sábado, 25 de noviembre de 2023

Mil y una recetas de amor

                                                                            José Joaquín Rodríguez Lara

El bacalao es un animal de tierra adentro. Un pez nacido y criado en las charcas de las dehesas ibéricas; como la tenca, con la que compartió las brasas del verano y los carámbanos de los inviernos extremeños. 

El bacalao oyó cantar al cuco; vio volar a las cigüeñas, a las blancas y a las negras; se sitió deslumbrado por el relámpago amarillo de la oropéndola; se entretuvo observando el triscar de los conejos entre la hierba; miró fijamente a los ojos a las vacas y a las cabras, a las ovejas y a los venados que entraban en su mundo para paliar la sed; disfrutó de los atardeceres perfumados de jara y de poleo y se durmió acunado en el titilar de las esquilas y en el hondo latir de los mastines sobresaltados por el tufo del lobo.

Si nació en Extremadura, ¿por qué se fue el bacalao de las charcas extremeñas? No se sabe. Nadie lo ha descubierto aún. Tal vez sintió el deseo repentino de conocer mundo y se echó a la mar, que es un arrepío muy extremeño. O, quizás, tuvo la necesidad imperiosa de buscarse la vida y se vio obligado a emigrar, algo que es más extremeño aún. Es posible que lo echara de casa un fenómeno meteorológico, una sequía extrema y prolongada o, por el contrario, una glaciación que petrificó en corazón de las charcas. Los cambios climáticos no son de ayer, los ha habido siempre. Gracias a ellos estamos aquí.

En cualquier caso, fuera uno u otro el motivo de la migración, el bacalao lio el petate y se puso recorrer las regaderas, los arroyos, las riveras y lo ríos caudales hasta desembocar en la mar oceana.

Su vida cambió completamente. Pasó de contemplar las estrellas de los altos cielos extremeños a vivir entre las estrellas de las profundidades marinas. Él, que era el rey de las charcas, pasó a ser un habitante más de las sombras abisales. No había poleo ni tencas en su nuevo mundo, pero que el sabor de la sal impregnase su boca y su ojos no consiguió que olvidase sus orígenes. El bacalao nació entre encinas y alcornoques, cerca de los conventos, y eso está impreso en su corazón. Como el cerdo, el bacalao es un filósofo de la dehesa y a ella vuelve, no para procrear, como hace el salmón, sino para prolongar su existencia en quienes lo adoran y elaboran con él verdaderas obras de arte. Más de mil y una recetas de pura ambrosía.

Que el bacalao sea un manjar tan querido y utilizado por todo tipo de personas, muchas de las cuales no saben a qué huele el mar, es una demostración más de que el bacalao, el humilde y portentoso bacalao, al modo de Alcántara, al modo de Yuste, dorado, rebozado, en croquetas, con arroz, con papas, en tortilla, con garbanzos, asado, seco, en buñuelos, con limones, en albóndigas, con pimientos..., es un emigrante siempre dispuesto para el retorno. Ya sé que hay otras recetas de bacalao, como al pil-pil, a la vizcaína, a la gallega... pero comer bacalao a orillas el mar es un capricho no una prueba de amor. El bacalao es dehesa en estado puro.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Futuro vacío

José Joaquín Rodríguez Lara

Extremadura de ausencias,
campana sin badajo,
¿quién te robó la voz y el eco?,
¿quién te sembró de llanto?,
¿por qué tus asombros retumban
tan lejos del campanario?

(De mi poemario 'Poemas sin libreto')


jueves, 31 de agosto de 2023

La banda

José Joaquín Rodríguez Lara

España, país de pandereta,
cada lechón afianzado a su teta,
a su cuchillo cada independentista,
tanto como a su forraje el regimiento de pesebristas,
y donde, si no es la progenitora de la cupletista
la que da la nota,
se suma al vergonzoso estruendo
la madre del machista de las pelotas.

(De mi poemario 'Poemas sin libreto')


lunes, 28 de agosto de 2023

'Lea la hierba', mi nuevo libro


José Joaquín Rodríguez Lara

    

    Este libro le va a sorprender. Estoy seguro. Abordo en él una realidad que jamás había visto reflejada en una obra literaria ni periodística, a pesar de que en cualquier momento podría tomar cuerpo ante nuestros ojos y habría que hacerle frente de un modo o de otro.

