lunes, 12 de noviembre de 2012


En un banco de piedra


José Joaquín Rodríguez Lara


Me la imagino rubia y con el pelo por los hombros, o más largo aun; pero tal vez sea morena y se peine a lo ‘garçon’. ¿Pelirroja acaso? No lo creo. Nunca la he visto aunque me resulta tan familiar como si viviese conmigo, con todos nosotros. Supongo. ¿Será la hija…?, la madre…?, la esposa…?, la hermana…?, la cuñada…?, la vecina…?, la amante…?, la amiga…? ¿Qué le será? La suegra no, desde luego. O tal vez sí, hay suegras muy jóvenes; hasta hay rubias con el pelo por los hombros que son suegras. Además, ella no envejece. Lo noto en el timbre de su voz, que corta el aire de las calles como un bisturí que se abriese paso en la manteca.
Puede decirse que la conozco ‘de toda la vida’. Seguramente habrá estado mil veces a mi vera, pero nunca me atreví a buscar sus ojos; ni siquiera a preguntar su nombre. Sólo sé que es ‘la voz’ del tapicero. “…butacas, butacones, sofás, sillas, sillones, mecedoras, descalzadoras…”. Así una y otra vez, y otra y otra y otra, sin perder el ritmo, inasequible al desaliento. Lo mío con ella es un sinvivir. Se para ante mi ventana y me entran ganas de bajar y presentarme en la furgoneta del tapicero para arrancarme la angustia de no verla, pero trabajé en la radio –con Isabel Gemio, que entonces se llamaba Francisca, imagínese- y conozco las reglas: si la voz del locutor te enamora, no te pases por la emisora.
Aunque la buscase entre las telas de chenilla, de gabardina, rasos, lonetas, astracanes, alcántaras, escais y otros hules, por más que removiese chinchetas, flecos, borlones y albaranes, seguramente no la encontraría. Ella no estará en la ‘emisora’ del tapicero; o estará de modo vicario, en una cinta, en un CD o en cualquier otro soporte informático. La ‘voz’ del tapicero está en todas partes y en ninguna, viaja de ciudad en ciudad, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo y nunca se la ve. Es el misterio de los misterios.
Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, tiene tres ‘voces’ oficiales, además de su YPFhuracanado grito. Dos de las tres ‘voces’ oficiales de la presidenta argentina son de mujer, la tercera de hombre y la cuarta de sargento de artillería. La más famosa de las cuatro es Natalia Paratore, locutora e hija de locutor, a la que llaman “la locutora militante”, por el empeño que pone en callar a los argentinos para que hable la viuda de Kirchner. Pues la militancia de ‘la locutora militante’ es un karaoke comparada con el afán de ‘la voz’ del tapicero. Ni Soraya Sáenz de Santamaría, la ‘voz’ de Rajoy, vende el tapizado -… “recortes, recortaduras, limitaciones, reducciones, restricciones, amputaciones”…- con semejante énfasis y tanto talento vocal. La ‘voz’ del tapicero es inimitable, algo verdaderamente extraordinario.
En 33 años de periodismo, nunca se me ocurrió entrevistarla. Pido perdón por tan imperdonable impericia profesional. Intentaré reparar mi falta antes de que el paro eche sobre mis costillas la última paletada de tierra. Todo personaje tiene su entrevista y ‘la voz’ del tapicero es un personaje digno de figurar entre las entrevistas con los protagonistas de la Historia que realizó Oriana Fallaci. Hablar con ‘la voz’ del tapicero sería mucho más que entrevistar a Napoleón, a Tutankamón, a Julio César o a Ibarra; sería tan impresionante como poder preguntarle por causas, razones y motivos al hechicero del Triángulo de las Bermudas. Espero quedar con ella en algún parque y hablar sobre todo lo divino y lo humano, sentados los dos en un banco de piedra, intapizable.




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