sábado, 18 de diciembre de 2010


Hasta el gorro

José Joaquín Rodríguez Lara


JUNTO a la carretera de Badajoz a Cáceres, en un huerto de La Roca de la Sierra, hay un espantapájaros. Lo digo porque el espantapájaros es una especie en vías de extinción -aunque, hasta no hace mucho, abundaba en un ecosistema agrario que también se encuentra en las últimas-, así que ha desaparecido de muchos sitios, a golpe de informática: los CD colgados de los árboles. Una vez muerta la cabra, el chivino se desteta solo. Al espantapájaros roqueño lo han alumbrado llenando con paja, u otro material liviano, una especie de mono o chándal entre gris y azul. No sé. Desde la carretera y en plena curva no lo distingo bien. Como no se mantiene en pie por sí mismo, lo tienen sujeto por el pescuezo a una estaca clavada en el suelo, detrás de su espalda. Sin pipa ni sombrero, adminículos casi imprescindibles en el uniforme del clásico espantapájaros, y con la cabeza inclinada hacia delante, me recuerda al Pascual Duarte, de Cela, ejecutado a garrote vil en la prisión de Badajoz.

Alguien dirá que es una estampa de 'la España profunda', pero no, porque 'la España profunda' ya no está en Extremadura. Se ha mudado a Cataluña, lo que no deja de ser un sarcasmo. Por lo de profunda. En Olot (Gerona) se ha conocido, en 25 días, el asesinato de 15 personas, seis más de las que murieron en Puerto Hurraco por disparos de los hermanos Izquierdo. Al menos once parece que fueron envenenadas en un geriátrico, confiesa su presunto asesino -un celador-, y las otras cuatro han muerto tiroteadas por un albañil víctima de la crisis económica y de las triquiñuelas empresariales. Hasta le sobró munición. Los Izquierdo tardaron años en cebar con suficiente odio los cartuchos de sus escopetas, pero en Cataluña se ve que tienen prisa para todo.

El espantapájaros de La Roca está solo, cabizbajo entre las hortalizas, y tal vez ignore que, pocos kilómetros más allá, se realizan trabajos de conservación en la carretera Cáceres-Badajoz; para mantenerla como reliquia 'comunicacional' entre capitales de provincia y que no desaparezca, por falta de uso, ni se convierta en autovía por una alegría presupuestaria. En España, el dinero y el trabajo empiezan a ser un recuerdo. Lejano. Antes, cuando los viajeros llegaban a las obras de mantenimiento de las carreteras eran recibidos por un operario -el más veterano o el más inexperto o el más flaco o el más gordo, casi siempre el más bajo y siempre el más 'renegrío', vamos, el más de todos- que anunciaba el peligro, pedía prudencia y regulaba el tránsito circulatorio entregando un palito al último de la fila. Ahora no. Ahora nos alerta un operario tan alto y de tez tan clara que parece nórdico. Suele agitar sin descanso una bandera roja. Se le ve desde lejos y uno piensa: «Qué profesionalidad, qué afición al trabajo, qué poderío. Ese tío no se cansa de hacer señales».

No se cansa porque no fuma. Es otro espantapájaros, un esqueleto metálico vestido con un mono reflectante en amarillo. No es una señal de stop ni un semáforo ni un surtidor de gasolina que habla; es una máquina con apariencia de persona debido, seguramente, a que con la apariencia basta para que cumpla su función. El 'tío' está electrificado y agita la bandera como un poseso a cada chute de voltios. Al final de la obra hay otro exactamente igual. Esta clase de espantapájaros no sólo no está en vías de extinción, sino que es una plaga espantosa. Cada día hay más y, como todas las especies invasoras, se apodera del ecosistema y termina dejando sin comida a los especímenes autóctonos. ¿A cuánta gente envía al paro cada uno de estos espantatrabajadores? ¿A uno, a dos, a cuatro, a más? Me duele que, en plena crisis de manos vacías en los bolsillos, se empleen artilugios que atentan contra el empleo. No emplee usted a un 'mádelman' con banderita, dele empleo a una persona de bandera. Y me indigna que no solo se le dé apariencia humana a una simple máquina, sino que hasta la engalanen con un gorro de Papa Noel para celebrar la Navidad, mientras que hay parados que no se imaginan como podrán espantarse la penuria para volver a tener alguna noche buena.

sábado, 11 de diciembre de 2010


Unión de consumidores

José Joaquín Rodríguez Lara


LA escasez de azúcar causa miedo. No es un descubrimiento científico realizado con ayuda de la Nasa y la presencia, testimonial, de un investigador español (catalán para más señas), es una noticia periodística de ayer, de hoy y de mañana. Algunos supermercados portugueses están racionando la venta de azúcar debido a que 'el oro blanco' escasea -al parecer en Portugal existe un problema de refino y, consiguientemente, de distribución- y las amas de casa lusas compran azúcar aunque no la necesiten, no vaya a ser que se acabe y no puedan cocinar sus bolachas y pasteles navideños, con lo que agravan el problema y acentúan el racionamiento. Es la 'burbuja del azúcar', se compra al precio que sea aunque no se precise; algo así como el 'globo inmobiliario' que nos hundió en el lodazal de la crisis, pero en dulce y sin hipoteca. Aunque, eso sí, engorda.

El azúcar siempre fue un producto muy sensible. Durante los tiempos del estraperlo -si el asunto no le suena, es inútil que lo busque en la Wikipedia, pues el estraperlo o se sufrió o es difícil de comprender- y las cartillas de razonamiento -más de lo mismo-, regalar medio kilogramo de azúcar era un gesto de extrema generosidad o de miseria extrema, que los extremos se tocan como puede verse, y más en Extremadura. Había familias que tomaban el café -la achicoria- a palo seco para regalarle a la señorita, al amo, a los de la 'casa grande', a los dueños del cortijo, en definitiva, el azúcar que se ahorraban en cada sorbo. Endulzar el paladar de los ricos, aún a costa de la amargura propia, siempre fue una propensión común entre la más común de las gentes.

Los dueños de Cuba -que no es una isla, sino un azucarero con forma de lagarto verdinegro- los amos, los hermanos Castro -que son lagartos verdinegros aislados en su amargo desvarío revolucionario-, le racionaban el azúcar a las muchachas quinceñas que soñaban celebrar con un pastel su fiesta de los 15 años, un hito con gran predicamento tanto en el Caribe como en otros lugares de Latinoamérica. Lo paradójico es que, hasta en el país del ¡asúcar, Selia, asuquita!, escaseaba el dulce que tanto se pregonaba.

Un dulce que en Badajoz fue utilizado por alguna gran superficie (ya he empezado a leerlo, Pilar) como gancho para atraer clientes; muchos de ellos, portugueses, que llegaban en masa a comprar azúcar a mitad de precio. Una gran operación de mercadotecnia. Por las cajas registradoras salían carritos rebosantes de dulzor camino de los hogares previsores. Ahora engordan la clientela con bonificaciones en el precio de los carburantes, pues a pesar de abaratar el azúcar, algunos maridos iban a comprar a regañadientes, pero bajando el precio de la gasolina, los hombres empujan con entusiasmo el indómito carrito del híper aunque a la mujer le salgan el ¡asúcar! y la salsa hasta por los andares, como si fuera Celia Cruz.

