jueves, 31 de enero de 2019


Julen y el circo de la política


José Joaquín Rodríguez Lara




El circo fue una vez el mayor espectáculo del mundo, pero le ha ganado la política.


En el circo había fieras, payasos, tragasables, equilibristas, contorsionistas…, pero en la política hay muchos más.


En el circo, pase lo que pase, el espectáculo debe continuar, pero en la política continúa porque, pase lo que pase, no hay forma de pararlo.


La esencia de la política está manipulada, adulterada, envenenada y ya no consiste en esforzarse en gestionar las necesidades de la sociedad tratando de solucionar sus problemas. Eso ha pasado a un cuarto o quinto plano. Ahora lo importante es el espectáculo, la puesta en escena, la figuración, el postureo.


Ningún político se resigna a trabajar en la oscuridad de su despacho o reuniéndose sin fanfarrias, aquí y allá, con la ciudadanía. Necesitan más candilejas, más lentejuelas. Sólo hay que ver su agenda. Ahora, la prioridad es subir al escenario, hacer declaraciones, figurar, figurar y figurar.


No importa que los focos hayan bajado sus párpados, no es suficiente con que el telón ya haya caído. Cada personaje del espectáculo político aprovecha cualquier minuto de exhibición como si en ello le fuera el cargo, que al parecer importa muchísimo más que la vida.


No es suficiente con que, incluso antes de que fuese localizado el cuerpecito del pequeño Julen, se declarase héroes in pectore a los mineros, a los bomberos, a los agentes de la Guardia Civil, a los herreros que fabricaron la jaula-ascensor para el rescate y hasta a la señora que por la mañana llevaba chocolate caliente hasta el pozo de Totalán. Que todo un país aplauda su esfuerzo no sacia; no es bastante.


Al menos no lo es para el director general de la Guardia Civil, Félix Azón, que sale a escena ahora, a pozo vacío, y empieza a hacer comentarios sobre el resultado de la investigación policial como si fuese Grissom, el líder del CSI Las Vegas, y se encargara no sólo de buscar pistas, sino de detener a los malos y hasta de analizar personalmente en el laboratorio los objetos recuperados en la Crime Scene Investigation, que eso significa CSI.


Y luego acusan al periodismo de convertir la información en un espectáculo, cuando el mayor espectáculo del mundo no está en el periodismo, sino en el circo de la política.



(Nonagésimo sexto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 31 de enero del año 2019.)

miércoles, 30 de enero de 2019


¿Qué culpa tiene el ‘pata negra’ para que lo señale usted con el dedo?


José Joaquín Rodríguez Lara




Cuando el pobre come jamón, o está malo el pobre o está malo el jamón, se decía hace décadas, tiempos en los que hasta en Extremadura el jamón era ‘presunto’, como en Portugal, porque más que saborearlo, se sospechaba de su existencia. Al jamón, incluso se le veía muy de tarde en tarde en la extremeña Sierra de Suroeste, ese paraíso en el que viene al mundo, reside y prospera el filósofo de las dehesas de Extremadura, el cerdo.


Los perniles del marrano ibérico, vulgo jamón, constituyen una de las joyas de la gastronomía española, en general, y de la extremeña, en particular. El jamón tiene bastantes más méritos que la paella con fauna marina para ser la bandera turística de la cocina española, pero es mucho más costoso de producir que el plato valenciano –tanto si es el auténtico, como el de terraza de verano- y resulta complicado ofrecerle a los veraneantes raciones de buena calidad a precios de turista.


Pero, a pesar de los pesares, el jamón ibérico, el mítico ‘pata negra’, sobrevive a los numerosos ataques que recibe. Lo atacan con los precios bajos, con los elevados costes de producción, con la competencia desleal, con las artimañas de la distribución, con las falsificaciones organizadas en bandas delictivas, con una legislación que regula la producción de piezas preciosas como si fuesen vulgares guijarros del camino y, también, con la docta ignorancia, que es el menosprecio más despreciable.


El antepenúltimo ataque gratuito que acaba de recibir el jamón se le atribuye a Christiana Figueres, exsecretaria de la ONU para el cambio climático, que en una entrevista periodística ha dicho que para frenar el cambio climático hay que “dejar de comer carne”, especialmente de vacuno y, textualmente, “esto incluye el jamón ibérico”.


