domingo, 31 de diciembre de 2017

Vara y sus asesinos

José Joaquín Rodríguez Lara


La violencia machista es una tragedia, un gravísimo problema contra el que aún no se ha encontrado un remedio eficaz.


Todo lo contrario. En ocasiones se ponen en circulación consignas bienintencionadas que no sólo no terminan con esta lacra social, sino que la tergiversan y la desvirtúan convirtiendo la tragedia en un sainete.


Cuando se dice “si te controla la ropa no te quiere”, ¿se está alertando a las y a los (supongo) adolescentes de que detrás de cualquier estilista puede haber una persona maltratadora?


¿No es una simpleza, por no emplear un término de más grueso calibre, vincular la preocupación por el atuendo de la pareja con el maltrato?


Las mujeres empiezan a controlar la ropa de sus hijos incluso antes de llegar a ser madres. Desde el momento que tienen el resultado de la primera ecografía. ¡Es niña! Pues lacitos y patucos rosas. ¿El hecho de que le controlen la ropa anuncia, sin remedio posible, que las madres no querrán a sus bebés?


Y el control se prolonga durante año. A veces, durante toda la vida. Cuando todavía existía el servicio militar, las madres aprovechaban el primer permiso de los soldados para arreglarles la ropa militar. ¡Qué mujeres más desalmadas eran aquellas, controlándoles los uniformes a los ejércitos para demostrarles a sus hijos que no los querían!


¿Y acaso no hay esposas, compañeras y novias que le dicen, un día sí y otro también, a sus maridos, compañeros y novios no te pongas esa camisa, anda y ponte este jersey? ¿Hay un tufo de maltrato en ese control cotidiano?


Me parece a mí que el origen de la violencia en la pareja es mucho más profundo de lo que puede atisbarse por el simple control de la ropa, y que considerar el control del armario como una alerta contra la violencia machista es una ridiculez, aunque a alguien pueda parecerle una evidencia sublime. Ya se sabe que la línea que separa lo ridículo de lo sublime es finísima.


Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura, ha vuelto a ponerlo de manifiesto al decir que los hombres matan a las mujeres simplemente porque son mujeres, y que para terminar con este gravísimo problema, los hombres tienen que cambiar de mentalidad.


Vayamos, por partes, señor presidente. Ni los hombres pueden evitar nacer hombres ni las mujeres pueden evitar nacer mujeres. Pero eso no significa que todos los hombres sean asesinos y que todas las mujeres sean víctimas. Si así fuera, la especie humana ya habría desaparecido de la faz de la tierra.


No creo yo que la matrona o el comadrón que atendió a su señora madre cuando usted nació le dijera. “Enhorabuena, ha tenido usted un asesino de mujeres”.


El origen y la persistencia de la violencia machista no es tan simple, ni tampoco tiene una solución tan sencilla como la que usted plantea en su discurso de fin de año.


Los hombres no matan a las mujeres por ser mujeres, como quien extermina alimañas. En primer lugar, porque no todos los hombres son asesinos. En segundo lugar, porque hay hombres que matan a otros hombres. Y en tercer lugar, porque también hay mujeres que matan a los hombres y hasta a otras mujeres.


El asunto es demasiado complejo para reducirlo a esa ocurrencia de que los hombres matan a las mujeres por ser mujeres y que todo se solucionaría con un cambio masculino de mentalidad.


No es verdad, señor presidente, y la persona que incluyó en su discurso de fin de año esa exposición simplista del gravísimo problema de la violencia machista debería saberlo.


Hay hombres que, precisamente por serlo, no tienen que cambiar de mentalidad, porque no son asesinos de mujeres. Ni las matan ni las ofenden ni las desprecian. Porque son y se sienten hombres, y no bestias irracionales.Tal vez usted no conozca a ninguno, pero le aseguro que los hay.


Y hay hombres que, a pesar de haber sido educados en una sociedad machista, luchan contra los clichés acuñados durante siglos y tratan a las mujeres como iguales. Como compañeras en todos los órdenes de la vida. Lamento que la ausencia de personas de este talante a su alrededor le haya hecho caer en el error de llamarnos asesinos de mujeres a todos los hombres, aunque sólo sea asesinos en potencia.


Puedo asegurarle que la lacra, la tragedia, la vergüenza del machismo no se erradicará tratando de emborronar los viejos tópicos con nuevas trivialidades.


El machismo y la violencia que, en ocasiones concretas, genera se debe combatir propiciando que la mujer sea protagonista del devenir de la sociedad al mismo nivel que el hombre. Ni más ni menos.

 

Nadie debería tener privilegios por ser hombre, ni tampoco por ser mujer. El ‘mujeres gratis’, genera machismo, pues se las usa como cebo para atraer al público masculino, por ejemplo. Las sentencias de divorcio manifiestamente desequilibradas acentúan el resentimiento y pueden generar violencia.


En una sociedad habitada por personas con los mismos derechos y las mismas obligaciones, independientemente de cual sea su sexo y su inclinación sexual, seguro que habría menos sexismo y mucha menos violencia intersexual.

Mi impresión, disculpe que se lo diga, señor presidente, es que usted no contribuye a la extensión de esa igualdad con su discurso de fin de año. Es un evidente borrón en su libreto hacia la paridad.



Cosas de ricos


José Joaquín Rodríguez Lara


Dicen que el poder corrompe, y parece que es verdad. Pero antes de corromper y de abrasar a quien se abraza a él como si fuese tabla de náufrago, lo primero que hace el poder es emborrachar.


El mundo está lleno de personajes borrachos de poder, de gente que ha superado ya todas las fases conocidas de la borrachera de poder.


Facilidad de palabra (mitin); exaltación de la amistad (reparto de carguillos); cantos regionales (discursos y ruedas de prensa); se le pierde el respeto a la autoridad civil (no se critica al adversario, se le insulta); se le pierde el respeto a la autoridad militar (fuego graneado de desaires); se le pierde el respeto a la autoridad religiosa (menosprecios en procesión); delirium tremens (el dinero público no es de nadie); y, finalmente, se le pierde el respeto al pueblo, al contribuyente, al votante (cachondeo general a costa del infeliz respetable).


Lógicamente, esto sólo es teoría. Estas cosas no pasan en la vida real. No son producto de observaciones sobre el terreno.


Nadie que tenga poder, aunque sea un poder minúsculo, hace lo que se le antoja. Jamás. En ningún caso. Aunque se le ocurra. Antes que hacer lo que se le antoja, piensa en los demás y se contiene. Quienes tienen poder anteponen siempre las necesidades de la gente a sus caprichos.


Por eso, la secta del poder no gasta pólvora del rey en fuegos de artificio, pues la gente poderosa sabe que la ciudadanía no se divierte si tiene la barriga vacía, si no puede calzar y vestir adecuadamente a sus hijos, si no puede pagar la luz, si no tiene dinero para arreglar el coche y que pase la ITV, si no…


Por muy borracho de poder que se esté, todo el mundo sabe, desde el tiempo de los romanos, que la fórmula correcta es ‘panem et circenses’; o sea, pan y diversión. No diversión a secas, sin comida.


