viernes, 24 de octubre de 2014

Aplausos para Alicia Hermida en Badajoz


José Joaquín Rodríguez Lara


Mientras los espectadores presentes en el teatro López de Ayala, otra vez lleno, aplaudían con afecto a Alicia Hermida, a sus espaldas, sobre el escenario, Luisa Martín, Elena Rivera y Ramón Esquinas, subrayaban a su vez con aplausos la ovación que el público le dedicaba a la veterana actriz.


Las palmas no se limitaban a reconocer y gratificar el buen trabajo de Alicia Hermida sobre las tablas del López de Ayala, sino que tributaban el reconocimiento a toda una trayectoria, a toda una vida empleada en vivir la vida de otros para alegrarle la vida a los demás.


Al contrario de lo que se suele decir, el público español sí honra a sus artistas veteranos, sí reconoce su entrega, su capacidad, su mérito. Y lo hace sin reparos cuando no se siente utilizado y despreciado por cuestiones impuramente ideológicas.


Alicia Hermida tiene un papel protagonista en 
'El arte de la entrevista', obra del prestigioso Juan Mayorga, representada en la quinta jornada del 37 Festival de Teatro de Badajoz. La función satisfizo al respetable.


De izquierda a derecha, Luisa Martín, Alicia Hermida,
 Ramón Esquinas, Elena Rivera y la cámara de vídeo.
 (Fotografía de MARCOSGPUNTO publicada por
 http://cultura.elpais.com)

'El arte de la entrevista' es una tragedia sin sangre en la que no faltan pinceladas de humor, sarcástico. La obra muestra la anatomía de una familia a la que Mayorga disecciona y casi le hace la autopsia.


Además de los cuatro personajes humanos -la abuela, la hija, la hija/nieta y un masajista de lo psíquico- en la obra hay un quinto pasajero, un alien que invade el chalé de una familia acomodada y se apodera de los misterios que guarda cada uno de sus integrantes. Se trata de una pequeña cámara de vídeo con la que la más joven de la casa pretende hacer la entrevista que le ha encargado su profesor. A lo largo de la representación, la cámara es usada por todos y cada uno de los cuatro personajes de carne para extraerle a los demás sus secretos, esas mentiras y medias verdades que resultan incontrolables cuando abandonan sus rincones de oscuridad y se manifiestan cual fantasmas.


Todos tenemos misterios, intimidades nunca compartidas, fantasmas con los que podemos convivir siempre que no se manifiesten y, sobre todo, que no se manifiesten al ser llamados por los demás. La vida entre fantasmas puede ser llevadera, pero sólo cuando los espíritus permanecen recluidos en la glándula de almacenar espíritus molestos y siempre que estos no se manifiesten por los pasillos o en mitad del jardín.


Y si algo hay que hacer para que permanezcan encerrados es no ponerles delante una cámara. En presencia de una cámara, los fantasmas se desmandan y pueden destrozar la plácida vida de una familia acomodada, con chalé, con jardín, con sus rutinas y su canesú. La vida cómoda, incluso anodina, puede convertirse en un sinvivir si está presente una cámara.


Es algo tan natural que puede ocurrirle a cualquier familia. Por eso, para contarlo desde un escenario, hay que hacerlo con naturalidad, con mucha naturalidad, con una naturalidad muy profesional, como lo han hecho en Badajoz Alicia Hermida, Luisa Martín, Elena Rivera, Ramón Esquinas y, por supuesto, la cámara de vídeo. La veteranía es un grado, pero la profesionalidad da, por lo menos, para tres grados más.


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