Es de suponer que el racionamiento del azúcar en Portugal acreciente el número de vecinos que cruzan la raya para aprovisionarse en España de bacalao, de gasóleo y de otros productos de primera necesidad. Extremeños y alentejanos tenemos un objetivo común: llenar el carrito de la compra. El consumo está haciendo más por la unidad ibérica que todas las declaraciones políticas. Temo que los portugueses descubran la dulcería de Marabé. A partir de ese día no los echarán de Barcarrota ni la Guardia Civil. Los mejores merengues tienen los días contados. Y no es por el Barça.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Periodista desaprovechado

José Joaquín Rodríguez Lara


Escucho al periodista Jaime Peñafiel en la radio y me reafirmo en una profunda convicción: ¡qué mezquino es este país! Tenemos a la persona actualmente mejor preparada (por su conocimientos de las casas reales, de su historia, del protocolo, de sus fiestas y por su dominio de la diplomacia) para ejercer la dignidad de princesa de Asturias y ahí está, trabajando de tertuliano en la radio. ¡Qué mala es la envidia!

sábado, 20 de noviembre de 2010


Por la revolución

José Joaquín Rodríguez Lara


LA antigua pregunta '¿estudias o trabajas?', tan usada hace años en ciertos abordajes, es ya un fósil: si estudia es porque no tiene trabajo, carajo. Ahora hay que preguntar ¿tuiteas, feisbuseas o tonteas, en el Tuenti?

Si ya sabe de lo que hablo y, además, chatea con cierta asiduidad, está usted a la última. Pero si no fuera así, cosa que dudo mucho, a la vista de la explosión cibernética que zarandea a la humanidad, no se preocupe. Aunque Zapatero no pudiera aprender economía en dos tardes -ya se ve-, usted, en tarde y media, puede convertirse en usuaria o usuario apto para navegar por las 'redes sociales'. Basta con que se lo proponga.

Son el antepenúltimo grito en materia de cháchara, una gigantesca marmita en la que bullen pensamientos, canciones, vídeos, datos, jadeos, juergas y soledades. Las 'redes sociales' conforman una tertulia a nivel planetario en la que todos los tertulianos hablan a la vez y, a veces, se escucha a algunos. Como hacen la Patiño y cía. No hay grupo de presión ni empresa ni político ni profesional ni profesor ni corista ni cantante que se precien de serlo y no tengan, directamente o por persona interpuesta, una presencia activa en las 'redes sociales'.

Hasta la reina de Inglaterra, doña Isabel II, está en el cogollo de la telaraña. Hace unas semanas se abrió una cuenta en 'feisbu' y pocas horas después ya eran 60.000 los feisbuseros que le habían rendido pleitesía. Es que la familia real británica es muy moderna y se enorgullece de estar al día en lo que a las nuevas tecnologías de refiere. El año 2008, la reina debutó subiendo un vídeo a YouTube durante una visita a las oficinas de Google. Al año siguiente se creó la cuenta de la monarquía británica en Twitter, así como otra cuenta real en Flickr, y este año ha entrado en Facebook. ¡Para que luego digan que si la abuela Isabel fuma!

Todas las redes sociales -y hay muchas- son, básicamente, iguales: sirven para comunicarse con personas atrincheradas tras el biombo del ordenador; estén al otro lado del mundo, o en su propio mundo, encerradas en la habitación de al lado. No obstante, hay sutiles diferencias entre ellas.

Tuenti, por ejemplo, a la que se entra por invitación, tiene un público preferentemente juvenil y en sus 'vericuentos' proliferan los jjiji y los jojjo, aunque lo que más abunda es la forma jjejje, sin echar de lado al jjajjja. También hay muchas fotografías y te avisa del cumpleaños de los amigos y de sus 'eventos', entre otras cosas útiles.

Facebook es una red con más nudos, que facilita muchísimo las relaciones sociales a distancia y participa, al mismo tiempo, del tonteo, del cotilleo y del choteo entre colegas. Es una red francamente divertida, cuando no hay nada más sabroso que hacer.

Twitter es muy útil y muy seria. Un pestiño. No faltan tuiteros afanados en decirle al mundo que tienen sueño, deseos de comerse un helado o que se van a la playa, pero en Twitter están grandes profesionales y líderes mundiales, desde Obama a Bill Gates, pasando por Liz Taylor, Oprah Winfrey, Fernando Alonso, Mister Chip, el Dalai Lama, CR7, Fernández Vara, que también está en Facebook, 'la Kirchner, (Cristina Fernández de), Kaka, Sergio Ramos, Roselyn Sánchez y Eva Longoria -que tuvo la delicadeza de anunciarnos personalmente a todos sus seguidores que se divorcia-, y por supuesto el comandante Hugo Chávez, jefe de Venezuela. Él habla poco, pero eso sí, sus fans no paran. «Compañeros, por la revolución, por el pueblo, contra el imperialismo, hasta la victoria, siempre».

Por eso estamos en las 'redes sociales'.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Plano de la película 'Atraco a las tres', obra maestra de José María Forqué. En la imagen, de izquierda a derecha,
se ve a los actores Agustín González, Manuel Alexandre, José Luis López Vázquez, Casto Senda (Cassen),
Alfredo Landa y Gracita Morales.


De película

José Joaquín Rodríguez Lara


A veces veo muertos. Y no es que sea vidente ni consuma alucinógenos. Es que, a veces, los muertos, como Berlanga, como Manuel Alexandre, como Lemond, como Agustín González, y como tantos otros grandes actores y directores me devuelven a la vida, a lo que ha sido mi vida hasta hoy. Hay muertos con una vitalidad increíble.

sábado, 6 de noviembre de 2010


El orden de los factores

José Joaquín Rodríguez Lara


Me gustan las palabras. Resulta raro, ya lo sé, pero no me importa. Será cosa de la edad. Para mí lo raro es aprovechar el fin de semana para lavar el coche; y no sólo hay muchos conductores que sistemáticamente ejecutan este rito de fervor profano, sino que buena parte de ellos llevan al lavadero a la familia –cónyuge y criaturitas– e incluso al perro. La familia que lava unida, permanece unida, que a las comidas familiares las carga el diablo de las malas digestiones.

Las palabras marcan épocas. Son como capas arqueológicas que se depositan unas sobre otras, poniéndole fecha a los días. Si le hablan de ‘la carrera de Indias’, no piense en jóvenes de pies ligeros y con trencitas, sino en galeones cargados de oro; y si es ‘la pertinaz sequía’, sepa que el asunto se remonta al Cuaternario franquista. Los del ‘búnker’ salieron a relucir cuando el franquismo político y sociológico desempolvó los cuarteles para defenderse de la democracia que se le venía encima. El poder, incluso el dictatorial, se ejerce muchas veces a la defensiva. En fin, el ‘consenso’ lo inventó Suárez; la ‘cohabitación’, Chirac; ‘la Quinta del Buitre’, el periodista Julio César Iglesias; el ‘Drin tin’, Cruyff; ‘el miedo escénico’,Valdano; ‘los galácticos’ es una palabra valenciana que le han colgado a Florentino, pero el ‘talante, talante’ lleva la firma de Zapatero,y el ‘apalancamiento’ se hizo famoso con la crisis, como‘los brotes verdes’...