Y como todo el mundo lo sabe, nadie en su sano juicio, por muy borracho de poder que esté, emplea el dinero público, la dedicación del funcionariado público y el cuidado de su cargo público en cambiar letreros cuando hay tantas personas sin empleo, sin esperanza y sin futuro que necesitan ese dinero, esa dedicación y ese cuidado con urgencia. Personas muy necesitadas, lo sé muy bien, aunque no mendiguen por las esquinas.

Si los letreros no dan de comer, y parece que no dan, salvo a quienes los cambian, cambiarlos porque lo dice una ley, olvidando lo que otra ley, llamada Constitución, dice sobre el derecho a la vivienda, al trabajo y a otras necesidades perentorias, es un antojo de ricos. De nuevos ricos que alardean de su poder, lo que en sí mismo es el alarde más hortera que se puede hacer.



El silencio de Vara


José Joaquín Rodríguez Lara


Aunque el silencio es en sí mismo una respuesta, en ocasiones, incluso mucho más elocuente que las mismísimas palabras, no puede pasardesapercibido que el primer secretario regional de los socialistas extremeños no haya dicho aún ni esta boca es mía sobre la propuesta de su antecesor al frente del PSOE, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, respecto a que su partido rompa con el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) y extienda sus propias siglas por el territorio de la comunidad autónoma catalana.

“El PSC ha dejado de ser la franquicia del PSOE en Cataluña. Su distanciamiento ni les beneficia a ellos ni beneficia al PSOE en el resto de España. Ya es hora de que se rompan amarras y de que la dirección socialista organice la Federación Socialista del PSOE en Cataluña”, afirma Rodríguez Ibarra en una entrada de su blog personal titulada ‘Ya es hora’, y publicada al día siguiente de las elecciones catalanas.


“Ya es hora”, afirma Ibarra, de que el Partido Socialista Obrero Español se divorcie del Partit dels Socialistes de Catalunya, que acaba de obtener los peores resultados electorales de su historia, según argumenta el expresidente la Junta de Extremadura.


Ya es hora, exclama Ibarra. “O si no, que alguien dé una explicación que justifique este maridaje, que no tiene más salida que el divorcio rápido y por mutuo acuerdo”. “¿O vamos a querer vender que no hemos quedado tan mal? ¿O nadie se va a responsabilizar del fracaso? ¿O nadie va a hacer nada de nada?”, concluye un político que, sentado en la última fila del autobús, motu proprio, disiente del modo en que conducen al PSOE, y por ende a España, los actuales dirigentes de su partido.


Es inimaginable que Vara se responsabilice del “fracaso” del Partit dels Socialistes de Catalunya, a pesar de que apoyó la campaña electoral de su líder, Miquel Iceta. Y no es de esperar que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, le entregue los papeles del divorcio a Iceta.


Últimamente parece más probable, y hasta más fácil, que el PSOE se deshaga de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que todavía es la persona más reconocible entre quienes votan socialismo en Extremadura y una de las más reconocidas en el electorado español de todos los colores, que Sánchez mande de paseo a Iceta.


Ibarra ha dicho lo que piensa y lo ha hecho en corto y por derecho, pues se torea como se es.

Vara tendría mucho que decir sobre el PSC, porque, aunque apoyó a Susana Díaz, ahora pertenece al círculo dirigente de Pedro Sánchez; también, porque el repudio al PSC lo propone un muy significado militante de la federación socialista que lidera y, sobre todo, porque Ibarra ha sido su mentor y casi su nodriza.


Pero Vara no dice nada. Ni aunque se le pregunte. Ya digo que se torea como se es y a Vara le gustan las largas cambiadas.


Y, además, debe estar convencido de que es mejor callar, aunque el mundo entero sospeche que estás con Miquel Iceta, el ‘indultador’ de independentistas, y con el Partit dels Socialistes de Catalunya, que abrir la boca y despejar la duda para siempre.



(Noveno artículo publicado en extremadura7dias.com,

el 30 de diciembre del año 2017.)

jueves, 28 de diciembre de 2017

Extremadura pierde aire

José Joaquín Rodríguez Lara


Extremadura se desinfla como un globo, como un neumático pinchado. No deja de perder aire. Así no se puede llegar muy lejos.

Y el aire que pierde Extremadura es el de mejor calidad: sus jóvenes. Se marchan en busca de un futuro que en su tierra se les niega.

La tasa extremeña de paro juvenil (el 43%) es la mayor del país, acaba de afirmar el Observatorio de Emancipación Joven del Consejo de la Juventud de España. Pero es que ni siquiera el empleo le permite vivir con dignidad a los jóvenes que trabajan en Extremadura, pues el 43% de los que tienen trabajo están en riesgo de pobreza y exclusión social, según el mismo Observatorio.

La marcha silenciosa de los jóvenes es la peor de las emigraciones. Muchísimo más perniciosa que la sangría migratoria de la década de los años 60 del siglo pasado.

Entonces abandonaron la región más de 300.000 personas. Familias enteras, muchos jóvenes, personas en la edad perfecta para trabajar, pero la gran mayoría eran trabajadores muy poco cualificados, con escasa formación profesional o especialistas en trabajos obsoletos, como los del sector agrario de un campo que se estaba deshaciendo entre los dedos. Ahora se marchan muchos jóvenes preparados, titulados universitarios, con tanta capacidad de rendir, o incluso más, que los naturales de las ciudades, regiones y países que los acogen.

Nunca nos hemos recuperado de la hemorragia migratoria del siglo pasado. Veremos si nos recuperaremos de la actual.

La región extremeña malvive desde hace décadas con un millón cien mil habitantes, vecino arriba, vecino abajo.

No cuenta con la suficiente ‘masa crítica’ poblacional para crecer a un ritmo que corte, de una vez por todas, la necesidad de emigrar.

Extremadura intenta sacar la cabeza fuera, como quien se ahoga y busca una bocanada de aire.

Los jóvenes se marchan. La Junta crea una plataforma para ‘repatriar’ a los emigrantes, subvencionando su regreso. Y las empresas extremeñas fijan sus esperanzas de supervivencia en las exportaciones.

Y parece que exportan cada día más. ¿Cómo es posible entonces que no haya empleo de calidad, con un sueldo digno, para los jóvenes extremeños?
La Junta intenta que vuelvan los emigrantes. ¿Supone que las medidas existentes para retener a la juventud que aún no ha emigrado son suficientes, o es que arroja la toalla y se rinde al considerar que no puede hacer nada para asentar en la región a los jóvenes que están pensando en marcharse?

Casa con dos puertas mala es de guardar. La puerta del regreso es pequeña en Extremadura. La puerta de la emigración extremeña no es una puerta, es un portalón permanentemente abierto.

