viernes, 9 de enero de 2015

Tengo que releer El Principito


José Joaquín Rodríguez Lara


Hace tiempo que no hago un comentario de texto y, en honor a mi maestro don Hilario Álvarez Fernández, que me enseñó a hacerlos y sin que sirva de precedente, comentaré un texto propio, como entretenimiento y entrenamiento a la vez.


El texto es el siguiente:


Sabiduría
es saber
lo que ignora la mayoría.
La ignorancia es suponer
que el saber
da sabiduría.

Aparentemente se trata de un pequeño poema, de corte filosófico, en el que se contraponen dos reflexiones, la primera sobre la sabiduría y la segunda sobre la ignorancia.

La reflexión está formulada en una sexta, una estrofa de seis versos, que no puede ser identificada con alguna de las estrofas de métrica clásica, pues no es un sexteto, ni una sextilla, ni tampoco una copla manriqueña. No obstante, sus versos tampoco son de rima libre. Todo lo contrario, riman en consonante ajustándose a la combinación A B A - B B A. Y, por si esto no fuera suficiente, la consonancia llega hasta el extremo de que dos versos terminan con la misma palabra que otros dos (sabiduría y saber), y los dos restantes prácticamente empiezan con dos palabras que tienen la misma raíz: ignora e ignorancia.


A pesar de estas repeticiones, el poema no resulta cacofónico. Todo lo contrario. Es fácil de leer, agradable de escuchar y bastante equilibrado. A ello contribuyen las dos palabras que están en el centro, en el fiel de la balanza: 'mayoría', que pone fin al tercer verso, y 'suponer', que cierra el cuarto.


Los versos tampoco tienen la misma longitud. El más corto es el segundo, con cuatro sílabas, tres sonoras y una que, según las normas de la métrica, debe añadirse por terminar el verso en palabra aguda. Los versos más largos son los dos centrales, tercero y cuarto, que tienen diez sílabas si al medirlos no se aplica la licencia poética de la sinalefa.


El poema tiene dos partes, dos mitades, dos hemisferios que están en perfecta interconexión, pues de lo contrario el mensaje que expresa la reflexión sería distinto. Pero, a la vez, cada una de las partes funciona y tiene sentido por sí misma. El equilibrio entre las dos partes del poema es tal que prácticamente tienen el mismo número de palabras: ocho la primera parte y nueve la segunda.


El primer hemipoema esta dedicado a la sabiduría. 'Sabiduría / es saber / lo que ignora la mayoría'. Parece obvio, la 'sabiduría es saber', pero no es una obviedad. En el tercer verso está la clave. 'Sabiduría / es saber', es decir, tener conocimientos, 'que ignora la mayoría', que los demás no saben. La sabiduría no está tanto en saber, como en que los demás no sepan o sepan mucho menos. Pero no todos, sólo la mayoría, pues de lo contrario no sería sabiduría, sería un secreto. La sabiduría implica, por lo tanto, conocimientos y cierto grado de exclusividad.


Mas, con lo afirmado en esta frase se puede confundir a la sabiduría con la erudición, y son dos conceptos muy diferentes. Ni todas las personas eruditas son sabias, ni tampoco todas las personas sabias son eruditas.


La solución al problema se encuentra en la segunda parte de la estrofa, que comienza hablando de la ignorancia y termina refiriéndose a la sabiduría. 'La ignorancia es suponer / que el saber / da sabiduría'. Se trata evidentemente de un retruécano, como muy oportunamente me ha indicado en Facebook la profesora Maribel Nuar Cabo, pero un retruécano no puramente estilístico. No se trata de un simple juego de palabras. 


La sabiduría sabe y la ignorancia no sabe, sólo supone. Pero, además, supone mal, erróneamente, pues supone 'que el saber da sabiduría'. O dicho de otro modo, la persona ignorante supone que si se sabe se es una persona sabia, que el saber otorga sabiduría, que quien sabe mucho es muy sabio, que la erudición y la sabiduría vienen a ser la misma cosa. Ese es el error de la persona indocta, no instruida, inculta, según este texto.


Sócrates imperecedero, como su pensamiento.

Porque se sabe, desde muy antiguo, que no es así. Que nadie es sabio por saber, sino que sabe lo que los demás ignoran porque es una persona sabia. Es más, la persona sabia sabe, sin la menor de las dudas, que ignora más de lo que sabe. Ya lo dijo Sócrates: "Sabio es quien reconoce su propia ignorancia". Y aún lo dejó más claro en esta otra afirmación: "Yo sólo sé que no sé nada".


Por lo tanto, la sabiduría no consiste en acumular conocimientos ajenos, sino en descubrir la verdad usando el conocimiento propio, el razonamiento personal. Según este postulado, la sabiduría estaría 
basada -y en mi opinión lo está-, mucho más en la inteligencia que en la memoria.


He tratado de explicarlo con este pequeño poema: 
                                                                                                                              Sabiduría
es saber

lo que ignora la mayoría.
La ignorancia es suponer
que el saber
da sabiduría.


Este comentario de texto, que termino ya, me confirma sin la menor duda que lo verdaderamente simple es muy complicado de explicar cuando no se es sabio, como Sócrates.


Tengo que releer El Principito.


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