¿‘Brotes verdes’?, pero ¿hubo alguna vez ‘brotes verdes’? ¿Se mustiaron, como‘la alianza de las civilizaciones’? Es natural. Transitamos por una edad a la que ya habría que irle poniendo nombre, como se le dio a la Edad Media, a la Moderna y a la Contemporánea. Si no está bautizada todavía quizás sea por la enorme abundancia de acontecimientos (grandes guerras, viajes espaciales...), inventos (el bolígrafo, la fregona, el móvil...) y desazones (el fin de mes, ZP, Obama...) que jalonan este tramo del camino. Pero hay una circunstancia que está presente en todos los acontecimientos, inventos y desazones: la aceleración. La vida siempre fue un bidón, pero jamás dio tantasvueltas ni a tanta velocidad.Ya nada es para siempre, pocas cosas duran, casi ninguna permanece. Ni siquiera los brotes’. Las novedades se quedan viejas antes de ser noticia.

Y, sin embargo, algunos latiguillos periodísticos se repiten, como tortugas que desovaran en las mismas playas desde el inicio de los tiempos. Aún no se ha extinguido ‘el voraz incendio’; todavía se continúa ‘cesando’ a los destituidos o despedidos, como si se pudiera asesinar a los suicidas. ¿Y qué me dicen del ‘presunto’? Los medios informativos desaparecerían si no existiese el término‘presunto’. «El ‘presunto’ criminal esperó a su víctima y armado con un gran cuchillo de cocina le asestó cuarenta cuchilladas, doce de ellas mortales de necesidad». Del individuo no hay fotografía, pero queda retratado. Eso sí, mientras que el juez no diga lo contrario, ni es un homicida ni un acusado ni un detenido ni siquiera un sospechoso. Es un ‘presunto’. No hay cosa peor. Ni la condena mancha tanto.

Esta semana se supo que una pobre mujer, muda y con problemas mentales, ha ‘convivido’ una semana con el cadáver de su marido en Zafra. Es una muestra de fidelidad y de impotencia increíble y terrible a la vez. ¿Cómo se puede ‘convivir’ con un cadáver si, en la pareja, no hay convivencia cuando uno de los cónyuges no participa en los deseos del otro? Consultada la Fundación del Español Urgente, dictamina: «Tiene cierto sentido figurado. Del mismo modo que decimos ‘convive con sus problemas’». Pero los problemas, o palpitan o no son problemas. Carecer de dinero no es un drama, el problema es necesitarlo y no tenerlo. Si ‘vivir con’ fuese lo mismo que‘ convivir’ conviviríamos con los muebles, el suelo y el grifo de la cocina. El orden de los factores sí altera el producto. Creo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Manos que hablan

José Joaquín Rodríguez Lara 


HACE años, cuando don Antonio Barquilla era un trabajador de la información y no un empresario de las finanzas, como ahora, vivimos en una pensión cacereña. Era un establecimiento singular, pero no por acoger a dos periodistas que soñaban con cambiar el mundo, sino porque en ella dormían seis u ocho jóvenes mudos. Y mudas. Era casi un congreso de la sordomudez. Eso sí, cuando tales huéspedes se despertaban -y lo hacían al mismo toque de diana, pues trabajaban en la misma fábrica- nadie podía dormir en la casa. En mi vida he visto mudos que dieran más voces. Más que de silencios, su mundo estaba -supongo que lo seguirá estando- lleno de gritos, de gestos, de espontaneidad y de autenticidad. Verlos era un verdadero espectáculo. Oírles, no tanto.

Siempre me ha llamado la atención la gran capacidad de gesticular, de cantar con las manos, que tienen las personas sordomudas. Y he conocido a muchas. Crecí con una de ellas: mi primo hermano Aurelio Rodríguez Rastrollo. Nos criamos juntos, así que jamas hemos tenido problemas de comunicación, a pesar de que los dos desconocemos 'el lenguaje de signos'. El lenguaje 'oficial', el que sale en televisión, el que se 'habla' en instituciones como la Asamblea de Extremadura y está presente -visible pero discreto- en cualquier desfile de ponencias.

Frente a la magia, la capacidad de invención y de improvisación que derrochan esas personas que ni pueden hablar ni, tal vez, oyeron jamás el canto de un pájaro, el paso de un tren o el arrullo de una madre y, a pesar de ello, se expresan con todo su cuerpo, está el 'lenguaje de signos', una suerte de esperanto digital, no poco ortopédico, que recuerda al discurso de las azafatas antes del despegue y que, como él, de inmediato divide al pasaje en dos bandos: quienes tienen pocas horas de vuelo, no logran entender el porqué hay baches en el aire y confían en la utilidad de saber inflar el flotador soplando por un canuto, aunque el viaje sea de secano; y quienes están hartos de volar, han visto varias veces a esa misma azafata poniendo los morritos en la cánula y lo que verdaderamente quieren es desabrocharse el cinturón de seguridad.

Extremadura, tan pionera a veces, tan desconocida siempre, tan madrastra con los suyos, tuvo en Jacobo Rodríguez Pereira, de Berlanga (1715), al precursor de la enseñanza de los sordomudos. Asombró a los sabios de Francia y al mundo. Lógicamente, había emigrado. Aquí, cuando no te destierra el hambre lo hace la Inquisición de Llerena.

La mayoría de los hablantes o no repara en el lenguaje de signos o lo considera un incordio, pero para muchísimas personas es la 'banda sonora' de su vida. Por eso debe estar en los congresos, los mítines, las misas, los discursos oficiales, en la Asamblea y en todos los parlamentos. Aunque ninguna de las personas presentes lo necesite o lo entienda. No es un gasto inútil, es un gesto que nos enriquece. ¿Acaso se apagan las farolas de las calles cuando nadie pasa?

Aunque lo que debería pasar un día no lejano es que subiese a la tribuna de los oradores alguna diputada o diputado con mudez para dirigirse a sus colegas de hemiciclo en el lenguaje de signos -el propio o el oficial- que sería transformado en palabras por el servicio de sonorización del silencio de la propia Cámara. Seguro que una buena ración de señorías no escucharía la traducción. Y no por dominar el lenguaje de los mudos y comprender sin ayuda hasta el discurso que no entiende el micrófono, sino por cerrar la boca y los oídos tan pronto como llegan al escaño. Hay parlamentos con más sordomudos que la pensión de Cáceres.

Si a usted no le interesa la sordomudez, al menos vea el vídeo 'Un beso de esos'. Pero la versión 2. Esta en YouTube. Le encantará la canción de Tony Zenet y le fascinarán las manos de Raisa. Hablan en verso.

viernes, 6 de agosto de 2010


Suspenso general

José Joaquín Rodríguez Lara


Nos ponen el termómetro cuando ya han llegado al convencimiento absoluto de que tenemos calentura. Entonces, si han palpado con sus propias manos la fiebre, ¿por qué meten el dedo en la llaga? Para dictaminar mercurialmente –antes– o digitalmente –ahora– a qué temperatura nos estamos cociendo. Por un prurito de docta precisión. La décima es lo que importa, es lo verdaderamente difícil de aquilatar, pues los grados –uno arriba o dos abajo– se miden a ojo. «Esta criatura tiene fiebre». «Serán unas décimas». «¿Unas décimas y se le están derritiendo las orejas?»