(Octavo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 27 de diciembre del año 2017.)


martes, 26 de diciembre de 2017

Seres queridos o asimilados

José Joaquín Rodríguez Lara


Me encanta la Navidad y todo lo que conlleva de desmesura, de sincera emoción religiosa, de entrañable acercamiento familiar, de paripé festivo sobreactuado, de efervescencia social adictiva e irrefrenable.


La celebración de la Navidad tiene muchos y variados sectores que la defienden y, también, quienes la denuestan pero terminan arrastrados por el torrencial brillo de las luminarias y brindando a mesa y mantel.


En el fondo, muy en el fondo, la Navidad es un cuento de Navidad, con angelitos, abuelas, abuelos, madres, pavos, corderos, gente gruñona y, sobre todo, enanos. Muchos enanos.


Como suele ocurrir, yo todavía era un enano cuando me convenció la Navidad. Fue un flechazo a primera vista, aunque entonces no me di cuenta. Sólo ahora, tantos y tantos años después, comprendo hasta qué punto me sudujo el que mi padre me llevase al cortijo de Los Cabezúos (vulgo Cabezudos) a comprar una pava, porque era hembra. O lo que disfruté con aquella zambomba que mi progenitor me hizo con el buche de la pava, una lata y una caña verde arrancada de raíz. Hasta me enseñó a tocarla.


Tendría yo cuatro o cinco años cuando probé por vez primera el mazapán, una figurita con forma de pato, servida junto a otras piezas en una bandeja de madera, con asas amarillas, durante un convite en la cocina de los mozos del cortijo de La Cocosa.


Y no habría cumplido aún los cuatro cuando se presentaron, en nuestro chozo, mi tío Daniel y dos personas más como si fuesen los Magos de Oriente. Llegaron a pie. Mi tío llevaba la cara pintada con el hollín de un corcho quemado y vestía una especie de sayón de cintura para abajo. Hacía de Baltasar.


Aquellos Reyes Magos no llevaban ni oro ni incienso ni tampoco mirra. Transportaban, eso sí, un cargamento de alegría envuelto en dos o tres letrillas de villancicos. ‘Arre, arre, arre, la marimonera’. Acompañaban sus cantos con una botella vacía de anís del Mono, que mi tío restregaba con un trozo de madera; tocaban también una especie de castañuela o sonajero improvisado con dos cucharas soperas, así como una caña rajada que se golpeaba contra la palma de la mano. Almirez, instrumento musical propio del cancionero de las celebraciones pastoriles extremeñas, no llevaban, porque en los chozos de entonces, tan auténticos como poco etnográficos, no solía haber almirez.


Los tres Reyes cantaron sus coplillas, bebieron unos tragos de vino, empinando una botella de anís taponada con un corcho provisto de una caña biselada y, cuando les pareció, se marcharon camino de otro chozo. En aquel tiempo, la finca La Cocosa, situada entre Badajoz y Valverde de Leganés, era 'la ciudad de los chozos', pues el campo, sobre todo el secano cerealista, precisaba mucha mano de obra.


La vida no daba para mucho más en aquellos años, en los que aún no empezaban a atisbarse los planes de desarrollo del ministro López Rodó, pero en ciertas fechas la alegría se disparaba por encima de las penurias.


Me he acordado de todo esto, haciendo cola en la pecadería, cuando ha llegado a mi bolsillo una felicitación navideña en formato GIF, una imagen que se mueve, con un 'Felices Fiestas' bien visible.

Es una felicitación, que agradezco enormemente, enviada por alguien que se ha acordado de mí y, casi con total seguridad, de todas y cada una de las personas incluidas en su agenda telefónica.


La tecnología, sin la que ya no sabríamos vivir, nos acerca a la misma velocidad que nos separa. De las felicitaciones chozo a chozo, puerta a puerta, pasamos a las postales Navideñas, que ya son piezas de museo; a las llamadas personales a través del teléfono, que son gestos en vías de extinción; a escribir mensajes personalizados en el guasá (vulgo WhatsApp), que cada día dan más pereza y, finalmente, a buscar mediante el teclado del móvil un GIF u otro tipo de felicitación simpática y a dispararla hacia el corazón de quienes quizás no estén en nuestra memoria, pero sí lo están en la memoria de nuestro teléfono.

Estoy convencido de que, cuando pasen los años, muchos enanos de hoy en día recordarán el hecho mandar y de recibir GIF navideños como yo recuerdo aquella visita de los tres Reyes Magos que me descubrieron la Navidad. El caso es disfrutar junto a los seres queridos o asimilados.



(Octavo artículo escrito para extremadura7dias.com,
el 24 de diciembre del año 2017.)




domingo, 24 de diciembre de 2017

- Cada Navidad me doy cuenta de que soy un cocinero excepcional,
pues cocino excepcionalmente.
De Pascuas a Ramos o de higos a brevas.



Queridos Reyes Magos


José Joaquín Rodríguez Lara


A un político le preocupan las próximas elecciones. Un estadista se preocupa por las próximas generaciones.


Políticos hay muchísimos. Los estadistas escasean. Aquí y en todas partes.


Extremadura necesita estadistas. España necesita estadistas. La Unión Europea necesita estadistas. El mundo entero necesita estadistas.


Queridos Reyes Magos, soy extremeño y, cosa extraña, aún vivo en Extremadura. Pero no voy a pediros un tren eléctrico. Ni siquiera os pido un tren digno. Me conformo con que me traigáis, con que nos traigáis a todas las personas que aún seguimos subsistiendo en Extremadura, un tren al que se le pueda llamar tren sin que se nos caiga la cara de vergüenza al hacerlo.


Queridas Majestades de Oriente, no os pediré que la lotería riegue de millones esta tierra. Me conformaría con que plantaseis unas decenas de miles de empleos fijos en sus campos, en sus pueblos y en sus ciudades. Unas decenas de miles de puestos de trabajo que, al fructificar, esparcirían sus semillas sobre Extremadura dando lugar a más empleos.


No os pido, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, que regresen a Extremadura tantos y tantos miles de jóvenes obligados a emigrar para buscarse el futuro. Me conformo, con que no continúe la hemorragia, con que se cierre la llaga de la emigración por la que Extremadura lleva tantas décadas desangrándose. Me bastaría con que los jóvenes que aún no han emigrado, en busca de su futuro, lo encontrasen aquí, en su tierra.


Queridos Magos de los sueños, no creo tener sueños imposibles. Sólo sueño con que, algún día, nadie tenga la vida más difícil simplemente por residir en Extremadura. Mi sueño no debería terminar en pesadilla.


Los niños y las niñas de Extremadura tienen el mismo derecho a la sanidad, a la educación, al trabajo, a un sueldo digno y a una pensión tranquilizadora que las niñas y niños de cualquier región europea desarrollada.


Cuando veo a tantos emigrantes extremeños, y a tantos hijos de la emigración extremeña, que por sus propios méritos triunfan lejos de Extremadura, no puedo dejar de preguntarme si habrían alcanzado el mismo nivel de éxito si no se hubiesen marchado de su tierra.


