sábado, 7 de marzo de 2009

Y, por supuesto, 'Morante'


¿Se puede reclamar objetividad en la concesión de honores desde un mundo tan subjetivo como es el mundo del toro?


José Joaquín Rodríguez Lara


ASOMBRA la gresca que se está montando en torno a la graciosa concesión de la Medalla de las Bellas Artes al diestro Francisco Rivera Ordóñez. Se comprendería la pertinencia de la polémica si en lugar de toros hablásemos, por ejemplo, de atletismo y le hubiesen dado la medalla de oro al que entró en quinto lugar; o de fórmula 1 y se hubiese proclamado ganador no al primero que llegó a la meta, sino al piloto que conducía un bólido con más 'pedigrí'.

Pero el arte del toreo no es un arte que se mida con números. No es más artista el diestro que lidia más toros, ni el que obtiene más trofeos ni tampoco el que gana más millones. En el toreo todo es subjetivo, salvo quizás el toro, que tiene la fea costumbre de poner a cada cual en su sitio. En la plaza y fuera de ella se conjugan las ansias de 'ser gente', el valor, la técnica, la habilidad, el saber estar y la sensibilidad artística. Talavante y José Tomás se quedan parados delante de los toros y hubo tardes en las que a Curro Romero tuvo que pararlo la Policía y ni aún así se estaba quieto. ¿Con qué regla infalible habría que medir la valía de cada uno de ellos?

Que José Antonio 'Morante de la Puebla' critique la concesión de una distinción a un compañero es impropio de un matador de toros al que unas veces le han 'regalado' los trofeos y otras se los han 'robado', y en ambos casos incluso con el rechazo mayoritario del público, uno de los jurados más democráticos que hay en el universo. Si en el mundo del toro la concesión de honores es tan escasamente objetiva, como una y otra vez reflejan los cronistas taurinos, ¿cómo se le puede exigir objetividad al jurado que otorga la medalla al arte en el toreo?

Francisco Rivera Ordóñez no tiene la maestría de su abuelo Antonio Ordóñez, ni la genialidad de su tío Luis Miguel 'Dominguín' ni tampoco la necesidad de ser que tuvo su padre Francisco Rivera 'Paquirri', pero es un torero, no un presidiario. Que se le conceda la medalla no degenera la concepción de lo que es un torero artista. Entre otras cosas, porque si la medalla de Bellas Artes sólo pudieran recibirla los artistas, jamás se la hubiesen dado a Espartaco, primerísima figura y persona excepcional que brilló como gran lidiador, no como gran artista; ni a un diestro tan rompedor como Miguel Báez Spuny, 'el Litri', ni posiblemente a Paco Camino y a José Tomás, aunque el primero de ellos dominase el escalafón durante su época y el segundo sea el mismísimo 'Pasmo de Galapagar'.

Parece que Paco Camino, José Tomás y -dicen que- hasta 'Manzanares', en desacuerdo con la concesión de la presea a Rivera Ordóñez, devolverán las medallas que aceptaron en su día. Cada cual es dueño de administrar su soberbia como mejor le plazca, pero su intransigencia equivale a que no podría haber cuadros de Picasso en un museo en el que hubiese obras de Velázquez, Goya o el Greco. En lugar de devolver sus medallas deberían exigir, por ejemplo, que esa distinción se le concediese a todos los toreros que durante una o más temporadas estén o hayan estado en lo más alto del escalafón.

Lo que de verdad tendría que molestarles es que aún no tengan la medalla ni Perera, ni El Juli, ni César Rincón, ni Ojeda ni, por supuesto, el propio 'Morante'.

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