Con las encuestas pasa tres cuartos de lo mismo. No es necesario sondear al muestrario social que, en un buen porcentaje, ni quiere saber ni tampoco contesta. Basta con escuchar lo que se dice en la calle, en el bar, en el despacho del pan, en el banco del parque o en cualquier otro lugar en el que coincidan una persona con ganas de hablar y otra con tiempo para escuchar. Pues aunque sondear la opinión del personal resulte innecesario, nos gastamos un pico y parte del otro en hacer encuestas para descubrir lo que todo el mundo sabe: que este curso político no aprueba nadie.

Según el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, que todos pagamos para preguntarle a unos miles lo que le interesa saber a unos cuantos, todos los políticos suspenden. ¿Todos? Menos mal que el CIS nos saca de dudas. De lo contrario, ¿cómo íbamos a saber que no hay quien haga gavilla de ellos? Ni de ellas, a pesar de que las chicas suelen ser más aplicadas. Zapatero, que es el primero de la clase, no llega ni al regular: 3,48; Rajoy, que tiene cara de empollón, se luce: 3,14; a Rubalcaba no le salvan ni la GuardiaCivil ni la Policía ni su cara de funerario y catea por poco (4,47), pero suspende; Carme Chacón tiene facciones de mujer lista, pero se queda en 4,23. Y Rosa Díez, que estudia por libre, en 3,69.

«La sociedad de este país está desolada por la mala calidad de la política y el escaso acierto de las élites que la dirigen, conclusión que debe de haber obtenido de la escasa maestría con que las formaciones parlamentarias han tratado de afrontar la recesión económica, con su secuela de desempleo y empobrecimiento colectivo», decía ayer el editorial de HOY. Pues, aun pareciendo gravísimo el diagnóstico, no es lo peor. Zapatero baja y se queda en 3,48 -nota que no da para sacar pecho ante las visitas, como la de Michelle Obama, ni tampoco para irse de vacaciones- pero es que Rajoy no pasa del 3,14, que son 34 décimas menos que ZP; y Mariano ¡está subiendo! Caray con el escalador. Un escalón más y se sale. Eso sí, según el CIS, el PP le saca al PSOE una ventaja de 6,3 puntos en intención de voto. ¿Para votar a quién? ¿Al 3,14, el número ‘pi’?

Que esa es otra, ¿para qué gastamos el dinero de todos en hacer encuestas sobre a quién votaríamos hoy, en el caso de que hoy hubiese elecciones, cuando el jefe de los encuestadores –ZP– y el guardián de las urnas –también ZP–, no quiere convocar elecciones ni para hoy, ni para mañana ni para el año que viene? Visto así, las encuestas para quien las trabaja. Cada elector es, en sí mismo, un centro de investigaciones sociológicas, un encuestador y un encuestado que, aunque no conteste, sabe muy bien lo que piensa y no ve elmomento de decirlo.




jueves, 27 de mayo de 2010


Vidas paralelas


José Joaquín Rodríguez Lara


LO sabía ya hasta Pellegrini, pero no por ello dejó de ser la noticia de la tarde, la comidilla de la noche y el desayuno de esta mañana: el presidente del Real Madrid echó ayer del banquillo al entrenador chileno, el reservado, el austero, el del buen vestir, el de las plusmarcas inservibles que con sus números no vende suficientes periódicos deportivos.

Mourinho, no tema usted ni a Inda ni a los idus de marzo, pero guárdese de las portadas y de las 'contras' de Valdano.

El técnico que se va del club merengue es todo lo contrario del que se espera que llegue; del Mourinho extravertido, el de la corbata floja y la lengua suelta, el portugués de los títulos imposibles -campeón de Europa con el Oporto y con un Ínter armado con retales-, el entrenador que vende periódicos en Portugal, en Inglaterra, en Italia y, sobre todo y por encima de cualquier otra cosa, en Madrid, que es la 'city' de la prensa deportiva mundial.

Florentino Pérez le da un giro de 180 grados al banquillo del Madrid para que el club siga siendo el que fue: un equipo ganador. Pellegrini y Mourinho bien podrían tener un capítulo en las 'Vidas paralelas' -lea este libro; le gustará- que Plutarco escribió allá por el siglo II. El historiador, biógrafo, ensayista, magistrado y embajador, también fue traductor, como Mourinho, aunque el griego no traducía a Robson, británico y técnico del Barcelona, sino los designios de las pitonisas de Apolo en el Oráculo de Delfos, del que fue sumo sacerdote. Por lo demás, según el comedimiento de sus escritos, Plutarco parecía estar más cerca del estilo elegante de Manuel Luis Pellegrini Ripamonti que de la nueva filosofía blanca.

En cualquier caso, material no iba a faltarle. El chileno, al que en su país llaman 'El ingeniero', por su titulación universitaria, fue defensa central e internacional en 28 ocasiones. Dejó de jugar al fútbol cuando un juvenil, de 17 años, le ganó en un salto en el área y cabeceó a gol. El muchacho se llamaba Iván Zamorano y llegaría a ser delantero centro del Real Madrid. José Mario dos Santos Félix Mourinho, al que llaman Mou, para abreviarle el título, quiso ser defensa central, pero cuando vio que no valía se hizo entrenador, y ahora defiende mucho mejor.

«Mourinho es uno de los mejores del mundo, si no el mejor». ¿Lo ha dicho la pitonisa de Apolo por boca de Plutarco? Mejor aún, lo ha dicho Florentino, el de los blancos designios.



sábado, 22 de mayo de 2010

Nuestro 'Carrusel'

José Joaquín Rodíguez Lara


ALGUIEN que descubrió la radio deportiva mientras escuchaba a Vicente Marco y que vincula a Joaquín Prats con Eurovisión, primero, después con el fútbol de los domingos y sólo en tercer lugar con el '¡a jugar!' de 'El precio justo', siempre tendrá un rescoldo de afecto para dedicárselo a 'Carrusel Deportivo', «el de los goles», que pregona Pepe Domingo Castaño con una emoción y un entusiasmo inasequibles al cansancio y al distanciamiento.

Por circunstancias tan comentadas ya por casi todo el mundo como incomprensibles todavía para muchísimas personas, 'el Carrusel' se nos ha roto cuando más sólido parecía, cuando era la estrella del dial y la nave capitana de las audiencias radiofónicas deportivas. Queda el nombre, el formato, el horario, los contenidos, pero a partir de ahora, con la marcha de Paco González, de Pepe Domingo Castaño y, previsiblemente, de otros significados integrantes del equipo que ha hecho de 'Carrusel' una referencia de comunicación, el programa será distinto. Incluso puede que llegue a ser mejor, pero será otro 'Carrusel', tendrá otros oyentes y le dará un sabor diferente a los domingos.

Más allá de informar, que informaba y mucho, de entretener y de divertir, el 'Carrusel' ha sido durante los últimos años un encuentro de amigos, una fiesta de mucha gente famosa, que se conocía desde hacía años y se divertía trabajando, seguida por millones de oyentes anónimos a los que la magia de la radio convertía, por unas horas, en 'amigos de toda la vida', cuando no en casi familiares, de Paquito, de Pepe Domingo, de Oli, del gran Guasch, de Poli Rincón, de Laurita y hasta de Morata y de Cañizares.