Queridos Reyes Magos, sé que Extremadura tendría desde hace tiempo algunas de las cosas que pido si, en lugar de por políticos, estuviese gobernada por estadistas. Pero no voy a pediros que me traigáis un estuche de estadistas, cada uno de su color, como quien os pide, si es que todavía os los piden, un estuche de ceras o de lápices de colores, pues me consta que los estadistas, incluso los de colores, escasean. Me conformo con que les traigáis altura de miras en la gestión, humildad al ejercer el poder, generosidad al aplicar la ideología y un catalejo para escudriñar el futuro a los políticos que nos gobiernan. A todos.


(Séptimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 23 de diciembre del año 2017.)



miércoles, 20 de diciembre de 2017


El gordo que se nos viene encima


José Joaquín Rodríguez Lara


Hay gente convencida de que el agujero abierto por la primera bomba es el lugar más seguro para esconderse durante un bombardeo aéreo, pues resulta prácticamente imposible que dos bombas, y no digamos tres o más, caigan en el mismo punto.


Me parece a mí que durante un bombardeo aéreo no se está seguro ni en el avión, pero algo tendrá el agua cuando la bendicen.


En el bombardeo de millones que conlleva todo sorteo navideño de la lotería nacional, la gente busca los agujeros abiertos por los bombos en los sorteos anteriores, pero no para huir de las bombas. Todo lo contrario. Lo que busca es que le caiga encima el Gordo; que estalle sobre sus carnes como una piñata de millones, de cava y de grititos ante las cámaras. Aquí tocó el Gordo el año pasado, pues aquí compro yo mi décimo para este año.


La fe mueve millones. Casi siempre del bolsillo de quienes tienen menos a la caja registradora de quien más tiene, pero millones al fin y al cabo.


Y hay agujeros que se apuntan a muchos bombardeos. Por ejemplo el 5, número que ha cerrado el premio gordo de Navidad en 32 ocasiones. El que más hasta la fecha.


El 5 es un número virtuoso, porque en el centro está la virtud y, del 0 al 9, el 5 es un número centrado. Tan centrado como el 4 que es la segunda cifra con más terminaciones en la historia del Gordo de Navidad. Exactamente 27, las mismas que el 6. Decididamente, al Gordo le gusta caer en el centro de la diana. En Madrid, por ejemplo.


¿Será esta la razón por la que el Gordo viene tan pocas veces a Extremadura, porque esta es una tierra de extremos? No lo creo. Los extremeños no somos extremistas. Si vivimos en la punta del mapa es porque se empeñan en arrinconarnos. Y desde mucho antes de que se inventase la lotería nacional. Extremadura suele llevar todas las papeletas para que no le toque nada. Nada bueno. Es su sino.


Bien claro se lo dijo Rubén Blades a Pedro Navaja: “si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”.


Hay números en los que nunca ha caído el Gordo. En cambio otros, nacieron para millonarios. El 15.640 y el 20.297 son los únicos números agraciados con el primer premio en dos ocasiones. El primero en 1965 y en 1978, y el segundo en 1903 y 2006.


Si en la teoría del bombardeo hay algo de verdad, el Gordo de este año tiene que caer en Tarragona, Ávila o Zamora y, además, debe tocarme a mí. A ninguna de esas tres provincias españolas, ni tampoco a mí, nos ha tocado jamás el Gordo. Y ya nos toca.


Es posible que a usted tampoco le haya tocado nunca, pero, créame, yo lo vi primero. Tenga paciencia.



(Sexto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 19 de diciembre del año 2017.)

viernes, 15 de diciembre de 2017

Las cuatro esquinitas el cava


José Joaquín Rodríguez Lara


En el fondo están de acuerdo, pero viven de la política y no pueden exteriorizarlo. Si lo exteriorizan y no dan el mitin se convierten en personas normales, y entonces tendrían que dedicarse a actividades normales, no a la política.

La política debería ser un servicio, a la sociedad y a la ciudadanía, pero tiene mucho más de oficio que de servicio. Y cada oficio presenta sus peculiaridades. El de periodista también.

Una de las reglas de oro del oficio político es no desaprovechar jamás la posibilidad de dar un mitin. Sin tetas no hay paraíso, y sin mitin no hay políticos.

¿Se imagina usted que fuese al médico y, al mismo tiempo que el facultativo le receta unas pastillas, el doctor se subiera en la silla y alzase el tono de voz para venderle las virtudes del laboratorio que elabora ese fármaco?

No, ¿verdad?

Pues eso es lo que hacen continuamente los políticos: publicidad, propaganda en este caso, del laboratorio ideológico de su partido.

Cuatro esquinitas tiene el hemiciclo de la Asamblea de Extremadura. Una la puebla el grupo socialista, otra el popular, Podemos ocupa la tercera y la cuarta es de Ciudadanos y la ocupa una ciudadana que defiende su espacio a mordiscos, si hace falta.

Las cuatro esquinas del Parlamento estaban de acuerdo (el 14 de diciembre del año 2017), en la conveniencia de mostrar su apoyo al sector del cava extremeño, que desea plantar más viñas para poder atender a toda su clientela.

Al debatir sobre el cava, los representantes de la ciudadanía extremeña en el Parlamento coincidían en lo esencial, pero no podían dar la impresión de que estaban de acuerdo en lo importante, porque lo importante es su empleo. Así que aprovecharon su coincidencia de criterios sobre el cava para poner de manifiesto sus profundas discrepancias en todo lo demás. Parlamentarismo puro y duro.

En vez de una propuesta conjunta, firmada por los cuatro grupos, se presentaron y debatieron dos, prácticamente idénticas. Y cada portavoz dio su mitin.

La primera propuesta de apoyo al cava extremeño, presentada por el PP, fue aprobada por unanimidad, porque en el fondo, todos están de acuerdo. La segunda, que había sido presentada por el grupo socialista, también iba a ser aprobada por unanimidad, pero como en el segundo debate se repetían los argumentos del primero y la propuesta estaba pasando desapercibida –algún grupo ni siquiera aprovechó la tribuna de oradores para exponer su ‘hecho diferencial’-, alguien del grupo proponente, el de PSOE-SIEX, tuvo el acierto de confundirse al votar, apretó el botón del ‘no’ y la unanimidad quedó reducida a simple mayoría. Loado sea el libre albedrio.

Lo dicho, en el fondo les gusta el cava, pero son políticos y no pueden brindar sin lanzarse al pescuezo, vulgo cuello, del contrario.

Al final, el frente común del Parlamento extremeño, en su apoyo decidido al sector regional del cava, quedó reducido a dos apoyitos enfrentados. Y estaban de acuerdo.

Cuatro esquinitas tiene mi Asamblea…


(Quinto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 14 de diciembre del año 2017.)

El tren nuestro de cada avería


José Joaquín Rodríguez Lara


Extremadura es una región tan humilde que no puede permitirse el lujo de vivir a todo tren, así que vive con casi nada de tren y muy poca vida. El tren de vida, casi no le da para vivir a Extremadura.

