miércoles, 25 de noviembre de 2009


Una palabra

José Joaquín Rodríguez Lara



CON un par -de razones- por lo menos, la Asociación de Empresarios de Montijo ha decidido no volver a poner en los bares de la localidad canciones de músicos que le hayan vendido su alma a la Sociedad General de Autores y Editores, por mal nombre la 'esgae'. Hartos de que los recaudadores de impuestos les acogoten con el cobro de los derechos, los hosteleros montijanos han pensado que para derechos ellos. Se han puesto en pie y han dicho: «Pues ahora, mi Ramoncín, no como». «Deme usted la lista de sus pupilos para que no volvamos a hacerles publicidad en nuestro locales. Si quieren cantar, que canten en la 'SGAE'». Y dicho y hecho. Le han enviado al despacho de Teddy Bautista un burofax -documento que tiene carácter probatorio-, comunicándole sus intenciones y reclamándole la lista del pupilaje artístico.

Montijo deja el reclinatorio y se pone en pie. Por mucho menos empezó la Guerra de la Independencia contra Napoleón, que no era 'El Rey del Pollo Frito', ni tampoco el líder de la banda 'Los Canarios', pero al menos ejercía de emperador y tenía atemorizada a toda Europa, no sólo a los tunos y demás coros de cumpleaños. Al grito de 'La patria está en peligro', el 2 de mayo de 1808, los dos alcaldes ordinarios de Móstoles (Madrid) pusieron en circulación un bando -con dos versiones- alertando sobre el peligro que suponía la presencia de tropas francesas en España y reclamando ayuda de otros municipios para hacer frente a sus rapiñas. Uno se llamaba Andrés Torrejón García, labrador de 73 años de edad, que había sido elegido alcalde en contra de su voluntad, por el Estado Noble, debido a que ningún noble quiso pasar ese año por el estado de alcalde de Móstoles; el otro era Simón Hernández Orgaz, también labrador, de 62 años, elegido por el Estado General. Los bandos no los redactaron ellos, sino el jurisconsulto asturiano Juan Pérez de Villamil y Paredes, que al parecer aceptó la sugerencia del extremeño Esteban Fernández de León e Ibarra, natural de Esparragosa de Lares, pero la historia tiende a la simplificación y el extremeño promotor del texto e inductor moral de la rebelión desapareció del inconsciente colectivo -¿dónde estaba la 'esgae'?-, los dos bandos se resumieron en uno -¿dónde estaba Zapatero'- y la pareja de mandamases quedó reducida a un varón. (Dónde estaba la ministra de Igualdad).

La reacción de los hosteleros montijanos suena (atención Ramoncín, que si 'suena' aquí todavía hay derechos para apañar), a locura; pero mucho más loca debió de resultar en su momento y lo sigue pareciendo ahora, la postura de los alcaldes campesinos de Móstoles y ahí está, en los libros de historia.


sábado, 21 de noviembre de 2009


Raya y punto

José Joaquín Rodríguez Lara



NI la raza ni la religión ni el sexo ni el idioma ni el dinero ni tampoco las alambradas ni mucho menos los estatutos de autonomía. Nada causa más segregación que el tiempo; no hay en el mundo otra cosa que confine más que los años. La edad no es una frontera, ni siquiera una verja disuasoria, es una muralla, con sus fosos, sus barbacanas, sus torreones y torres albarranas, sus garitas, sus saeteras, sus troneras y todo lo necesario para cerrarle el paso a quienes no se resignan a inclinarse ante el dedo acusador de los calendarios, a los que se revuelven para que no les encierren en la empalizada de los cumpleaños o de los 'nocumpleaños', que para el caso es lo mismo.

Estamos continuamente etiquetando al personal -'esunodelosnuestros', 'esespañol', inmigrante, mujer, vieja, divorciado, 'muymerengon', parado, solterón, cascarrabias, trajeado, hippy, etcétera, etcétera, etcétera- como si la vida fuese un gran supermercado y cada uno de nosotros, y también cada una de vosotras, tuviésemos la obligación de actuar como reponedores/reponedoras de productos en los anaqueles de las góndolas, armados con la infalible pistola que dispara códigos de barras. Nos etiquetan nada más nacer (es ¡niña!), pero también al minuto siguiente (está completita) y un minuto después (los ojos son del abuelo ¿y la naricilla...?). Y así hasta que morimos en la memoria de los que dejamos atrás, que continúan disparando códigos de barras.

Nos marcan y vuelven a rotular aunque, en ocasiones, nos permiten escaparnos de un cajón a otro, que cambiemos de equipo y de sexo y que nos volvamos a casar y hasta, en el colmo de los colmos, nos dejan ser 'unodelossuyos'; pero con la edad no se juega ni se permiten alegrías. Nada de eso. Se es embrión, bebé, criatura, niñ@, preadolescente, muchach@, zangolotino, adolescente, 'muyjoven', joven, 'todavíajoven', maduro, 'maduritointeresante', mayor, 'muymayor', 'presidentedeerreteuveé', carroza, retablo, cascajo, viejo, fiambre y algunos 'estadíos' intermedios de menor fuste.