    'Lea la hierba', publicada en Bilbao por Ediciones Beta, es como una palmera o un paraguas. El tronco, el astil, el mango de la obra, en definitiva, sostiene una corona de ramas, de varillas que vibran en mundos diferentes. Y todas ellas están cosidas en un hule que es el lenguaje universal del momento. 'Lea la hierba' es una obra de ficción con mucho realismo, una novela corta que empieza en Extremadura y recorre el mundo en un círculo casi perfecto.

    Si quiere leerla puede comprarla en cualquier librería. Sólo necesitará pedirla, diciendo el título -'Lea la hierba'- y el autor -José Joaquín Rodríguez Lara-; en dos o tres días tendrá el libro en sus manos. El nombre de la editorial -Ediciones Beta- puede ayudarle a localizarlo, pero no es imprescindible.

    'Lea la hierba' cuesta 16 euros.

 





martes, 8 de agosto de 2023

sábado, 5 de agosto de 2023

 - Empieza publicando libros breves y baratos,
para no asustar a quienes desconocen tu calidad literaria.
Y termina publicando libros gruesos y caros,
para tranquilizar a quienes aprecian más tu fama
que la calidad de tu obra.


jueves, 6 de julio de 2023

 - En política entras cuando quieres y puedes
y sales cuando ni te quieren ni puedes.


- Irse de la política tiene mucho más de gesto inevitable
que de gesta inolvidable.


- La dignidad política no está en renunciar a la gestión
 después de fracasar en las urnas,
sino en renunciar a las urnas
 después de haber fracasado en la gestión.

jueves, 11 de mayo de 2023

Los chochines de la casa

José Joaquín Rodríguez Lara

     Nunca tan poco tuvo tanto encanto. Son preciosos y te hacen disfrutar. Al menos a mí. Especialmente durante esta primavera.

    No sé el porqué pero los chochines se han enseñoreado del patio y del huerto de la casa. Hasta ahora, o eso me lo parecía a mí, se limitaban a exhibirse desde sus miradores preferidos con cantos seductores y vuelos cortos y rápidos.

    Pero este año, además de asomarse a la casa, han optado por instalarse en ella. Un chochín (Troglodytes troglodytes) decidió tejer su nido en un pliegue del toldo que utilizamos para proteger a las macetas del sol abrasador. Fue mi hermano Servando quien lo descubrió.

    - Mira lo que hace ese pajarino.

    Era un chochín, el ave más pequeña que habita en la Península Ibérica. Su plumaje, parduzco, no es espectacular, pero su canto, su vivacidad y su alegría de vivir sí lo son. También es muy característico el porte de su cola, enhiesta como un diminuto ciprés de plumas. Una vez que se le ha oído o se le ha visto resulta inconfundible.

    El pajarino del patio se pasó varios días acarreando briznas de hierbas y pajuelas hasta la esquina del toldo que había elegido para construir su hogar. Trabajó duro y el resultado fue un nido muy confortable, forrado con plumas, al que todavía se accede por un agujero circular que tiene el diámetro de, aproximadamente, una moneda de dos euros.

    En los días siguientes vimos al chochín llevando insectos al nido del toldo. Poco después escuchamos lo que parecían ser débiles trinos de pollos. Procedían del nido.

    Por supuesto, aunque ha subido la temperatura, todavía no hemos desplegado la vela mayor del patio. No queremos molestar a los chochines. Ya llegará el verano. 

    Además, hemos podido confirmar que después del periodo de nidificación, los chochines vuelven al nido familiar y en él se acomodan para pasar la noche. En nuestro caso, fue un descubrimiento doble y sorprendente. Porque, siguiendo las andanzas de los chochines en su vuelos y paradas musicales por el patio y el huerto de la casa, vi que les gustaba posarse en un manojo de ajos castaños colgados bajo una techumbre para su consumo doméstico. Me extrañó la insistencia de aquel pajarillo -todos los chochines son iguales- y examiné el manojo de ajos, descubriendo con sorpresa que en su interior había, hay todavía, otro nido mejor tejido incluso que el del toldo, al que se accede por un agujero idéntico.

