lunes, 4 de agosto de 2014

El chiflo del miedo


José Joaquín Rodríguez Lara


En Salvatierra de los Barros (Unión Europea), la muerte no va cargada con una guadaña, lleva un chiflo. Y no vuela ni galopa. Hasta hace unos años viajaba en bicicleta, más tarde en ciclomotor y ahora se desplaza en automóvil. A Salvatierra de los Barros (Unión Europea) la muerte llega por carretera, sobre ruedas y avisa de su presencia con la musiquilla de su chiflo.

La mayoría de las veces procede de Burguillos del Cerro (Unión Europea), a unos 20 kilómetros, y no entra en Salvatierra con intención de matar a nadie. Visita el pueblo en el libre y concienzudo ejercicio de su oficio, para afilar cuchillos, tijeras y navajas. Aunque podría hacerlo, no suele afilar guadañas, porque las guadañas acostumbran a afilarlas sus propietarios cuando van a usarlas. Aunque en Salvatierra de los Barros (UE), hay quien está convencido de que al menos afila una. Y de que además la afila a conciencia.

El chiflo del afilador genera una banda sonora inconfundible. Quien necesita afilar cuchillos, tijeras u otros adminículos de uso doméstico sale a su encuentro nada más oírla y, en cualquier encrucijada, se forma un corro de personas pacíficas, la mayoría de ellas mujeres, aunque estén pertrechadas de armas blancas, que hablan, de esta y de aquel, mientras el afilador saca chispas de los filos y comprueba la calidad del afilado, o golpea con el martillo las cabezuelas del eje para asegurar el buen funcionamiento y la fiabilidad de tijeras, navajas y cuchillos. Y todo en paz y armonía.


Estampa inconfundible de un afilador de antaño.
 (Imagen publicada por talent.paperblog.com

Pero en Salvatierra de los Barros (Unión Europea) hay muchas personas que temen al afilador tanto como a la mismísima muerte. Están convencidas de que con el afilador viene la sombra de la guadaña. Creen que es su heraldo y que el chiflo del afilador anuncia la llegada de la sorda, de la ciega, de la gran estúpida a la que si la llamas con desesperación no viene, y cuando menos ganas tienes de verla te la encuentras a la vuelta de cualquier esquina.


- Hoy está por ahí el afilador.
- Lagarto, lagarto.
- Sentí el filo del chiflo y me parece que venía del Altozano.
- Pues en el Altozano vive, o vivía, el padre de... ¿Cómo se llama? Sí, hombre, si es una persona que ya no sale ni de casa.


Y en menos que canta un gallo se hila una lista de personas candidatas a justificar la visita del afilador. Un afilador que tal vez incluso desconozca el miedo que origina en Salvatierra de los Barros con la musiquilla de su chiflo. Pobre hombre. Al enterrador se le mira con más respeto y menos temor que a él, que lo único que hace es alertar, por lo que pueda pasar.


Y pasa. Suena el chiflo del afilador y a los pocos días mueren tres personas, dos hombres y una mujer, o dos mujeres y un hombre. Y las cuentas no están completas hasta que se completa la cuenta. Dicen que no falla y empiezo a creer que tienen razón. ¡Lagarto, lagarto!


¡Afiladoooorrr!


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