Para no perder el tiempo paso por alto, señora Figueres, el hecho de que considere usted carne al jamón, que es como llamar huevos revueltos con papas a la tortilla española, ese sol extremeño que amaneció en la ribera del Guadiana para iluminar el mundo, pero no me parece de recibo que meta usted en el mismo saco a las vacas y a los cerdos ibéricos. Y mucho menos, señora, que no distinga usted entre la ganadería sostenible que se practica en la mayor parte de Extremadura, la cuna del cerdo ibérico, con la intensiva de otras zonas del planeta.


Ni el vacuno ni el porcino desforestan Extremadura, señora. Todo lo contrario, contribuyen de un modo encomiable a que la gran masa forestal de la región, el paraíso de esta tierra, la dehesa, perviva casi indemne desde tiempos inmemoriales. Y eso se debe muy mucho al cerdo ibérico, a la vaca retinta, a la oveja merina y hasta a la cabra (retinta, verata y hurdana) emblemas de la cabaña ganadera autóctona.


Lo que deforesta, eliminando la vegetación autóctona del solar del cerdo ibérico, señora mía, no es comer carne, sino producir vegetales; criar tomates, cultivar cereal, plantar hortalizas, regar frutales... Dese usted una vuelta por Extremadura, el reino del jamón ibérico de bellota, y lo verá con sus propios ojos señora Christiana Figueres, exsecretaria de la ONU para el cambio climático.


En vez de lanzar ataques gratuitos y desafortunados al jamón ibérico, señora, debería usted desaconsejar que el mundo continúe gastando tanto kétchup con todo, que coma toneladas y toneladas de copos de avena en el desayuno y que se refresque el paladar con mil frutas, a cual más exótica, en cualquier momento.


Pero el cerdo, señora… ¿Qué ha hecho el cerdo ibérico para que lo señale usted con su dedo adoctrinador?



(Nonagésimo quinto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 30 de enero del año 2019.)





La EPA retrata una legislatura perdida


José Joaquín Rodríguez Lara


114.400 personas sin empleo, 23,10% de tasa de paro, 7.400 parados más que en el trimestre anterior.


Estas son las heridas que trazan el daguerrotipo de Extremadura, enmarcado en la cuarta y última encuesta de población activa que ha dado a conocer el Instituto Nacional de Estadística. ¡Epa con la EPA!


A pesar de las contrataciones en el sector servicio, por la campaña de Navidad, el paro aumentó en 7.400 personas durante el último trimestre del año con respecto al trimestre anterior.


La tasa de desempleo también aumentó y, al finalizar 2018, era la mayor de entre todas las regiones; incluida Andalucía que ha cerrado el año con una notable subida del empleo. La mayor entre todas las comunidades autónomas.


Extremadura continúa por encima de las 100.000, cifra que separa al optimismo del pesimismo, y de las 114.000 personas sin empleo, a pesar de que la emigración, que no cesa, se lleva lejos de su tierra a miles de extremeños con edad y ganas de trabajar.


Estas son las cifras del drama, de la tragedia personal de cada una de esas 114.400 personas que han declarado a quienes realizan la encuesta de la EPA que no tienen empleo. Y también es la tragedia colectiva de una región, de un pueblo, de un millón y pico de habitantes que sobreviven en el abismo de una tasa de desempleo del 23,1%. Del 24,1% en la provincia de Badajoz a la que, en este apartado del carnaval de las desgracias, sólo aventaja Cádiz, con el 27,3%.


Y usted dirá, y con razón, que no todo es malo, que durante el año 2018 se han creado empleo -9.500 puestos de trabajo netos- y el paro se ha reducido, pasando de las 123.000 personas sin empleo con las que concluyó el año 2017, a las 114.400 con las que se ha cerrado el 2018.


Y es verdad, pero no basta. No es suficiente. Es más, esa reducción conduce al espejismo, al engaño. En la carrera sin descansos hacia el futuro, Extremadura avanza a trompicones, pero cada vez está más atrás, pues las demás regiones corren más y la dejan más lejos de la cabeza, más vacía en su soledad, con sus más de cien mil parados, haciendo lo que en el argot ciclista se denomina la goma.


