sábado, 30 de septiembre de 2017

El renacer de Sucesos


José Joaquín Rodríguez Lara


El periodismo de sucesos no alcanzaba semejante nivel de notoriedad desde los tiempos gloriosos de 'El Caso'. A pesar de sus modestos comienzos -inicialmente se imprimía en los restos de las bobinas de papel desechados por otras publicaciones-, ''El Caso' fue todo un fenómeno informativo entre los años 1952 y 1997. Este semanario, especializado de forma monográfica en sucesos, llevó a toda España los crímenes cometidos en el país durante la segunda mitad del siglo XX. 'El Caso' se leía en todas las ciudades y hasta en los pueblos más diminutos con un fervor y una fidelidad que para sí hubiesen querido los grandes rotativos de entonces y de ahora.


Con el comienzo de la etapa democrática, el interés del periodismo español por 'la sangre impresa y ordenada' -los asesinatos de ETA en Nacional, los demás, en Sucesos- disminuyó, y no sólo se eclipsó 'El Caso', sino que hasta desaparecieron las secciones de sucesos en las páginas de los periódicos. Los crímenes -el asesinato de los marqueses de Urquijo (1980), de las niñas de Alcácer (1992), de Sandra Palo (2003)- generaban información, pero dejaron de ser un género periodístico con parcela propia en el planillo de los periódicos.


La situación está cambiando o lo ha hecho ya definitivamente. El arranque de esta nueva etapa del periodismo de sucesos podría situarse a finales del año 2011, con el homicidio de Marta del Castillo y el asesinato de los hijos de José Bretón. Desde entonces, el periodismo de sucesos está en auge. Los periodistas saltan de un caso a otro -asesinato de la niña Asunta Basterra en Galicia (septiembre del 2013), desaparición en Monesterio, Extremadura, de Manuela Chavero (julio del 2016), de Diana Quer, en Galicia (agosto de 2016), de Francisca Cadenas, en Hornachos, Extremadura (mayo del 2017), y muchos otros crímenes que no se incluyen en este texto para no hacer interminable su lectura.


El último gran suceso, con el que estos días no puede ni la extorsión independentista catalana, es la desaparición, muerte y localización (agosto/septiembre del 2017) de una pareja de jóvenes (23 y 21 años) en el embalse gerundense de Susqueda. El caso está lleno de misterio y se está contando como un folletín por entregas. Algo muy propio de la prensa.

 
Con este doble homicidio -intencionado, por supuesto; no planificado y ejecutado de forma chapucera- la información de sucesos ha alcanzado una nueva cota de notoriedad y de impacto popular. Especialmente a través de la televisión, que le concede minutos en su programación matinal, en sus informativos de hora punta y que hasta ha creado programas íntegramente dedicados a los sucesos. Desde 'El Caso' no se había visto semejante cosa.


Que las dos muertes del embalse de Susqueda son intencionadas parece estar muy claro, aunque el orificio de bala que presenta el cráneo de la chica podría haber tenido su origen en una negligencia o en un accidente. La muerte de su compañero descarta esta posibilidad, ya que resulta impensable que se produzcan dos negligencias o dos accidentes tan seguidos con armas de fuego.


El doble crimen no parece haber sido planeado o, si lo fue, se planeó muy mal, pues se ejecutó con muy poca precisión. Aunque la zona en la que, presumiblemente, se realizaron los hechos está prácticamente desierta, los asesinos -es imposible que el doble crimen lo ejecutase una sola persona- dejaron pruebas de tener muy poca práctica en la comisión de este tipo de delitos. El intento de hundir en el embalse el automóvil usado por la pareja, metiendo la primera velocidad y colocándole una piedra en el acelerador; la pretensión de hacer desaparecer el kayak que usaban rajándolo y poniéndole piedras; que se lastrase el cuerpo de los jóvenes metiendo piedras en sus mochilas indica que hubo improvisación y urgencia. Si a esto se suma el hecho de que los asesinos fuesen regando de pistas las orillas del embalse, hundiendo en un lugar el coche, en otro el kayak y en un tercero los cadáveres de los dos infortunados, dando así facilidades para que al menos uno de los puntos fuese localizado, ahonda la evidencia de la impericia de los asesinos. Las bandas del Este no suelen cometer este tipo de errores.


Hay que confiar en que los agentes que investigan los hecho reúnan datos suficientes pata detener a los criminales. Más difícil de resolver parecen los casos de Manuela Chavero, de Diana Quer, y de Francisca Cadenas, que desaparecieron dejando muchísimo menos rastro.


