sábado, 13 de julio de 2019

Sexo en el deporte y en el Ejército


José Joaquín Rodríguez Lara


El deporte femenino está de moda. Cada día se habla más de él, pero no creo que exista. No considero que el deporte tenga sexo. Lo tienen quienes lo practican.


Supongo que en cualquier competición deportiva hay tantas relaciones sexuales como fuera de ella; pero todo indica que los Juegos Olímpicos arrasan en este apartado.


En los Juegos se distribuyen muchísimos más preservativos que medallas. Tanto y tanto látex se pone a disposición de quienes compiten que, además de una representación de los cinco continentes clásicos, los aros de la bandera olímpica también parecen un surtido de condones de colores.


Es normal que se hable poco del sexo entre deportistas, pues aunque tengan lugar en instalaciones públicas, como las villas olímpicas, y durante el desarrollo de competiciones oficiales, las prácticas sexuales, 
salvo que exista delito, pertenecen a la esfera privada de las personas y no hay obligación de hacerlas públicas ni derecho a fiscalizarlas.


Lo que no me parece normal es que se hable de fútbol femenino, de tenis femenino, de baloncesto femenino, de ciclismo femenino... El deporte no tiene sexo. No es ni femenino ni masculino; su género es epiceno.


El fútbol es el mismo deporte lo practiquen mujeres u hombres. Y lo mismo ocurre con el baloncesto, el balonmano, el tenis, el golf... El sexo no está en el deporte, sino en la competición, en las ligas, en los campeonatos, en los torneos...  Y sobre todo y por encima de todo: ¡en las clasificaciones!


Es decir, no existe el Mundial de Fútbol Femenino, sino el Mundial Femenino de Fútbol. En este y en otros muchos casos, el orden de los factores sí altera el producto. No es lo mismo dormir en la calle de en medio que en el medio de la calle. Ni ser un viejo chocho que un... viejo.


Cambian las competiciones, que se reservan para hombres o para mujeres, pero no las reglas del deporte que, en esencia, son idénticas tanto para un sexo como para el otro.


Y si esto es así en deportes en los que hombres y mujeres compiten por separado, ¿qué puede decirse en aquellos como la equitación, el motociclismo o las carreras populares en los que se enfrentan entre sí personas de uno u otro sexo?


Cuando hay una mujer sobre una moto compitiendo con hombres en un gran premio, ese motociclismo ¿qué es, masculino o femenino? La primera mujer que llega a la meta en una San Silvestre, ¿sólo le ha ganado a todas las demás mujeres o también ha vencido a los hombres que llegan detrás de ella? ¿Y acaso hay diferencias drásticas entre el deporte que practican unas y otros o esas diferencias no existe y, en todo caso, se limitan a la clasificación, cuando se hace por sexos y no simplemente por tiempos?


Si de verdad se pretende luchar contra las barreras sociales interpuestas artificialmente entre mujeres y hombres, ¿no sería más eficaz derrumbar las alambradas segregadoras en todas aquellas actividades en las que los hombres y las mujeres puedan participar sin que exista ventaja o desventaja por razón de sexo? ¿No es la igualdad de derechos la mejor fórmula para luchar contra la desigualdad?


Especialmente en el deporte que, al fin de cuentas, es un juego.

 

Mucho más serias, por sus riesgos y consecuencias, son las fuerzas y cuerpos de seguridad y las instituciones militares y miles de mujeres, no sólo empuñan las armas sino que algunas alcanzan el más alto tramo de su escala profesional, como acaba de ocurrir con  Patricia Ortega García, que nació en Madrid hace 56 años y es la primera mujer que asciende a general del Ejército de España. 


¿Se ha creado ya un apartado especial en el escalafón militar para 'clasificar' a la general Ortega o quedará encuadrada con los demás generales con su correspondiente antigüedad y méritos de instrucción? ¿Se esperará a que ascienda a teniente general para crearlo? ¿Vamos a tener un Ejército femenino, integrado por soldadas, sargentas, alferezas, tenientas, capitanas, comandantas, coronelas y generalas? Espero que no; deseo que todo el Ejército español juegue en la misma liga, con personas relevantes por su capacidad y no por su sexo.


En fin, la felicito, señora Ortega, y me cuadro ante su estrella de cuatro puntas, mi general.


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