sábado, 21 de noviembre de 2009


Raya y punto

José Joaquín Rodríguez Lara



NI la raza ni la religión ni el sexo ni el idioma ni el dinero ni tampoco las alambradas ni mucho menos los estatutos de autonomía. Nada causa más segregación que el tiempo; no hay en el mundo otra cosa que confine más que los años. La edad no es una frontera, ni siquiera una verja disuasoria, es una muralla, con sus fosos, sus barbacanas, sus torreones y torres albarranas, sus garitas, sus saeteras, sus troneras y todo lo necesario para cerrarle el paso a quienes no se resignan a inclinarse ante el dedo acusador de los calendarios, a los que se revuelven para que no les encierren en la empalizada de los cumpleaños o de los 'nocumpleaños', que para el caso es lo mismo.

Estamos continuamente etiquetando al personal -'esunodelosnuestros', 'esespañol', inmigrante, mujer, vieja, divorciado, 'muymerengon', parado, solterón, cascarrabias, trajeado, hippy, etcétera, etcétera, etcétera- como si la vida fuese un gran supermercado y cada uno de nosotros, y también cada una de vosotras, tuviésemos la obligación de actuar como reponedores/reponedoras de productos en los anaqueles de las góndolas, armados con la infalible pistola que dispara códigos de barras. Nos etiquetan nada más nacer (es ¡niña!), pero también al minuto siguiente (está completita) y un minuto después (los ojos son del abuelo ¿y la naricilla...?). Y así hasta que morimos en la memoria de los que dejamos atrás, que continúan disparando códigos de barras.

Nos marcan y vuelven a rotular aunque, en ocasiones, nos permiten escaparnos de un cajón a otro, que cambiemos de equipo y de sexo y que nos volvamos a casar y hasta, en el colmo de los colmos, nos dejan ser 'unodelossuyos'; pero con la edad no se juega ni se permiten alegrías. Nada de eso. Se es embrión, bebé, criatura, niñ@, preadolescente, muchach@, zangolotino, adolescente, 'muyjoven', joven, 'todavíajoven', maduro, 'maduritointeresante', mayor, 'muymayor', 'presidentedeerreteuveé', carroza, retablo, cascajo, viejo, fiambre y algunos 'estadíos' intermedios de menor fuste.

Y no hay vuelta de hoja, aunque a la adolescente se le trate como a una niña y se le exija como si fuese adulta -Que ya no eres tan cría-, mientras que al viejo -Que ya no eres un crío- se le encierra con candados en el taca-taca de la senectud para que no alborote el gallinero. Asombra, espanta, causa irrisión y levanta sospechas que alguien haga algo asignado a un tramo de edad distinta a la suya. No se puede consentir. Por encima de los sueños y de las capacidades está la raya de segregación, más difícil de cruzar que el paralelo 38, que divide en dos a Corea, o el 52 que separa a Chile de Argentina.



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