    Este nido está a la altura de los ojos, por lo que es posible asomarse a su interior sin esfuerzo ni molestias para los animales. La primera vez que lo hice fue para comprobar si el nidal de los ajos había sido usado para incubar una pollada. Resultó que sí. Había un chochín adulto asomado a la puerta del nido. Uno días después quise comprobar si los chochines seguían utilizando el habitáculo. Y allí estaban. Vi dos cabecitas tan interesadas en mis ojos como yo en los suyos.

    Han pasado varias semanas y los chochines continúan pasando las noches en su nido. La casa, con su patio, su huerto, sus arácnidos, sus insectos y, tal vez, sus residentes humanos parece que les encanta. Y a nosotros nos encantan los chochines de la casa. Sus cantos y sus vuelos son las flores del aire. Pero, por encima de todo, comparten con nosotros su alegría de vivir. Son joyas maravillosas.

martes, 28 de marzo de 2023

Elogio a Fernando Serrano Mangas con motivo de la inauguración de un hito, erigido en su honor, entre los términos municipales de Salvaleón y de Barcarrota 

                                                                               

José Joaquín Rodríguez Lara

Buenos días.

           A título personal, como amigo y como condiscípulo de Fernando Serrano Mangas, os agradezco la asistencia a este sencillo acto.

     Al mismo tiempo, deseo poner énfasis en mi agradecimiento a las corporaciones municipales de Salvaleón y de Barcarrota. Y más concretamente a quienes las presiden, doña Sandra Narciso y don Alfonso Macías. Sin su impulso no hubiera sido posible hacer realidad esta iniciativa.

            Nos ha reunido aquí, sobre este balcón del paisaje extremeño, en este viejo camino de herradura que hilvana los campos y los pueblos, el ejemplo de un ser singular, el recuerdo de nuestro añorado Fernando. Una persona que aunó en sí misma virtudes que pocas veces caminan juntas.

            Fue Fernando muy de su pueblo, muy porrinero y, a la vez, muy del pueblo de al lado; y subrayo lo de al lado, muy de Barcarrota, donde se le quiere, se le respeta y se le admira como al barcarrotero insigne que fue y que es.

            Vivimos en un Estado de amores excluyentes, pero en el corazón de Fernando no cabía el tribalismo. Él, junto a Carmen, su compañera, novia y esposa, con José Manuel Silva, con Modesta Gago, con Santi García, con Isabel Torres y su hermano Leandro, con Aquilino Cuenda, con Emilia Gago, con los hermanos Sanjuán -Dolores, Emilio, Diejo y Juan- con María José Cuenda, con Juan Espinosa, con Eli Cuenda, con José Manuel Ferreira y con tantos y tantos y tantos estudiantes salvaleoneros -sé que me olvido de muchos- él, insisto, nuestro amigo Fernando Serrano Mangas hizo lo necesario para convertir la carretera que conecta a Salvaleón con Barcarrota y a Barcarrota con Salvaleón en una fraternal avenida para la cultura y para la convivencia. Nunca se lo agradeceremos bastante.

          Y se hizo en unos años muy difíciles. Cuando estudiar exigía un sacrificio, en tiempo y en dinero, que iba mucho más allá del esfuerzo inherente a cualquier proceso de aprendizaje.

        Deseo y espero que, más pronto que tarde, esa carretera se llame avenida de Fernando Serrano Mangas. Pero no para focalizar en él los méritos del estudiantado, de Salvaleon, de Barcarrota, de Almendral y de otras localidades, que se formaron con don Hilario, con don Antonio ‘Cuerda’, con don José Antonio Hernández, con don Modesto Píriz y demás profesores de un centro educativo que, para quienes estudiamos en él, será siempre el Instituto.

            Lo importante, en mi opinión, no es homenajear a Fernando, por mucho que se lo merezca, pues ya no lo necesita. Lo verdaderamente necesario es mantener palpitante su ejemplo. Que no se olvide lo que hizo, que fue mucho, aunque también dejó muchas cosas sin terminar debido a que la enfermedad nos lo arrebató en la parte más fecunda de su trayectoria intelectual, cuando tenía todos los conocimientos y la experiencia que exigen la docencia, la investigación y la escritura y, además, conservaba la fuerza, la ilusión, la imaginación y la constancia necesarias para realizar su tarea.