El responsable de que surgiera ese clima de amistad, de abierta juerga informativa, de gran club de los goles, es sin duda Paco González. Es muy difícil ser a la vez -y demostrarlo en las duras y en las maduras- director y amigo, jefe y compañero, maestro y aprendiz, hechicero y gafe. Todo en la misma pieza. El señor González lo ha sido; Paquito, lo es; allí donde vaya, 'Nostrapacus', mantendrá sus poderes, en los que, en principio, está incluida buena parte de su audiencia.

Lógicamente, el mérito no ha sido sólo de Paco González. Él mismo reconoce que nada hubiese podido hacer sin su equipo, pero tampoco el equipo habría conseguido tanto reconocimiento público sin el trabajo que ha realizado Paquito como catalizador de esfuerzos y de habilidades. Por eso, pocos podían imaginar que pasara lo que increíblemente ha pasado, aunque en el 'Carrusel' de Paco, podía pasar de todo.

De hecho, para que pasara lo que no pasaba estaba él, con sus 'profecías'; para que la publicidad pasara de ser una cuña a todo un espectáculo, siempre estuvo Pepe Domingo Castaño y su 'coro de niños cantores'; para contar lo que pasaba en el campo, nadie como Oliveros; para no dejar pasar ni una, como ahora -con toda razón- no le pasan una a él, Manolo Lama; para analizar con profundidad el porqué no podía pasar lo que estaba pasando ni pasaría nunca lo que acababa de pasar, poniendo de los nervios al respetable, Poli; para pasarse tres pueblos, Alcalá; para repasar el pasado, Petón; para no pasar desapercibido, el árbitro.

Y para pasárselo en grande escuchando la radio, nuestro 'Carrusel', de Paco González.


sábado, 8 de mayo de 2010


Nosotros

José Joaquín Rodríguez Lara


Ni el paro, ni el aislamiento por tierra mar y aire, ni el envejecimiento de la población, tampoco la emigración ni, por supuesto, los Puerto Hurraco y otras naderías semejantes: el principal problema de Extremadura y, seguramente, el desencadenante de todos los demás, es la falta de cariño. Y no porque en otras regiones no nos quieran, sino debido a que no nos queremos en esta. O, al menos, porque no nos lo manifestamos tanto como deberíamos.

Siempre fue Extremadura una tierra abierta, sin montañas, sin alcázares ni atalayas. Ni verdaderas ni inventadas. Quien quiso entrar en los límites geográficos de su territorio, entró; quienes desearon atravesarla -unas veces a espada y otras a bayoneta- la atravesaron, y quienes han preferido quedarse a vivir en ella, aquí siguen. Ni se les afea su procedencia ni se dificultó su asentamiento, pues la hospitalidad es uno de los valores que caracterizan a esta región, a la que la historia situó en un rincón del mapa que, posiblemente, nadie quería para sí.

Tanto extrema Extremadura la práctica de esa virtud acogedora que, no pocas veces, ensalza lo ajeno en detrimento de lo propio. Lo que llega de fuera siempre gusta más. No importa que baje por las cañadas reales o que suba en la mochila del trilero, que llegue como tormenta atlántica o que se abra paso a golpe de pregón levantino; si viene de fuera, si no es de aquí, a la fuerza tiene que ser mejor.

En Santa Marta de los Barros, durante la Guerra de la Independencia, la madre del cura alojó en su casa a coroneles franceses -uno de los cuales presumía de ser pariente de Napoleón- y los trató tan bien que, antes de irse, los militares le entregaron un certificado de 'excelencia hospitalaria', con el ruego de que se lo mostrase a quien pasara por su casa. La mujer no sabía francés, pero guardó el documento. Poco después se alojó en la misma vivienda un inglés al que muy ufana, la madre del cura mostró el certificado de agradecimiento dejado por los coroneles franceses. Decía así: «Malheureux espagnols, votre ignorance et votre fanatisme font tout votre malheur. Si vous éties plus alacres vous series peutêtre plus justes, moin ferosse plus sivilisées, et par consequent plus heureux et plus estimables».

¿Somos unos desgraciados, feroces e incivilizados? Desprendidos e ingenuos, seguro que sí. Lo nuestro está destinado a que lo envasen y lo comercialicen los demás. Sea mano de obra cualificada o sin cualificar, energía eléctrica, la Patrona celestial, bolsas de sangre o perniles adobados con hierba y bellotas. Así ha sido siempre. En más de un pueblo se recordará aún el paso de gentes que se asomaban a los zaguanes de las casas para llevarse los almireces, viejos platos de barro vidriado y otros enseres domésticos, más desportillados por los años que por el uso, a cambio de entregar lecheras de plástico, hueveras de plástico y barreños también de plástico o, a lo sumo, algunas monedas.

Cierto es que, a veces, hasta reclamamos con verdadero orgullo tribal el parentesco con algunos de los nuestros, pero se debe a que ya han triunfado fuera y se les reconocen sus méritos artísticos, deportivos o sociales. «Nació en mi pueblo». «Sus padres eran de aquí». «Fuimos juntos a la escuela». Muy entrañable, pero poco más. Y no es que no nos importe nuestra tierra; es que no sabemos demostrárselo. Tenemos que perderla para quererla. Entonces nos humedece los ojos un hilillo de emoción extremeñista que pocas veces, por no decir nunca, cuaja en un impulso sostenido.

Nadie necesita el regionalismo político para prosperar, aunque algunos -Canarias, por ejemplo- bien que lo explotan, ni tampoco el nacionalismo radical, pero sería conveniente pensar un poco en lo nuestro, en nosotros. En un 'nosotros' que no resulta excluyente, pues aunque antepone el 'nos', también incluye a los 'otros'. Nos falta amor propio; tenemos que aprender a querernos a nosotros mismos. Extremadura debe ser madre y no madrastra.

jueves, 29 de abril de 2010

Versos fingidos


José Joaquín Rodríguez Lara

No corren buenos tiempos para la lírica. Tampoco para la épica. La hípica, en cambio, parece renacer de sus cenizas: mientras sigue habiendo un gran déficit de infantes, cada día hay más gente ‘de a caballo’.

Curiosamente, no faltan publicaciones poéticas ni concursos de poesía. Es más, las entidades convocantes anuncian, con lógica satisfacción, que se desboca el número de originales presentados a sus respectivos certámenes y lo achacan a la galopante crisis económica, lo que viene a confirmar que, como siempre, lospobres poetas siguen siendo poetas pobres.

– «Metafísico estáis».
– «Es que no como».
Se echan en cara Babieca y Rocinante en el famoso soneto cervantino, poesía de la hípica más deslumbrante, con ambas piafantes cabalgaduras dialogando sobre la dignidad, ‘las dietas milagro’ y el amor. Más omenos como la poesía de hoy y de siempre.

¿Pero qué es la poesía? Bécquer no solo lo vio claro, sino que se adelantó a los politonos de la telefonía móvil:

«¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.»

El ingeniero industrial Rafael Múgica, más conocido como Gabriel Celaya, también nos dejó una frase exitosa: «La poesía es un arma cargada de futuro». Suena bien, pero no aclara lasi ncertidumbres que se presentan a la hora de poner la mesa, pues Celaya no se refería al ex ministro Alberto Oliart, poeta y, sin embargo, presidente de RTVE, a quien ya le reclaman la dimisión en el PP, uno de los partidos que le sacaron de la tierra para ponerle en órbita digital. No está claro el futuro televisivo de Oliart y sigue sin aclararse el de la poesía.