¿Converge Extremadura? No converge. Convergen los extremeños que parecen nacer 'apuntados al paro' o a la emigración.



(Nonagésimo cuarto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 29 de enero del año 2019.)




lunes, 28 de enero de 2019


Carreteras del siglo XVIII para vehículos del siglo XXI

José Joaquín Rodríguez Lara


Cuando este lunes doble la esquina, todo estará un poco más lejos. Cáceres se alejará de Badajoz; Granada se situará bastante más lejos de Córdoba y, por supuesto, de la capital pacense. Y así todas las capitales, municipios, villas y aldeas comunicadas por carreteras convencionales en las que, a media noche, la velocidad máxima autorizada se reduce por decreto de 100 kilómetros por hora a 90.

Por supuesto, los hospitales y ¿qué decir de los cementerios?, también estarán un poco más lejos de sus clientes potenciales. Y las sillas de ruedas y los puntos de sutura y el dolor. Todo se habrá alejado. Si no en metros, al menos en minutos.

Todo estará un poco más distante. Todo menos las carreteras convencionales, que seguirán en el mismo punto en el que se encontraban la noche anterior, con su firme en deficiente estado, sus curvas mal peraltadas, su trazado manifiestamente mejorable. Todo seguirá igual en las carreteras menos el miedo, de quienes conducen, a superar los límites de velocidad y a recibir una sanción.

¿Disminuirá el número de accidentes y el de víctimas –tanto de personas heridas como el de fallecidas- con el frenazo decretado por el Gobierno de Sánchez – Ábalos? Posiblemente.

Esas cifras ya bajaron en Extremadura durante el año pasado sin necesidad de reducir el límite de velocidad máxima autorizada, así que ahora que se aplica la medida mano de santo de quitarles un dígito a las señales, al más puro estilo Manuela Carmena, la reducción tendría que ser espectacular. O eso o el fracaso. Con los grandes remedios no hay término medio posible.

Pero, en cualquier caso, es una medida engañosa; es una decisión que no soluciona los problemas, sino que se limita a esconderlos bajo la alfombra de la polémica. Porque el peligro no está en circular a cien kilómetros por hora en vehículos diseñador para hacerlo a 150 y a mucho más sin problemas. Si así fuese, tampoco se podría pasar de 90 en las autovías y en las autopistas. El peligro está en tener que transitar con ellos por carreteras construidas para vehículos que excepcionalmente podían ponerse a 100, esa cifra mágica. Aquellos automóviles de a 100 ya no pasarían la ITV. ¿La pasarían estas carreteras de a 90 que, por el arte del birlibirloque, se pretende hacer pasar por menos peligrosas?

Circulamos con vehículos diseñados para las autopistas alemanas por carreteras herederas de los viejos caminos de tierra que abrieron las carretas del siglo XVIII. Y, para evitar desgracias, en vez de poner todo el esfuerzo en la renovación del asfalto, se renuevan, a la baja, sus señales.

Imagino que si no bastase con reducir la velocidad a 90, a 80, a 60 o a 20…, siempre cabría la posibilidad de prohibir el tráfico por carretera y ‘desviarlo’ hacia el ferrocarril.

Y hablando de la bicha, el señor Ábalos, ministro tanto de las señales como del fósil de la culebra, debería usar la misma estrategia tuneadora para terminar con el problema del tren. Si el tren de la vergüenza, es decir, la cosa esa extremeña, se avería, sale ardiendo, se queda sin gasóleo, sin luces, sin retretes o sin maquinista por circular a 30, a 40 o a 50 kilómetros por hora, la solución a todos y cada uno de estos problemas no está en mejorar el material –tanto yacente como, es un decir, rodante-, sino en reducir la velocidad máxima autorizada para circular por las vías.

Incluso en reducirla hasta cero kilómetros por hora, por día, semana, mes, año y así hasta la eternidad.

El éxito está asegurado. Al fin y al cabo, prohibir es lo que mejor se le da a los gobiernos de este país. Atacar la raíz de los problemas, por ejemplo convirtiendo las carreteras nacionales en autovías, ya les cuesta más. Sobre todo en Extremadura, donde la gran mayoría de los accidentes mortales se producen en carreteras convencionales ¡porque casi no hay autovías! y la mayoría de las carreteras  convencionales se encuentran en un estado deplorable.


