federación Española de Fútbol, y por lo tanto su presidente, sabía o no sabía que Florentino Pérez preparaba una bomba, Rubiales nunca, jamás, en ningún caso debería haber puesto su cara y su soberbia herida por encima de los intereses de la Federación, de la selección y de las ilusiones de millones de aficionados al fútbol. Rubiales no ‘ha metido la pata hasta el corvejón’, la ha metido hasta la mollera. Y la suya se ve desde lejos.


Igualmente se equivocó Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, al suponer que coronaba la tarta de su Gabinete con la guinda de Màxim Huerta. Pero Màxim, ministro de Cultura sin idea de Deportes, no era una guinda confitada. Era un petardo y le ha estallado a Sánchez entre las manos.


Y se equivoca Màxim Huerta cuando asegura que es inocente. No lo es. Es culpable. Hay una sentencia de mayo del 2017 que así lo asegura. Se equivoca, y mucho, cuando quiere hacernos creer a todos que hizo algo que era legal y que hacía todo el mundo, pues ni era legal –parece que la investigación de sus andanzas se remonta al anterior Gobierno socialista- ni lo hacía todo el mundo. Y tampoco acierta cuando insiste que se va para no ser devorado por “la jauría”, salvo que en “la jauría” incluya al presidente Pedro Sánchez que, en una situación de inestabilidad parlamentaria extrema, difícilmente podría mantener en un gobierno presentado como impoluto a un ministro condenado por fraude fiscal.


Màxim se queda sin cartera, pero siempre le quedarán París, una ciudad maravillosa, y Ana Rosa Quintana, mujer encantadora, de la que fui compañero de aula cuando Alfonso Rojo, reportero entonces del Grupo 16, la llevaba en vespa a la facultad de Ciencias de la Información, en Madrid.


Hasta aquí ha llegado, por ahora, esta cadena de explosiones por simpatía, que así se denominan a las que se suceden por actuar cada estallido como cebo o detonador de la siguiente explosión, según me enseñaron durante el servicio militar en un estupendo curso de explosivos. Casi una ciencia.


¡Ah!, arrepíos es una expresión muy extremeña que define, de forma bastante gráfica, las reacciones repentinas, irreflexivas, cambiantes y no poco explosivas de algunas personas. Si la busca en el diccionario no la encontrará, pues la Real Academia Española no la reconoce, ya que arrepío es una palabra que no tiene quien la escriba. Al menos en los textos que suelen leer quienes tienen sillón y letra en la Docta Casa.



(Quincuagésimo segundo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 14 de junio del año 2018.)




lunes, 25 de junio de 2018

Como perro perdido


José Joaquín Rodríguez Lara


Ahítas de tu voz,
las olas;
ebria de tu piel,
la arena;
cegado de tu luz,
el sol;
huérfana de ti,
la ausencia.
Por el río
de los vientos,
¿llegarán al mar
mis letras?
Allí donde la sal
se hace cielo,
donde el horizonte
se desnuda
en enaguas

de encaje,

en espumas
de blonda,
allí donde la eternidad
se reinicia
a cada instante,
donde se muele
el tiempo
en el afilado reloj
de las mareas,
puñales
del paisaje,
allí, palabras 

desveladas,
barquitas
de papel,
palomas
sin remite,
trompetas
sin alas,
allí mi voz
persigue tu huella
como perro
perdido
que buscase
su casa.
Pero ¡qué lejos el mar
y qué larga la senda!


(De mi poemario 'Poemas sin libreto')


martes, 19 de junio de 2018


Recolocadoras de alimentos


José Joaquín Rodríguez Lara


¿Por que no se les exige tener carné de manipulación de alimentos a esas personas (mujeres de cierta edad en su mayoría) que van al mercadillo no a comprar verduras, sino a recolocarlas?


Media hora manoseando seis kilos de tomates, tres de pepinos y dos de pimientos verdes para, al final, llevarse un manojo de zanahorias, una coliflor y un kilo de papas.


¡Ah!, y me pones también un manojo de cilantro, de presta y de perejil. ¡Gracias, hermoso!


sábado, 9 de junio de 2018

Pedro y cambia España


José Joaquín Rodríguez Lara


No se había visto algo igual desde el primer gobierno de Don Pelayo, allá por el 750 después de Cristo. Una expectación como la despertada por el Gabinete de Pedro –lo de Sánchez hay que dejarlo en la percha, como se hizo con el González de Felipe- no se estilaba. Iván Redondo, el ‘octavo consejero de Monago’, el demonio para los socialistas de provincias, de las dos, ha organizado una puesta en escena que ni José Tamayo en el Teatro Romano de Mérida. Sólo han faltado los caballos, crines al viento, piafando durante las respectivas tomas de posesión.

No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar, canta el gran mexicano Vicente Fernández. Y Pedro parece que lo sabe. ¡Vaya si lo sabe! Se ha echado a los medios con todos los ingredientes que exige una irrupción estelar: atrevimiento, sorpresa, chulería, oropeles… Hasta un astronauta ha puesto sobre el escenario para que no falte de nada en el espectáculo.

Ante tamaño despliegue, buena parte de la ciudadanía está embobada. “Es un Gobierno de mujeres”. “Es un Consejo de Ministras”...

