sábado, 16 de febrero de 2013

Yo quiero ser florero


José Joaquín Rodríguez Lara


Pasan las modas y Oscar Wilde (Dublín, 1854 - París, 1900, 'El retrato de Dorian Gray', 'La importancia de llamarse Ernesto', 'Salomé' y otras obras de renombre) continúa demostrándonos a todos que la naturaleza imita al arte. Se ha vuelto a confirmar simplemente con lo poco que aún sabemos sobre ese florero catalán, empleado en un restaurante, que está implicado en una trama de espionaje.


El 3 es un número que, al parecer, gusta mucho en Cataluña. La televisión autonómica catalana se llama TV3, Cataluña ha estado gobernada hasta hace muy poco por un gabinete tripartito, uno de los primeros escándalos políticos catalanes tuvo como base política argumental el cobro ilegal de comisiones de 3% en los contratos públicos, y acaba de salir a la luz una agencia de detectives llamada Método3, a la que se le achaca haber realizado una vasta campaña de espionaje político-comercial con un método de película: colocar un micrófono en el florero de un centro de mesa. Ya lo ve usted, la mano y las intenciones que mecen el micrófono espía descubiertas en plena imitación del séptimo arte. Ni siquiera el ingenioso Oscar Wilde tuvo tiempo de imaginarlo.


En esta nueva merienda de dinero negro, el protagonismo no recae sobre el insaciable bolsillo de los malos, ni sobre la carita inocente de la buena, espiada hasta en la sopa que tomaba en el restaurante, ni siquiera sobre las cuentas andorranas del galán de agarra el dinero y corre. El verdadero protagonista de esta película es el florero. ¿Qué cosas no le habrá escuchado decir a los comensales espiados ese tiestito con flores de mesa? ¿Cuántas veces se habrán sonrojado esas inocentes margaritas mientras oían hablar de cantidades de dinero que por su grosor no cabrían en la cuenta de un restaurante? ¿A qué reflexiones habrán llegado los pensamientos, tan humildes ellos y tan coloridos siempre, mientras escuchaban atentamente a las víctimas directas del espionaje? 

Perder la inocencia entre las flores puede resultar hasta poético, pero que sean las flores las que pierdan el candor entre los guantes, negros para el dinero negro, de los espías es muy prosaico. 

En el largometraje de las vergüenzas patrias, ese centro floral catalán es un centro nacional de inteligencia: lo sabe todo. La Justicia debe declarar a ese tiesto testigo protegido. Ese florero tiene una entrevista. Y larga. Yo cuando sea grande quiero ser florero. No para sentirme un hombre objeto, pues en algún momento lo habré sido y no lo siento. No por las flores ni por la escalivada del menú ni por la emoción de trabajar para un espía catalán en Cataluña. Simplemente me gustaría mirar a la cara a cierta gente cuando habla del dinero ajeno creyendo que nadie oye el hediondo borboteo de sus ambiciones.

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