(Nonagésimo tercer artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 28 de enero del año 2019.)

viernes, 18 de enero de 2019


El amanecer de Julen

José Joaquín Rodríguez Lara


Cuando los mortecinos rayos del Sol todavía se pelean con las sombras para que amanezca este viernes, 18 de enero del año 2019, Julen, el niño de Málaga, lleva casi 120 horas dentro de un pozo de sondeo en Totalán.

En torno a él solo hay noche, todavía no le besó la alborada, a pesar de que a un centenar de metros sobre sus lágrimas, decenas y decenas de personas expertas en clavar la luz en las fauces de las tinieblas luchan como incansables rayos solares para derrotar a la angustia, a la desesperación, al espeso hormigón de la oscuridad.

Buscan los ojos de Julen, están buscando su luz, un resplandor que imaginan titilante, adormecido, un anhelante retazo de calor en las frías entrañas del pozo.

Es el Sol de Julen. Es el faro que les guía mientras luchan a brazo partido contra el tiempo y contra la tierra. Es el amanecer de un niño cuyo nombre y cuya desgracia lleva días dando la vuelta al mundo.

Por una lágrima, por un llanto, por una sonrisa, por…, ¿qué no daría cualquiera ahora mismo, más de un centenar de horas después de que la tierra sorbiese a este niño, por ver amanecer al pequeño Julen en los brazos de sus rescatadores, extraído de las furiosas entrañas del averno, como una pepita de oro hecha quejido, como una resplandeciente y preciosa piedra de abrazos, como el mayor de los tesoros que puede arrancársele a cualquier yacimiento: la vida.


(Nonagésimo segundo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 18 de enero del año 2019.)

lunes, 14 de enero de 2019


La guerra de la ciudadanía para que Extremadura tenga tren


José Joaquín Rodríguez Lara


El tren de la vergüenza está haciendo más por Extremadura que el conjunto de las instituciones regionales, desde el parlamento autonomista hasta la Junta geoestacionaria.


Las ofensivas averías que, un día tras otro, sufre esa cosa que llaman tren han conseguido levantar a un muerto: al extremeñisno difunto, al fenecido sentimiento de pertenencia a una región más allá del lugar de residencia, de la ideología política, del nivel de estudios, de ingresos y de casi todo.


El tren de la vergüenza está consiguiendo que se sientan extremeños quienes han nacido o todavía viven en Extremadura. Todo un milagro. Desde la lucha para que no se terminara de construir la central nuclear de Valdecaballeros no se había visto cosa igual por estos lares.


Los vergonzosos estertores del tren de la infamia están resucitando a la sociedad civil extremeña, la están sacando de su secular modorra cataléptica, de su “maldita resignación”.


Nunca se le agradecerá lo suficiente a Milana Bonita el enorme mérito de haber puesto a Extremadura en los telediarios sin necesidad de verter ni una gota de sangre, simplemente exigiendo un tren digno. La Milana abrió sus alas y no deja de volar. Su ejemplo ha cuajado. Ahora llega ‘Calentón’, un grupo musical, con una canción ‘Blanca y Negra’ (“blanca y negra, que te ponen verde”, dice el estribillo, “por este andén, el tren no ha pasao”) que suena como un disparo de rock reivindicativo. No hay que oír esta canción: ¡hay que cantarla!, ¡hay que aprendérsela! ¡hay que bailarla en las verbenas!


Muy bien por ‘Calentón’. La imaginación al poder, sí señor. Pero ya y de una vez por todas. ¡Ah, no, todavía no, que en el poder aún no hay lugar para la imaginación; tan sólo queda sitio para el partidismo, para el compadreo, para los discursos fatuos, para las falsas promesas, para… El poder continúa estando en manos de políticos.


Independientemente del partido que gobierne la región a partir del próximo verano, quien presida la Junta debería plantearse como obligación concederle la medalla de Extremadura a la ciudadanía extremeña, a la que se ha levantado en sainetes, en canciones, en memes y en armas de todo tipo en las redes sociales para exigir un tren digno. La concesión debería ser de oficio, sin necesidad de que la ciudadanía, destinataria de la presea, la pidiese para sí misma.