Cuarenta y dos años se han cumplido ya desde que cinco personas murieron de forma violenta en el cortijo sevillano de Los Galindos, marcado para siempre por la sangre y los cuerpos de las víctimas. El escenario era dantesco. En Los Galindos había rastros para hacer un tratado de criminología. Sin embargo, 42 años después aún no se sabe quien realizó aquella matanza, ni cómo ni tampoco el porqué. El delito prescribió en 1995. La memoria, sin embargo, tardará muchísimo más en borrarse. Y los archivos de televisión desaparecerán, si desaparecen, el día del juicio final, por la tarde.


lunes, 25 de septiembre de 2017

El nombre de las cosas

José Joaquín Rodríguez Lara


San Francisco era un santo tan humilde que, según cuentan sus íntimos, los frailes terminaron por referirse a él en los escritos llamándole Pa Co, abreviaturas de Pater Comunitatis, padre de la comunidad; franciscana, naturalmente. Otros dicen que Pa Co es un hipocorístico. A saber lo que será, cuando hay gente 'pa to'.


A lo que 'san Paco' de Asís (Italia) llamaría "hermano cavolo" por aquí recibe el nombre de col, sin distinguir al repollo de la berza. 


'Berza' le dicen a la veza, 'vena' a la avena y 'alpacas' a las pacas (del francés pacque) de paja, que además de estar hechas con trigo, 'cebá', alfalfa u otras hierbas, también puede ser de 'berza/vena', con más avena que veza, casi siempre. 


'Pacas' llaman por estos lares a las franciscas, aunque, si hay confianza con ellas o trabajan en una película dirigida por Almodóvar, entonces las llaman 'kikas' y hasta 'kiskas', como si fuesen chocolatinas. 


Los esquimales tiene diferentes combinaciones de palabras para denominar a la nieve según esté en forma de polvo, de hielo, derritiéndose o como esté. Por aquí tenemos poca nieve, aunque la apreciamos muchísimo y, en confianza, la llamamos 'cubitos'. 


Eso sí, franciscos, pacos, kikos, kiskos y curros hay para dar y tomar; los que quieras.

domingo, 24 de septiembre de 2017

El erizo


José Joaquín Rodríguez Lara



El erizo es uno de esos animales que, para la gran mayoría de los seres humanos, habitan justo en la línea que separa a la indiferencia del menosprecio.


Sus crías son preciosas y los adultos no son feos, pero entre que te da la espalda y se hace una bola si te acercas demasiado a ellos y que no resulta agradable acariciarlos, el erizo no tiene muchos amigos en el mundo de los seres humanos.


En el campo se cree que la eriza en celo envenena la hierba por la que pasa y puede matar a vacas, ovejas y otros herbívoros si pastan sobre el rastro. Seguramente es por eso que no se le quiere mucho.


Aunque hubo un tiempo en el que se apreciaba su carne. Y no por necesidad. Más parece haber sido por puro placer gastronómico. Como ocurre en las ranas. En casa tengo un recetario en el que se enseña a cocinarlo.


Afortunadamente para el erizo, no creo que aún se cace para comérselo.


Algunas personas lo tienen como animal de compañía. En Internet abundan los consejos sobre su alimentación. Curiosamente, aunque es un animal insectívoro y frugívoro, se aconseja suministrarle pienso seco para gatos, a pesar de que en su hábitat natural, los erizos cazan y comen grillos, ciempiés, alacranes y hasta víboras.


Así que ya lo sabe: si ve un erizo en la carretera y lo atropella, habrá matado usted a un amigo.






sábado, 23 de septiembre de 2017

La vida

José Joaquín Rodríguez Lara

No hay mayor desolación
que una maleta abandonada
en mitad de la estación.


(De mi poemario 'Poemas sin libreto')


jueves, 14 de septiembre de 2017

Para servir, hay que servir


José Joaquín Rodríguez Lara


Mucha gente, demasiada, supone que para servir copas o cordero asado con verduritas y patatas panaderas vale cualquiera. No es verdad. Existe un gran desconocimiento en torno al oficio de servir copas y cordero. Para empezar, no es lo mismo ser camarero que barman. En puridad, el camarero no trabaja en la barra, sino en la cámara, en el comedor. También hay diferencias entre ser camarera de hotel y pasarse la vida preparando habitaciones, y ejercer el cargo de camarera de la Virgen y tener el honor de vestirla en su camarín, además de prepararle el altar.


Para trabajar detrás de una barra o en un comedor, y hacerlo con profesionalidad, hay que tener algunas cualidades y habilidades que no suelen abundar entre el común de los mortales.


Empecemos por las físicas: los pies deben ser de titanio. Capaces de aguantar jornadas más que maratonianas. Detrás de una barra y por el pasillo que une la cocina con el comedor se hacen más kilómetros al día que en la mayoría de las competiciones deportivas. Lo sé por experiencia.


