domingo, 30 de agosto de 2015

La noche de 'El Cazador'


José Joaquín Rodríguez Lara

Cincuenta y una - tres - cuatro. Ese es mi récord. No está mal, ¿verdad? Hay campeones con peor historial que el mío. Y nunca me tumbaron, ¡eh!


Bueno, sólo una vez, pero esa no cuenta, porque fue en la calle.


Aunque en mi expediente federativo dice 51 victorias, 3 nulos y 4 derrotas, la verdad es que sólo perdí una pelea. Me robaron dos combates, vendí uno y me vencieron, con toda justicia, en el cuarto. Fue en México. Al 'Negro de Tijuana' le salió aquella noche la pelea de su vida. Me ganó, a los puntos. Parecía que 'El Negro' se iba a comer por los pies a todos los yanquis uno tras otro, pero luego nunca llegó a nada. Según me contaron mucho tiempo después, le rebanaron el pescuezo con una botella de tequila. Salió hasta en el periódico. El destino tiene muy mala leche.



La primera vez que me robaron en un ring fue en París, peleando por el europeo, y la segunda en Frankfurt, en un combate de semifondo. Estaba tan rabioso que me gasté la bolsa en golfas rubias como los soles. Pues ni aun así se me enfrió la sangre. Qué será la rabia, Dios mío, para que abrase tanto.


Y luego está la pelea del chanchullo. La tercera mejor bolsa de mi vida. Tú te preguntarás, ¿por qué se vende un combate? Vaya pregunta más tonta. ¿Por qué será? ¿No te lo imaginas?


No es por dinero. Los triunfos son siempre más rentables que las derrotas. Ganas y te llevan al catre aunque no quieras. Pierdes y te vas a la cama solo.


El combate lo vendes cuando, de repente, se te hace de noche delante del espejo. Una mañana, mientras te afeitas, te miras la pera, esto, mírame a la cara, esto es la pera, el mentón, te miras la pera, digo, y comprendes que, por más que entrenes y por muchos golpes que sigas encajando, ya no volverás a ser aspirante al título. El mañana ya no te llama desde el centro del cuadrilátero; el futuro ya no sostiene el saco para que lo golpees con fuerza; el porvenir ya no te mira con ojos codiciosos desde la primeras filas de ring.

 

El futuro te ha abandonado, se ha ido con tu rival, con ese muchacho que aún no tiene las cejas recosidas ni los pómulos marcados ni la sonrisa rota en una mueca de vinagre. Dicen de él que es el campeón del futuro y tú..., tú ya sólo eres pasado. Un pasado que está escrito en tu piel: cicatriz sobre cicatriz. Fundido en los recuerdos atascados en tu memoria: golpes, combates, rivales... Impreso en el cuentabatallas de tu historial: 51 - 3 - 4. No está mal, ¿eh? Hay campeones con peores números. ¿No te parece?


Así que un día, por última vez, te ofrecen la pelea de semifondo, te garantizan una buena bolsa y dicen que van a presentarte con honores de campeón. Cierto es que estuviste a punto de serlo, pero no lo fuiste y ya nunca tendrás el cinturón. Lo que sí tienes es una poca familia, algunas necesidades, bastantes deudas... Y aceptas; maldiciéndote, pero aceptas.


Para esa pelea te preparas como siempre, pero subes al ring como nunca habías subido. Quieres que todo acabe rápidamente, incluso antes de haber empezado. Ya en tu esquina, saludas levantando los puños mientras muerdes con furia la goma del protector. Muchos te aplauden, porque les gusta el boxeo y te conocen: eres 'El Cazador' y tienes dinamita en el crochet. Pero la mayoría te abuchea, porque no quieren que le aflojes las tuercas y trunques la carrera del niño bonito, del campeón del futuro que sonríe como un idiota en la otra esquina.


Él no sabe nada. No le pueden decir que el combate está amañado. Seguramente nunca llegue a saberlo. Si le dijesen lo que hay, no se esforzaría lo suficiente. Y si lo supiera y fuese un hombre de los que nos vestimos por los pies, se quitaría los guantes, se iría a su casa y no volvería a pisar el gimnasio.