Aunque, quienes más se merecen la medalla de Extremadura, el máximo galardón regional, son quienes, a pesar de los pesares, continúan comprando su billete para viajar en tren por la región. Eso sí que tiene mérito y no hacerse la foto por asistir a un cuentacuentos con el ministro de Fomento.


(Nonagésimo primer artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 14 de enero del año 2019.)

domingo, 6 de enero de 2019

- un caballo blanco galopa contra las sombras,
dejando agujas de vidrio en los labios del alba.




Vara, o cuando el capitán puede hacer que zozobre la nave

José Joaquín Rodríguez Lara



El desastre del tren parecer ser la gota de indignación que ha colmado el insondable océano de la paciencia de quienes se sienten parte de Extremadura.


El escándalo es mayúsculo. La ciudadanía extremeña, irritada por lo que ha ocurrido y está ocurriendo, dirige la mirada hacia su presidente regional y no encuentra en él ni siquiera un gesto ni una palabra que calme los ánimos de la población. No se aprecia que haga algo útil, eficaz y, sobre todo, creíble, para solucionar el problema. Parece un boxeador que acabase de recibir en la cara una tanda de golpes durísimos y tratara de mantenerse en pie agarrándose a las cuerdas del cuadrilátero. ¡Vara está grogui! ¡No comprende lo que le está pasando!


Si lo comprendiese, asumiría inmediatamente sus responsabilidades políticas y gubernamentales. Los extremeños le eligieron y le pagan el sueldo para solucionar sus problemas, para mejorar su vida, para que tome decisiones acertadas y eficaces, no para que un día tras otro se esconda o los machaque con obviedades seudofilosóficas.


Si Vara tuviese las ideas claras en estos momentos, se daría cuenta de que con su mala gestión ha metido a su partido y a sus correligionarios, simpatizantes y votantes en una ciénaga. En un charco inmundo, en un barrizal. Y, entonces, para salvarse él y salvar a quienes le siguen con los ojos cerrados, se iría a su casa. Renunciaría, al menos, a seguir optando a la reelección como presidente de la Junta.


No lo va a hacer porque eso supondría que es un buen político. Y Vara no es un buen político. Nunca lo ha sido. En la transición desde la dictadura hasta la democracia, en una etapa de tormentas políticas dentro del PSOE, Felipe González se marchó voluntariamente, abandonó la secretaría general del partido para volver con muchísima más fuerza, unos meses después, y gobernar España durante catorce años. Pero, claro, Felipe no tuvo nunca la altura política de Vara.


Para intentar salvar los restos del naufragio, a Vara podría apartarle de la carrerilla presidencial Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE. A fin de cuentas, Extremadura no tiene el mismo peso político dentro del partido que Andalucía. Además, no sería la primera vez que Sánchez haría algo así. En febrero del 2015, Sánchez obligó a Tomás Gómez Franco, que había ganado las primarias para ser el candidato a presidir la comunidad autónoma madrileña, a renunciar a la candidatura y puso en su lugar a Ángel Gabilondo, que ni siquiera había concurrido a la selección. Y aquel descarrilamiento no lo originó un tren. ¡Fue un tranvía! El tranvía de Parla.


Pero no creo que Pedro Sánchez repita en Extremadura aquella jugada. Bastante tiene él con lo suyo. Además, vale más pájaro en mano que conejo en la chistera.


A Vara se le podría apartar del cargo a través de una moción de censura. La oposición sabrá si hay motivos para ello, pero el Estatuto de Autonomía está muy claro.


“Artículo 29. Moción de censura.
“1. La Asamblea de Extremadura puede exigir la responsabilidad política del Presidente de la Comunidad Autónoma mediante la adopción por mayoría absoluta de una moción de censura que habrá de ser propuesta, al menos, por un quince por ciento de los miembros de la Cámara e incluir un candidato a Presidente que presentará su programa alternativo”.