Y si los pies tienen que aguantar una paliza tras otra, no digamos las que soportan las articulaciones, las piernas, la cintura, la espalda, el cuello, los brazos... ¿Alguna vez ha sostenido usted con la mano izquierda una bandeja de comedor, ovalada y larga como un barco, con tres kilos de cordero asado en un extremo, dos kilos de patatitas en el otro y olas de salsa por el medio, mientras con la mano derecha articulaba en forma de pinza la cuchara y el tenedor con la que servía, en el plato, a los comensales? Yo sí. ¿Desea un poco más de cordero la señora?


Luego están las exigencias psicofísicas. Hay que tener la cabeza muy despierta y un gran equilibrio mental para no quedarse corto ni pasarse. Como todo el mundo, la clientela, incluso la de toda la vida, es hija de su madre y de su padre y hay que tratarla como si se estuviese desactivando una bomba, que puede estallarte entre las manos aunque carezca de carga explosiva y ni siquiera tenga dientes. Por no haberlos echado aún o por haberlos perdido por el camino.


En el mundo del fútbol se justifica que se pierdan los nervios con el pretexto de que el deportista está a 180 pulsaciones por minuto. ¿A cuántas pulsaciones se juegan los partidos de hora punta en la hostelería?


Para servir copas y otros caldos es muy conveniente tener agudeza visual, tanto de frente como hacia los laterales, y resulta provechoso poseer un buen sentido de la orientación y una gran sensibilidad espacial. Casi como para ser astronauta. Se deben poner los cinco sentidos en las personas a las que se está atendiendo en cada instante, pero sin perder de vista al resto del Universo.


El sentido de la orientación y la percepción exacta del espacio en el que se evoluciona resultan indispensables en los momentos de gran afluencia de publico, cuando los movimientos son más rápidos y constantes, y el más mínimo roce con un colega puede convertir el suelo del local en una laguna de sopa de fideos o de licor con hielo.


Una buena atención profesional exige, además, respeto, cordialidad, deligencia, precisión, flexibilidad y tanta memoria como capacidad de olvido.


La clientela debe ser recibida, acomodada y servida con rapidez, pero no es mejor quien más corre si, por correr, por ejemplo, vierte el café sobre el plato, tiñendo de marrón tanto la porcelana como el sobrecito del azúcar.


Algunas empresas hosteleras le dan más importancia a la decoración de sus locales que a la formación de su personal. Una chaquetilla manchada, unas manos con mal aspecto, hablar, por teléfono o sin teléfono, en vez de atender a la clientela, beber mientras se trabaja de cara al público -¿cómo le sentaría a usted que el camarero masticase un bocadillo mientras le sirve su filete?-, gritar, discutir y otros malos hábitos bastante extendidos en el mundo de la hostelería no se disimulan por mucho que se renueve la decoración.


La profesionalidad ha mejorado mucho en el sector durante los últimos años, pero a nivel global sigue siendo manifiestamente mejorable. El hecho de que muchas personas inicien su actividad laboral en la barra o en el comedor no es un argumento de peso para creer que, para servir cafés o paellas, no se precisa formación más allá de la que se ofrece en un cursillo de manipulación de alimentos.


Para servir copas o solomillo de retinto al queso de La Serena no basta con tener atractivo físico: hay que servir. Servir para el trabajo de servir copas y solomillo de retinto al queso de La Serena.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Tostá con higos frescos de Barcarrota


José Joaquín Rodríguez Lara


No es un invento. Tampoco es el descubrimiento que uno fuese buscando. Todo lo más, un hallazgo; casual e inesperado, como casi todos los hallazgos.


Pero sí es una propuesta. Firme, seria y sincera. Pruebe usted la tostá (vulgo, tostada) con higos frescos de Barcarrota. No se arrepentirá.


Es muy sana, es nutritiva, es apetitosa, tiene muy pocas calorías -100 gramos de higos frescos tienen 65 calorías; la misma cantidad de mermelada, 280, de foigras, 518, de mantequilla, 717...- y lleva incluida al menos una pieza de fruta fresca, algo que se recomienda para que el desayuno sea completo y saludable. La falta de fruta es la más grave carencia detectada en el desayuno de los niños españoles. La tostá con higos frescos de Barcarrota corrige este importante problema.


Soy de Barcarrota y en su II Feria del Higo -sábado 9 de septiembre de este 2017- acabo de presentar la tostá con higos frescos de Barcarrota. Más de cien tostás, preparadas por el maestro cocinero Fernando González y por Paco Quinito -agitador cultural- y otros colaboradores, se distribuyeron entre el público, que las comió con regocijo mientras escuchaba mis explicaciones. A todos los comensales pareció gustarle la propuesta. 'Riquísima' y 'yo no había comido nunca algo así' fueron las afirmaciones más repetidas.