Lo último en asunto de versos es la poesía cibernética. Hay gente empeñada en que los ordenadores hagan poemas de amor y, además, amenazan a los concejales de Cultura. «El díamenos pensado, un ordenador ganará un concurso de poesía». Tiemblan los jurados.
¿Imposible? ¿Por qué? Los ordenadores conducen naves espaciales, se pasean por la piel de Marte, fotografían el universo pilotan aviones y barcos, levantan mapas, gestionan granjas y cultivos, juegan al ajedrez, controlan nuestros ingresos, nuestros impuestos, nuestros votos, nuestra salud y nuestros impulsos vitales.Hacen más que cualquier persona, y más rápidamente, ¿por qué no van a poder escribir versos de amor? ¿Por que nunca se enamorarán? «El poeta es un fingidor», dijo Fernando Pessoa, un poeta sin ordenador.

sábado, 24 de abril de 2010

No son de aquí


José Joaquín Rodríguez Lara


España no es un país. Seguramente no lo ha sido nunca, pues hasta en las cavernas de Atapuerca hay señales evidentes de cainismo; y no son de ayer, sino de hace más de un millón de años. Tampoco es que ahora haya 17 españas, más un par de españitas amuralladas en el norte de África. La tela no da para tanta casaca. Pero por lo menos hay dos; las dos españas de siempre. La España seca y la España húmeda, la micófila y la micófoba, la de Góngora y la de Quevedo, la de Goya y la de Velázquez, la de Joselito y la de Belmonte, la roja y la fascista, la de Lorenzo y la de Pedrosa, la de Alonso y la de Hamilton, la de la Esteban y la de la Campanario, la de José Luis y la de Mariano, la del Barça y la del Madrid, la merengue y la colchonera, la de ciencias y la de letras, la del Badajoz y la del Mérida, la que dicen del pueblo de Cáceres y la de la ciudad de Plasencia. Españas ajenas que se pueden saludar y hasta abrazarse, pero difícilmente se tragarán, pues en el ring hispano, la vida -especialmente la política y el fútbol- tan sólo es la continuación de la guerra por otros medios. El día que se vote con esperanza y no con resentimiento, o que, como pasa en Estados Unidos, se pueda ir a los partidos sin temor a la agresión -cosa que no suele ocurrir en las corridas de toros, en las que se reserva la ferocidad y la sangre para el altar del albero- habrá que pensar que estamos malos o que nos pasa algo. Porque este país nació estereofónico, con Isabel y Fernando gobernando desde la misma cama, y estereofónico sigue. No hay más que verlo.

Un país de siameses, divididos por la raya infranqueable que separa al sol de la sombra y unidos por las fauces, por la bilis, por la envidia, por el rencor y la ceguera. Esa es la España de ayer y la de hoy. O, al menos, esa es la que parece ser. Creíamos que la transición política la había desactivado, pero ha bastado con regar un poco de ira sobre la tierra patria para que rebrote la patata hedionda de las trincheras. «Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios, / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón», dejó dicho don Antonio Machado, congelado por partida doble.

Una de esas dos españas se afana estos días en sentar al magistrado Baltasar Garzón en el banquillo de los imputados, mientras la otra condena al sistema judicial sin apelación posible. Jueces, fiscales, abogados, víctimas, actores, verdugos... Aún no comenzó la vista oral y ya hay muchos fanáticos que han perdido el juicio. Entre juzgar a un juez y poner en tela de juicio a todo el sistema judicial, pudiera parecer que no hay color, pero hay todo un arco iris. Al menos una cosa está clara: las costas de este proceso las vamos a pagar todos.

Y ¿cómo es posible, entonces, que en esta marmita en permanentemente ajuste de cuentas puedan surgir, en ocasiones, personas como Juan Antonio Samaranch, un español universal que siempre ejerció de muy catalán, despedido como un demócrata que gobernó en la dictadura, la estrella olímpica que surgió del hockey sobre patines, un deporte no olímpico y minoritario, un ex presidente con más poder que la inmensa mayoría de los presidentes, reyes y emperadores? ¿Cómo?

O Guillermo Fernández Vara, santo varón en un partido alérgico a la religión católica, al que acabamos de ver cargando con las andas de la Virgen de la Montaña, patrona de Cáceres y alcaldesa honorífica de una ciudad que cada primavera pone en sus benditas manos el bastón de mando de la Alcaldía cacereña. Todo un documento para los anales: la Virgen con la vara y él, Vara, con la Virgen. El presidente Vara sabe cuánto hay de fe en su gesto y el Vara creyente, cuánto hay de política.

Vara y Samaranch no valen para españoles, y si lo son, no han nacido aquí, y si aquí nacieron, sería en tierra de nadie, justo en el medio de la raya que separa a España de España.


sábado, 10 de abril de 2010


Partida entre partidos

José Joaquín Rodríguez Lara


Amenazar con la dimisión es algo tan inusual es este país como llegar a dimitir realmente. Sólo se puede amenazar desde la confianza en la propia superioridad, pues lo contrario resulta risible, como el gesto del recluta que, tras ser arrestado por una falta, exclama: 'Pues, mi sargento, ahora no como'. Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta, amenaza al Gobierno de Zapatero y a su propio partido, el PSOE, con dimitir si el Ministerio de Industria decide instalar en Extremadura el almacén central para los residuos nucleares. En este caso, además de una superioridad indudable, Fernández Vara debe de tener muchísima confianza en sus fuerzas; propias y de coalición.

Aunque Extremadura siga contando poco en el desconcierto de las comunidades autónomas, no está el PSOE para bollos y dimisiones a trece meses de las elecciones autonómicas y municipales. Ni el PSOE ni el propio Zapatero. Vara cuenta con el apoyo expreso de Ibarra, que es tanto como decir del PSOE extremeño; y Rodríguez Ibarra, además de seguir dando titulares, «la mierda para quien la trabaja», ha dicho, ya sabe lo que es oponerse a un gran proyecto nuclear -el de Valdecaballeros, mucho más astifino y cornalón que el famoso 'almacén temporal centralizado' (ATC)- y ganar la partida. El actual presidente tiene, además, el respaldo de buena parte, por no decir de la mayoría, de la población extremeña y a todo ello se le suma la 'complicidad' del líder del PP extremeño, al que no sólo le parece bien la amenaza de Vara, sino que secunda el 'arrastro' presidencial asegurando que si Vara dimite él también lo hará. Jamás se había visto cosa igual: un socialista y un popular dispuestos a irse cogidos de la mano.

Pero aunque se le sume a todo esto la superioridad ética añadida de que Extremadura no debería convertirse en la región más perjudicada y menos beneficiada por la energía nuclear, lo que a todas luces sería una injusticia prácticamente eterna, a pesar del carácter 'temporal' del almacén, lo más probable es que las dimisiones no lleguen al río. Y no porque Guillermo Fernández Vara y José Antonio Monago carezcan de redaños políticos para hacer la maleta, sino debido a que lo previsible es que no sea necesario que la hagan.