Extremadura ha sufrido, y continúa sufriendo, agravios para parar un tren. Renfe, la Red Nacional (aunque no lo parezca), de Ferrocarriles Españoles (aunque no ejerza), lo sabe muy bien y, por eso, los trenes que deben pasar por Extremadura se paran. Se paran para no terminar con los agravios y separan porque no unen, sino que distancian.

Entre Badajoz y Madrid hay una distancia media de 5 horas y 27 minutos (Internet dixit), para hacer 328 kilómetros en tren, a un promedio de 60 kilómetros de ‘trenqueteo’ por hora. 

Entre Sevilla y Madrid (390 kilómetros de raíles) la distancia se reduce a 2 horas y 35 minutos, a una media de 150 kilómetros cada hora. (Internet dixit.) Y sin ‘trenqueteos’. 

En 61 kilómetros más, 2 horas y 52 minutos menos y nada más y nada menos que 90 kilómetros más de velocidad media. Lo que las administraciones públicas y Renfe le están haciendo a Extremadura está más claro que la luz del día.

En Extremadura no hace falta subir al tren para que se te haga de noche. Aunque acabe de amanecer, basta con que saques el billete y Renfe te apaga el sol. En luz de gas, es lo último.

Extremadura es la primera región de España en casi todo lo malo, y la última en casi todo lo bueno. Sería indigno que, con tan lamentable panorama, Extremadura perdiese el último tren, el tren de la justicia y de la dignidad, un tren como un tren.

En Extremadura, todo el mundo llama tren al tren, en vez de convoy, porque en Extremadura el tren no va con nadie. Ni con la izquierda ni con la derecha, ni con los verdes ni tampoco con Maduro. Sencillamente no va. Y tampoco es que venga. Está como ido nuestro tren a ninguna parte. Tan solo esparrama sus ojos para ver pasar a la vaca.

Extremadura viaja en el vagón de cola del tren de España. Renfe trata a los extremeños como si fuésemos mercancía. Si nos tratara como debe tratarse a las personas que somos, en vez de en un vagón, Extremadura viajaría en un coche. De cola, pero en un coche.

Tratándose del tren parece la misma cosa, pero no lo es. Los ferroviarios saben distinguir. ¡A ver!

Extremadura se merece un AVE, pero se conforma con exigir un tren digno porque no le basta con tener un tren permanentemente AVEriado, que puede que suene a AVE, pero es una tortuga. Enferma y coja, además. Si al menos fuese un galápago del río Alcarrache, hasta habría que correr para darle alcance, pues, cuando se escabullen entre las piedras, en vez de patas parecen tener ruedas.

A todo lo que tiene ruedas -locomotoras, automotores, vagones, coches, etcétera- y está hecho para rodar sobre las vías férreas, Renfe lo llama material rodante. La Junta de Vara hace lo mismo. 

Pero en Extremadura deberíamos hablar con más propiedad y llamarlo material renqueante, material reptante, material repugnante, rechinante, relinchante, refunfuñante, desesperante y todos los antes y, también, todos los después que quepan en la santa indignación del pueblo extremeño.

Hasta el flaco y desarbolado Rocinante trotaba a más velocidad que el ‘material renqueante’ que Renfe dedica a Extremadura. Vagones y locomotoras, tan de antes y tan sin futuro, que el día menos pensado la Unesco los declara ‘patrimonio inmaterial sin humanidad’.

‘Patrimonio’ porque lo hemos pagado y lo seguimos pagando como si fuera un chalet de lujo con una hipoteca interminable. ‘Inmaterial’ porque, a fuerza de años y de desgaste, se está quedando en nada. Y ‘sin humanidad’ porque hay que ser mala gente para destinar a Extremadura todo lo que no sirve en otras regiones.

(Cuarto artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 13 de diciembre del año 2017.)


Regeneración carcelaria que repugna


José Joaquín Rodríguez Lara


La cárcel es un agujero negro que devora a las personas. A la cárcel se entra, pero de ella no se sale. Una estancia en la cárcel, aunque sólo sea en la modalidad de prisión preventiva, cambia profundamente a las personas.

Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, afirmó el filósofo Heráclito, y nadie sigue siendo la misma persona después de pasar por la cárcel. Esto no sólo lo saben bien quienes han sido encerrados entre sus muros espesos, sino que lo ha experimentado hasta el propio personal penitenciario.

En teoría, la función primordial de la cárcel no es castigar a los delincuentes. Las prisiones ni siquiera tienen como cometido fundamental apartar a los malechores de sus víctimas y de la sociedad, en general, para que no sigan haciéndoles daño. La principal función del sistema penitenciario es reeducar a quienes delinquen; recuperar a esas personas para que puedan volver a convivir honradamente con la ciudadanía que no comete delitos.

“Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. Punto 2, artículo 25 de la Constitución Española de 1978.

De las prisiones deberían salir mejores personas que las que entraron. Entran delincuentes y tendrían que salir seres reeducados y preparados para vivir honradamente.

No suele ser así. La cárcel es un fracaso. Es más fácil acertar el sorteo del euromillones que regenerarse en la cárcel. Los sistemas penitenciarios tienen un índice de éxito muy bajo, y una tasa de rentabilidad social prácticamente negativa. Las prisiones y la población presa consumen mucho dinero público, que es dinero de todos, y generan muy pocos bienes para la sociedad.

Por eso habría que festejar con alborozo los escasísimos casos en los que los delincuentes se regeneran, por cambiar de oficio o por adquirir destrezas respetables, mientras cumplen su condena.

Recuerdo el caso de un merchero analfabeto que fue condenado a muerte por atraco y homicidio. Se le conmutó la pena capital por cadena perpetua, aunque las condenas por todos sus delitos sumaban más de mil años de prisión. Aprendió a leer y a escribir entre rejas; estudió Derecho en la cárcel; se hizo escritor –tiene varios libros publicados- y en 1891 fue indultado y casi logró escaparse de su personaje, toda una leyenda ‘El Lute’, para convertirse en una persona, en don Eleuterio Sánchez Rodríguez, abogado que debutó en el despacho del profesor don Enrique Tierno Galván, diputado y alcalde de Madrid.

Hay más casos de recuperación de delincuentes, pero desgraciadamente son muchísimos más los de reincidencia e, incluso, de perfeccionamiento de las habilidades delictivas. Hay quien entró en la cárcel por robar en un supermercado, que viene a ser lo que antes era robar gallinas, y salió con preparación y disposición para atracar bancos, lo que siguen siendo palabras mayores.

En la recta final de este año 2017 está de actualidad el caso de Diego Yllanes Vizcay que, durante los San Fermines del año 2008, después de despedirse de su novia, estuvo tomando copas con una estudiante de Enfermería, la joven, Nagore Laffage Casasola, a la que llevó a su piso, se empeñó en mantener relaciones sexuales con ella aunque fuese por la fuerza, la mató, intentó descuartizarla y llamó a un amigo para que le ayudase a deshacerse del cadáver. 