La tostá de higos frescos de Barcarrota tiene diversas virtudes. Cuesta poco, es fácil de preparar, se elabora con productos completamente naturales, es apetecible...


Como es una tostá, tomamos como base una rebanada de pan -blanco, integral, de centeno, con semillas, de hogaza...; como usted lo prefiera- que tostaremos con mimo para no quemarlo. Sobre el pan recién tostado se rocían unas gotas de aceite de oliva; no más de una cucharadita. A continuación se pelan uno o dos higos frescos -cada pieza suele pesar menos de 50 gramos- y se untan sobre el pan, como si fuese foi, cachuela u otro alimento untable de los que se utilizan habitualmente en el desayuno y en la merienda. Si así lo desea, puede poner unos granos de sal gorda sobre la tostá. Y ya está lista para llevársela a la boca.


El higo es una fruta con una proporción muy baja de sodio, y por lo tanto es recomendable para las personas que no pueden tomar demasiada sal. Aunque a esta tostá se le añadan unos granos de sal, el contenido en sodio todavía será inferior al que tienen productos industriales como las conservas y semi conservas.


Así de fácil es la preparación de una tostá con higos frescos de Barcarrota. Hay otras versiones -con mantequilla, con queso, con miel...- pero no tienen ni el bajo contenido calórico ni la frescura ni tampoco el sabor auténtico de la tostá que les propongo. Comparen y convénzanse.


A la tostá con higos frescos de Barcarrota la hemos llamado así porque tiene a Barcarrota y a sus higos como epicentro. La propuesta la hace una persona nacida en Barcarrota; la tostá se ha presentado en la Feria del Higo de Barcarrota y, lo más importante, Barcarrota es el paraíso del higo. Sus brevas y sus higos de tiberia, de rey, de cuello de dama, de calabacita... son frutas de primor, con una calidad altísima. La producción es tradicional y el sabor invita a repetir.


Lástima que la temporada del higo fresco, tanto en Barcarrota como en cualquier otro lugar, sea tan corta y sólo permita disfrutar de esta tostá durante unos meses. Llegará el día en el que se podrán tener higos frescos, pelados y listos para untarlos sobre el pan, en cualquier momento del año. Hasta entonces, aprovéchese de que aún queda verano y desayune tostás con higos fresco de Barcarrota.


lunes, 4 de septiembre de 2017


La revolución conserva


José Joaquín Rodríguez Lara


La izquierda, en general, es bastante conservadora. De hecho, no hay nada más conservador que un revolucionario.


Los revolucionarios nacen con orejeras. Sólo pueden mirar al frente y sólo ven lo que les bulle entre las orejas. ¿Y qué es lo primero que hace un revolucionario cuando triunfa? Constituir, con la mayor solemnidad posible, el Consejo de Defensa de su Revolución. Poner en marcha un órgano monolítico y endogámico con el irrenunciable propósito de conservar congelados los trazos inspiradores de su idea. En no pocas veces, de su única idea. Los consejos de la revolución son frascos llenos de formol en los que se custodian, se conservan y se momifican los principios revolucionarios.


Para formar parte del Consejo de la Revolución es necesario haber sido jefe revolucionario y muy allegado al líder supremo de la revolución. De lo contrario no se entra en el frasco. Cuando un consejero de la revolución muere, no se le reemplaza, no vaya a ser que al retirar el tapón se introduzcan en el recipiente ideas nuevas, simplemente se amortiza la plaza.


Los revolucionarios se acartonan y se enmohecen retorciéndose entre las viejas consignas de los días de guerra, pero mantienen el ideario bélico pase lo que pase. Lo que ocurra fuera del frasco les trae al fresco. Muchos, ni siquiera cambian de atuendo. Parecen daguerrotipos colgados en las alcayatas del pasado.


Tampoco aceptan que deban morirse. Un revolucionario de verdad es para siempre. Fidel Castro vivió 90 años; Mao Zedong, 83; Ho Chi Ming, 76... El revolucionario que muere joven lo hace de muerte natural: tiroteado.


En el apartado de la longevidad los totalitarios de izquierda se parecen mucho a los totalitarios de derecha: se gastan menos que las pilas del conejo. Augusto Pinochet vivió 91 años y Francisco Franco, 83.


Si se considera lo mucho que ha adelantado la medicina, son pocos años, pero si se tiene en cuenta que Castro, Mao, Ho Chi Ming, Pinochet y Franco organizaron una y mil batallas, es un prodigio que llegasen a viejos.


El secreto de su longevidad resulta evidente: las revoluciones, incluso las que parecen de izquierdas, suelen ser muy conservadoras.