El 15 por ciento de 65 integrantes de la Asamblea son 9,75 señorías, por lo que sólo el PP, con 27 escaños en la actualidad tiene fuerza por sí mismo para presentar la moción de censura. Sin embargo, para ganarla tiene que contar al menos con el respaldo de Podemos. Los seis escaños del grupo morado sumados a los 27 del PP dan justamente la mayoría absoluta del Parlamento: 33 votos. Sólo con los dos votos del grupo mixto (Ciudadanos y Vox ex PP) no bastaría. Pues el PSOE-SIEX tiene 30 escaños.


Reunir los apoyos necesarios para que triunfe una moción de censura siempre es difícil y, si resulta indispensable que Podemos apoye al PP, parece definitivamente imposible, por la diferencias ideológicas, por las reticencias personales y por Pablo Iglesias que está en Madrid quemando etapas a rueda de Pedro Sánchez. Un Iglesias disfrazado de burgués con chalé en Galapagar y dispuesto hasta a abjurar de su fe bolivariana con tal de ser califa en lugar del califa.


Además, las mociones de censura, fíjese usted en el presidente Pedro Sánchez, pueden tener un coste político importante para quien las gana y, a cinco meses de las elecciones autonómicas y con el adversario convertido en monigote del pin pan pun, tal vez resulte más rentable sentarse en la puerta de casa a verlo pasar, ya despojado del coche oficial.


Esperemos que, si Vara vuelve a su puesto de médico forense, sea sin haberle hecho la autopsia a esta Extremadura que se desangra sin que nadie le ponga remedio. 

Así las cosas, quien únicamente puede sentenciar a Vara es el electorado. En mayo, como más tarde, tiene que haber elecciones y le corresponde al electorado decidir si Vara debe continuar, porque lo está haciendo bien, o debe irse a su casa porque lo hace mal y ha fracasado.


Las urnas son las portavoces de la soberanía popular y hablarán. Claro que hablarán.


No obstante, las próximas elecciones, tanto las autonómicas como las municipales y las generales, van a ser muy especiales. Hay muchísimos factores en el bombo de los premios y conseguir uno o dos escaños podría bastar para tener la llave de las instituciones y de los golosos cargos. Nunca, hasta ahora, un ramillete de votos podría dar tanto poder.


(Nonagésimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 5 de enero del año 2019.)

viernes, 4 de enero de 2019


Toto Estirado, al arte de triunfar sobre la muerte


José Joaquín Rodríguez Lara


Es muy posible que (el) Toto Estirado naciese más tarde de lo que se merecía y en un lugar muy ajeno al que le correspondía.


José Antonio Estirado Cruz -conocido como Toto Estirado- nació en Usagre el 28 de marzo de 1939, y falleció en el hospital provincial de Badajoz a los 55 años, en 1994.


Si, por razones de cuna, hubiese malvivido a base de perritos calientes en la V avenida de Nueva York, o si hubiese emigrado para instalar sus pinceles en la colina parisina de Montmatre, tal vez ahora estaría considerado como un genio del arte, pero Estirado nació y pasó demasiado tiempo en Extremadura y su paso por Sevilla, santuario artístico del sur de España, no fue suficiente para sacarle de la miseria.


Muchas personas recordarán haberle visto recorriendo los bares de Badajoz con sus cuadros de pequeño formato, pintados sobre madera la mayoría de las veces, malvendiéndolos por cuatro perras o cediéndolos por unas copas y algo de comida. Yo sí le vi y recuerdo que se le trataba con más caridad, esa apestosa túnica de la injusticia, que con respeto hacia su obra.


A Toto Estirado se le iluminaba la cara angulosa cada vez que ‘colocaba’ en manos ajenas una de sus pinturas, que en muchas ocasiones los clientes compraban con no poca resignación, ‘para ayudarle’.


Con lo que se paga actualmente por cualquiera de sus cuadros, José Antonio Estirado Cruz habría subsistido muchos meses. La misma sociedad que no apreciaba su arte cuando Toto necesitaba el dinero, paga ahora cuando no lo necesita por cada uno de sus cuadros miles de euros.