Hay factores de peso que juegan en contra de la candidatura de Albalá a los millones del 'almacén temporal centralizado'. No hay consenso, ni en la localidad ni en la comarca ni en la provincia ni tampoco en la región, sobre las bondades de la pretensión municipal, y el acuerdo corporativo urgente que puso en marcha la candidatura del municipio cacereño no sólo está recurrido en los tribunales, por el PP, sino que parece presentar algún que otro indicio de manifiesta ilegalidad.

En cualquier caso, si finalmente, por decisión judicial o antojo gubernamental, tuviésemos que 'comernos' los residuos nucleares, para beneplácito de la alcaldesa de Albalá y de quienes la apoyan en este asunto, perderíamos un presidente y a un aspirante a serlo, pero no ganaríamos un nuevo paisaje político. Todo lo contrario, el sacrificio de ambos 'mártires' reforzaría las posiciones locales del PSOE y del PP y, a lo sumo, debilitaría las de Zapatero. Extremadura no abre las puertas de la Moncloa, pero las puede cerrar y, como Fernández Vara no se caracteriza por sembrar el desasosiego allí por donde pasa, cabe pensar que en esta mano lleva buenas cartas. Tal vez una escalera, que sería de color si el PP fuese rojo.


sábado, 13 de marzo de 2010

Delibes y su estela


José Joaquín Rodríguez Lara


Lo mismo que un agujero de gusano que pusiera en comunicación dos universos paralelos, tal que el ojo de la aguja con la que se zurcen dos mundos, como un ojal en el tiempo al que se abotonan lo público y lo privado, lo urbano y lo doméstico. Eso es un postigo. Una claraboya por la que la penumbra de la casa se asoma al sol de la calle y la luz y el color y los aromas y los acentos del vecindario dejan su poso de algarabía en la intimidad de los zaguanes.

Poco importa que habite una hoja de madera, que ésta sea de metal o simplemente de papel; el postigo siempre es un pretexto para la reflexión y una invitación entreabierta a contemplar la vida que pasa al otro lado del ventanuco, unas veces con prisas y otras con la cachaza de lo que se va para no volver, de lo que se agiganta en la memoria a medida que mengua en la distancia hasta desvanecerse en los ojos.

En la hornacina de este postigo late hoy mucho de lo público y bastante de lo privado al socaire del hueco que nos deja Miguel Delibes. Con su marcha perdemos a una gran persona, a un gran escritor y a un gran periodista. Nos queda su ejemplo, conservaremos sus libros y podemos poner en práctica su magisterio profesional, pero no es consuelo. Nada consuela completamente, salvo, quizás, el olvido. Y a Miguel Delibes habrá quien tarde en terminar de olvidarle. Por la calidad de su obra y por la crudeza con la que dibujó a muchos de sus personajes más entrañables.

Paco Rabal, que, junto a 'su cuñado' Alfredo Landa,
ganó un premio de interpretación en el festival
de Cannes, metido en las ropas y en los gestos de Azarías,
con la Milana en la mano.
Será muy difícil que la 'milana bonita' de Azarías -a la que Delibes hizo rapaz nocturna en la novela y las limitaciones del cine travistieron en córvido- deje de sobrevolar Extremadura. Y resultará prácticamente imposible que la impúdica miseria expuesta en 'Los santos inocentes', especialmente a través de la película de Mario Camus, deje de asociarse con la Extremadura real y contemporánea, a pesar de que nunca hubo en esta tierra gente capaz de olisquear el rastro de las perdices, como hacía Alfredo Landa -un sumiso Paco el Bajo 'desalado' por la fractura de una pierna- en la obra cinematográfica.

Con Miguel Delibes se va una forma de hacer literatura popular sin populismos, un modo de engarzar las palabras más humildes hasta confeccionar un texto de pedrería. Y también, un estilo de ser periodista. Empezó de caricaturista en 'El Norte de Castilla', el periódico de su Valladolid natal, y llegó a dirigirlo. Retrató a los personajes castellanos en las páginas de sus libros y a las personas de Castilla en las columnas de su diario. Con su muerte se apaga un poco de la esencia periodística, algo que no reside en la mancheta, ni en los edificios, ni en las rotativas, ni siquiera en los profesionales. Las manchetas se registran, los edificios y las máquinas se compran y los redactores se contratan. Casi todo lo necesario se puede comprar en el negocio de contar lo que pasa, salvo la estela amarillenta de los años, las irrepetibles imágenes de los viejos archivos y la experiencia vital de los periodistas.

Tal vez sólo es un simple postigo que comunica el presente con el pasado, el hilo de la aguja que hilvana los recuerdos o un humilde ojal al que se abrocha el vértigo de la vida, pero la memoria es un bien que está fuera del mercado.


sábado, 6 de marzo de 2010

El arma del futuro


José Joaquín Rodríguez Lara


VA para 35 años del final de la dictadura franquista y el sistema democrático no parece atravesar su mejor momento. Ojalá fuese una crisis de crecimiento, preludio del estirón, pero los síntomas apuntan más bien hacia el desencanto. En las virtudes cívicas y democráticas de la política ya no creen ni los políticos, como demuestra el hecho de que insistan en desacreditar la argumentación de los adversarios acusándoles de 'politizar' la discrepancia. «Haga usted como yo, no se meta en política», cuentan que aconsejaba a sus acólitos el Generalísimo Franco. Los políticos actuales no se atreven a decir lo mismo, pero los hay que cierran filas en torno a las prebendas del cargo como búfalos que defendiesen su última gota de agua. Y no están solos en su encornada lucha: sus beneficiados les secundan.

La inconsistencia de muchos, los escándalos de algunos, la corrupción de tantos y la estulticia de demasiados ha socavado de tal modo la imagen privada y pública de los políticos españoles -en general y con honradísimas excepciones-, que ya no se les mira con desconfianza, sino directamente con animadversión, como si en vez de representar al pueblo y de administrarlo, estuviesen arbitrándolo.

Trabajan poco, ganan mucho y además, como las antiguas criadas, abundan los que sisan, cuando no roban, todo lo que pueden. Como la falta de decencia se prolongue, no bastará con reducir las vacaciones parlamentarias y la panoplia de altos cargos, sino que hasta será necesario que, además de inauguraciones y declaraciones, los que conserven el empleo -especialmente si están en la oposición- se pongan a trabajar.

Es lo que hay y no hay nada mejor. La democracia es un bien que debemos defender con uñas y dientes. Costó tanto trabajo, tantas lágrimas y tanta sangre vivir en un régimen democrático que, además de triste, resultaría vergonzoso verlo languidecer. En Cuba y otros países regidos de forma dictatorial hay personas dispuestas a dejarse morir por la libertad. En España hubo muchísima gente que apostó su vida por la democracia y hasta quien la perdió por gestos tan 'peligrosamente criminales' como enarbolar una bandera autonómica. Esa misma bandera con la que ahora hasta se rizan las banderillas de las corridas de toros y a la que deben mostrar reglamentaria pleitesía las mismas fuerzas del orden que disparaban contra ella en las calles. Tanto hemos cambiado que, de todo aquello, sólo quedan recortes de prensa y algún que otro 'gilitoledo' sin memoria ni corazón.

