lunes, 27 de octubre de 2014

Isabel, la contracrónica


José Joaquín Rodríguez Lara


Una combinación acertada de versos clásicos, tanto místicos como profanos, de música antigua, de magníficas voces y del tópico chismorreo de siempre, ¡qué sería del arte sin el sexo!, hacen de 'Así es, si así fue. España: de los Trastamara a los Austrias', de Juan Asperilla, un espectáculo interesante.


Verónica Forqué, Juan Fernández, José Manuel Seda, Joaquín Notario, en el elenco actoral, y los músicos Marcos León y Rodrigo Muñoz, dan vida a este montaje que, bajo la dirección de Laila Ripoll, ha ocupado la octava jornada del 37 Festival de Teatro de Badajoz. El López de Ayala volvió a llenarse.


Sus intérpretes la definen como una comedia, pero 'Así es, si así fue' no es propiamente una obra de teatro, aunque cuente historias. Tampoco es un musical, a pesar de que el canto y hasta el baile estén incluidos en la representación. A veces parece teatro leído, pero tampoco lo es. En ocasiones recuerda a las actuaciones del grupo humorístico argentino 'Les Luthiers'; incluso puede establecerse un paralelismo de gestos entre Joaquín Notario y Marcos Mundstock. En definitiva, 'Así es, si así fue' es un espectáculo que se alimenta de varios géneros y que funciona aceptablemente bien.


Rodrigo Muñoz, Juan Fernández, Marcos León, al fondo casi completamente tapado, Verónica Forqué,
 Joaquín Notario y José Manuel Seda, en una representación de 'Así es, si así fue'.
 (Imagen publicada por www.lasendaburgos.com)


El dúo musical ejecuta una veintena de instrumentos, antiguos y contemporáneos, casi todos de cuerda y percusión. Hay en su actuación, y en el conjunto de la obra, rasgos del mundo juglaresco y del mester de clerecía, pues hasta se le piden disculpas al público, aunque no un vaso de buen vino, como reclamaba Gonzalo de Berceo. La música subraya los recitados de la actriz y de los tres actores, que van pasando revista a diversas etapas de la historia de España, a los largo de los siglos XV y XVI; un tema, el de la historia de España, que se ha puesto muy de moda entre los espectadores gracias a la magnífica serie de televisión sobre la reina Isabel la Católica. A la reina de Castilla se le dedica buena parte de este espectáculo, que no la retrata con el halo de heroína que se observa en la pequeña pantalla. Y la misma suerte corre su esposo, el rey Fernando de Aragón. En todo caso, 'Así es, si así fue' sería la contracrónica de Isabel y Fernando, la serie. La Real Academia no admite el sustantivo contracrónica, pero creo que el concepto tiene la suficiente entidad para hacerse un hueco en el diccionario.


Verónica Forqué e Isabel la Católica, dos mujeres de su tiempo.
 (Imagen publicada por elcultural.es)

Y lo mismo ocurre con el tratamiento que se le da a otras figuras regias en un espectáculo que ahonda en asuntos, digamos, poco edificantes cuando no directamente escatológicos.


Pero el punto fuerte de 'Así es, si así fue' no es el rigor histórico, como ya sugiere el dubitativo título. Destacan mucho más las extraordinarias voces, de Joaquín Notario, de Juan Fernández, de José Manuel Seda y de Marcos León, que en el reparto figura como músico, pero canta, baila, interpreta y, por supuesto, toca, además de poner sus conocimientos artísticos al servicio del montaje.


Cuando en este país sólo había dos canales de televisión, los españoles veían, una semana sí y otra también, las mejores obras del teatro clásico español. Lope, Calderón, Tirso de Molina y otros autores no tan clásicos pero sí de enorme calidad, como Zorilla, entraban en los hogares patrios por la ventana practicable del televisor, con aquellos 'Estudio 1', de Televisión Española, que tuvieron en el actor y catedrático de Declamación Manuel Dicenta a uno de sus emblemas más señeros. Muchas de aquellas obras, por no decir todas o casi, eran en verso, una forma de expresión difícil de encontrar en los escenarios actuales.


Por eso se agradece escuchar versos declamados sobre las tablas de un teatro; aunque el espectáculo no sea propiamente una obra de teatro con planteamiento, nudo y desenlace, por más que sean versos de atril, leídos por rapsodas, y lleguen al espectador con más brillo en la dicción que emoción en lo dicho.


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