Diego Yllanes, joven entonces recién licenciado en Medicina que, en la época del homicio, trabajaba como médico interno residente en la prestigiosa Clínica Universitaria de Navarra, en la especialidad de Psiquiatría, fue condenado a doce años y medio de prisión.

Hace poco se le concedió el tercer grado penitenciario y fue contratado por una empresa con clínicas psiquiátricas en Sevilla y Madrid. Su fotografía fue colocada en el cuadro de facultativos de la empresa, pero ante el revuelo social originado por el hecho de que el asesino de la joven Nagore trabaje como médico, la fotografía ha sido retirada.

Repugna que un doctor condenado por homicidio trabaje como médico, y parece que el hecho de que lo haga como psiquiatra eleva el grado de repulsión, quizás debido a que hace recordar la locura que cometió aquella madrugada de los San Fermines del 2008.

Es comprensible este rechazo social, pero las cárceles están para esto, para “la reeducación y reinserción social” de quienes delinquen. Nos gastamos muchísimo dinero en su “reeducación y reinserción” y, aunque su posible reinserción repugne, debemos aceptar que a veces, en contadísimas ocasiones, los delincuentes se regeneran.

Diego Yllanes, que aún no ha cumplido su pena, esta en camino de esa regeneración. Que tenga un empleo forma parte de su proceso de reinserción en la sociedad.


(Tercer artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 12 de diciembre del año 2017.)


lunes, 11 de diciembre de 2017

Compraste un convento y no lo sabes


José Joaquín Rodríguez Lara


España es un país de propietarios. De propietarios de vivienda. Encabeza las estadísticas de la Unión Europea en este apartado. La creencia de que pagar un alquiler es tirar el dinero, pues con lo que te cuesta ser inquilino vas comprando un piso que en unas pocas décadas será totalmente tuyo, es uno de los factores que está detrás de la burbuja del ladrillo y, por consiguiente, de la gravísima crisis económica de la que aún no hemos salido.

 

Durante los años inmediatamente anteriores a que estallara la crisis, España vivió una auténtica vorágine compradora de pisos. Se usó y se abusó del ladrillo como si fuese el colchón de la abuela. Muy pocas personas se planteaban vivir de alquiler en esos días; casi todo el mundo quería ahorrar o invertir teniendo una vivienda en propiedad.


La crisis cambió algo la tendencia. No había empleo, no había ingresos, los bancos no daban créditos y, a falta de otra posibilidad, el alquiler empezó a ser mirado con mejores ojos. Pero parece que la situación está volviendo a las viejas rodadas y comprar para especular ha recuperado su atractivo, a pesar de las intenciones sangradoras del ministro Cristóbal Montoro. El ladrillo empieza a moverse. De nuevo.


La Constitución de 1978 consagra, en su artículo 47, el derecho de todos los españoles "a disfrutar de una vivienda digna y adecuada", pero no especifica si debe ser propia o alquilada. Sin embargo, el artículo se suele interpretar como una invitación a disfrutar del derecho a la propiedad.


La elección de alquilar o comprar la vivienda habitual no es un dilema en este país. Aunque usted no lo crea, el dictador Francisco Franco protegió a las personas que vivían de alquiler, que no sólo no podían ser desahuciadas fácilmente, sino que ni siquiera se les podía subir el alquiler de forma desmesurada. El socialista Miguel Boyer, ministro de Hacienda en el primer Gobierno de Felipe González, terminó con los alquileres baratos anulando la protección legal a las viviendas, alquiladas, de renta antigua. Y una ministra socialista, Carme Chacón, propuso crear juzgados especiales para agilizar los desahucios de quienes no tenían vivienda propia.


La política de este país lleva demasiados años girando a favor de la compra para que la afición por el alquiler no se hubiera resentido con semejante acoso. Las ventajas fiscales del alquiler son aún muy inferiores a las que la compra disfrutó durante años.


La crisis dejó sin vender casi un millón de viviendas terminadas, o a medio terminar, y a pesar de la falta de compradores, la obsesión oficial era aliviar a los bancos del peso del ladrillo ‘tóxico’ vendiéndolas como fuera. ¿Y el alquiler? El alquiler no era opción o se consideraba el último remedio contra el problema.


¿Pero es mejor para todos la compra/venta que el alquiler? Estoy convencido de que no. En primer lugar considero que ambas opciones son compatibles. Y en último caso, si una modalidad de acceso a la vivienda debe arrasar a la otra, nunca debería permitirse, ni mucho menos estimularse por las administraciones públicas, que la compra/venta impere de forma abrumadora sobre el alquiler.


El alquiler activa la economía muchísimo más que la compra. La agiliza, la fluidifica, la flexibiliza. Comprarse un piso es como comprarse un convento. El esfuerzo y el ahorro de toda una vida enterrados entre cuatro paredes. Una inversión enorme que sólo suele desamortizarse por herencia, cuando fallecen sus propietarios. A veces, ni así.

 

Cierto es que las personas ancianas que son dueñas de una vivienda viven dentro de una hucha, pero la hucha no se mueve y si la rompen se quedan en la calle, sin techo bajo el que cobijarse.


En cambio, con el alquiler se puede apostar en cada momento a la casilla que más convenga y disponer del dinero sobrante como se prefiera. Al final de sus días, ni el propietario ni el inquilino se llevarán nada al otro barrio.


El alquiler tiene efectos positivos sobre el empleo, porque facilita la movilidad de la población trabajadora, que puede desplazarse a donde haya trabajo sin dejar una casa atrás y teniendo la seguridad de que allí a donde se mude habrá viviendas de alquiler a precios razonables. Claro que, para que haya esa movilidad es necesario que las administraciones públicas se tomen el alquiler, el empleo y la economía de otro modo.

 

Se precisa la misma inversión para hacer una vivienda para venderla que para alquilarla; se necesitan los mismos materiales y su construcción genera el mismo número de empleos. La diferencia está en que la vivienda propia nos ata al terreno y la alquilada, no.


Eso sí, hay un término medio. En Estados Unidos, país que creció a lomos de caballos y sobre carromatos y tiene una de las tasas de movilidad laboral más altas del mundo, lo saben muy bien, así que además de viviendas en propiedad y de viviendas en alquiler, los estadounidenses tienen viviendas de quita y pon. Las compran enteras o en tablones, como si fueran de IKEA, las montan sobre terrenos alquilados que tienen todo lo necesario –acceso, abastecimiento de agua, de luz y de gas, desagües, etcétera- para instalar una vivienda y si les sale una oportunidad laboral, aunque sea seis estados más allá, cargan su casa en un camión, con el frigorífico en su sitio y hasta con las camas hechas, y se mudan aunque tengan que cruzar el país de punta a punta.


Pero, ¿quién sería capaz de trasladar, ladrillo a ladrillo, el convento que se compró en un barrio de España?