¿Sabes?, es más fácil pelear para ganar que para perder. Cuando combates por la victoria, echas todo lo que tienes y hasta lo que no tienes. Metes un huevo en cada guante y te lías a hostias con el otro sin miramientos ni preocupaciones. En cambio, cuando peleas para perder... Sólo me ocurrió una vez y lo pasé tan mal que no lo volvería a hacer.


Allí, delante de ti tienes a un tipo al que debes dejar que te pegue, pero no tanto que parezcas un paquete. Tú todavía tienes un nombre, eres Young Ribera, 'El Cazador', y tienes que seguir viviendo de tu prestigio. Mientras cavilas como le dejas que te pegue sin que se note que lo estas dejando, el tipo te arrea y te acorrala, hasta que te das cuenta y arremetes contra él llevándolo contra las cuerdas. Entonces, los de su rincón se asustan. Sospechan que te niegas a perder y temen que saques la marra y le aplastes la cabeza al muchacho con un crochet. A tu preparador le entra el pánico: cree que te has vuelto loco y quieres ganar por K O. El miedo llega hasta las sillas de ring. Hay demasiado en juego para no ser una pelea por el título.


Y así un asalto tras otro, escenificando un combate de mentira con mamporros de verdad, fajándose para disimular y reducir la potencia de los golpes.


En todos los deportes hay que saber perder, pero en el boxeo, en el noble arte de las doce cuerdas, hay que saberlo muy bien. La gente paga por ver boxeo, no una obra de teatro. Esto no es la lucha libre: la gente quiere sangre de verdad, golpes de verdad y kaos de verdad.

 

Si no ofreces suficiente resistencia, el público te abronca y te pueden retener la bolsa. Si te tiras a las primeras de cambio, la gente grita ¡tongo, tongo, tongo! y también corres el riesgo de perder el dinero. Sobre todo si eres 'El Cazador' y nunca perdiste por K O. Pero a nadie le gusta poner la pera para que, de verdad, lo encierren en la habitación del sueño. El K O no es bueno; ni para la cabeza, ni para el hígado, ni tampoco para el bolsillo.


¿Cómo se hace entonces para dejarse ganar sin que se note? Hay trucos. La gente del gimnasio, los viejos preparadores que nunca salen en las noticias, se los saben todos. Yo te enseñaría alguno, pero entre que tú ya no lo necesitas y que empieza a amanecer... Ya mismo están revisándonos el equipaje otra vez. Tú no te preocupes, que yo les explico lo tuyo.


Lo mejor es perder por inferioridad, por lesión. Un K O técnico. Si se te hinchan los párpados, si echas sangre por la boca o por el oído, si se te rompe un hueso..., todo eso es bueno. Lo mejor es algo que te impida terminar el combate. Cualquier cosa vale si no se pone en duda la superioridad del niño bonito ni tus redaños. Te ganaron, pero perdiste por lesión. Mala suerte. No eres peor boxeador que tu rival. Algunos de tus seguidores hasta esperarán una revancha, pero eso no...


Ya están aquí los del uniforme. No te preocupes que yo les explico. Te dicen Boronía, ¿verdad?, pero te llamabas... ¿Paniagua, no? Bueno, no te muevas, yo me las avío.


Señor funcionario, tengo que decirle que mi compañero 'El Boronía' está presente, pero no puede levantarse esta mañana. No es que 'El Boronía' esté malo. Sólo se ha muerto. La palmó anoche, al poco tiempo de cenar. Le hice tres cuentas de protección y no dio en sí. K O irremediable. Ahí está el hombre, tieso en la lona. En su litera, se entiende.

 

No les avisé antes por no fastidiarles la noche, mayormente, y porque él me había visto pelear en el circo Price y tenía mucho interés en que le contase mi vida. Ya sabe usted, los combates del Campo del Gas, mi gira por América y todo lo demás. Pero como 'El Boronía' se me ha muerto sin avisar, o lo hacía esta noche o ya no iba a poder ser nunca más.


La pena es que mi vida es tan larga que no me dio tiempo a contársela entera al 'Boronía'. ¿Puedo seguir contándole lo que falta? Es que me queda todavía lo de Las Vegas, que es lo más interesante. La noche que Young Ribera, 'El Cazador', o sea, mi menda, puse patas arriba al 'Apache'. Y mi despedida, en Barcelona, claro. Otra noche inolvidable...


Bueno, bueno, sin empujar. Hay días que ni en su celda puede estar tranquilo uno.


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