Y no hay vuelta de hoja, aunque a la adolescente se le trate como a una niña y se le exija como si fuese adulta -Que ya no eres tan cría-, mientras que al viejo -Que ya no eres un crío- se le encierra con candados en el taca-taca de la senectud para que no alborote el gallinero. Asombra, espanta, causa irrisión y levanta sospechas que alguien haga algo asignado a un tramo de edad distinta a la suya. No se puede consentir. Por encima de los sueños y de las capacidades está la raya de segregación, más difícil de cruzar que el paralelo 38, que divide en dos a Corea, o el 52 que separa a Chile de Argentina.



miércoles, 18 de noviembre de 2009

Estatuto nuevo


José Joaquín Rodríguez Lara


Shakespeae retrata a un Hamlet asombrado por la falta de respeto que los enterradores muestran hacia los difuntos. Para enterrar a un muerto, cualquiera sirve menos un sepulturero. Si escribiese ahora, al príncipe de Dinamarca le asombraría muchísimo más el poco respeto que el pelotón político, en general, le tiene a las leyes con las que nos gobierna. Para honrar la ley, cualquiera vale, menos un político. Hay sentencias que lo demuestran.Vivimos en una sopa legislativa descomunal. Nunca hubo ni habrá tantas leyes ni tantas directivas ni tantos escaños redactando articulados. Ríase usted del cinturón de fuego del Pacífico. Aquí sí que hay volcanes legislativos. Tenemos un Parlamento Europeo y un Senado y un Congreso y diecisiete cámaras legisladoras autonómicas y miles de ayuntamientos -que hacen de gobiernos, de parlamentos y de lonjas al por mayor- y decenas de miles de políticos entre los que hay muchísimos que son honrados, pero también hay demasiados que malversan, que prevarican, que roban y que se cachondean de la ley por tierra, mar y aire. Que afición tienen algunos a hacer leyes y cuanto desinterés muestran por cumplirlas.

El 'cubo' de Biblioteconomía,
construido en el corazón de la alcazaba almohade de Badajoz,
flanqueado, a la derecha, por la Torre de Espantaperros.
Acabamos de avanzar cuatro puestos hacia el vómito en el asqueroso listado de los países con más corrupción. Según el informe 'Transparency Internacional', España es hoy cuatro puestos más corrupta que ayer, pero menos que mañana. Eso dice nuestra particular medalla del deshonor.

Hay políticos que violan el ordenamiento jurídico y se ríen del Estado de Derecho con el pretexto de que así benefician a la sociedad. Incluso los hay que se lo creen y pretenden que nosotros también lo creamos. ¿Cómo es posible tanta zafiedad? Querrán decir que se benefician de la sociedad o, incluso que 'se la benefician'. Ya se levante un chalé en terreno protegido o un cubo en una alcazaba almohade. Da igual. Nadie puede estar por encima de las leyes por muy buenas intenciones que tenga. Y los hay que consideran que, puesto que el daño ya está hecho y es «irreversible», lo mejor es cerrar los ojos. Pocas cosas hay más irreversible que la muerte, que además es 'inevitable' e 'irrepetible' y, sin embargo, se castiga a los homicidas.

No hay ciudad sin ley, ni siquiera en Kansas. Ninguna sociedad puede existir sin normas. Respetar la ley equivale a respetar a la sociedad y a sus individuos uno por uno. Saltársela o rodearla, aunque sea con la sana intención de favorecer el desarrollo, nos daña a todos. Y no es el económico el mayor de los perjuicios, sino aceptar que cuando se gobierna se puede hacer lo que venga en gana.

El PSOE y el PP pidieron ayer en el Congreso la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía para Extremadura. Es otra ley. Importantísima, desde luego. ¿La necesitamos? Aceptemos que sí, que es imprescindible para nuestro futuro. ¿Será respetada o se la saltarán para construir otro cubo?

miércoles, 11 de noviembre de 2009



Memoria cruel

José Joaquín Rodríguez Lara


Dicen que la distancia es el olvido, pero eso debió de ser hace mucho tiempo, cuando el bolero todavía estaba en boga y la distancia se medía en leguas y a uña de caballo. Ahora que lo hacemos en nanosegundos y en millones de año luz, cuando de las leguas no queda memoria y de los caballos sólo perdura el relincho de los trenes cruzando al trote la piel de Extremadura, el sistema métrico emocional se ha encanallado en las distancias cortas y ya sólo nos queda lejos la abuela, que hace años enviudó y vive sola en otro barrio, o el abuelo, que se resiste a cambiar el pueblo por la ciudad y al que no le retienen ni el paisaje ni el paisanaje, sino que son los recuerdos los que le amarran a la rutina de los días. Para lo bueno y para lo malo, la memoria tiene una innegable vocación carcelera.

