miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los pollos del realismo extremeño


José Joaquín Rodríguez Lara


Ahora que la organización 'Igualdad Animal' ha difundiendo un vídeo sobre el daño que se les causa, en las incubadoras industriales, a muchos pollitos destinados a la producción de carne, me he acordado de lo que se le hace a los pollitos que no pueden ser destinados a la producción de huevos.


A los cárnicos se les causan, involuntariamente, lesiones que los inhabilitan para el engorde, por lo que son sacrificados.


A los pollitos que no pueden poner huevos, porque son machos y los machos no aovan, se les sacrifica directamente, aunque no estén lesionados.


No sé usted, pero yo veo un claro indicio de 
Animal Desigualdad en este comportamiento muy desalmado, muy industrial y muy poco ganadero.


Al ver los pollitos también me he acordado de mi abuela María que, cuando vivía en el chozo -en la finca La Cocosa, entre Valverde de Leganés y Badajoz (Unión Europea)- hacía de incubadora. La gallinería y los huevos eran un recurso muy valorado en aquellos años del estraperlo. Durante la posguerra, los huevos eran una moneda con la que podían conseguirse otros bienes tan necesarios como escasos, desde aceite hasta ropa o penicilina.


En torno al chozo no resultaba difícil criar gallinas y hasta pavos. Sólo había que defenderlos de los milanos, para lo que se usaban gallinas de Guinea, que son unas hembras de mucho carácter, y ponerlos a salvo de las zorras, procurando que antes de caer la noche toda la volatería estuviese convenientemente refugiada en lo alto de alguna encina cercana a la choza.


Pero no era suficiente. Entonces no se desperdiciaba un huevo ni se despreciaba un pollito, aunque estuviese cojo o fuese macho. Y en el chozo no había incubadoras eléctricas ni nada que se le pareciese.


A veces, una gallina que había estado engorando sus huevos abandonaba el nidal tan pronto como salían del cascarón los primeros pollos. Pero como la nidada estaba compuesta por huevos puestos con días de diferencia, en ocasiones la clueca dejaba abandonados en el nidal huevos que todavía no habían eclosionado. Pollitos que morirían dentro de su ataúd de cascarones incluso antes de haber nacido.


Y ahí es cuando mi abuela salía al rescate de los infortunados. Envolvía los huevos, todavía sin abrir, en un trapo calentito, se los introducía en el seno y allí los terminaba de engorar con sudores de pecho. De sus dos pechos. En esta loable tarea de incubadora con sayas participó en más de una ocasión mi propia madre, que lo cuenta con arrobo y verdadera nostalgia.


- Sentíamos que el pollito picoteaba el cascarón y al poco tiempo salía. Y cuando ya estaba seco lo echábamos con la madre y los hermanos, para que empezase a comer lo que la gallina encontraba escarbando.


En historias como esta debió de inspirarse Rafael Sánchez Ferlosio, vinculado desde su juventud a la Extremadura rural, cuando escribió su deliciosa obra 'Industrias y andanzas de Alfanhui', libro publicado en el año 1951. Si no la conoce, se está perdiendo usted una joya.


El libro y su autor. La obra es un encanto. Su autor siempre fue algo arisco.
La foto se ha bajado de donde se bajan estas cosas, lógicamente.
Sin permiso, pero también sin ánimo de lucro.

A uno de los personajes del librito, la abuela Ramona, le daban fiebres cada primavera y la temperatura le subía tanto que los muchachos le llevaban los huevos que encontraban en el campo para que se los engorase.


Llegado su tiempo, de unos huevos salían pardales, de otros herreritos o tórtolas, de este un lagarto y de aquel una bicha... Había de todo, pero la abuela no admitía reclamaciones.


Por este y otros asuntos maravillosos se encuadra a 'Alfanhui' en el realismo mágico de la literatura, pero visto lo que mi abuela María y mi madre, Isabel, hacían con los huevos abandonados en el nidal por las impacientes gallinas cluecas, tal vez no habría que marcar las páginas de 'Industrias y andanzas de Alfanhui' con la etiqueta del realismo mágico, sino con la del realismo extremeño. A secas.


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