martes, 29 de octubre de 2013

¡Renko, vuelve, aunque sea a pie!


José Joaquín Rodríguez Lara


La policía ya no es lo que era. La policía cuyas peripecias interesan al común de los mortales, esa policía a la que se ve venir sentados, porque nadie recela de ella, ni se oculta ni corre que se las pela nada más verla, la policía de las series policiacas, la policía que llena las horas de la televisión ya no es ni sombra de lo que fue.


La policía de antes estaba llena de agentes bragados, de polis de pelo en pecho que dejaban de mordisquear el donut para lanzarse a perseguir a los malos a golpe de sirena en automóviles a prueba de obstáculos, aquellos vehículos que saltaban como corzas, sin importarles destrozar docena y media de coches, entre propios y aparcados, para conseguir detener a un raterillo. De esa policía ya no hay.


Los polis de ahora son otra cosa. Están más tiempo en la comisaría que en la calle, no realizan espectaculares persecuciones con sus coches patrulla, casi no los arañan y prácticamente no encienden las sirenas. Más que agentes de la policía, los policías actuales parecen jugadores de ajedrez plantados ante el tablero en el que intentan componer el puzle del delito: anotaciones con rotulador gordo, croquis, fotografías de la víctima, de los sospechosos, del arma, del escenario del crimen... Los polis modernos conjeturan mucho y disparan poco.

 

Stana Katic y Nathan Fillion, protagonistas de 'Castle'.

Pero lo más sorprendente es que resuelven sus casos gracias a la intervención decisiva y no pocas veces chusca de personas que no son policías. A la detective Kate Beckett le presta ayuda el escritor de novelas de misterio Richard Castle. 

 

¿Qué sería de la agente Lisbon sin las peculiares ocurrencias de Patrick Jane, el rubio que piensa tumbado en un sofá? ¿Y qué decir de ese Sherlock Holmes con pinta de loco, encarnado por Jonny Lee Miller, exmarido de Angelina Jolie, que le da sopas con honda a la policía de Nueva York mientras una hermosa doctora Watson (Lucy Liu) con rasgos orientales intenta ponerle a salvo de sus sorprendentes perturbaciones mentales? 

 

Patrick, el mentalista, y Lisbon, la policía, en plena faena.

Estos agentes sin placa no sólo le hacen la mitad del trabajo a los ficticios policías de verdad, sino que hasta le dan nombre a las series: 'Castle', ''El mentalista', 'Elementary', señora Watson...

 

En 'Mentes criminales' la participación de los auxiliares de la policía alcanza cotas extraordinarias, con ese manojo de perfiladores criminales, de expertos en el análisis de conductas erradas, que recorren el planeta del delito cazando a los criminales más retorcidos. ¿Qué cosa puede hacer un policía que no esté al alcance de un lingüista o de un psicólogo? Nada.


Dirá usted, y lo dirá con parte de razón, que estas rarezas solo pasan en las series policiales extranjeras y no en todas, pues cuando las televisiones españolas hacen series de policías, las hacen a conciencia, y ahí están 'El comisario' y 'Los hombres de Paco' para demostrarlo. Y lo que usted dice sería totalmente cierto si en España no hubiésemos hecho también series como 'Los misterios de Laura', en la que Laura, lógicamente, exmujer de un comisario, le enmienda la plana profesional a su exmarido un capítulo sí y al siguiente, también.


Rodrigo Noya y Diego Martín, de 'Hermanos y detectives'.

Y eso no es nada, pues también tuvimos una serie, 'Hermanos y detectives', en la que el pequeño Lorenzo, niño inteligentísimo, locuaz y de acento argentino, le solucionaba los casos a Daniel Montero, su hermano mayor, agente de medio pelo, prudente y español. Cosas que pasan en cualquier comisaría patria. 

 

Por no referirnos a 'Brigada Central', ambientada en plena transición política, con un Imanol Arias encarnando al gitano inspector jefe de policía Manuel Flores, casado con la gachí Assumpta Serna, empeñado en defender la ley y el orden aunque tuviera que enfrentarse a su propio padre, un patriarca gitano interpretado por el extraordinario actor José María Rodero. Ya digo, cosas que pasan cada día en cuaquier comisaría española.


Pero, volviendo a los mencionados parapolicías de estos tiempos, sus hazañas se quedan en nada si nos remontamos a Jessica, la nunca bien ponderada señora Fletcher, descollante protagonista de 'Se ha escrito un crimen', que primero escribía los homicidios y luego los resolvía, con lo que los policías, si es que había policía en la serie de la señora Fletcher, solo tenían que firmar los folios del atestado pues les daban las soluciones sujetas con lazo y envueltas en celofán.


Grisson, un policía de bata y laboratorio.

Y no crea que me olvido de C.S.I. Las Vegas, Miami y Nueva York. Ni por un momento. La serie escrita por el conductor de autobuses Anthony Zuiker es de lo mejor que se puede ver actualmente en la
House,  médico de armas tomar.
televisión, en lo que a historias policiales respecta. Aquí se invierten los papeles y Grissom y compañía lo mismo disparan y te esposan, que te hacen un análisis de orina sin necesidad de que pidas cita previa en el ambulatorio. Lo que engancha de C.S.I.
(Crime scene investigation) es que nos hagan creer que son policías cuando en realidad son médicos, al contrario de lo que ocurre con House, que dice ser médico pero se comporta como lo que es, un sargento de hospital. 

 

En cualquier caso, C.S.I. es la policía total; ni la Wikipedia sabe tanto de todo. Al lado de un C.S.I., el exmarine y policía de 'Bones', 'Huesos', se queda en simple capitán del equipo de rugby del instituto. Suerte que en 'Bones', inspirada en la vida de la antropóloga y escritora Kathleen Joan 'Kathy' Reichs, siempre nos quedará al menos la belleza acerada y encerada de la doctora Brennan.


El capitán Furillo y Joyce con el sargento Philip.

En este repaso a las series policiacas de nuestra vida no puede faltar la más venerada por quienes han vivido lo suficiente para tener recuerdos, pero no lo bastante como para haber perdido la memoria: 'Canción triste de Hill Street'. Esta sí que era una serie policial; aquello sí que era una comisaría. ¡Qué movimiento, qué realismo, qué desfile de extras, qué calidad, qué productividad contra el delito! Los buenos contra los malos sin psicólogos ni novelistas ni análisis clínicos. 'Canción triste de Hill Street' nunca aburría; y eso que, un capítulo sí y otro también, la acción transcurría entre las dos escenas más repetidas e imprescindibles: pasando revista a los casos del día, a primera hora de la mañana, en la comisaría, y el capitán Frank Furillo y la abogada Joyce Davenport, ya entrada la noche, pasándose revista mutuamente, en el dormitorio.

 

¡Renko, deja el donut y vuelve, aunque sea de mentalista!

 

Renko, el poli de 'Hill Street' que comía donuts y bebía cafés entre disparo y disparo.



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