sábado, 10 de abril de 2010


Partida entre partidos

José Joaquín Rodríguez Lara


Amenazar con la dimisión es algo tan inusual es este país como llegar a dimitir realmente. Sólo se puede amenazar desde la confianza en la propia superioridad, pues lo contrario resulta risible, como el gesto del recluta que, tras ser arrestado por una falta, exclama: 'Pues, mi sargento, ahora no como'. Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta, amenaza al Gobierno de Zapatero y a su propio partido, el PSOE, con dimitir si el Ministerio de Industria decide instalar en Extremadura el almacén central para los residuos nucleares. En este caso, además de una superioridad indudable, Fernández Vara debe de tener muchísima confianza en sus fuerzas; propias y de coalición.

Aunque Extremadura siga contando poco en el desconcierto de las comunidades autónomas, no está el PSOE para bollos y dimisiones a trece meses de las elecciones autonómicas y municipales. Ni el PSOE ni el propio Zapatero. Vara cuenta con el apoyo expreso de Ibarra, que es tanto como decir del PSOE extremeño; y Rodríguez Ibarra, además de seguir dando titulares, «la mierda para quien la trabaja», ha dicho, ya sabe lo que es oponerse a un gran proyecto nuclear -el de Valdecaballeros, mucho más astifino y cornalón que el famoso 'almacén temporal centralizado' (ATC)- y ganar la partida. El actual presidente tiene, además, el respaldo de buena parte, por no decir de la mayoría, de la población extremeña y a todo ello se le suma la 'complicidad' del líder del PP extremeño, al que no sólo le parece bien la amenaza de Vara, sino que secunda el 'arrastro' presidencial asegurando que si Vara dimite él también lo hará. Jamás se había visto cosa igual: un socialista y un popular dispuestos a irse cogidos de la mano.

Pero aunque se le sume a todo esto la superioridad ética añadida de que Extremadura no debería convertirse en la región más perjudicada y menos beneficiada por la energía nuclear, lo que a todas luces sería una injusticia prácticamente eterna, a pesar del carácter 'temporal' del almacén, lo más probable es que las dimisiones no lleguen al río. Y no porque Guillermo Fernández Vara y José Antonio Monago carezcan de redaños políticos para hacer la maleta, sino debido a que lo previsible es que no sea necesario que la hagan.

Hay factores de peso que juegan en contra de la candidatura de Albalá a los millones del 'almacén temporal centralizado'. No hay consenso, ni en la localidad ni en la comarca ni en la provincia ni tampoco en la región, sobre las bondades de la pretensión municipal, y el acuerdo corporativo urgente que puso en marcha la candidatura del municipio cacereño no sólo está recurrido en los tribunales, por el PP, sino que parece presentar algún que otro indicio de manifiesta ilegalidad.

En cualquier caso, si finalmente, por decisión judicial o antojo gubernamental, tuviésemos que 'comernos' los residuos nucleares, para beneplácito de la alcaldesa de Albalá y de quienes la apoyan en este asunto, perderíamos un presidente y a un aspirante a serlo, pero no ganaríamos un nuevo paisaje político. Todo lo contrario, el sacrificio de ambos 'mártires' reforzaría las posiciones locales del PSOE y del PP y, a lo sumo, debilitaría las de Zapatero. Extremadura no abre las puertas de la Moncloa, pero las puede cerrar y, como Fernández Vara no se caracteriza por sembrar el desasosiego allí por donde pasa, cabe pensar que en esta mano lleva buenas cartas. Tal vez una escalera, que sería de color si el PP fuese rojo.


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