(Segundo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 9 de diciembre del año 2017.)


sábado, 9 de diciembre de 2017

Pájaros hueros navegan la noche

José Joaquín Rodríguez Lara


Se acerca la media noche y me siento como Cristóbal Colón y sus compañeros durante las horas inmediatamente anteriores a su descubrimiento del Nuevo Mundo.


De aquella espera infinita surgió una frase antológica que unas veces se atribuye al almirante de la Mar Oceana y otras a alguno de sus marineros. "Toda la noche oyeron pasar pájaros". Es una de esas frases redondas que dicen mucho más de lo que cabe en sus apretadas letras.


José Manuel Caballero Bonald la convirtió en una novela de éxito y yo aún la conservo en los anaqueles de mi memoria, cada vez más apolillados y polvorientos. Esta noche la he desempolvado.


Sobre las calles y los campos de Salvatierra de los Barros están pasando a gran velocidad las nubes. Muchas nubes. Vienen del Oeste, blancas, bajas y hechas jirones. Al contemplarlas me he acordado del descubridor de América y de sus compañeros de epopeya y de la angustia de estar días y semanas y meses rodeado de agua sin ver la costa.
Ellos estaban en el océano Atlántico y anhelaban llegar a tierra. Yo estoy en tierra y anhelo que me llegue el océano Atlántico.


Un océano cargado de olas de lluvia, de mareas de lluvia, de espumas de lluvia, de borrascas de lluvia deshechas en goterones, más intensos que la sed, más persistentes que el sudor.


Estoy viendo pasar nubes toda la noche, alcatraces de luz, gaviotas del silencio, golondrinas de la ausencia... Inasibles pájaros hueros.


El océano se acerca a tierra firme, empieza a volar bajo, sobre nuestras cabezas, en nieblas y jirones de nubes, pero no llueve.


Lloverá, ya sé que lloverá, confío en que algún día lloverá, pero aún no se ve la lluvia, esa anhelada isla de fecundidad recortada en el sediento horizonte, y la travesía por el secarral de la espera se hace un poco más insufrible.


Toda la noche viendo pasar nubes, toda la noche.


jueves, 7 de diciembre de 2017

- Cuantos más periodistas echan a la calle,
  menos periodistas hay en las calles
 y muchísimos menos en los callejeros.


Regale vida


José Joaquín Rodríguez Lara


¿Papal Noel ya está arañando las ventanas, estamos más dentro que fuera de la Navidad, usted ya le ha colocado en el balcón el cubo con agua a los camellos de los Reyes Magos, por si acaso se adelantan, y aún no sabe qué regalar a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos, sobrinos, primos, amigos o a su madre de leche?

No desespere, no se deprima, no se encabrite. Podemos ayudarle.

Tiene usted razón en que cada año resulta más difícil encontrar el regalo adecuado porque sus padres, sus abuelos, sus tíos, sobrinos, primos, amigos y hasta su madre de leche -si acaso usted se hubiera o se hubiese criado a los pechos nutricios de una nodriza- tienen de todo. Y, además, que usted, el año pasado, ya les regaló esa cosa tan mona, tan chula y que estaba tan bien de precio que hasta lamentó no habérsela autoregalado, aunque fuera simulando que era el regalo de un amigo invisible.

Pues este año le va a resultar muy fácil elegir el regalo especial o los regalos sorprendentes para sus seres queridos.

Estas navidades regale un detector de humos. O varios detectores. Los que usted pueda y considere necesarios.

Un detector no es un regalo simpático ni entretiene ni tampoco es vistoso; es un regalo para la casa, para toda la familia. Si regala un detector de humo estará regalando vida. Auténtica vida. Regalará compañía, presencia, esencia de familia.

Cada año, al llegar el frío, muchísimas personas mueren en España –con que falleciese sólo una ya serían demasiadas- intentando poner un poco de calor en su existencia.

Unas se intoxican con el monóxido de carbono desprendido por un brasero de picón incorrectamente gestionado; otras se abrasan entre las llamas originadas por el brasero, ya sea de picón o eléctrico, que prendió las faldas de una mesa camilla, un sofá o cualquier otro mueble.

El detector de humos alerta cuando todavía se puede controlar el fuego. Te despierta con su sirena si fumas en la cama y se te cayó de los labios el pitillo encendido. El detector contribuye a que te pongas a salvo.

No es un regalo glamuroso el detector de humos, de fuego o de gas; tampoco es vistoso ni entretenido, pero no es muy caro. Los hay de muchos precios y todos evitan que suceda lo que, si ocurre, ya no tendría remedio.

Ya sabemos que no hay mejor alarma que la precaución y que usted y sus familiares son personas precavidas y sensatas.

¿Quién va a dejar que un cojín caiga sobre el brasero de picón? Nadie, pero hay a quien se le ha caído y ha originado un incendio de consecuencias irremediables.

¿A quién se le va a ocurrir meter un brasero eléctrico, encendido, bajo la cama para paliar el frío de la noche? A nadie se le puede ocurrir semejante disparate, pero acaba de suceder en Cáceres con fatales consecuencias.

No le dé usted más vueltas. Estas navidades regale años de vida, regale a sus seres queridos un detector de humos. Y sí, además, detecta el gas y las llamas, muchísimo mejor.

Yo no los fabrico ni los vendo ni tampoco llevo comisión por la compra de detectores, pero créame, no hay mejor regalo que la vida.


(Primer artículo publicado en extremadura7dias.com ,
el 6 de diciembre del año 2017.)

miércoles, 6 de diciembre de 2017

La C

José Joaquín Rodríguez Lara


La C es la letra menguante del abecedario. No es una O mordida, es una luna en cuarto curso de retirada.

La C es una letra misteriosa. No tanto como la X, desde luego, que es la gran incógnita de la escritura en castellano, la única letra del abecedario que se niega a aparecer en su propio nombre: equis. ¿Dónde está la X en la equis? Es un misterio. La A, la Be, la Jota, la Te... Todas ellas, y todas sus otras compañeras, salen en sus respectivos nombres, pero la X, no. A la equis le gusta jugar a los espías.

Seguramente crea usted que la Y, tal vez por ser vecina de la X y querer emularla, tampoco sale en su nombre. Pero sí aparece. El nombre de la Y es y griega y lo lógico es que la Y de la y griega se escriba con Y y no con i latina.

Otra cosa muy distinta es el porqué escribimos griega con i latina en vez de con y griega. Tal vez el origen de esta contradicción esté en un lapsus cálami. No lo sé.

Pero la C es punto y aparte. Es la medalla de bronce del a -b - c dario y debe de faltarle el trozo que, al morderla en el podio para comprobar si verdaderamente es de bronce, se tragan los atletas que la reciben.

La C no es una letra de carácter. Y fíjese usted en que carácter se escribe con dos ces. Al contrario, la C muestra una personalidad voluble. Tiene varias caras la C.

Depende de con quién se junte, así se comporta. Cuando se arrima a la A, a la O o a la U, la C muestra su lado alternativo y suena como K. Caña, coña, cuña.