     Nació Fernando en una familia sin tradición universitaria ni humanística y aun así alcanzó la excelencia intelectual. Vino al mundo en un pueblo de tierra adentro y, a pesar de ello, cimentó su obra en el océano, investigando y divulgando todo lo referente a las naos, los galeones, los armadores, los astilleros, las singladuras, los pertrechos, los naufragios, la plata y el oro de la Carrera de Indias. Sus investigaciones sobre este aspecto de la historia de España tienen relevancia internacional de primerísimo nivel. Son un verdadero monumento intelectual.

            Y su obra ‘El secreto de los Peñaranda’, en la que desnuda el misterio de la afamada Biblioteca de Barcarrota, es una demostración increíble de lo que podía dar de sí el talento y el trabajo de Fernando Serrano.

        La Junta de Extremadura había contratado, en Madrid y en otras cortes, a los más prestigiosos expertos del momento para desentrañar el misterio del Lazarillo de Barcarrota y demás textos de la Biblioteca que, en 1992, se había encontrado emparedada en la tapia de un ‘doblao’. Los expertos estudiaron los libros, pero nada averiguaron sobre las andanzas de Lázaro y de sus compañeros de tapial. En todo caso, con el trajín del estudio difuminaron un poco más sus huellas.

         Entonces llegó Fernando Serrano que, mientras investigaba a la familia judía de los Milano leyendo el testamento de una mujer en la sacristía de la iglesia de Santiago, en Barcarrota, encontró una referencia a una casa existente en el Llano de la Virgen. Inmediatamente se dio cuenta de que en esa casa se habían encontrado el Lazarillo y los demás textos de la Biblioteca. Y en vez de seguir con la historia de los Milano empezó a tirar del hilo del testamento hasta que no sólo aclaró el misterio de la Biblioteca, sino que puso de manifiesto la realidad judaica en la Baja Extremadura del siglo XVI.

            Sólo por esto, por haber aportado gratis et amore lo que no pudieron aportar los expertos convocados por la Junta, Fernando se hizo acreedor entonces y se merece todavía la Medalla de Extremadura, que es el máximo galardón extremeño. Espero que algún día la Junta reconozca sus méritos, le conceda la medalla, puesto que legalmente es posible, y su familia la recoja en el Teatro Romano de Mérida.

            Pero es que, además, Fernando Serrano hizo gala de su generosidad regalándole a la Biblioteca Regional de Extremadura un ejemplar de la primera edición de El Romancero del Cid; un libro impreso en el año 1605.  Sólo se conocen tres ejemplares de esa primera edición; uno está en la Universidad de Harvard, la más antigua de Estados Unidos, a otro se le ha perdido la pista y el tercero lo tiene la Junta porque Fernando Serrano Mangas se lo regaló a la Biblioteca de Extremadura para que lo disfrutara toda la ciudadanía.

        Podría seguir recordando virtudes y méritos de Fernando para explicar las razones que han llevado a la colocación de este monolito en su honor, pero no encuentro motivo de mayor peso que la esperanza de que los caminos del buen hacer intelectual que abrió y que recorrió Fernando Serrano Mangas tengan siempre quien los transite. Que su ejemplo no sólo no se pierda, sino que fructifique, en Salvaleón en Barcarrota, en Extremadura y en todo el mundo.

        Fernando, desde esta costura de los campos en la que este domingo 26 de marzo de 2023 nos hemos reunido en torno a tu ejemplo, justo en la confluencia de las tierras de Salvaleón y de Barcarrota, los dos pueblos en los que vistes la primera luz, te mando un abrazo de agradecimiento fuerte, fuerte, muy fuerte. Cuídanos mucho a todos, amigo, cuídanos.

 

miércoles, 8 de marzo de 2023

 La subasta

                                                                                   José Joaquín Rodríguez Lara

    La obra es de gran formato. En su mayor parte es un rectángulo de tres metros de ancho por nueve de alto. Está inclinada en un ángulo de 45 grados. Su base prácticamente roza el suelo. El conjunto descansa sobre un gran caballete de madera que se mueve sobre doce ruedas, una por cada mes del año, también de madera.

    En la parte inferior de la obra, casi rozando el borde del lienzo y trazando ligeramente en arco invertido, hay un texto escrito con letras negras, de imprenta: "Soy 'El Negocio'. Me pintó Pascual Morato por encargo y al dictado de don Eulogio Buenadicha, quien pagó todos los gastos."