Toto Estirado permanece en la memoria de quienes le apreciaron, y en el historial de algunas galerías de arte, y en los fondos ‘esquizoides’ del museo Reina Sofía, sacrosanto santuario del arte contemporáneo, y en algún impreso del museo Luis de Morales, de la ciudad de Badajoz, que acogió una exposición de su arte, y aunque aún no se le ha hecho un hueco en el MEIAC (el Museo Extremeño e Íbero Americano de Arte Contemporáneo) que se levanta sobre el solar de la antigua cárcel de la capital provincial, sí está en la barriada pacense de Los Colorines, donde una plaza lleva su nombre, el mayor honor que se le suele conceder en Extremadura a un genio. Siempre que ya haya fallecido, lógicamente.


Usagre, su localidad natal, aún no le ha dedicado ni una calle, ni una plaza, ni le ha puesto su nombre a un centro cultural o a un premio artístico, según han manifestado a 7Días fuentes del Ayuntamiento panzón que así se llama también a los usagreños. No hay prisas. Toto Estirado ya ha superado todas las urgencias.


El arte tiene estas cosas y no es raro pasar del arroyo a los altares y hasta a los museos, quizás porque nunca ha estado muy claro qué es el arte, ese proceso con el que los seres humanos analizan, interpretan y exponen aspectos del mundo real, o de universos imaginados, concretándolos en mensajes que son las obras de arte.


Lo único que está claro en el mundo del arte es que la muerte revaloriza a los artistas. Si quienes mueren pudiesen pintar, escribir, componer o cantar se forrarían. Y si alguien vivales se hace pasar por fiambre, se forrará.


(Octogésimo noveno artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 4 de enero del año 2019.)




jueves, 3 de enero de 2019

- Arte es el resultado de los procesos creativos
 con los que los seres humanos
 analizan, interpretan y expresan
 aspectos del mundo real o de universos imaginados concretándolos en mensajes
 que son las obras de arte.


miércoles, 2 de enero de 2019


El desconcierto del tren extremeño alcanza cotas de obra maestra


José Joaquín Rodríguez Lara


Guillermo Fernández Vara, a la sazón presidente de la Junta de Extremadura, concluyó su discurso de fin de año animando a los extremeños a pedir por esa boquita. “Seamos exigentes, reivindicativos, pidamos de una vez por todas que en las infraestructuras se cumpla con Extremadura, que el tren llegue”, afirmó Vara. ¿Seamos exigentes? Empiece siéndolo usted, señor presidente. Plántese en la puerta de La Moncloa, y no a 300 kilómetros, y no regrese a Extremadura hasta que venga con un tren digno debajo del brazo.


Nuestro presidente nos animó a exigir y lo dijo en el instante final de su discurso. No porque él lleve lustros viajando en coche oficial y en avión y no suela hacerlo en tren, salvo que no haya más remedio que ir desde Mérida a Cáceres a manifestarse, sino porque debe de estar convencido de que con su compañero Pedro Sánchez en La Moncloa y con él al frente del Pacto Social y Político por el Ferrocarril, en el conventual santiaguista de Mérida, lo del tren digno ya está encarrilado y los sainetes de ‘Milana Bonita’ y la indignación de los usuarios del ferrocarril en Extremadura son cosas del pasado, simples números de feria para las plazas de los pueblos.


Pero he aquí que, año nuevo, problema del siglo que se fue. El 2019 ha comenzado con todo un recital, pero un señor recital, que deja chico a lo mucho que están ofreciendo las televisiones españolas estos días. Ni las canciones de antes, ni el humor plagiado de aquí y de allá, ni los valses de Viena, ni la manga del vestido de Anne Igartiburu, ni tampoco la piel del ‘desnudo’ de Cristina Pedroche, que bien guapas que han dado las uvas ambas, puede compararse con el espectáculo del tren en Extremadura: paradas, retrasos, apagones, casi 200 personas a oscuras o a la llama de los candiles telefónicos, averías en mitad del campo, frío en los vagones, el tren llevado a rastras hasta la siguiente estación, nervios, llantos, policías, viajeros al tren viajando sin tren hacia Madrid, por carretera...


Un infierno, una situación completamente dantesca. Lo último de lo último en el último discurso del año y en trenes. Lo que ocurre con el tren en Extremadura no lo mejoraría ni Cecil B. DeMille dirigiendo ‘Los Diez Mandamientos’ y otras obras maestras del espectáculo cinematográfico.


(Octogésimo octavo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 2 de enero del año 2019.)