Bueno, en realidad es un Gabinete paritario: 61,1% de mujeres (11) y casi 39% de hombres (7). Porque Pedro también es un hombre, ¿no? Y no sólo forma parte del Gobierno, como sus seis ministros hombres, sino que lo preside y lo dirige. A estas horas podría estarlo dirigiendo una mujer, Susana Díaz, pero Pedro se lo impidió.

De todos modos hay que aplaudir que en el Gobierno haya más mujeres que hombres. El hecho de que las mujeres sean mayoría en el Gabinete no garantiza el éxito de la gestión gubernamental, pero abre una brecha en la muralla política para que entren las mujeres que están fuera de la cosa pública. Una de las tareas de cualquier ministra debe ser flanquearle el paso a las que aún no han podido atravesar la muralla.

Por fin alguien, y ha tenido que ser Pedro, decide pasar de la monótona prédica transversal en valores feministas a sembrar el trigo de la igualdad. ¡Ya era hora!

Con todo, ignoro si este es el mejor Gobierno que podría haber formado Pedro. A fin de cuentas, en Hacienda sólo hemos pasado de Montoro a Montero. Y lo ignoro por la sencilla razón de que no sé qué cartera le ofreció Pedro al señor Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura. ¿A qué ministra o ministro quitamos para darle su cartera al señor Vara? Porque no es lo mismo quitar a Nadia Calviño, ministra de Economía, para poner a Vara, corriendo el riesgo de que el Presupuesto no se ejecute, que sustituir a Màxim Huerta, ministro de Cultura sin Deporte, por el deportivo señor Vara.

Guillermo Fernández Vara escribe mucho, pero nunca venderá tantos libros como el ministro de Cultura, por la sencilla razón de que no tiene silla propia en el programa de Ana Rosa Quintana. Al contrario de lo que le ocurre a Màxim Huerta, al señor Vara sí le gusta el deporte. Ha sido directivo, ha publicado en el diario Marca… En fin, que si el señor Vara fuese ministro de Cultura, el Gobierno de Pedro tendría mucho más peso. Más peso en Deporte. Para que también lo tuviese en Cultura, Pedro tendría que haber nombrado ministro a ‘Cerebro’ González, un extremeño que por equivocación de la cigüeña nació en León y que es buen escritor y exfutbolista del Madrid, del Badajoz y del Mérida, aunque habitualmente no salga en la televisión.


(Quincuagésimo primer artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 9 de junio del año 2018.)


El misterio de Vara


José Joaquín Rodríguez Lara


Cuenta Guillermo Fernández Vara, y seguramente es verdad, aunque mucha gente no se lo crea, que Pedro Sánchez le ha ofrecido un ministerio importante y él lo ha rechazado porque tiene “un pacto eterno” con los extremeños. El cielo nos asista.


Lo digo por lo de la eternidad, no por el pacto.


Vara ha actuado con sensatez y hasta con modestia en este caso. No están las cosas en España como para tirar cohetes y ¿para qué aceptar trabajo fuera, con todo lo que falta por hacer en casa?


El PSOE nunca ha sido muy propenso a poner carteras ministeriales en manos de personas nacidas en Extremadura.


Como ya tengo cierta edad, no recuerdo que Felipe González tuviese ministros extremeños. José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que se deshizo de sí mismo, nombró ministra de las soluciones habitacionales a María Antonia Trujillo, y ministro de Trabajo al valverdeño Celestino Corbacho, que salió de Extremadura con pantalón corto y regresó de tiros largos y renegando de su cuna.


Unos años antes, con la Unión de Centro Democrático (UCD), Adolfo Suárez había nombrado ministros a Enrique Sánchez de León y a Alberto Oliart; también tuvo cartera ministerial Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona, de ascendencia extremeña. Y, ya puestos, el pueblacorecense Antonio Hernández Gil presidió las Cortes Constituyentes, en el inicio de la Transición a la democracia y, años después, el emeritense Juan Ignacio Barrero presidió el Senado.


Ella y todos ellos desempeñaron altas funciones estatales sin que en la región se notase; cuando dejaron el poder, Extremadura siguió donde estaba: tan cerca de África y tan lejos de Europa.


Lo mismo ocurriría, supongo, si Vara hubiese aceptado la propuesta del presidente Sánchez. Afortunadamente ha podido elegir entre la cartera y los donuts y ha decidido quedarse quieto, en casa, para tranquilidad de doña Susana Díaz, adversaria de Pedro Sánchez en la disputa por la secretaría general del PSOE. Una Susana de la que Vara fue aliado. En tiempos.


Un Vara con cartera podría hacernos sospechar que Sánchez había logrado darle una vuelta más a la tuerca del divide y vencerás. Pero Pedro Sánchez ya ha vencido -a Susana, a Rajoy y al diablo de los pactos-, así que lo de Vara, más que un ministerio es un misterio.


No va a ser fácil conocer la historia y, sobre todo, la intrahistoria de esta fallida ministeriación, de la que Vara presume en su blog pregonando que lo han sacado a bailar y él ha dicho que no.


¿Vara ministro de Sanidad exportando a toda España el modelo sanitario extremeño, con sus ambulancias, sus listas de espera disuasorias y su canesú? ¡Cosas tenedes, mio Pedro, que farán fablar las piedras!

(Quincuagésimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 6 de junio del año 2018.)



- La fetidez es directamente proporcional
a la cantidad de incienso que arde en el pebetero.