    Las palabras se entrecruzan con las extremidades y las colas de varios perros que devoran lo que parece ser la pata de una silla de plástico; también se ve parte del hondón y un trozo del respaldo. Dos de los chuchos se miran con fiereza y enseñan los dientes sin soltar los despojos del asiento. Un tercer animal, un cachorrete, reclama su parte de la carroña al tiempo que intenta colarse en la pelea.

    Casi toda la tela, desde su base hasta la cima, está ocupada por la imagen de una mesa de casino; la mesa de la ruleta, con su cilindro dorado y sus curvas concéntricas, su tapete verde, las 37 casillas, la bola cuya textura imita al marfil, con su ansiedad, su fe ciega, sus miedos, sus frustraciones, sus risas, su desesperación...

    En los laterales de la mesa se apiña la sacra congregación de quienes aún creen. Huesos que sin embargo se mueven. Casi todo el mundo está en pie. Hay ancianas con joyas y cabello recién cuidado, viejos de ojos nubosos, mujeres con hijos a cuesta, jóvenes que dan sus primeros pasos como pareja, un señor atildado con gafas de mucho uso que chupa la punta de un lápiz y hace anotaciones en una libretilla, otro, un poco más joven, que arrastra el carrillo de la compra, vacío, gente de jersey sobre mono y de americana y pantalón a juego y con el pelo pintado y con las carnes atravesadas por los metales del capricho. La comezón de la impaciencia se los come y la enredadera de los tatuajes les devora.

    No hay fichas. Sobre los números del tablero montan guardia el pan, la leche, los huevos, el arroz, las lentejas, los macarrones, bastantes cebollas, alguna sardina, una coliflor, dos coles, tres tomates... Ojos no. Todas las miradas dirigen su crispación hacia la parte alta del cuadro. Allí están la crupier y su equipo, con uniformes de supermercado, alzando amenazadoramente sus rastrillos para arrastrar la comida hacia la ruleta, la boca insaciable de la banca. Trabajan sin emoción, con muecas muy profesionales, disecadas por la sempiterna repetición.

    Un poco más arriba, el empresariado, con traje y corbata, se abraza la barriga intentando contener la risa. A su lado, el presidente del Gobierno, Sánchez que te mastico Sánchez, y sus hacendosas ministras del buen vivir y sus obedientes dirigentes sindicales, de vida resuelta, sus bufones redichos, sus gentilesdamas, palafreneros, asesores y otros alcotanes a sueldo. Desde este horizonte hasta que se acaba la tela se ven las caras, cada vez más diluidas en la grisalla de la penumbra, de parlamentarios y señorías y jueces y señorías y canallas y señorías y más gente de mal vivir y señorías a granel.

    En la parte inferior de la pieza, como a un metro de la base, hay un segundo rectángulo, un travesaño, también de lienzo, que le da a la obra cierta apariencia de cruz invertida. "Tú eres Pedro y con tu misma piedra te abriría la cabeza". En cada uno de los dos brazos del patibulum está representada una sala de subastas.  "Lote sin número: 'El Negocio', también llamado 'La Hambruna'. Arte moderno. Autoría sobreseída."

    En el ala izquierda del lienzo, como si dirigiese una orquesta, el martillero alza al cielo su maza de madera invitando a los postores a levantar las manos y a pujar para quedarse con 'El Negocio'.  Durante la subasta de lágrimas ajenas, nadie llora. Está muy mal visto.

    


miércoles, 8 de febrero de 2023

 Otras puertas, otros antros


José Joaquín Rodríguez Lara

 

Corazones habrá con puerta falsa

por la que entren y salgan los cariños

sin anunciarse ni dejar constancia de sus pasos,

silenciosos contrabandistas del destino.

 

Hay estómagos con puerta de servicio,

un acceso directo a sus cocinas

por el que entra el pan y sale el mendrugo,

caridad que perpetúa la injusticia.

 

No han de faltar cabezas sin puerta ni balcones,

con ventanas que miran hacia dentro

y oídos que se escuchan a sí mismos,

convencidos de ser la voz de nuestros ecos.


(De mi poemario 'Poemas sin libreto')