Insisten en que ya no hay distancias y en que jamás fue tan grande nuestra aldea ni hubo tantos millones de personas viviendo el mismo instante, la misma cienmillonésima de palpitante actualidad cotidiana, capaz de familiarizarnos incluso con lugares que no existían hasta que una vez pasó algo y le asignaron un sitio en los mapas del ciberespacio. Lo hemos comprobado una vez más hace muy pocos días. Matan a una burra a golpes en Torreorgaz y la burrada de unos mozalbetes causa más espanto en Australia, en Suecia, en Costa Rica, en USA y en Alemania que en el bar de la esquina. Ya no hay distancias insalvables, sólo murallas de vecindad, corralitos de egoísmo, celdillas de intereses en el panal cibernético. Es el signo de los tiempos que ha eliminado los postigos que abotonaban lo doméstico y la calle, lo público y la intimidad, el vayaustedcondios y lo sustancial, sustituyéndolos por pantallas con vistas al universo y tecnología digital.

Ciudadanos alemanes atacan el muro de Berlín.
Vivimos con los dedos. Cuentan que la Junta se ha gastado 14.000 euros en un programa para enseñar a l@s púberes extremeñ@s a masturbarse, entre otras cosas. 'El placer está en tus manos' parece que se titula el cursillo. O la adolescencia de ahora es muy ingenua, y no ha oído la buena canción que Bebe le hizo al amor propio, o los políticos actuales son muy listos o las dos cosas.

Y mientras llega semejante evento digital, se cumplen 20 años desde que derribamos el Muro de Berlín. Todos estuvimos allí aquella noche -de un lado o del otro-, gritando, golpeando el hormigón, empujando una pieza simbólica en el dominó de las dictaduras. 'Brindis por la libertad', titulé en la portada de HOY uno de aquellos días y me felicitaron. Lo cuento por anecdótico. En el oficio de la prensa -la de papel- una felicitación, sobre todo si es de un jefe, como fue aquella, vale al menos por cien broncas. Han pasado 20 años de la caída del Muro y parece que fue ayer. Está claro que no envejecemos con los años. Son las efemérides las que nos cuartean la piel y nos hacen viejos. Qué ingrato es el olvido, pero qué cruel puede ser la memoria.



miércoles, 4 de noviembre de 2009

Que se manifiesten


José Joaquín Rodríguez Lara


Nunca faltará quien piense que es una muestra de fuerza, pero detrás de la masa, de sus gritos, banderolas y pancartas lo que realmente hay es una demostración de impotencia. Cierto es que alguna que otra manifestación ha conseguido darle la vuelta a la tortilla, pero han sido las menos y más por la debilidad del poderoso que por la fuerza de los manifestantes. Así llegó a España la Segunda República. Los partidos de izquierda, que habían perdido las elecciones municipales en el conjunto del país, se echaron a la calle en los lugares en los que sí sumaron más votos, y los conservadores, que habían ganado los comicios locales, perdieron a un rey (Alfonso XIII) que desinformado y compungido se marchó del país desamparando a quienes le apoyaban. Ahora no pasaría.


Pero habitualmente no ocurre así. Los manifestantes piden el cierre de una discoteca, reclaman seguridad en las calles, un colegio, un empleo, un tractor amarillo, que se marchen las prostitutas, precios agrarios dignos o un homenaje por haber roto la bicicleta de todos con su mala gestión y nada cambia, salvo, quizás, las papeleras y otras piezas del mobiliario urbano.

Salir en manifestación de repulsa en contra de los mequetrefes que han matado a una burra en Torreorgaz no le devolverá la vida al animal y, lo que es más importante, no limpiará la imagen de un pueblo extremeño incluido ya para siempre en la lista de las localidades distinguidas por su crueldad ilegal con los animales. La clave de este caso no es la repulsa social, sino la ilegalidad. A partir de ahora, además de naturaleza, gastronomía y pueblos con encanto, en la campañas de turismo rural podremos incluir la eficiencia de nuestros mataburros y podaperros. En esto nadie nos gana.

Semejante vergüenza no se borrará con manifestaciones aunque las encabece el mismísimo presidente de la Junta. Al contrario. Si él o alguien de su Gabinete, se coloca al frente de la manifestación por lo de Torreorgaz estará reconociendo la impotencia de la Junta para luchar contra la estupidez de una docena de desalmados con identidad; un ejército formidable, bien se ve.

Cuando se tienen en las manos los resortes del Diario Oficial de Extremadura, de la Guardia Civil, de la Fiscalía, de la Alcaldía de Torreorgaz, del PSOE y de la inmensa mayoría de los ciudadanos no hay que manifestarse: hay que aplicar la ley y hacerlo hasta sus últimas consecuencias. Investíguese, sanciónese y después, si les apetece, que se manifiesten los autores de la salvajada, que no tienen ni la razón ni el poder ni nada más que mierda en el corazón y serrín en la mollera.

Que se manifiesten ellos y quienes les defiendan o disculpen.