martes, 15 de abril de 2008


Desrabar borregas


José Joaquín Rodríguez Lara


CUANDO el uso de las calculadoras a pilas se generalizó en Japón, los súbditos del emperador realizaban sus cálculos matemáticos con la nueva maquinita, pero inmediatamente, para convencerse de que el resultado era correcto y, sobre todo, bueno para el negocio, recurrían al ábaco, ese antiquísimo invento egipcio con el que se suma, se resta, se divide y multiplica moviendo bolitas insertadas en unas varillas.
Extremadura y toda España y hasta es posible que la Unión Europea en pleno están atravesando una fase similar, en la transición del papeleo a la cibernética. La Junta, sin ir más lejos, se ha empeñado en informatizar la región y se esfuerza en poner a disposición de los ciudadanos las nuevas tecnologías. ¿Significa eso que ha terminado la era del papeleo? ¿Por Dios!, ni mucho menos.
Para solicitar las subvenciones agrarias hay que pedir, papel en mano, una clave y una contraseña informáticas, además de enviarle al Gobierno regional un impreso dando de alta a terceros una cuenta bancaria. Pertrechado de estas gestiones y salvoconductos se entra en Juntaex.es, Consejería de Agricultura, Iniciativa Arado, y después de navegar por aguas revueltas se llega hasta los impresos. Con semejante trajín, la Junta ya sabe quién es usted, donde vive y a qué dedica el tiempo libre, pero como si la Consejería fuera japonesa le exige además poder comprobarlo moviendo las bolitas del ábaco. Así que después de haberse confesado al ordenador tiene usted que imprimir la confesión, por triplicado, llevar los papeles al banco, para que se los sellen, meterlos en un sobre identificado con sus datos personales y, junto a otros impresos y certificados varios, entregarlos en el registro de la Administración regional, para que se los vuelvan a sellar, con una selladora eléctrica, eso sí, y se los escaneen con una fotocopiadora para ordenador.
No exigen póliza porque las pólizas desaparecieron con el franquismo.

Y ya está. Ahora sólo le queda esperar que pasen los meses y su petición sea atendida.

Hasta hace muy poco, los campesinos palpaban la tierra, se incorporaban en la silla para escuchar al hombre del tiempo y amoldaban a sus intereses las prácticas agrarias que cuando mozos aprendieron de sus padres y abuelos.

Ya no. Antes que de tierras y de cielos, el moderno agricultor/ganadero debe saber de directivas comunitarias, de subvenciones, de cupos, de primas y de plazos. Y si no sabe, tendrá que buscarse a quien sepa y le pueda ayudar, que para el caso no es lo mismo, sino peor. No quieres burocracia, pues ración doble: en papel y por ordenador.

La densa y más que creciente eurocracia debe de ser una de la razones por las que en el sector agrario español anda suelto tanto pájaro de jaula. Médicos, fotógrafos, informáticas, maestros de escuela, funcionarios de lo Silvestre, sacerdotes, biólogos, sindicalistas de butaca, abogadas, policías, constructores, arquitectos, magistrados de la Audiencia, banqueros, bancarios, decoradoras y hasta periodistas se calzan los botos y lo mismo echan besanas y limpian olivos que organizan desviejes y ordenan aclareos. No son del campo, no, pero tienen lo principal para serlo: conocen a la 'señá' Burocracia y a su hija doña Informática.

En sabiendo, de ordenadores y demás impresos por triplicado, ¿a quién le espanta desrabar borregas?