Si los políticos procediesen de una casta especial, como a veces se afirma, bastaría con un descaste para ponerle solución al problema. Pero no es así. Proceden del pueblo, son gente común; con galones, pero común. A veces, demasiado común. Así que la regeneración debería comenzar por la base, convenciéndonos a nosotros mismos de que somos la democracia y de que la cuota parte de soberanía que hay en cada voto, es un 'arma cargada de futuro' que resulta esencial para marcar nuestro destino y para conservar nuestra libertad.


sábado, 23 de enero de 2010

Tordos en migración

José Joaquín Rodríguez Lara


ENTERAS, acuchilladas, machadas, a la ceniza, con naranja, con pimientos, carrasqueñas, picantes a la guindilla, negras de manzanilla cacereña, 'sevillanas' de Tierra de Barros o montaraces de bar: verdes, casi sin endulzar, con mucho caldo y poco aliño. Y este sólo es un pequeño muestrario, pues hay muchas más variedades. Las aceitunas -«una es oro, dos plata y la tercera mata»- cumplen a la perfección la receta de que no hay recetas, sino millones de versiones personalísimas de cada plato. Quizás sea este el secreto a voz en grito del arte culinario y la causa de que nos atraiga la comida más allá de la satisfacción de una necesidad perentoria. Comer es un placer que sólo se disfruta plenamente cuando alimentarse ha dejado de ser una urgencia.

Bien cierto es que, además de fraguas del sabor, las cocinas son templos del saber y que la prédica de las cocineras -que ganan, seguramente en contra de su voluntad, pero por goleada- y de los cocineros -que suelen tener mejores asesores de comunicación- causa adicción en unos paladares y repulsión en otros. Las papilas gustativas tienen memoria, nacionalidad y hasta autonomía, pero la gastronomía es un camino hacia el conocimiento, un puente que salta sobre las fronteras tribales y facilita la integración de los pueblos, una herramienta para la tolerancia y un modo pacífico pero irrefrenable de conquista. Las hamburguesas con cola -elija usted la que menos le guste- han hecho más por la América imperialista que el Séptimo de Caballería y la Sexta Flota con todas sus trompetas, misiles y marines en orden de revista.

Y no hace falta irse tan lejos para encontrar ejemplos esclarecedores. Hasta hace bien poco, España y Portugal eran dos hermanos siameses unidos por el dorso con un costurón a cruz y raya. Y justamente en ese punto de la dorsal en el que la espalda empieza a perder su casto nombre estaban, y aún están, Extremadura y el Alentejo. Dos regiones abundantes en trigos y escasas de pan, que alimentaban su parejo futuro con algo de café de contrabando y poca leche. La merienda transfronteriza llegaría mucho después, cuando las hondas sísmicas del bacalao dorado -que tiene su epicentro en Elvas y avanza con intensidad decreciente hacia el norte, el sur, el este y el oeste- ya había hecho más por la integración ibérica que todos los comisarios de la UE juntos. El bacalao y el 'vinho verde' y el marisco y 'la presa de secreto ibérico', que ya se ofrece hasta en 'casa Modesta', el más minúsculo y singular de los restaurantes existentes en Monsaraz, sí que hacen euroregión.

Cierto es que, aunque compartamos mesa y mantel y hasta las aguas del Alqueva, aún nos miramos de reojo. Los de este lado hablamos demasiado alto y los del otro siguen empeñados el aderezarlo todo con mucho cilantro. Nadie es perfecto. Aunque la mayor dificultad de integración transfronteriza son esas aceitunas que los portugueses ponen en sus 'acepipes', junto a la mantequilla, los fradiños -que otros llaman carillas y muchachinos con chaleco- y el cestillo del pan. ¿No hay otras aceitunas en Portugal? ¿No han probado los portugueses las 'machás' de Barcarrota?

La única integración que pueden propiciar esas aceitunas portuguesas -más enteras y recias que los propios 'acehúches'- es la de los tordos -estorninos, en los documentales de La 2-, que en cuanto las ven se vienen a España con tal de no tenerlas que comer.

sábado, 2 de enero de 2010

Dale limosna mujer

José Joaquín Rodríguez Lara


COMIENZA un año y es posible que hasta empiece a terminar una década, aunque con los años que acaban en cero nunca se puede estar tranquilos. Hay quien los ve como la última entrega de un manojo que se acaba, pero tampoco faltan quienes los consideran el primero de otro que arranca. Lo que sí parece cierto es que, como en el poema del recordado oliventino Manuel Pacheco, «todavía está todo, todavía».

Todavía está la crisis y quien confiesa que no la vio cuando llegaba e insiste en que ya prácticamente ha dejado de verla, con lo que intenta convencernos de que tanto la depresión económica como la existencial se han ido con viento fresco y España es un florido jardín.

'Dale limosna mujer,/ que no hay en la vida nada/ como la pena de ser/ ciego en Granada». Estos versos inmortales, que con muy buen criterio se colocaron en los Jardines de los Adarves, en la Alhambra, son del mexicano Francisco Asís de Icaza y Breña. La verdadera identidad del ciego aún suscita dudas e incluso no pocas polémicas.

Parece que nunca terminó de venir, pero sí llegó y aquí sigue, la gripe A, que con sordina ministerial sigue engordando las estadísticas de la mortalidad en los hospitales. Con el progreso de la medicina, cada década es más difícil morirse por enfermedad y cada año hay nuevas posibilidades para perecer por padecimientos que doce meses antes ni siquiera existían. «Tres golpes de sangre tuvo/ y se murió de perfil», cantó Federico García Lorca, poeta que voló desde el barranco de Viznar hasta el corazón de casi todas las personas que han recitado sus versos y de otras muchas que nunca los leerán, aunque sus huesos no estén en la tierra removida de Alfacar y en vez de una cruz, junto a su nombre haya una equis de perplejidad en los estadillos de la 'Memoria Histórica'.

Y para concluir, y por no hacer interminable esta relación de presencias, también está el 'cubo de Biblioteconomía', que se ha convertido en el 'monolito' de 'Badajoz, una odisea en el espacio', esa famosa película que están protagonizando unos pocos y en la que todos los demás hacemos de extras.

Los últimos golpes de manivela quiere darlos la Universidad de Extremadura, que busca rendijas en el ordenamiento jurídico para defender 'su cubo' por encima de la 'campana gorda', que según la leyenda estaba en la torre de Espantaperros.

La Universidad, su rector, sus catedráticos y demás profesores tienen todo el derecho del mundo a pleitear mientras que la Justicia les ampare. En el conflicto 'cubo, sí', 'cubo, no' lo que está en juego no es el respeto al patrimonio, sino el respeto a la ley. Badajoz, como cualquier sociedad, puede pervivir con 'cubo' y sin 'cubo'; incluso podría progresar sin alcazaba ni catedral ni museos ni universidad. Pero nunca podría existir sin ley, sin el respeto a las normas, amparen el patrimonio histórico o lo machaquen con alevosía.

Las triquiñuelas de quienes están dispuestos a hacer todo lo posible para burlarse de la ley resultan abominables, por muy bienintencionadas que sean. De los políticos se puede esperar lo peor, tanto si están al final de su década prodigiosa, como si aún no han tenido ni siquiera un buen día. De la Universidad cabría esperar más altura de miras. Pero bueno, 'dale limosna mujer'...