Pero si se acerca a la E o a la I, la C se comporta con unos modales de letra modosa y bien criada. Ahí tiene usted la cecina.

Y no queda aquí la cosa. A veces la C sale de marcha con la H y ambas forman la pareja más estrafalaria del abecedario, porque la C es una letra políglota, que lo mismo suena a K que a C, y la H es una letra muda, que no suena a nada.

Hay quien considera que esta pareja no es el dúo más extraño de la escritura en castellano, porque sólo es una letra, la letra CH. A mí, en cambio, me parecen un par de letras que disfrutan con su papel de payasetes y cuando actúan hacen cha, che, chi, cho, chu. Hay bebés que se ríen con estas cosas.

Yo creo que, en estas actividades circenses, es la C la que malmete a la pobre H, aprovechándose de que carece de voz, salvo que se la aspire, y no puede protestar, pero, definitivamente, la C me parece la letra más lunática del abchario.


martes, 5 de diciembre de 2017

La flor del cerdalí



José Joaquín Rodríguez Lara


De la caza surgió la ganadería y de la ganadería está resurgiendo la caza. Es el “movimiento pendular de los sistemas”, que decía mi profesor don Hilario Álvarez. Mi abuela Julia, que lo aprendió casi todo por sí misma, también lo veía claro: “Hijo, cuando el libro de la moda se acaba, hay que volver al principio”.

Y en esas estamos: columpiándonos en el péndulo y releyendo el manual de lo trapos de pasarela.


La domesticación de los animales de caza seguramente se inició, hace miles de años, encerrándolos en algún lugar y proporcionándoles alimento. Es lo mismo que se hace actualmente en las granjas cinegéticas y en los cotos intensivos con las perdices, los faisanes, los ciervos, muflones, gamos, etcétera. Los primeros ganaderos buscaban animales dóciles, que se dejasen matar sin correr demasiado; ejemplares confiados de los que se pudiera aprovechar su carne, su leche, sus huevos, su lana y su fuerza de trabajo.

Las personas que hoy crían piezas de caza buscan animales que soporten el confinamiento, pero que, a la vez, sean desconfiados, que corran, que huyan, que se escondan, que vendan cara su piel, sus colmillos, sus cuernas o sus plumas.

Sin embargo, en el fondo, tanto los ganaderos como los ‘venaderos’ –granjeros de especies venatorias- tienen el mismo objetivo: producir animales para el consumo humano.

A los ganaderos y a los ‘venaderos’ se les ha unido, a lo largo de los últimos años, un nuevo gremio: el de los ‘mascoteros’. El de los ‘mascoteros’ sin escrúpulos, sin conciencia o sin cerebro. Gente piadosa, amante de los animales de poca edad, que los tienen como objetos de compañía hasta que crecen y no pueden mantenerlos. Entonces, para solucionar su problema doméstico, como son personas muy sensibles y les da pena sacrificarlos, abandonan a los bichos en el campo y crean un problema público.

Conocí a alguien que, cuando le paría la gata, como le daba lástima matar a los gatitos, los enterraba, vivos, para no oírlos miar. “Arreglárosla como podáis”. Y se marchaba para su casa con la conciencia muy tranquila.

El nocivo efecto medioambiental del abandono de mascotas que pueden valerse por sí mismas es idéntico al que se genera cuando el animal no se abandona, pero por una custodia negligente se pierde en la naturaleza o se escapa para vivir por su cuenta y ver mundo.

Los ecosistemas son piezas de relojería, muy sensibles y ajustadas. Si quitamos o ponemos algún engranaje, por diminuto que sea, la precisión del reloj se resiente. A veces, hasta deja de funcionar.

Pues en el reloj que nos marca las horas faltan ya, o escasean, demasiadas piezas. El declive del conejo es una catástrofe tan notable como eliminar el pan de la dieta mediterránea, y la introducción de especies alóctonas, foráneas, como los cerdos vietnamitas va camino de serlo.

En muchas partes de España se ha dado ya la voz de alarma sobre la creciente presencia de cerdalíes en los campos y hasta en los núcleos urbanos.

Como casi todo el mundo sabe, el cerdalí es un cruce entre el jabalí silvestre y el cerdo vietnamita asilvestrado motu proprio o por decisión de quien lo abandonó. También se le llama jabamita y cerdolí.

Lo de jabamita –cabeza de jabalí y cola de vietnamita- me suena raro y hasta difícil de recordar. La denominación, bastante extendida, de cerdolí –cabeza de cerdo y cola de jabalí- me parece machista y falsa. Machista porque antepone el macho, el cerdo, a la hembra, la cerda, y falsa porque lo habitual es que los machos de jabalí se apareen con las cerdas domésticas, derrotando y expulsando del agreste tálamo nupcial, si es necesario, a los varracos domésticos, por muchas artes marciales que sepan los orientales. A los jabalíes no les va lo de hacer tríos. Lo raro es que un cerdo vietnamita, más pequeño que un jabalí, le distraiga las hembras al peludo tanque de los montes hispanos.

Así que, al referirme al engendro, yo prefiero denominarlo cerdalí; es decir, hijo de una cerda asilvestrada y de un jabalí silvestre.

Pero lo pernicioso de este cruce porcino no es darle uno u otro nombre, sino la extensión creciente de su presencia en los montes y en los cultivos agrarios españoles.

El cerdalí, algo más pequeño que el jabalí y con diversidad de color, pelaje y cabeza, hace más daño que el jabalí porque es más prolífico. Tiene más crías, come más, causa más destrozos, puede transmitir más enfermedades y, al competir con el autóctono cochino de monte, terminará contaminando con sus genes la pureza racial del jabalí. Ya hay estudios científicos que alertan sobre este peligro.

Lo que no parece haber es una ley o una orden de vedas que incluya al cerdalí y a su madre la señora cerda vietnamita como especie dañina, ajena al ecosistema español y, por lo mismo, susceptible de ser abatida en las cacerías legales. Especie cinegética, en suma. Para sí quisieran la zorra, la pega (urraca, picaza…), la grajilla, la tórtola turca y otras especies consideradas dañinas el estatus de protección que se aplica al cerdalí.

Tal vez opine usted que los cerdalíes son bonitos –para gustos los colores-, simpáticos (ídem) o escasos (lo mismo le digo) y, por lo tanto, no hay necesidad de perseguirlos y erradicarlos del medio natural.

Hay gente que creyó algo parecido cuando vio la primera flor –tan bonita, tan lila- del jacinto de agua en mitad del Guadiana y hoy, doce años después, doce años ya, el camalote es una plaga que está asfixiando el tramo medio de uno de los ríos más importantes de Europa.

Aquello sólo era un ramillete de flores lilas sobre una balsa de hojas muy verdes, pero ya hemos gastado millones de euros tratando de erradicarlo y en el Guadiana cada día hay más camalote.


Maldita sea la hora en la que a alguien se le ocurrió vaciar su pecera en el río.

(Artículo publicado en la revista 'Caza Extremadura' de noviembre / diciembre.)